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Capítulo 71: Deuda vigente

—¡¿Casarte?! —exclamó Kai en la mañana cuando Mitzuru fue a su oficina para notificarlo—, ¡¿Acaso estás loco?!

—Kai... —lo llamó con el fin de tranquilizarlo.

—No puedes casarte con ella. Para empezar, es americana, ¿sabes lo que va a decir la tía?

—Kai...—lo llamó un poco más fuerte. Kai estaba tan frustrado que comenzó a hablar en japones.

—Olvídala, ¿sabes lo que va a decir todo el mundo?

—¡Kai!

—Se que te gusta mucho, Mitzuru, pero piénsalo bien...

—Está embarazada—soltó de pronto. Nadie dijo nada por un rato—¿Kai?

—Felicidades—respondió Kai de manera apática.

—Gracias—sonrió Mitzuru—. Creo que eres el único que va a decirme eso.

—Entonces, ¿serás el Mitzuru correcto o el hijo de puta?

—Te lo dije, voy a casarme con ella.

—A la familia no le va a gustar oír eso.

—Por eso te lo digo primero a ti. Necesito a alguien de nuestro lado para cuando les demos la noticia.

—Un blanco extra para desviar algunas balas.

—También—admitió burlón—. Entonces, ¿vas a ayudarme con esto?

—Parece que ya tomaste tu decisión.

—Así es.

Y cuando así era, Kai sabía que no había nada más que decir. Pero, sin importar cuanto apoyase él en la discusión que veía próxima, sabía que la cosa no iba a terminar muy bien.

Odiaba los dramas.

Había decidido que, cuando su madre le dijera que estaba en edad, él simplemente aceptaría un matrimonio arreglado, tendría un par de hijos y se dedicaría a vivir la vida fácil en la que nació. No entendía la necesidad de Mitzuru de meterse en problemas y arrastrarlo a él por sus aires de rebeldía tardía.

Sin embargo, hacía mucho tiempo que se había dado cuenta de que él jamás podría entenderlo, porque si algo sabía de ese hombre era que nunca había tenido una "vida fácil", llevase el mismo apellido que se la dio a Kai o no.

Hubiera deseado negarse, no podía ni quería ayudarlo porque no tenía ninguna intención de mezclarse en asuntos que solo lo perjudicarían, pero esa no era una opción para él así que, en ese momento, terminó por aceptarlo.

Por supuesto, mientras lo recordaba un par de horas después, no tenía idea del embrollo que se estaba formando a solo un par de metros, en la oficina de a lado.

—¿Mitzuru? —repitió Izamu confundido—, ¿no es grosero que llames a tu jefe por su nombre? —Elizabeth desvió la vista, pensó que, de cualquier modo, ellos iban a saber de su relación pronto, pero tal vez Mitzuru podría no estar de acuerdo en que ella lo ventilara así sin más en lugar de en una situación controlada—. ¿Por qué lo buscaba?

—Ah, no es nada. Con permiso—se dio media vuelta para salir.

—¿No es la chica del almuerzo? —él siguió hablándole lo que impedía su partida.

—Sí—respondió con timidez.

—Debería ver a sus jefes cuando habla—la reprendió.

—Me disculpo—aceptó tras darse la vuelta—. Si me permite, tengo trabajo.

—¿Le parece esa la forma apropiada de despedirse de uno de sus jefes?

Elizabeth giró sus ojos hasta que se perdieron en sus párpados superiores y se resignó a volverse hacia él.

—Disculpé si fui grosera.

—Eso está mejor—sonrió de forma arrogante—. Ahora debería ofrecerse a hacer algo por mí, en otras palabras—se agachó hacia ella de tal modo que Elizabeth percibió su olor a alcohol —, ponerse a mi disposición.

—¿No es su esposa...? —preguntó en voz baja.

—¿Qué dice? —la interrumpió al no entenderla bien. Elizabeth levantó la voz.

—¿No es su esposa la que es dueña de esta compañía? Hasta donde sé, ella es la que tiene acciones del grupo Tashibana y usted es solo su marido, ¿no es cierto?

Él se quedó en silencio, atónito por la afirmación que le pareció despectiva.

—Estamos casados, tengo tanta autoridad como ella o más—recuperó la compostura.

—Ya veo—se vieron uno al otro con aire retador.

—Sí—dijo con fastidio al notar que ella no mostraba sumisión—, ¿y sabe qué? De repente, se me antojó algo de comer.

—Estoy ocupada, le pediré a alguien que se lo traiga.

—¡No, yo quiero que lo traiga usted! —declaró con voz autoritaria—. Serán varias cosas. Busque un bolígrafo y papel. — Ella mostró una sonrisa altanera—¿se ríe de mí? —preguntó fingiendo compartir la gracia.

—No me reí.

—¿Le parece apropiado burlarse de su jefe?

—¿Le parece a usted apropiada la forma en que me mira?

—¿De qué está hablando?

—Es un hombre casado, no debería ver tanto a ninguna mujer que no fuera su esposa.

—¿Se atreve a acusarme de algo así? —la discusión subió exponencialmente de nivel.

—Puede decirle a Mitzuru que me despida si quiere—volvió a dar la vuelta para marcharse cuando Izamu la tomó del brazo y la jaló hasta que ella quedó contra la pared—¡¿Qué hace?! ¡Suélteme! ¡Ayu...! —Elizabeth comenzó a gritar, Izamu le puso la mano al cuello.

Rápidamente, el flujo de la respiración se le cortó y los pulmones le ardían como si una nube acida hubiese reemplazado el oxígeno. Su corazón golpeando su pecho como si pretendiese escapar de él, no le fue de ayuda en lo absoluto.

—Mira, linda—le explicó viéndole las piernas, Elizabeth trató de abrirle los dedos con su fuerza inexistente—, yo sé perfectamente que algún trabajo especial haces para Mitzuru, nadie cree que estes aquí por tu impresionante currículum, así que no te hagas la digna conmigo, no te queda—ella intentó gritar, apenas un ligero aire le salió de la garganta—. Oh, tranquila —propuso—, si te disculpas sinceramente, tal vez considere no ser tan malo contigo.

Elizabeth le clavó las uñas en el brazo, pero aquellos dedos no se movieron.

—Auch—se quejó burlón—, que mala elección.

Los ojos de Elizabeth se elevaron al cielo, su cara estaba roja, el pecho le ardía y cuando pensó que iba a desmayarse, Izamu abrió su mano y ella se derrumbó igual que un títere de madera.

De inmediato, se concentró en volver a llenar de oxígeno sus pulmones a pesar del enorme esfuerzo que aquello requería.

Aún estaba reincorporándose cuando él la tomó de los cabellos, se agachó y le susurró:

—Está es la última vez que me faltas al respeto. ¿Entendiste?

Luego la arrojó y se sentó en el sillón para encender un cigarrillo. Elizabeth fijó su vista en él con notable resentimiento.

—Anda, busca el bolígrafo—ordenó Izamu.

Ella vio a la puerta, jamás llegaría, él estaba en el camino. ¿Y si gritaba? Oficina insonora. Desde que se desmayó no encontraba su celular.

—¿Qué estás esperando? —repitió su orden.

Humillada y aterrada, Elizabeth se levantó del suelo cubierta por la impotencia, caminó al escritorio, tomó una hoja blanca, la dobló y tomó también una pluma.

—Dígame—susurró con la cabeza gacha y la mirada empapada.

Izamu disfrutaba del espectáculo con media sonrisa, se levantó del sofá y caminó hasta Elizabeth, ella se encogió en sí misma como un armadillo, él le acercó tanto el cigarro a la cara que se quedó a escasos centímetros de quemarla, ella chilló, derrotada, sintió la mano posarse sobre su trasero y cuando él iba a decir algo, ella tomó una botella de sake vacía que estaba en el escritorio y se la reventó en la cara.

Izamu se apartó ipso facto, ella corrió hasta la puerta, al abrirla, la figura de Kai apareció frente a sus ojos.

Kai vio a Izamu quien se levantaba del suelo, luego vio a Elizabeth quien aún sostenía fuertemente el cuello de la botella rota y temblaba como si estuviera muerta de frio.

"Maldita sea" pensó Kai para sí. ¿Qué estaba haciendo ella allí? ¿Por qué Izamu...?, ah, ¿Qué tanto habría hecho? Desde hacía diez años, cuando supo que iba a casarse con su hermana, se había dado cuenta de que ese tipo era un idiota.

—¿Te caíste, Izamu? —preguntó Kai sonriente.

—Quiero que despidan a esa mujer—exigió Izamu. Si no hubiera estado tan asustada, Elizabeth se hubiera girado a verlo indignada.

—Ah, Elizabeth—exclamó Kai como si no hubiese escuchado lo último—a ti te estaba buscando.

—¿A mí? —preguntó confundida.

—Ven conmigo —le ordenó, tomó su brazo y ella se apartó violentamente.

Kanojo ga ki ga kurutte iru to iemasu ka? (está loca, ¿ves?) —aseguró Izamu.

Caminó hacia ellos y Elizabeth levantó su botella para apuntarlo con la misma, pero antes de que estuviera arriba, Kai se había puesto en medio de los dos. No podía permitir que la situación se saliera de control.

—Lo hablaremos en otro momento —insistió Kai—, Elizabeth—se giró a ella—, ven, es un encargo de Mitzuru.

Ella vio entonces su oportunidad para salir de ese lugar por lo que caminó alejada de él, Kai la siguió.

—Al ascensor—le susurró Kai a medio pasillo.

Pero Elizabeth dejó de caminar. Se quedó muy quieta, como si una fuerza sobrenatural la hubiera poseído de repente. Luego se giró a la oficina de Mitzuru, la puerta estaba cerrada.

—Está bien—escuchó entonces la voz de Kai quien, había elegido mantenerse una distancia prudente—, no va a venir a perseguirte.

Ella lo vio a los ojos, se dio cuenta de que Kai tenía una mirada amable y un aura pacífica.

—¿Dónde está Mitzuru? —preguntó Elizabeth.

—Tuvo que ir a una junta.

—¿Y qué encargo te dejó para mí?

—Ah, eso... —él lo pensó un rato—, ¿no te gustaría tomarte una malteada?, ¿o comer un burrito?

Una sutil sonrisa se dibujó en ella, comenzó a pensar que tal vez, podía confiar en Kai.

Por eso lo acompañó a sentarse en la cafetería. Sin embargo, se quedaron en silencio un rato bastante largo.

—Elizabeth—la llamó Kai—, ¿qué significa esta palabra? —apuntó al menú—, ¿es calabaza?

—No—aclaró ella—, son las especias que le ponen al pay de calabaza. Se la ponen al café si quieres.

—Ah, ¿y sabe bien?

—No me gusta el jengibre. Es algo picante.

—Ya veo.

—¿No venden "Pumpkin Spice" en Japon?

—Venden frituras de chicle y no venden eso—rio tranquilo.

—¿Enserio no sabes que es o solo querías hacerme hablar de algo? —preguntó con la misma aura calmada.

—Eres muy buena para interpretar a las personas—respondió Kai—. Por eso puedes relacionarte bien incluso con Mitzuru que no suele ser muy comunicativo, ¿verdad?, ¿es una palabra?, ¿se dice de esa manera?

—Más bien parece que, lo que quieres es que no hable. —Por un momento, la mirada de Kai se arrugó. Perceptiva como si tuviera un tercer ojo, fue como la percibió, se preguntó si él era así de transparente o ella tenía la habilidad secreta de leerle la mente—. Nunca volviste a hablarme.

—¿Qué dices?

—Parecías muy interesado en mí cuando nos conocimos, pero de un momento a otro, decidiste no volver a hablarme. ¿Fue por qué te ofendió lo que Mitzuru dijo en la cafetería?

—¿Te refieres a que solo coqueteaste para obtener un almuerzo gratis? —ella enrojeció—No me ofendió eso—dijo para tranquilizarla—. Está bien, Mitzuru me dijo que no era para tanto, tenías hambre y no llevabas dinero encima. Además, me culpa cuando me roban porque, según él, "me veo demasiado extranjero" —ella contuvo la risa—. Ya no lo haces, ¿verdad?

—No—mustió.

—¿Es porque Mitzuru se pone celoso?

—¿Por eso decidiste dejar de hablarme?

—Es que... —apretó los labios dudativo—Mitzuru empezó a perseguirte y yo no quería problemas con él.

—Ya veo. Aunque parecen distantes, ustedes dos se llevan bastante bien, ¿verdad?

—Supongo que sí —agregó orgulloso. —Mitzuru no tiene muchos amigos, pero a mí me cuenta sus cosas.

—Y aunque es tu amigo y sabes lo que hay entre él y yo, fuiste a contárselo a tu cuñado.

Fue entonces cuando Kai perdió su sonrisa. Elizabeth saboreó la satisfacción de tener razón, de pronto, Kai juntó sus manos e inclinó su cabeza.

—Lo siento, de verdad. Es culpa mía—se reincorporó y continuó—. Cuando vinieron para la fiesta, salí a comer con mi familia y me quejaba con mi hermana de un informe tuyo que Mitzuru me pidió corregir. Esto va a sonar mal, pero yo odio trabajar.

—También yo, no significa que vaya por allí hablando mal de los demás.

—Lo sé. Mi hermana se burló de mí llamándome "flojo". Le dije que era trabajo extra y que si yo tuviera piernas anchas y el cabello rubio igual y hasta me dejaría dormir en la enfermería.

—¿Él te contó eso? —preguntó con suma curiosidad.

—Mitzuru estaba hablando conmigo cuando dijo que tenía que irse, le pregunté a donde y respondió que debía despertarte antes de que se notara tu ausencia. En realidad—aclaró rápidamente—, no me cuenta muchas cosas, solo me las menciona por encima. Es muy reservado. También es un hombre temperamental. Si le dices que Izamu te atacó, él se cobrará y eso causará un problema con la cabeza de la familia, porque hay una regla que dicta que ningún Tashibana puede atentar contra otro.

—¿Tú crees que a él no le importe enfrentarse a la ira de Reiji—pregunto cruzándose de brazos—con tal de... defender mi honor o lo que sea?

—Le importas más de lo que crees.

—Pareciera que eso te asusta.

—No es miedo—aclaró él, ante la curiosidad de Elizabeth, suspiró—. Hace algunos años, mi hermana fue secuestrada. Hay mucha seguridad rodeando a nuestra familia, pero uno de los perros se vendió.

—¿Perros?

—Guardaespaldas. Como sea, Mitzuru lo hizo hablar, después fue personalmente a la ubicación y rescató a Hana. Hiashi llegó para ayudarlo con otros guardaespaldas, pero fue Mitzuru quien hizo la mayor parte del trabajo.

"Desde entonces, porque sabemos que cada día que ella respira, se lo debemos a él, mi familia directa tiene una deuda con Mitzuru. Y eso entre nosotros pesa más que el miedo.

—Al esposo de Hana no parece importarle mucho.

—Mira, si con tu testimonio pudieras hacer que Hana se separara de él, yo sería el primero en ir a decirle todo. Pero eso no va a pasar porque en nuestro mundo, el divorcio es inaceptable, más que la infidelidad.

—Pero, Hiashi-san es divorciado.

—Hiashi-san es el primer hijo y el heredero de la cabeza familiar. Básicamente, intocable. Pero Mitzuru, bueno, él ni siquiera es hijo de Reiji así que, si se da un problema, es quien más tiene que perder.

—Entiendo—afirmó torciendo los labios—. No diré nada.

—Gracias—suspiró aliviado.

—Pero—señaló divertida—, me la debes.

—Estoy de acuerdo.

—Y quiero a ese idiota lejos de mí—señaló.

—Me encargare.

—¿Qué hacía en la oficina de Mitzuru?

—Usaba el baño. Noté que estaba tardando mucho y fui a buscarlo. Pero te vi y parecías haber llorado.

—Así que, ¿solo querías sacarme de ahí?

—Sí y no—abrió su portafolio—, Mitzuru sí me dejó un encargo para ti. Ten—le ofreció una caja.

—¿Qué es esto?

—Es un celular—ella lo vio extrañada—. Lo siento, alguien entró el fin de semana y robó tu bolso.

—¿Cómo entró si al ascensor solo se puede acceder con el gafete?

—Los vándalos siempre encuentran la manera —cambió de tema—. También voy a necesitar que firmes tu carta de renuncia.

—¿Y eso por qué? —aumentó su tono de voz.

Kai vio a su alrededor sin entender su reclamo.

—Porque vas a casarte—dijo como si fuera obvio.

—¿Por qué voy a casarme tengo que dejar mi trabajo?

—Bueno, sería raro si Mitzuru se casara con su empleada, ¿no crees?

—¿En qué sentido?

—La prensa comenzaría a decir cosas de él. Cosas despectivas—ella chistó.

—¿Y porque no me lo dijo antes? No sé, en lugar de dejar que me enterara por terceros.

—Tal vez es un choque cultural. Es decir, se espera que las mujeres dejen su trabajo al casarse en Japón.

—¿También atacan físicamente a sus empleados en Japón?

—No es tan común como lo dices, pero se dan casos...

Kai la esperó para ver su reacción, sin embargo, Elizabeth estaba calmada, después de todo, peores cosas había experimentado ya.

Aunque sentía la sangre en ebullición, quería ir a contarle todo a Mitzuru para ver si era cierto que pelearía por ella y sentarse a ver como obligaba a Izamu a pedir perdón de rodillas, no obstante, llegó a la conclusión de que podía serle mucho más útil que Kai tuviese una deuda vigente con ella. Después de todo, había notado que él realmente actuaba como un perro a voluntad de Mitzuru por algo que recibió hace más de diez años. Su lealtad era un activo valioso.

Tenía gracia. Ya empezaba a pensar un poco como Mitzuru.

—Tranquilo—le sonrió antes de pedir una caja de Macarrones para ella—, ya dije que no diré nada.

Su reafirmación recompuso la actitud de Kai.

Respecto al trabajo, no pudo hacer nada. Era una pena, a Elizabeth realmente le gustaba su empleo y era la primera vez que realmente le gustaba hacer algo "productivo". Pero, al final pensó que no valía la pena tener una pelea con Mitzuru por eso así que, firmó la carta, pese a lo incorrecto que se sintió hacerlo.

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