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Capítulo 68: Un jodido principe

La basura en las calles, los grafitis en las paredes, el olor rancio a la escoria cercana, le provocaron a Alika una extraña sensación de nostalgia. No extrañaba el acoso callejero, pero, a decir verdad, era mejor que las miradas inquisidoras y la absurda sobrevigilancia que recibía en el lado Este.

Aquel aire impregnado por el olor a pescado le sabía de algún modo, liberador.

Por supuesto, sabía que tenía que volver pronto a Manhattan, de preferencia, antes de que Roberta volviese y notara que no estaba.

Solo era un tiempo fuera, un momento lejos del montón de mierda reluciente en el que tenía que vivir, era obvio que ella encajaba más con el montón de mierda opaca y apagada. Al final, solo quería respirar ese aire repugnante y llenar con él sus pulmones antes de volver al que le sabía a desinfectante.

Además, sabía que sería más fácil regresar después de un aire de valor. Solo necesitaba un poco de medicina especial. Solo un toque.

Ya que a su vendedor de confianza se lo había llevado el río y su segunda opción no le contestaba las llamadas, tuvo que ir personalmente a buscar el plan C.

Y ahí estaba Jordan, fingiendo ser un vendedor de pescado, vitoreando para atraer clientes normales a su negocio decente.

—¡Pescado fresco! —decía el grito —, ¡más barato que en cualquier mercado!

—Oye—lo llamó con aire coqueto—, ¿tienes anchoas?

—Vete de aquí, Alika—le dijo con hastío y se giró despectivo.

—¿Qué pasa? —preguntó ella mientras forzaba una risa. —¿te llegó el olor a podrido?

—Vete—repitió serio.

Ella perdió su aire optimista.

—Bueno, tampoco es que viniera a socializar, vine a hacer negocios.

—Se a que viniste, no hago negocios contigo.

—¿Qué? —preguntó atónita—, ¿por qué?

—Solo vete.

Alika apretó los dientes, Jordan se empeñaba en ignorarla, ella vio a su alrededor y de repente gritó:

—¡Coca!, ¡lleven su coca! —Jordan se giró a ella sin poder creer lo que estaba oyendo—, ¡esté vende drogas! —lo apuntó con ambas manos

—¡Callate, loca! — Jordan la tomó por la cintura y la arrojó dentro de su camioneta.

—Dime porque todos me están evitando—exigió Alika.

—Porque esta prohibido, ¿de acuerdo?

—¿Prohibido?

—Mira, no se a quien hiciste enojar—explicó frustrado—, pero el último que te vendió acabó muerto.

—Eso no tiene nada que ver conmigo.

—Se nos ordenó no volver a venderte.

—¿Qué?, ¿Quién les ordenó eso?

—Viene desde arriba.

—¿Arriba?

—Sí. Escucha —trató de aclarar sus ideas—, vi una fotografía. Era más grafica de lo que mostraron en las noticias. Popeye y el toro estaban abiertos del ombligo hasta el corazón con sus... órganos e intestinos expuestos...—cerró los ojos y tomó aire—. Fue grotesco. No encontrarás un traficante en todo NY que se atreva a venderte.

Ella repasó el mapa de sus recuerdos.

—Pero no hice enojar a nadie.

—Y yo no lo haré enojar tampoco.

—Jordan, tienes que ayudarme—se inclinó hacia él pero Jordan dio un paso atrás—Ya no me queda nada...

—No es mi problema. Vete antes de que me vean contigo.

—Por favor...

—Carajo—a plena luz del día sacó su pistola de atrás de su camisa para apuntarla hacia Alika, la escasa gente que había en el muelle huyó despavorida incluyendo al resto de comerciantes con el riesgo de dejar sus negocios abandonados—, ya vete puta.

—Esta bien, esta bien —cauta, bajó de la camioneta y se mantuvo a una distancia prudente de él. —Mierda, ¿por qué tanta paranoia?

—No viste las fotos, Alika. No quiero terminar así.

—¿Y que se supone que haga?

—No lo sé, ve a rehabilitación o a la iglesia, ambas están llenas de drogadictos.

Ante el despectivo comentario y la evidente negativa, Alika terminó caminando de espaldas para marcharse. Sin duda, una escena que no hubiese visto o vivido en Manhattan.

Apenas pudo disimular su mal humor cuando Elizabeth fue a visitarla, no tenía ninguna gana de hablar con ella, mucho menos de ir a buscarla dos horas después a Tashibana Tech por culpa de la insistencia de Roberta.

—No deberíamos estar aquí—dijo cruzada de brazos cuando ya estaban dentro del ascensor.

—Solo investigaré que pasó y volveremos a casa—aclaró Roberta con una actitud pesimista. —No debí haberle dicho nada—se lamentó—. Si se le escapó algo, me quedé sin trabajo.

—¿No puedes esperar al lunes para saber?

—No—la regañó—, necesito saberlo ahora.

—No creo que ella haya mencionado tu nombre—afirmó con fastidio.

—Le tienes mucha más fe que yo.

—Porque tú no le tienes nada.

—Escucha, Alika —suspiró con pesadez—, sé que es tu amiga y eso, pero no deberías confiarte. Ha hecho muchas cosas de las que tal vez no sepas.

—¿Qué crees que soy yo?, ¿un puto ángel?

—Eres mi hermana y dedicaste tu vida a cuidar de mí, es lo que sé que eres.

—Elizabeth me cuidó cuando estuve enferma. Sabe lo que soy además de tu hermana y a lo que me dedico, nunca me ha juzgado o me ha tratado diferente por eso y, quiere llevarme a Texas.

—¿Texas? —preguntó extrañada.

—Algo así, no lo recuerdo—bufó—. El punto es que quiere darme un empleo honesto, digno, una vida mejor que esta y un voto de fe. Si ella lo tiene conmigo, ¿por qué yo no debería ser igual?

—Aguarda, ¿quieres ir a Texas? —cuestionó incrédula.

—Quiero que vayamos las dos. Con Elizabeth. Mira, ella quiere poner una tienda de pasteles...—explicó cuando Roberta la interrumpió.

—¿Y ese es su plan?, ¿una fantasía a lo Thelma y Louise?

—No es una fantasía, tiene dinero para hacerlo—comenzó a frustrarse.

—¿No crees que es mejor plan tratar de mantener mi empleo real y que tú mantengas tu empleo real?, ¿el que tienes en la tienda?, ¿establecernos con dinero que obtendremos de manera digna?

—¿Sabes qué? Esa es la fantasía—señaló.

—No, es el camino largo, pero con paso firme. Yo trabajé con Elizabeth, no sabe ni hacer un diagrama de Gantt, ¿se supone que debo creer que sabrá administrar una tienda de pasteles?

—A mí me gusta su plan.

—¿Y alguna de las dos consideró hacerme parte de esta decisión? —Alika desvió la vista—. Exacto, cuando la veas dile que quiero que hablemos las tres sobre esto. Si escuchan lo que tengo que decir al respecto, tal vez pueda ponerles los pies en la tierra.

—Está bien —arremedó Alika.

—Gracias—concedió mirando al techo.

Llegaron al piso cincuenta donde solo encontraron un bolso en el suelo.

—Aquí no hay nadie—declaró Alika tras ver a su alrededor.

—¿Es el bolso de Elizabeth? —preguntó Roberta mientras lo inspeccionaba.

—Creo que sí—Alika le dio un rápido vistazo, después escucharon un gimoteo que las dejó frías.

Las hermanas se vieron una a la otra, Roberta dejó el bolso en un escritorio vacío, Alika se sacó los tacones y tomó uno como arma.

—¿Qué haces? —susurró Roberta.

—Tal vez sea un ladrón—cuchicheó Alika.

—¿En Tashibana Tech?

—Quédate detrás de mí.

Aunque Roberta dudaba de que fuera así, siguió a su hermana a pasos lentos y silenciosos hasta el origen del ruido llegando así a la oficina presidencial cuya puerta estaba entreabierta.

—¿Maia? —la reconoció Roberta por el rubio platinado de su melena.

Se le adelantó entonces a Alika y abrió la puerta. Maia se giró hacia ella, estaba sentada en el sofá doble de Mitzuru, descalza y con la camisa desfajada, en su mano empuñaba una botella de whisky de la cual bebía directamente.

—¿Robeshta? —preguntó Maia, tuvo un hipo y agregó—, ¿ya es lunes?

—¿Qué? No—aclaró Roberta. Su vista ubicó la vitrina abierta junto al librero—, ¿te estas bebiendo el licor del señor Tashibana?

—Sí —contestó en risas, levantó su botella—, esta miesha es increíble, tiene treinta años —se carcajeó.

—Pero... —agregó atónita—, te van a despedir.

—Ya me despidieron—respondió tras levantar los hombros.

—¿Por qué? —entró a la oficina seguida de Alika. —¿Qué pasó?

—Elizabeth Marcovich—señaló con el dedo—, eso es lo que pasó. Sé que nunca fui del todo amable con las chicas que él salía, o con nadie en general, pero mi trabajo siempre fue impecable. Un excelente trabajo y Mitzuru no mezclaba lo profesional con lo laboral.

—Será lo personal—corrigió.

—Eso—señaló Maia—. Ni siquiera intervino cuando molesté a Rebecca. Pero desde que esa perra comenzó a trabajar aquí, a Mitzuru no le importa nada. Se le metió entre los ojos como una bala. Ella se burló de él. Tuvo una cita con otro sujeto cuando estábamos en Suiza y todo lo que él hizo al respecto fue venir corriendo a buscarla. Me dejó abandonada con mi divorcio.

—Sí, lo sé.

—Pensé que nos libraríamos de ella cuando la echó de aquí, pero solo la suspendió. Luego le dio otro empleo y yo creí que era para alejarla, sin embargo, cuando secuestró a la señorita Kino, le dije a Mitzuru que era su novia y no me corrigió —se lamentó, en la distracción, Roberta le quitó la botella—. No me corrigió. Pasamos por eso alguna vez, ¿sabes? Lo acompañé a una gala, alguien le preguntó si yo era su novia y él dijo "no, solo es mi empleada" —sollozó. —Vivió con ella, ¿sabes? Su mamá me lo dijo, encontró el maquillaje de Elizabeth regado por la casa. Un labial en el baño, rubor bajo la cama... a mí no me dejaba quedarme a dormir, pero con ella estuvo viviendo, tal vez hasta vivan juntos ahora.

—Lo siento mucho—la consoló poniendo una mano en su hombro.

—Reagan me hizo daño y Mitzuru no me quiere—se arrugó todo su rostro—. ¿Por qué me pasa esto?, mírame, soy hermosa, inteligente, tal vez no soy lo más agradable, pero al menos no soy una zorra coqueta.

—Lo sé. Eres increíble—afirmó.

—¿Entonces porque no puedo hacer que alguien me ame? —interrogó furiosa—. Hubieras visto cómo se la llevó cuando se desmayó.

—¿Elizabeth se desmayó? —intervino Alika.

—Sí y Mitzuru la cargó como si fuera una maldita princesa. Dime, ¿si me hubiera desmayado yo, hubiera hecho algo más que llamar a una ambulancia y volver a trabajar?

—Tienes que dejar de compararte con ella.

—No puedo. No puedo evitar pensar que alguien tiene lo que quería para mí. Y de preguntarme, ¿Por qué yo no lo tengo?

—Así es el amor, Maia—levantó un hombro—. La verdad es que, todo eso de las banderas rojas... solo son falsos salvavidas. No hay un cálculo exacto ni un acto definitivo que nos diga si aquella persona es la adecuada o no. Al final es solo una apuesta, a veces se gana y a veces se pierde.

—Pero yo ya he perdido dos veces. A pesar de que, lo he dado todo cada vez... ambas veces perdí. No soy tan mala persona, no me merezco esto.

—Sí—respondió Alika quien, desde la silla de Mitzuru había comenzado a beberse el sake que el guardaba sobre el librero—, repítetelo hasta que te lo creas.

—¡Alika! —la regañó Roberta.

—¿Qué más te da? Ya no es tu jefa.

—Es verdad—chilló una vez más como si se acabara de dar cuenta de ello—. Soy una mujer en sus treinta sin esposo, sin familia, sin hijos y sin trabajo.

—Encontrarás un trabajo mejor—aseguró Roberta—. Y un hombre mejor para ti.

—No lo sabes.

—Claro que lo sé. Porque eres brillante, determinada y capaz. Sé que algunas personas piensan que solo conseguiste este puesto porque tu tía te lo heredó y porque tenías una relación con el señor Tashibana, pero la realidad es que, no es un trabajo fácil y si lo hicieras mal, ya no estarías aquí.

—Ya no estaré aquí—expandió sus manos con desdén —. Me despidieron.

—¿Y qué? Con tus capacidades, te contratarán en cualquier lugar de inmediato.

—Elizabeth me golpeó y yo respondí—balbuceó, tomó la botella de la mesa y le dio otro trago—. No me darán carta de recomendación y no puedo mencionar que trabajé aquí, ¿sabes lo vergonzoso que será decirle a la gente que estuve involucrada en un lío de faldas con mi jefe?

—No lo necesitas. En cuanto entres a cualquier entrevista querrán darte el empleo. Es lo que sabes, lo que transmites, la forma en cómo te impones en el trabajo lo que hace que las personas quieran trabajar contigo.

—Quieren trabajar aquí, no conmigo. Por Mitzuru, no por mí.

—Pues yo quería trabajar contigo.

—Sí, por eso viniste a TASHIBANA, TECH. —Hizo un especial hincapié en el nombre de la compañía.

—Fui a muchos lugares, pero específicamente, quería trabajar aquí por ti—Maia la miró sin entenderla. Roberta respiró hondo y continuó— ¿Recuerdas cuando vine a esa entrevista? Cuando tú entraste a aquella sala de juntas y te presentaste como la mujer de la que dependía el resto de nuestra vida, todo el mundo, hombres y mujeres, blancos, negros y mestizos, agachamos la cabeza por igual porque sabíamos que era cierto.

"Ese día de verdad, de verdad quería pasar la prueba, porque de verdad quería impresionarte. Ian y Brandon se sienten igual. Desde el día uno, los tres hemos estado esforzándonos en hacerlo bien, en hacerlo tan bien como tú porque a final de cuentas, quien nos ha enseñado todo, has sido tú.

"Y no puedo creer que —balbuceó frustrada—, por una decepción amorosa no seas capaz de ver lo increíblemente lista y maravillosa que eres.

—Avísame si quieres que salga para cogértela—mencionó Alika con desdén.

—¿Encuentras placer en patear a alguien caído? —replicó Roberta.

—Recapitulando—respondió tras un trago—. ¿Esta zorra tenía un empleo en este lugar, en una posición alta en la que le pagaban miles de dólares y todo el mundo hacía lo que ella quería y lo perdió por un tipo que la dejó dos veces por alguien más? —se carcajeó —, quieres que sienta pena, pero solo me da risa.

—Mitzuru es más que eso—repuso Maia.

—¡Lo sé, es un jodido príncipe! —exclamó tras golpear el escritorio—. Pero es el príncipe de Elizabeth. ¿Te has puesto a pensar que puede ser así? ¿Qué un hombre puede ser ambas cosas?, ¿puede ser a la vez, el príncipe de la historia de Elizabeth y el villano de la tuya?

Lo sabía. Desde hacía mucho tiempo, sabía que él no era su príncipe, con lo que realmente no podía lidiar era con el saber que era el príncipe de alguien más. Porque ella era así. Esa clase de mujer mezquina que envidiaba las cosas que tenían las demás.

—La verdad es—confesó Maia—, que me gusta cuando la gente me tiene miedo. Me gusta que todo el mundo piense que estoy hecha de acero, pero también me gustaría estar con alguien que me haga sentir que está bien quitarme todo ese acero de encima y mostrarle que por dentro estoy hecha de sal y me deshago con cada lágrima.

—Entonces búscalo—exclamó una enérgica Roberta—. Un hogar, amor, una familia... si eso es lo que quieres, ve a buscarlo en lugar de preguntarte, "¿por qué él la escogió a ella y a mí no?", pregúntate, "¿por qué lo sigo escogiendo, cuando él no me escogió a mí?"

Maia repasó aquellas palabras una y otra vez en su cabeza, pensó que tal vez había estado perdida mucho tiempo porque, aunque la salida estuviese frente a sus ojos, ella se negaba a ir en línea recta hacia la misma.

Tal vez el problema no era Elizabeth, tal vez era él, tal vez era Maia. O tal vez, simplemente, es que el "ellos dos", en realidad nunca funcionó.

Nota de autor: 

Gracias por leer esté capítulo, me preocupa que el ritmo se sienta un poco caotico, espero que se haya entendido bien el orden de los acontesimientos que se presentesentan.

Imagino que no fue lo que esperaban, aun así, espero que les haya gustado. 

De ser así, por favor dejen sus comentarios y sus votos, recuerden que son gratis ;). 

En el siguiente capítulo volveremos al drama principal, habrá sentimientos encontrados y algunas sorpresas jeje, no diré más, solo que no quieren perderselo ;) 

Sin más por el momento, yo soy shixxen y me despido, chaobye. 

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