Capítulo 63: Decepción
Lucrecia vio a su hija de pies a cabeza, Elizabeth vestía con un Baby Doll color crema muy corto con encaje en el escote y una bata larga del mismo color, su madre se le asomó por encima del hombro, tenía en su rostro una expresión de fastidio más típica en ella que su reciente tranquilidad y una mirada punzante que partía a la mitad el alma de Elizabeth sin siquiera tocarla.
—Así que es cierto—escupió Lucrecia—, vives aquí—suspiró con pesadez—. ¿Quién lo está pagando?
—Mamá... —forzó su voz a través de un sollozo—, te lo puedo explicar.
—¿Enserio?, ¿con el jefe de tu papá?, ¿no tienes ninguna clase de vergüenza?
—No es lo que crees—aseguró.
—Te ves linda, supongo—Eli se apresuró a cerrarse la bata.
—Está bien—respiró profundo para tranquilizar su voz—, sé que no vas a creerme, solo quiero pedirte que, por favor, me permitas ser yo quien se lo diga a papá.
—Dios mío santo—asintió lamentándose—, ¿tu padre?, ¿quién crees que me dio la dirección?
Y de pronto todo lo demás se escuchó como un eco, como si estuviera muy, muy lejos de ella.
—¿Cómo?
—Le dieron un CD con una grabación—explicó Lucrecia, volvió a ver el departamento—. Su jefe y tú estaban, bueno, allí adentro y... apagué la computadora antes de ver que más hacían—suspiró—, pero era algo obvio, Elizabeth. —Ella no reaccionó, Lucrecia estaba segura de que su cabeza iba a mil por hora pensando en todas las posibles vías de escape, tal vez pensando más mentiras para salir de aquella.
—¿Y por qué... —preguntó a tropiezos —por qué él no subió a hablar conmigo?
Hubo un silencio sepulcral, incluso para Lucrecia, era difícil pronunciar aquellas palabras que sabía que derribarían una parte del mundo de su hija.
—No quiere verte, Elizabeth.
—¿Qué? —vio a su madre, la mujer permanecía rígida, las silenciosas lágrimas en el rostro de Elizabeth eran tantas que ahogaban a su corazón. —No... —negó con la cabeza—. Eso no tiene sentido. Es mi papá, ¿Cómo puede ser que no quiera verme?
Lucrecia entendió en ese momento que, nada de lo que dijera podría hacerla sentir peor de lo que ella ya se sentía.
—Deberías ir abajo a hablar con él—propuso en un atisbo de compasión.
Elizabeth fijó su mirada en ella, no dijo nada, asintió, tomó sus llaves y emprendió camino. Sin embargo, al llegar a la acera, ya no encontraron el auto.
—¿Dónde puede estar? —preguntó Elizabeth.
—No lo sé, pensé que me esperaría aquí—sacó su celular para llamarle, más no obtuvo respuesta, entonces una idea salvaje le atravesó la mente—. ¿Crees que haya ido a buscar a tu jefe?
Sin pensarlo mucho, Elizabeth corrió por las calles y Lucrecia se vio obligada a seguirla.
Mitzuru se había levantado del suelo y se limpió la sangre de la boca con la mano, hacía años que no sentía tan marcados los dientes en la mejilla, además, algo de la sangre le quedó en la horilla de la camisa, como era blanca, supo que tendría que tirarla.
Después fijó su vista en Edvin, estaba mucho más tranquilo, por supuesto, Mitzuru podría devolverle el favor, pero creía que no era buena idea irse a los puños con su suegro.
—¿Elizabeth le dijo? —preguntó Mitzuru.
—Usted no va a volver a verla—advirtió Edvin.
—Con todo respeto...
—¿Que sabe usted del respeto?
—A usted no le corresponde esa decisión.
—¿Y a quien sí?, ¿a mi hija?, ¿la chica de la que se aprovechó?
—No es una niña—replicó con hastío.
—Claro que sí—señaló Edvin —, es mi niña.
—Mire—suspiró—, yo entiendo eso...
—No, no lo entiende—interrumpió en un reclamo—. No es un padre, ni siquiera tiene uno y no es que le importe algún miembro de su familia.
—Bueno—exclamó con ironía—, discúlpeme por ser medio huérfano.
—Es una broma para usted, ¿cierto?
—Se equivoca, es muy serio para mí.
—Sí, tan serio que ni siquiera fue capaz de decírnoslo a mí y a mi esposa. La tiene escondida como si le diera vergüenza.
—Esa no es la razón.
—¿Y piensa que voy a creerle?, ¿no es acaso este el tipo de cosas que hace siempre con las mujeres a su cargo?
—Solo fue un par de veces.
—Debí saber que le pondría los ojos encima a Elizabeth, es solo que nunca pensé que ella le correspondería. Debió estar mucho más desesperada de lo que creí.
—Edvin—hizo un esfuerzo monumental para tragarse su ira—, no soy el diablo.
—¿Está seguro de eso? —comenzó a caminar hacia la puerta, pero Mitzuru se puso en frente.
—Espere un poco.
—Quítese de mi camino.
—Tiene razón, no hice las cosas bien. Deje que las haga ahora, charlemos.
—No. —Le sacó la vuelta y Mitzuru volvió a interponerse.
—Por favor, no sea tan intransigente.
—Usted y yo no tenemos nada de qué hablar.
Mitzuru pensó en lo frustrante que era, lo cierto era que le tenía sin cuidado la opinión de Edvin Marcovich respecto a su vida personal, si dependiera de él, se alejaría lo más posible de ese tipo de drama, pero no se trataba de él.
—Edvin... —sostuvo la chapa de la puerta para que este no pudiese abrirla.
—Mire—amenazó—, yo no tengo problemas en que lo resolvamos con los puños hasta que uno de los dos pierda el conocimiento, pero tengo que recoger a mi esposa y a tratar de hacer entrar a mi hija en razón. Además, sinceramente, no creo que usted valga la pena.
—Es suficiente—se defendió Mitzuru—. Ni su hija ni yo estamos haciendo nada malo, así que no tiene por qué mostrarme esta actitud tan altanera y despectiva. Tampoco es que le tenga miedo, pero mi intención no es pelear, como le dije, solo quiero hablarlo.
—Si usted no ve nada malo con abusar de la ingenuidad de una joven y aprovecharse de su vulnerabilidad, me queda claro que no es el tipo de persona que quiero ver cerca de mi hija.
—Yo no la obligué a nada—afirmó con resentimiento—, jamás la forzaría a hacer algo que ella no quisiera o la lastimaría.
—Como no lastimó a Maia, o a Rebeca, o a su prometida, que se suicidó—Mitzuru giró su rostro en hastió—. No olvide que me tuvieron que contar el historial de su familia, señor Tashibana. Yo no lo olvido, no olvido la demanda de su hermano por violencia doméstica, o como se arruinó la carrera y vida de la exesposa de su otro hermano cuando decidió separarse de él, claro, sin mencionar la demanda que querían presentar contra su cuñado...
—No tengo la culpa de los actos que comenten esas personas—replicó—, ni siquiera son mi familia.
—Su familia o no, es el ambiente en el que vive, sinceramente, ¿cree que es el ambiente adecuado para Elizabeth?
—¿Me dice eso después de hacerla vivir en una ratonera?
—Los ratones pueden sobrevivir entre ellos, pero los corderos no sobreviven a los lobos.
—Hay depredadores en todas partes. No solo en la casa Tashibana.
—Y por eso voy a llevarla de regreso a su casa, conmigo y con su mamá. Pero lejos de usted.
—¿Cree que la retengo en contra de su voluntad? Elizabeth esta donde quiere estar, no necesita ni quiere que la salve de mí.
—Si esta tan seguro de eso, ¿por qué no me deja ir a preguntarle?
Mitzuru no tuvo más remedio que remover su mano del picaporte. Edvin se marchó sin dedicarle una mirada. Dentro del cerebro de Mitzuru, se produjo un ruido parecido a la estática, la sensación de que un sin número de bichos le recorría la piel se sentía cada vez más asfixiante, una gota de sudor se deslizó por su frente antes de que tomara su teléfono y saliera de la oficina.
En el ascensor se aflojó la corbata y llamó a Ryu, le dijo que necesitaba el auto en la puerta del edificio en ese preciso instante, no imaginaba que Elizabeth había llegado al estacionamiento con el cabelló revuelto, el maquillaje corrido a causa del calor y la desesperación para encontrarse con su padre mientras este se dirigía al auto.
—¡Papá! —exclamó Elizabeth al reconocerlo.
Edvin se sorprendió por su presencia, vio a su esposa que apareció detrás, ella solo negó con la cabeza.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Edvin a Elizabeth.
—Vine a hablar contigo—se explicó entre bocanadas de aire—. A explicarte lo que sucede.
—Lo pensé mientras venía para acá—suspiró—. Ya no importa, solo... sube al auto.
Lucrecia se dirigió al vehículo lista para emprender el camino a casa, pero Elizabeth preguntó:
—¿A dónde vamos?
—A casa—respondió Edvin. Le puso las manos sobre los brazos y con su mirada caída le explicó —: Elizabeth, cuando vi ese video, me enfadé mucho contigo. Pero me di cuenta, de que en realidad no es culpa tuya si no nuestra. Somos tus padres y te dejamos a tu suerte, eso estuvo mal, debiste estar muy desesperada.
—¿Qué?
—Tu madre está de acuerdo, preferimos que dependas de nosotros a que hagas este tipo de cosas.
—¿Qué tipo de cosas? —preguntó confundida. Edvin apretó los labios y ella se sintió como si le hubiese arrojado un barril de fango encima—. ¿Crees que estoy con Mitzuru por dinero? —pero tenía que preguntarle, porque no podía creer que su padre, se negara a verla a los ojos.
—Ya no importa—intervino Lucrecia—, lo hablaremos en casa.
—Papá, mírame—exigió Elizabeth al borde de la desesperación. Se pasó la vida entera segura de que su padre era la única persona en el mundo que jamás la vería de esa manera, ahora, sin embargo, necesitaba que la viera solo para confirmarlo, porque la duda de si encontraría ese prejuicio en sus ojos la carcomía lentamente—. Por favor—suplicó—, mírame.
—Elizabeth... —la llamó Lucrecia.
—Mírame—sollozó. Edvin por fin devolvió los ojos a ella, el peso en la garganta de Elizabeth se desvaneció, su padre no la veía como a una criminal, en cambio, solo tenía para ella unos ojos repletos de pena. Ella tomó aire para esclarecer su voz—. No es por eso, yo de verdad... —forzó una sonrisa—me enamoré de él.
—Por el amor de dios —exclamó Edvin con pesadez.
—No, de verdad —insistió con los ojos exaltados —. Ambos estamos enamorados.
Edvin la miró incrédulo. Se lamentó una vez más.
—Mira—agregó Elizabeth y levantó el diamante de su cuello—, él me dio este corazón, si lo pones contra la luz, puedes ver brillos de colores dentro, dijo que así es como imagina mi corazón, brillante y lleno de color. Solo que este, no se puede romper.
—Elizabeth, les ha dado diamantes a otras mujeres antes.
—Sí... —admitió renuente—. Pero este es especial.
De pronto, aquella mirada compasiva a Elizabeth le pareció molesta.
—También me dio un reloj con espejo para que vea la hora cuando me maquillo y el departamento donde vivo, lo compró para mí.
—¿Y ya sabe que estas embarazada? —Elizabeth borró su sonrisa.
—Planeo decírselo pronto—afirmó con la mirada gacha.
Edvin vio a su esposa, Lucrecia farfulló palabras mudas.
—Entonces—concluyó Lucrecia—, no es cierto que vives con una amiga—. Elizabeth negó como una niña que había sido descubierta en una travesura—. Tampoco es cierto todo eso de que, ahora te estas esforzando y estas saliendo adelante por ti misma.
—Sí me estoy esforzando—aclaró ofendida—, es solo que, es muy difícil hacerlo sola.
—Lo sabemos—reclamó Edvin—, sabíamos que sería difícil, era el punto, que tú te dieras cuenta de eso.
—Mitzuru solo me ha ayudado un poco.
—¿Y por qué? Si necesitabas algo, podías pedírnoslo.
—Pero si se los pedía, mamá iba a insistir con que me deshiciera de mi bebé.
—Solo hasta que probaras ser consciente de tu situación y que, aun así, eligieras quedártelo. Pero con todo el panorama, no solo por un berrinche.
—No es un berrinche.
—¿Y cómo vamos a creerlo si nos has estado mintiendo?
—Mentí porque no quería decepcionarte.
—¡Pues ya estoy muy decepcionado! —su grito retumbó en el ambiente.
—¡Pues lo siento por no poder cumplir las expectativas que pusiste en mí!
—¡Sí podías! —señaló en el estruendo de una voz que Elizabeth jamás había escuchado, una tan fuerte que la hizo sentir diminuta y que se perdió en el inmenso vacío del estacionamiento—¡si te hubieras centrado en hacer tu trabajo y lograr las cosas por ti misma, lo habrías logrado! Yo te habría ayudado, hasta se lo hubiera ocultado a tu mamá, pero preferiste buscar alguien que solucionara tus problemas en lugar de solucionarlos tú—Elizabeth rompió en un llanto tan incontrolable que le fue imposible hablar entre sus gimoteos—. Y ni siquiera es lo peor, lo peor es que me mentiste. Estuve de tu lado todo el tiempo y, aun así, me mentiste.
—Perdón... —fue todo lo que salió de su boca, tenía la cara roja, arrugada y ardiente, igual que una manzana pudriéndose—Por favor, perdónenme.
—Solo sube al auto—insistió Lucrecia en hartazgo.
—Si voy a casa con ustedes ahora—explicó en sus lamentos—, harán todo lo que puedan para que jamás vuelva a ver a Mitzuru.
Lucrecia cerró los ojos, sabía que debió esperar una respuesta así de ella.
—¿Cuántas veces necesitas pasar por esto, para dejar de cometer el mismo error?
—No es un error—aseguró cabizbaja—, no esta vez. Él me ama, me he asegurado de que así sea.
—Te ama, pero no sabe quién eres—bufó.
—Ya dije que le diré la verdad.
—Muy bien—intervino Edvin—. Cuando se la digas y/o cuando te rompan el corazón, otra vez, entonces ven a casa. Pero ven tú sola o sola con tu bebé.
—Papá, por favor—suplicó una última vez, pero fue en vano.
—No me quedaré a ver cómo te haces esto.
Edvin ni le regresó la mirada al dirigirse al auto, Elizabeth buscó un vestigio de auxilio en su madre, Lucrecia la vio por un segundo con aire maternal, luego volvió a ser tan distante como lo había sido siempre y se subió al auto con su esposo.
Elizabeth se tambaleó en sí misma igual que una loca, las plantas de sus pies parecían buscar el suelo sin éxito, dentro de su cabeza se sentía dominada por una melodía que solo ella podía escuchar y era horrorosa, chillante y metálica como una navaja deslizándose por un pizarrón, cuando el coche salió del edificio, ella se desmoronó en el suelo.
No supo en qué momento sus pies comenzaron a moverse ni a hacia donde se dirigían, sin embargo, parecían conocer el camino mejor que ella misma pues fueron capaces de llevarla hasta el edificio.
—Elizabeth—la llamó Mitzuru, este iba bajando del elevador y se apresuró a llegar a ella—. Aquí estas, llevo llamándote desde las seis.
A penas estuvo lo suficiente cerca, ella le dio una bofetada que le volteó la cara. Tenía la mano casi igual de pesada que su padre.
—Mitzuru—lo llamó ante su sorpresa, él la encaró y la descubrió enfurecida—, ¡¿se puede saber por qué hay cámaras en mi departamento sin que yo lo sepa?!
Mitzuru se dio cuenta, de que ese no sería el último golpe de la noche.
Nota de autor: ¿Sabían que el 16 fue mi cumpleaños? A que no estaría mal un capítulo extra para celebrar XD.
Les adelanto que, se van a encabronar en el siguiente capítulo XD.
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