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Capítulo 6: Fueron dos días

—¿Qué demonios quieres aquí? —le preguntó Maia en un tono de voz que resonó hasta la otra esquina de la plaza, Elizabeth se empeñaba en ver a Roberta pese a que esta había agachado su rostro hace un buen rato.

—Solo quería decirle a Roberta—se inclinó a tomarle una de las rastas y Roberta tuvo que levantar la vista para enfrentarla—, que a mí sí me gustan sus rastas. ¿Ves? Talvez no sea muy agradable, pero al menos yo no miento para fingir que lo soy.

No respondió, volvió a bajar su mirada para evadir la de Elizabeth.

—Bien—Maia le dio un manotazo a Eli para obligarla a soltar el cabello de Roberta—, ya le dijiste, ahora vete.

—Esta es la plaza pública—se reincorporó Eli—. No me puedes echar.

—Estamos en horario laboral. Te puedo dar órdenes y te ordeno que te vayas.

—¿Por qué? Anda—hablo con una irritante voz infantil—, yo también quiero hablar sobre cómo me visto y como hago que todos los hombres de la compañía babeen por mí apenas me ven.

—¿Qué dijiste?

—Pero tal vez tengan razón, igual y yo también debería usar—analizó a Roberta—una falda de monja que me tape hasta los Tobillos, igual y así hago que el señor Tashibana deje de verme las piernas—se dirigió a Maia— ¿no crees, Maia?

—Haz lo que quieras, solo déjanos en paz.

—¿En serio? ¿Lo que yo quiera? Ya sé —golpeó su palma con su puño y mostró una sonrisa guasona—, te voy a hacer un favor.

—¿Un favor a mí?

—Sí. Porque ustedes dicen que el señor Tashibana me olvidaría justo después de cogerme, ¿no es cierto? Pues, ¿Qué les parece si hacemos una apuesta? ¿Qué les parece si yo subo a su oficina ahora mismo, me le subo al escritorio, me quito las bragas y cogemos?

—¿Qué estás diciendo? —Se levantó de un salto Maia.

—Entonces, la apuesta sería: ¿crees que tome la oportunidad o no? —se rio de manera boba—No, eso sería muy fácil. Mejor apostemos cuantas veces lo haría. ¿Dos o tres? Tú sabes cuánto aguanta, Maia. Dime, cuantas veces seguidas aguanta contigo y yo apuesto doble o nada ¿Qué te parece?

—Eh, dime. ¿Tienes problemas mentales? —dijo arrastrando las palabras entre la saliva que casi se convertía en espuma dentro de su boca—¡¿acaso estás loca?!

—Ay, ¿Por qué te enojas? Míralo así, si lo hago de una vez te quito un peso de encima—Maia extendió la forma de su rostro incrédula—. Sí, ahora mismo subo y me lo cojo, así me olvidará a los dos minutos y podrá volver a tus brazos como ya lo ha hecho ¿Cuántas veces Maia? ¿Dos, tres, cinco...? —borró su sonrisa—eso hasta que llegue otra que también le guste.

—Elizabeth, te lo advierto.

—¿Qué harás? ¿Hostigarme hasta hacerme renunciar? Por qué eso es lo que haces, ¿no? Vives tu vida detrás de él como un perro custodiando su entrepierna para que no salte sobre la primera mujer que le pase por enfrente. Y ¿de qué te sirve? Si de todos modos lo hace frente a tus narices.

—¡Yo soy tu jefa! — le recordó apuntándola una y otra vez con el dedo—, no me puedes hablar así.

—Perdóname, es solo que me cuesta mucho respetar a una mujer que no se respeta a sí misma y no me refiero a la ropa que usa, sino a como deja que un hombre la humille así.

—¿Terminaste? Ya puedes irte, ¿no? —le preguntó intentando mantener su semblante indiferente, pero se delató cuando una lágrima corrió por su rostro.

—Oh, no, Maia—sonrío victoriosa—, tú sigue fastidiándome porque yo—la amenazó— apenas empiezo.

—Mira, perra—Maia la tomó del brazo clavándole sus uñas bajo el codo y la jalo hacia ella con los ojos enrojecidos—, no te conviene seguir con esto.

—A la que no le conviene agredirme es a ti. No vaya a ser que me enoje tanto contigo que de verdad te lo quite, solo para joderte.

Elizabeth le dio un tirón a su brazo para libarse del agarre, Maia le clavó las uñas con más fuerza.

—No si acabo contigo antes.

—¡Suéltame ya!

—Acabas de solar toda tu mierda ¿y ahora quieres irte?

—Que me sueltes.

—Pues no, es mi turno, maldita. Tú no vas a hacer absolutamente nada porque no puedes hacerlo, no eres la clase de mujer que logra alterarme. Sí, lo admito, eres bonita, ¿qué tienes además de eso? No eres nadie, ni eres nada.

—Suéltame, joder—balbuceó cuando el dolor fue tanto que empezó a sangrar.

Maia iba a decir algo más, sin embargo, Elizabeth se apoyó en sus talones y la empujó con dos manos, Maia se balanceó sobre los suyos, soltó a Elizabeth y cayó contra la orilla de la fuente, luego se resbaló sobre la misma hasta que acabó en el agua junto con los centavos sucios.

Los testigos giraron su vista a Maia, después la dirigieron a Elizabeth quien solo chistó.

***

Greta Gilmore era una mujer de cuarenta cinco años con una notable obesidad que había deformado, junto con los años, la imagen natural de su rostro. Había dedicado su vida a la asistencia social y jamás había logrado dominar un sistema de orden en su trabajo o en su vida, aquella mañana en la que conoció a Elizabeth Marcovich, se encontraba rodeada por interminables pilas de expedientes y folders de casos por atender.

Sin embargo, esta chica tenía cierta prioridad, pues era hija de uno de sus más entrañables amigos. La chica permanecía sentada frente a ella, mientras Greta leía atentamente la información en su libreta amarilla, que el mismo Edvin le había proporcionado.

—Entonces—llamó Greta para captar la atención del rostro perdido—, tú eres la hija de Edvin Marcovich—Eli asintió —No lo creo —rio—, no te pareces en nada a él.

—Es que, soy idéntica a mi madre.

—Ya veo, tu padre me dijo que, estas embarazada ¿no?

—S-sí.

—También dice que el padre no se hará responsable.

—Así es.

—Bueno Eli, legalmente, no puedo divulgar ninguna información que me compartas aquí, así que, puedes decírmelo sin darle tantas vueltas. ¿Quieres tener a este bebé o definitivamente no quieres tener a este bebé?

Al escuchar esta pregunta, Elizabeth se rodeó el vientre como protegiéndolo, tenía que admitir que a ella realmente le gustaría tener a su bebé, no había salido de una relación ideal, el hecho de que existiera le había causado un dolor inmenso que nunca desaparecía.

Pero ella no lo odiaba, al contrario, desearía poder tenerlo, desearía que la vida que gestaba en su interior saliera de ella un día en forma de ser humano, desearía poder darlo a luz, ser capaz de tenerlo en brazos y amarlo tanto, que pudiese sentir ese amor como amando una parte de sí misma.

—Yo, sinceramente —explicó de la manera más honesta que pudo explicar —, quiero tener a este bebé, pero, no sé cómo.

—Bien, si lo que te preocupa es el dinero, puedes decirme quien es el padre, podemos demandar al maldito.

—El padre es un hombre casado.

—Ya veo, ¿tiene hijos?

—Sí.

—¡Diablos! —maldijo Greta—¿Cuántos?

—Tres.

—Ah, que bastardo, si tiene tres hijos olvídelo, el estado no les quitará dinero a 3 niños para dárselo al suyo, será una miseria solo para decir que hicieron algo.

—Pero, él dijo que mantendría a mi bebé, con tal de que no le diga nunca nada a su esposa.

—Señorita Marcovich, no le crea nada a ese maldito, el papel es el que habla.

—Pero, yo lo amenace con decirle a su esposa igual

—¿Y lo va a hacer? —Eli negó con la cabeza —estaba blofeando ¿cierto? —Eli asintió —Esta bien, de todas formas, si se divorcia, su esposa seguro que se lleva todo por lo que igual eso no nos sirve.

—Yo solo... —tartamudeó—, quería que sintiera un poco de la desesperación, que me hizo sentir a mí.

—La entiendo—aseguro Greta en una cálida sonrisa—¿Ya consiguió residencia permanente?

—Empecé a vivir en el edificio de interés social.

—No es el lugar adecuado para un niño.

—Lo sé—asintió—, me encargaré de conseguir otro.

—Esta bien—exhaló no muy convencida—su padre me dijo que empezaría a trabajar en Tashibana, Tech. ¿Me equivocó?

—Sobre eso... —se mordió el labio —me acaban de despedir.

—¿Qué? —exclamó impresionada—Duro dos días allí.

—No fue mi culpa—se excusó—, mi jefa fue una idiota.

—De acuerdo—Greta soltó entonces la pluma y miro fijamente a Eli —señorita Marcovich, usted no debería tener a este bebé.

—¿Qué? ¿Está autorizada para decirme eso?

—Esto es caridad, literalmente no pueden despedirme, pero no se enoje, déjeme explicarle, si usted tiene a este bebé y para entonces no ha conseguido un empleo, una residencia que pueda pagar sola y un nivel socio-económico aceptable, el estado se lo va a quitar y lo pondrá en el sistema de adopciones que, sinceramente, no es un buen lugar para estar.

—¿Así que tengo que decidir entre, deshacerme de mi bebé ahora o perderlo cuando lo tenga en brazos?

—Se que es una realidad muy dura, pero es su realidad.

—Y, ¿entonces?

—¡Actúe como una adulta y discúlpese con su jefa! —la señaló con el dedo.

—Usted no la conoce. Hizo que un guardia de seguridad me siguiera a la salida.

—Pues, encuentre la forma—sacó una pila de papeles de su cajón y los extendió a ella—, tenga, son vales de despensa. El amarillo es para vitaminas prenatales.

—Gracias —los tomó de mala gana.

—No hay muchos de estos, ¿sabe? Consiga otro empleo o recuperé el anterior.

—Esta bien —aceptó tras un suspiro.

—Ya se puede ir.

Salió del lugar con la sensación de haber sido regañada. Se consoló con la idea de que al menos había conseguido la cena.

Llegó a su casa con las bolsas de la compra cuando su vecina apareció.

—Ey—dijo en tono alegre mientras sostenía una botella de cerveza en la mano—, es Blondie.

—Elizabeth—la corrigió.

—Tú me ayudaste a entrar en mi departamento hace un par de días.

—Sí, lo hice—asintió y se dispuso a entrar.

—Gracias por eso—le dijo Alika desde su puerta, Elizabeth se giró hacia ella—. Además, lamento haberte ofendido al no llorar con el asunto de tu hijo bastardo. No es personal es solo que, acabas de llegar al agujero de las historias tristes, ¿sabes? Y la tuya...—le dio un prolongado trago a su cerveza— como que no es para tanto.

—Lamento que mi vida no sea un chisme tan bueno como para que te revolotee el corazón—Alika se rio—, pero no te preocupes. No estoy ofendida en absoluto. Me acaban de despedir, digo, por si eso me hace subir en el ranking.

—No es que sea la primera vez que lo escucho—se cruzó de brazos de manera pensativa—, pero podría ser interesante, ¿quieres contarme mientras comemos pizza? —apunto al interior de su departamento. Eli lo pensó un rato, Alika notó su indecisión—. Anda, no hay nadie más adentro.

—¿Compraste una pizza completa para ti sola?

—Se suponía que mi hermana vendría, pero me plantó. Si vienes, podría contarte los chismes del edificio—le guiñó el ojo.

Considerando que no estaba en posición de rechazar chismes y pizza, dejo sus cosas y aceptó la invitación, pero fue ella quien termino por contar los chismes de su trabajo.

—Y ahora todos creen que yo soy la idiota porque perdí el empleo—se quejó sosteniendo un trozo de pizza.

—Bueno, pudiste solo pasar de largo—repuso Alika quien acompañaba su pizza con cerveza, a Elizabeth le había dado agua.

—¿Y dejar que esas perras siguieran hablando así de mí?

—Van a hablar de ti hagas lo que hagas, dime ¿qué ganaste con defenderte?

—Pues, ahora saben que no me quedaré callada mientras lo hacen.

—Y tú no tienes empleo.

—Ya sé—admitió en una queja.

—¿Y qué vas a hacer?

—Lo he estado pensando, tal vez si escaló a Maia y habló con su jefe....

—Oye, ten cuidado con eso—señaló seria.

—¿Qué cosa?

—El hombre ya te ayudó una vez.

—Por eso mismo, es más amable que Maia, sin duda.

—No debes pedirles demasiadas cosas a los hombres. Luego se quieren cobrar—esas palabras hicieron eco en la cabeza de Elizabeth—. A menos que quieras que se cobre.

Eli ahogó una risa.

—Casi tiene la edad de mi mamá.

—Pero es rico.

—El que sea rico no lo hace atractivo.

—¿De veras? —preguntó con desconfianza —y el hecho de que sea el jefe de papá, tu jefe y la satisfacción de quitárselo a tu némesis, ¿eso no lo hace atractivo?

Elizabeth giró sus ojos mientras sus mejillas enrojecían.

—Un poco nada más—Alika pensaba que ella lucia y actuaba como una de esas chicas soberbias de secundaria, no era exactamente una niña, pero era demasiado obvia respecto a que sabía en realidad muy poco sobre la vida y sobre la maldad de los hombres—. Pero, mi criterio al escoger hombres no es del todo fiable.

—¿Lo dices porque el ultimo te abandono embarazada?

—Por eso y por otras cosas. Creo que me gustan los sujetos malos. Lo curioso es que, Kiroshi parecía ser uno de los buenos. —Torció sus labios y después agrego: — Resultó ser el peor de todos.

—¿Por qué lo dices?

—Porque, aun después de todo—confesó en una voz cansada y lejana, atormentada por sus recuerdos—siguió diciendo que me amaba.

"Es decir, al menos los otros tuvieron el valor de decirme que ya no me querían, incluso que no me quisieron nunca. Solo me utilizaron.

"Pero Kiroshi siguió diciéndolo porque quería que yo lo siguiese amando, él quería que yo recogiera los pedazos del corazón que hizo añicos y se los entregara de nuevo.

"¿Cómo puede alguien ser tan cruel?, ¿cómo puede, cualquier persona en este mundo, ver a otra completamente destrozada y pensar "puede aguantar más", "todavía, puedo darle un golpe más"?

"Si me hubiese amado como dijo, estoy segura de que hubiera terminado conmigo diciendo que no me quería, que nunca me quiso, así por lo menos me sería más fácil dejar de quererlo yo a él.

—Bueno, al menos te disté cuenta de eso—se terminó la cerveza y arrojó la lata al piso antes de tomar otra de la mesa—. Los hombres son unos desgraciados, no se puede confiar en ellos.

—Algo tarde me di cuenta—bromeó señalando su vientre con la vista.

—Los inocentes son siempre los que pagan los platos rotos—se lamentó Alika.

—Si...—suspiro Eli—. Pobrecillo de este niño, sin padre y con un desastre como madre.

—Podría ser peor—escupió con desdén—, podría tener a mi madre. Respecto al padre, ¿realmente necesita uno?

—Supongo que es lo ideal.

—No lo fundamental.

—y ¿qué es lo fundamental?

—Para empezar. La madre tiene que estar saludable. Para eso necesitaras comida más decente que esta, vitaminas prenatales, visitas al ginecólogo—mientras Alika enlistaba, Eli se vio abrumada en cada uno de los puntos—, ecografías constantes y eso es ahora. Después necesitaras ropa de maternidad, cuidados especiales, el parto, la cuna, los pañales... En el supuesto caso de que todo salga bien, porque si el bebé presenta alguna anomalía, eso son más visitas al doctor.

—¿Qué? —preguntó en una mezcla de confusión y miedo—¿anomalía?

—Si, de esas que se ven en una ecografía.

—Pero... el seguro cubre eso ¿no?

—Por lo general no. Depende de la póliza, pero si tienes un seguro que compraron tus padres, seguramente no esperaran que te embarazadas así que... Y no creo que el ginecólogo acepte vales de despensa.

—Pero yo no tengo ni para la renta—señaló con una expresión de pánico—, ¿de dónde pagaré todo eso?

—Y ese es mi punto—afirmo divertida—, ¿lo ves? Tu bebé no necesita un padre. Lo que necesita es dinero. El dinero es más importante que cualquier otra cosa en el mundo.

—¿Y de dónde—preguntó fastidiada—voy a sacar ese dinero?

Alika la vio de pies a cabeza de una manera tan perversa que a Eli no le costó nada de trabajo entender su sugerencia.

—¿Tú haces eso? —preguntó arrugando su rostro.

—Sí, yo hago eso.

—Y... ¿No es difícil?

—No—le restó importancia—. A veces me da algo de asco, pero, solo recuerdo que cuando termine podré pagar la renta y eso me ayuda a soportarlo.

Eli estimaba que más bien eran las drogas que cargaba en la bolsa las que la ayudaban a soportarlo.

—No creo poder hacer eso—lanzo al aire y oculto su rostro como si así pudiera protegerse de los argumentos de Alika.

—Tal vez no salir a las calles a buscar clientes como lo hago yo, pero... —relamió sus labios mientras permanecía pensativa —no necesitas un millón de clientes para ganar un millón de dólares. Solo uno que lo tenga.

—¿Quieres decir...?

—Si tu jefa estaba tan segura de que ibas a quitarle a su hombre, alguna razón tendría ¿no crees?

—Solo he hablado un par de veces con él.

—No digo que a ti te guste, digo que una mujer sabe cuando los ojos que deberían verla solo a ella se están desviando—sugirió juguetona—. Y da la casualidad de que él es millonario, si juegas bien tus cartas, eso podría significar que—puso una sonrisa guasona—, te ganaste la lotería de la prostitución, Blondie.

Eli rio nerviosamente ante su comentario.

—Tal vez solo esta loca. —Dijo a modo de broma.

—Conozco como piensan los hombres. En mi trabajo, incluso hay chicas como tú.

—¿Chicas como yo?

—Jóvenes, bonitas y con clase. Chicas como tú hacen hasta diez mil dólares por noche.

—¿Diez mil dólares? —pregunto impresionada.

—Si—su soñolienta voz revelaba que ya estaba borracha—. Piénsalo, con esa cantidad, no tendrías por qué vivir en un edificio de mierda como este.

Aterrada por la sensación de que, lo que decía Alika podría tener algo de sentido, se levantó del sofá en un solo movimiento cuando su conciencia le dijo que cara o no, una prostituta era una prostituta.

—¿Sabes algo? —le dijo irritada por sus comentarios —, mejor me voy antes de que me digas algo realmente ofensivo.

—Como quieras—bufó Alika recostándose en el sofá—. Solo una cosa.

—¿Qué?

—Con lo fácil que eres —espetó señalándola con el indicé en una advertencia—, no te lo vayas a coger sin cobrarle ¿de acuerdo?

Elizabeth ni contestó, se dio la vuelta con un gesto de hastió y se marchó a su departamento donde, el moho en las paredes le hacía más difícil el esfuerzo que ponía en alejar de su cabeza, aquella idea que le parecía tan indigna y tan atractiva a la vez.

A la mañana siguiente, su rutina de peinado seria interrumpida por el incesante golpeteo en la puerta de enfrente.

Eli se aceitó el ultimo rulo torciendo los ojos, tomó su bolso y abrió su puerta a tiempo para escuchar la queja de la casera por el ruido, pero antes de salir al pasillo, escuchó una voz conocida.

—Disculpe—dijo en su habitual timidez—es que mi hermana vive aquí y como no me contesta el teléfono, yo...

—Tiene resaca—aclaró entonces la voz de Elizabeth desde su puerta haciendo que Roberta girase su cara empalidecida—bebimos toda la noche—Cuando sus ojos se encontraron, Elizabeth se mostró divertida ante la situación—. Entonces, tú eres la hermana de Alika.

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