Capítulo 58: El pasado
Ya era de noche cuando finalmente llegó a su casa, arrojó las llaves a la mesa de recepción y dio un salto que casi la hizo perder el equilibrio, al encender la luz, encontró a Mitzuru sentado en el sofá mientras bebía una copa de wiski.
—Hola, bonita—saludó con una sonrisa forzada.
—Mitzuru—lo llamó recuperando el aire—, me asustaste.
—Te llamé para avisarte que vendría, no me respondiste.
—No escuché el teléfono.
—¿A dónde fuiste en la mañana?
—Me reuní con una conocida.
—¿Y anoche?
—Te lo dije, fui a cenar con mis compañeros.
—Quería ver si lo recordabas.
—¿Cómo podría olvidarlo?
—Porque, cuando buscas tantas excusas, con frecuencia, es difícil recordarlas todas.
—No estoy poniendo excusas—se defendió.
—¡Y yo no soy idiota! —repuso al ponerse de pie.
—Un intruso es lo que eres—replicó—, ¿cómo entraste?, ¿tienes llaves de este lugar?
—¿Hay un problema con que las tenga?
—Hay un problema con que las tengas y yo no lo sepa.
—Tú tienes las mías.
—Tú me las diste, es diferente.
—También te di el departamento.
—No me lo diste y ya no voy a hablar sobre eso.
—¿Sabes que no te di tampoco? La tarjeta de crédito.
—¿La quieres de vuelta? —comenzó a inspeccionar su bolso—, aquí la tengo.
No se dio cuenta de que Mitzuru caminó hasta ella hasta que él la tomó de los brazos.
—No, lo que quiero de vuelta es a ti.
Se inclinó lentamente a besarla.
—¡Suéltame! —exigió al tiempo que comenzaba a empujarlo—, ¡estás borracho!
—No lo estoy.
—Entonces, solo estás loco—se retorcía como una salamandra, pero no lograba soltarse de su agarre.
—Tu actitud volvería loco a cualquiera.
—No sé de qué estás hablando.
—¿Por qué me estas evitando? —ella esquivó su mirada.
—No lo hago.
—Claro que lo haces. Nunca tienes tiempo para vernos, ni siquiera para responder el teléfono.
—Ya te dije que no lo escuché.
—Vi cómo me colgaste en el ascensor.
—¿Estabas espiándome? —reclamó indignada.
—Ese no es el tema.
—Bueno—harta, le dio un empujón y se echó hacia atrás logrando liberarse—, querías que te diera espacio para el trabajo, ¿no?
—Quería espacio, no que me excluyeras de tu vida.
—De modo que, quieres que siempre esté disponible para ti, para cuando tú tengas tiempo y ganas de vernos.
—No te estoy pidiendo que renuncies a tus proyectos o a tus amigos, solo me parece raro que de pronto tengas siempre algo que hacer.
—Siempre he tenido cosas que hacer, si te hice mi prioridad fue porque, en algún momento, pensé que yo podría ser la tuya.
—Y lo eres.
—No es así.
—¿Es por lo que dije del trabajo?, ¿es eso? Me equivoqué, ¿de acuerdo?, no debí decirlo. Es que a veces digo estupideces.
—No estoy molesta por eso.
—Entonces, ¿qué es?, ¿es por mi madre?, ¿por qué la dejé quedarse en mi casa y te saqué a ti?
—No... —balbuceó y se sorprendió a sí misma cuando escuchó su voz quebrada.
—Entonces, ¿qué? —exclamó frustrado—, ¿qué hice?, ¿por qué estas molesta?, ¿debería saberlo?
—No estoy molesta—insistió.
Lo había pensado toda la noche, pero en realidad no tenía una excusa para dejarlo.
Él asintió con una mueca torcida. Apretó los dientes para ahogar su rabia, se sentía víctima de una injusticia.
—Yo he estado disponible cada vez, cada momento que me has necesitado, he estado allí. Nunca te dejé enfrentar nada sola y ni siquiera tuviste que pedírmelo, tampoco te pedí nada a cambio, y sí, sé que no he sido perfecto, no puedo convertirme en el príncipe que quieres que sea, aun así, no creo que me merezca este trato.
—Yo no estoy...
—¡Si algo está mal—exclamó con su voz autoritaria—, creo que merezco saberlo! No puedo arreglarlo si no.
Elizabeth estaba segura de que el grito de Mitzuru era más de dolor que de indignación.
—Es que tengo miedo—confesó con sus labios temblorosos.
—¿Miedo?, ¿de qué? —Mitzuru sintió que el mundo se le desbordaba encima cuando la devastadora mirada de Elizabeth se posó sobre él—, ¿de mí? Bonita, yo jamás te lastimaría.
—No puedes saberlo. No lo sabes todo de mí—su mirada se desvió a sus secretos—, ¿qué tal que un día lo descubres y dejo de gustarte?, ¿qué tal que un día alguien te gusta más?
—¿Es sobre Koyuki? —indagó Mitzuru, la mirada de Elizabeth divagó. Él se lamentó con un suspiro—. Es mi culpa, ¿verdad? —preguntó caminando hacia ella, le tomó el rostro por el mentón y recuperó sus ojos—es mi culpa que dudes de lo que siento por ti.
Tal vez eran los baños de lavanda que preparaba para él o quizás era la crema que le dejaba en las manos al acariciarlas, pero últimamente, el toque de Mitzuru se sentía muy suave.
—La verdad es que, cuando la conocí, me deslumbré. Y cuando me acerqué a ella, tuve la sensación de que deberías estar con alguien así. Así que me aterré, ¿Por qué estarías conmigo si podrías estar con alguien como Koyuki?
—¿Por qué pensarías eso?
—¿Por qué no? —su labio comenzó a temblar—Es bonita, inteligente, talentosa...
—¿Y? Tú también eres todo eso.
—No es igual, Koyuki es un artista de verdad.
—No es una comparación justa, te lleva doce años y una vida de privilegios de ventaja.
—Y es rica, refinada y culta, parece una princesa real, yo solo soy una cenicienta con zapatos de segunda mano.
—Te compraré zapatos nuevos entonces.
—¿Qué cambiará eso? Seguiré siendo yo.
—Sí—recargó su frente en la de ella—, y tú eres, la persona más maravillosa que existe en este mundo.
—No digas mentiras.
—No estoy mintiendo. Elizabeth—la abrazó por la cintura, ella se echó hacia atrás pretendiendo huir y chocó contra la pared—, eres bonita, divertida, amorosa e inteligente y no hay una sola cosa en el mundo que otra persona sea, que yo desearía que fueras tú.
—¿Ni siquiera rica?
—Jamás he conocido a una niña rica a la que no sienta ganas de empujar fuera de su burbuja, así que no. Además, si fueras rica, no trabajarías y aceptémoslo, ¿dónde más iba a conocerte? —ella rio para sí—. Nunca nadie en el mundo va a gustarme tanto como tú—declaró Mitzuru—, tienes que dejar de pensar que voy a engañarte, porque jamás me atrevería a hacer algo que supiera que te lastimaría.
—Entonces—empujó sus brazos hacia abajo, él no la soltó—, ¿por qué sonreíste cuando entró en tu oficina?
—¿Eso es lo que te tiene así? —preguntó a media burla—, ¿una sonrisa?
—No te rías—hizo un puchero, no obstante, a Mitzuru se le escapó un poco de risa.
—Es que, recordé algo.
—No me mientas—acusó.
—No es mentira—la liberó tras el segundo empujón que ella le dio—. Ella y yo fuimos a la misma preparatoria un tiempo.
—¿Y que con eso?
—La cambiaron de escuela porque, cuando estaba en primer año, tuvo un colapso mental.
—¿Y eso es gracioso? —se extrañó.
—No fue como en las películas, no lloró ni nada de eso. En su lugar, se quitó la ropa y comenzó a cantar "Weren't gonna take it" con el megáfono del profesor.
—¿Qué?, ¿Koyuki? —Elizabeth no podía imaginarla haciendo eso.
—Ahora le dicen "la princesa Kino", en la escuela también era así. Aristocrática y adusta, con buenas notas, estaba como en cinco cludes... era una estudiante modelo y de pronto ese día, se volvió loca. Hasta creímos que consumía algo. La escuela a la que íbamos era estricta por lo que, no pasaban muchas cosas dignas de recordar. Después de eso, la enviaron a una escuela famosa por atender estudiantes con problemas mentales.
—Vaya, aun así, no puedo imaginarlo.
—Bueno, fue gracioso, es todo. Eso y que ella no es tan perfecta como parece.
—¿Y Rebecca?
—¿Qué pasó con Rebecca?
—Es más bonita que yo.
—Eso no es cierto.
—¿Por qué la dejaste?
—Yo no la dejé, ella me dejó.
—¿Y porque salió llorando de tu oficina?
—¿Investigaste sobre mis exparejas? —la cuestionó indignado.
—Pues, tuve que hacerlo, ya que tú nunca me quieres decir nada sobre tus ex.
—Y, ¿Por qué quieres saberlo? Enserio, yo nunca te pregunto de tu historial, ¿Por qué necesitas saber del mío?
—Es natural que quiera saber cosas de ti.
—Mis relaciones pasadas no son cosas sobre mí, ni siquiera estaba saliendo enserio con Rebecca.
—¿Y porque salió llorando de tu oficina?
—Tenía una idea equivocada sobre eso.
—Una idea equivocada, ¿igual que Maia?
—Pues sí—levantó un hombro en desquite—. Dijo que tenía una oferta importante para la televisión, pero tenía que mudarse a Nashville para grabarla.
—¿Y que le dijiste?
—Le pregunté si necesitaba dinero para la mudanza—. Elizabeth le dedicó la mirada que solía dedicarle cuando hacia algo malo, pero Mitzuru no entendía la razón
—¿Siempre haces eso? —cuestionó ofendida.
—¿Qué cosa?
—Le das dinero a las mujeres para deshacerte de ellas.
—No me estás escuchando—remarcó frustrado—. Yo no le dije que fuera.
—¿Y cómo consiguió el papel?
—Supongo que audicionó—levantó los hombros—. No sé, mi negocio no es el espectáculo.
—Pero si es una pésima actriz.
—¿Qué importa como lo consiguió?
—Importa si me mientes.
—No te estoy mintiendo—repitió en un esfuerzo monumental por mantener su calma.
—¿No se lo conseguiste tú?
—¿Por qué iba a conseguirle un papel en otra ciudad si me estaba acostando con ella?
—¿Por qué dejaste a Maia?
—Ya te dije, ella quería que fuera serio y yo no.
—Pudiste haberte deshecho de Rebecca por lo mismo.
—¿Y Maia sigue aquí porque...? —agregó burlón, evidenciando lo ridícula que le parecía la teoría.
—¿No pensaste que —señaló ella—, cuando fue a tu oficina, Rebecca esperaba que le dijeras algo para evitar que se fuera?
—Claro que lo pensé, no soy idiota.
—Y obviamente—se cruzó de brazos—, no te importaba.
—Me importaba, pero no tanto como ella quería.
—¿Enserio no ves un patrón en eso?
—No. Ilústrame—retó con sarcasmo.
—Eres cruel con las mujeres.
—Así que debí decirle que se quedara, para que arruinara la oportunidad de su vida por un futuro conmigo que nunca existió, pero oye, así no habría herido sus sentimientos—ridiculizó.
—¡Deja de hablarme como si fuera una tonta!
—¡Pues deja de decir estupideces! —explotó—, ¿Por qué te importa tanto? Ni conociste a Rebecca.
—¡Porque sigo yo! —se señaló a sí misma.
Mitzuru suspiró con fuerza.
—No sigues tú—insistió conteniendo su rabia—. Es diferente contigo.
—Supongo que lo mismo pasó con Miki.
—No, Miki era mi novia. También me dejó, por cierto.
—¿Y porque te dejó?
—Salía con viejos que le compraban cosas. ¿También vas a culparme por eso?
—¿Fue antes o después de salir contigo?
—Durante, ¿es lo que querías saber? —al oírlo, Elizabeth perdió los ánimos de reclamo.
—Lo siento—agachó la cabeza—. No...
—Si llegaste a Miki, significa que llegaste a Ariza, ¿por qué te la saltas? —La retó. Elizabeth esquivó su gesto, pero era tarde para arrepentirse— Adelante, pregunta sobre ella.
—El anillo era de ella, ¿verdad? El que yo perdí.
—Sí...—suspiró con hastío.
—Lo guardaste durante diez años.
—Lo tenía en una caja fuerte en el centro, sus padres me lo pidieron para su aniversario luctuoso, hice que me lo trajeran y se lo iba a llevar a mi madre después de la fiesta de lanzamiento. Pero me fui contigo y ya no tuve tiempo.
—¿Por qué no fuiste a verla al hospital? —su pregunta retumbó igual que un reproche, eso arrasó con la paciencia de Mitzuru.
—¿Y a ti que más te da?
—Querías que te preguntara sobre ella—aclaró sorprendida.
—No, no quería—explicó en un arranque—, al contrario, creí que, si la mencionaba, no te atreverías a hacer más preguntas.
—Entonces, ¿debo conformarme con lo que me digan los demás sobre ella?
—No, debes dejar de investigar mi pasado. ¿Crees que no podría investigar yo del tuyo? Déjame decirte algo, tendría tu expediente médico y de todo tu árbol genealógico en la mano si lo quisiera, en dos días, sabría más de ti que tú misma, pero no lo hago, porque prefiero esperar a que tú me lo digas. O no, no me importaría porque la mujer con la que quiero estar, es quién eres ahora, no quien fuiste en el pasado.
—¿Y si alguien te contara algo terrible sobre mí?
—No les creería.
—Incluso si fuera verdad.
—Por dios, ¿Qué es lo peor que podrías haber hecho?
Elizabeth se mordió el labio, respiró hondo y tomó fuerza para hablar.
—Mi exnovio era casado.
Decirlo fue mucho más fácil de lo que pensó que sería, lo realmente difícil fue recibir la mirada de Mitzuru, temía que al hacerlo vería en esos ojos la imagen que había construido para él derrumbarse igual que un castillo de naipes con un simple soplido. Pero, si realmente era tan fácil derrumbarla, tal vez era mejor hacerlo de una vez. No obstante, en esa mirada a la que tanto le temía no encontró ningún rastro de juicio, por el contrario, solo había dudas, eso la animó a continuar.
—Cuando terminamos, le dije que no le diría nada a su esposa si saltaba de un puente. No lo hizo, pero, incluso cuando me confesó que lo había pensado, yo seguí creyendo que se lo merecía.
"Supongo que, solo es fácil pensarlo cuando no lo hacen.
—Sí... —habló al fin Mitzuru en un tono neutral.
—No quería que nadie muriera—se justificó—, solo estaba... muy molesta.
Hubo un silencio prolongado. Elizabeth trató de adivinar en el imperturbable gesto de Mitzuru, ¿qué era lo que estaba pensando? Pero se contuvo, pues lo más seguro era que estuviera recordando a Ariza.
—Pensé que era mentira—mustió en voz baja, no obstante, se ganó toda la atención de Elizabeth—. Creí que Ariza... me estaba chantajeando con lo de cortarse las venas—Elizabeth no sabía que sacar de esa afirmación, sus pensamientos que iban a mil por hora, de pronto se habían topado con una pared—. Sé que suena mal decirlo ahora, pero es verdad.
"Ariza era capaz de hacer ese tipo de cosas—aseguró con voz firme—, solo para llamar la atención.
"Ahora y entonces, ya no importa, no cambia el hecho de que ella está muerta. Fui el único al que le dio la oportunidad de hacer algo—levantó los hombros —, solo no quise.
Elizabeth asintió.
—Si pudiese cambiar algo—agregó Mitzuru—, habría ido. Sin duda, habría ido, es uno de los remordimientos que me llevaré a la tumba.
—¿Y porque no me lo dijiste cuando pregunté?
—¿Por qué no me dijiste que saliste con alguien que...—apretó los labios— estaba casado?
Eli guardó silencio. Decirle que era una pista más al gran secreto de su embarazo no era factible.
—Porque no quería que me vieras de esa forma—admitió mirando al suelo.
—¿De qué forma? —a ella le tembló el labio, no pudo responder—. Es vergonzoso admitir, cuando se hace algo malo. —Ella regresó la vista a sus ojos.
—¿Crees que, somos—reflexionó temblorosa—... malas personas?
—No creo que existan buenas y malas personas, creo que somos personas que toman buenas y malas decisiones—tomó aire y continuó: —. Se que va a sonar a excusa, pero, cuando estaba pensando en ir a verla al hospital, mi madre dijo algo que... —agachó el rostro: —
"Dijo que, si yo iba, seguramente diría algo que haría que Ariza quisiera matarse de verdad. Porque soy cruel, no es que elija serlo, la crueldad solo está en mi naturaleza.
"Sin embargo, es diferente contigo.
—¿Lo es? —preguntó ilusionada.
—Claro que lo es—obvió y la trajo hasta él jalándola por la cintura.
—Voy a hacerte una pregunta—le acarició el brazo, como ansiaba hundirse en esos brazos—. Y necesito que me digas la verdad, sin juegos, sin darle vueltas, solo la verdad.
—Dime.
Elizabeth respiró hondo, cerró los ojos y lo escupió.
—¿Me amas? —El tono temeroso de su voz, la manera en cómo sus ojos se cristalizaron y el dolor casi palpable en su garganta evidenciaban la clara connotación de súplica en su pregunta.
—Claro.
Se sintió patética porque, una parte de ella le decía que él solo estaba diciendo lo que pensaba que ella quería oír. Sin embargo, eligió ser patética y creerle.
Las mujeres están dispuestas, incluso a culpar a las que cruzaron la línea antes que ellas, a llamarlas tontas, fáciles o putas, todo con tal de creer en los hombres que aman, porque el amor es a veces un salto de fe.
—Yo te am...—susurró ella. Mitzuru le tomó la cara entre los dedos y le apretó las mejillas antes de que terminara.
—Eso fue horrible—admitió con una sutil sonrisa—. Te mereces una confesión de verdad. Déjame decirlo otra vez—tragó fuerte—. Cuando estoy contigo, se siente nostálgico, como reencontrar algo que tuve alguna vez que, solo no recordaba como sentir.
"Despertaste eso que tengo dentro, que yo estaba seguro de que había muerto y siento de alguna manera que una parte de mí se encuentra grabada en ti, así que, sí alguien te lastima, yo sentiré el golpe y si tú eres feliz, no tendré razones para no serlo—tomó su mano y beso sus nudillos—, por eso estoy aterrado de que te vayas, de que me quites otra vez este sentimiento, porque creo que al final, no soy tan fuerte.
"Pero, aunque lo hagas, estoy agradecido de tener miedo, de tener algo que perder, al menos por este breve momento.
Elizabeth no lo soportó, rompió en llanto ahí mismo como la niña tierna que era, se cubrió la cara al pensar que se veía fea.
—Perdón, perdón, perdón...—empezó a decir sin saber la razón.
—¿Qué tienes, bonita? —la cuestionó Mitzuru tomándole el rostro entre sus manos.
—Realmente, yo no quería hacerte daño, pero si no te lo digo, entonces ella... de verdad va a separarnos.
—¿Qué cosa? Puedes decirme lo que quieras.
—Mitzuru, no creo que Miki te dejara porque quisiera, tampoco creo que Ariza hubiera saltado si hubieras ido a verla o que Rebecca recibiera esa propuesta de trabajo por casualidad.
—¿De que estas hablando? —Elizabeth absorbió sus lágrimas.
—Creo que, cuando a tu mamá no le gusta tu novia, hace algo para deshacerse de ellas.
Mitzuru se quedó en silencio un par de segundos, revolvió su mente y preguntó:
—¿Algo como qué? —la tomó de los brazos y la atrajo hacia él—, ¿te hizo algo? Dime que—exigió, se forzaba a verse tranquilo, no le salía.
—Me dio un cheque. —Elizabeth se contrajo para librarse del agarre.
—¿Un cheque?
—Es por dos millones de dólares—metió la mano a su bolso, sacó el papel sin verlo—, aquí lo tengo, ¿lo ves? —le mostró el papel abierto—tiene su firma.
Mitzuru tomó el cheque y analizó la tinta sobre el papel. Nerviosa, Elizabeth continuó:
—¿Ves lo que pasa, Corazon? Con once mil kilometros de distancia, tu madre sigue buscando la forma de controlar tu vida. — Mitzuru le fijó la vista, Elizabeth adquirió seguridad en sus palabras— ¿porqué crees que está obsecionada con que te cases? Si no puede manipularte a ti, tal vez sí pueda a tu esposa. Entonces—lo retó—, ¿qué vas a hacer?, ¿se lo vas a permitir?
Ante la clara evidencia, no había ninguna forma de que la mujer negara su crimen. Tashibana Mei estaba a punto de descubrir que Elizabeth sí era diferente a cualquier otra chica de la que se deshizo tan fácil como si se tratara de una mosca, "la niña boba" era más lista o quizás solo más maldita.
Nota de autor:
No saben lo emocionada que estoy porque al fin liberé esté capítulo, XD. La confesión de Mitzuru es de mis dialogos favoritos, espero que a ustedes les haya gustado.
Quería que tuviera vibras "eres perfecta, tal como eres", ustedes me diran sí se logró.
Tambien quería que vieran lo que Elizabeth iba a hacer con el cheque jajajajaja. Muchas gracias por leer, doble agradecimiento por dejar comentarios. Acuerdense que, un voto no cuesta nada ;3
Sin más, les deseo una excelente semana. Soy Shixxen y me despido, ciaobye.
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