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Capítulo 53: ¿Y sabes quién es?

Al principio, estuvieron una al lado de la otra en completo silencio. Dos desconocidas que solo habían coincidido por los azares del destino que no tenían nada que decirse. Elizabeth no tardó en impacientarse al embriagarse con su perfume de violetas y la saludó:

—Hola—dijo con voz seca y distante, sin verle la cara.

—Hola—respondió Koyuki indiferente.

—Mi nombre es Elizabeth. Trabajo en esta compañía.

—Koyuki—ella sonrió igual que una muñeca de madera—. Soy chelista. —Hablaba en un tono muy lento y remarcaba cada sílaba de las palabras.

—¿No hablas inglés?

—No soy buena.

—¿Enserio? ¿No está en tu top de los seis idiomas que dominas? —preguntó con ironía. Koyuki le respondió ahogando una risa.

—Es mi número cinco. —Continuó la broma.

—En unos meses será el tres. Ah puesto que tu música es el primero.

—Claro, desbancó al Japones. —Elizabeth contuvo la risa por su parte, luego recordó que era su enemiga mortal y no tendría que estarse riendo. —Dicen que es un lenguaje universal.

—Te escucharé pronto, formo parte del equipo de mercadotecnia. Te grabaremos tocando. ¿Vienes por eso?, ¿a firmar un contrato?

—No. Vine porque quiero recorrer la ciudad y ya que Mitzuru-san es la única persona que conozco...

Un pensamiento violento asaltó la mente de Elizabeth, ¿quién le había dado permiso a Koyuki de decirle por su nombre a Mitzuru?

—Ese no es un problema, yo puedo acompañarte—se señaló a sí misma.

—¿Tú?

—Sí. Yo sor Neoyorquina, créeme, conozco esta ciudad mucho mejor que Mit...—se atragantó con el nombre— jefe.

Fue entonces cuando se abrió la puerta del ascensor. Elizabeth ni siquiera echo un vistazo afuera cuando apretó el botón para que volviese a bajar.

—¿Estas segura? ¿No tienes que trabajar?

—De hecho. Mi jefa me envió a hacer algunas diligencias—sonrió forzada—. Debe ser el destino, ¿verdad?

Koyuki dudó un poco, luego replicó la sonrisa en su rostro y asintió.

Por supuesto, todo era mentira. Elizabeth le dijo a Alicia que Mitzuru la había enviado a acompañar a Koyuki y que aprovecharía para recoger las muestras de pasteles para que se decidieran por uno, no esperó que sus compañeros lo tomaran como una oportunidad para encargarle sus muestras también. Antes de darse cuenta, estaba recorriendo la ciudad en busca de globos, termos, calcamonías y postres, todo en forma de dangos.

Para su buena suerte, Ryu las había interceptado en la salida e insistió en llevarlas a cualquier lugar que quisieran ir.

—De acuerdo—le dijo una atareada Elizabeth a la tranquila Koyuki tras entrar en el auto con una caja de diferentes estilos de camisetas —. Lamento mucho el retraso, pero ya solo faltan los pasteles y comienza el paseo.

—Este labial es lindo—mencionó Koyuki probando una de las muestras—. Y huele muy bien.

—Estará en las bolsas de regalos.

—¿En los pasteles venden comida también? Hay que hacer una pausa—le dijo con una mirada centellante— e ir a desayunar a Tiffany's.

Koyuki le dio la orden a Ryu sin esperar respuesta. Elizabeth contestó su teléfono.

—¿Bueno?

—¡¿Secuestraste mi publicidad?! —Era Mitzuru y estaba molesto.

—No—se defendió Elizabeth—. Ella quería ir a pasear por la ciudad y yo la estoy acompañando.

—¿Por esto dijiste que no podías ir a desayunar?, ¿no tenías trabajo?

—Si es publicidad, es mi trabajo, ¿cierto?

—Claro—exclamó con sarcasmo—, seguro que no tenías ningún interés personal.

—¿No será tuyo el interés personal? —reclamó.

—¿De qué estás hablando?

—¿Por qué estas tan molesto?, ¿es que querías llevarla a pasear tú?

—¡Ay, maldita sea! —se llevó la mano a la cara para remover su frustración—Elizabeth, escúchame —hablo lento y claro—. Los Kino son una familia sumamente conservadora y poderosa, por nada del mundo se te ocurra hacer cualquier cosa que resulte mínimamente ofensiva, ¿está claro?

"Eso significa, que no debes decirle absolutamente nada, o confrontarla de acuerdo a esos celos que quien sabe de dónde te inventaste.

—Claro que no le diré nada. No soy idiota—repuso.

Mitzuru se mordió el labio. En esa situación, ¿qué más podía hacer?

—¿A dónde la estas llevando?

—Quiere ir a desayunar a Tifany's.

—Bien—suspiró—. Ryu tiene una tarjeta mía para emergencias, que te la preste, invítala a la ópera o algo y tráela de vuelta.

—Que aburrido.

—Que no se te ocurra sacarla de Manhattan.

—Ni que la fueran a secuestrar de verdad—escupió con fastidio.

—¡Hablo enserio, Elizabeth! —insistió, podía sentir como la vena se exaltaba de su frente.

—Está bien. La ópera y nos vamos.

—Hablaremos de esto cuando vengas—advirtió.

Elizabeth no respondió, solo colgó el teléfono.

Maia estaba de pie frente a Mitzuru con los brazos cruzados.

—¿Quieres que contacte a la opción B? —propuso con aire burlón.

—Que graciosa—se quejó Mitzuru.

—Hablo en serio. No eres el único que lleva medio año trabajando en esto.

—Maia—afirmó indiferente—, estas exagerando.

—Arriesgas un contrato de seis cifras solo porque tu novia esta celosa.

—Solo la esta llevando a pasear, el contrato ya fue negociado, no hay forma de que Elizabeth lo arruine. —Ella se quedó estática, Mitzuru no lo entendió ni tampoco preguntó—, ve por los reportes—ordenó para terminar la conversación.

Elizabeth y Koyuki fueron a desayunar. Casi de lo único que hablaba Koyuki, era de música.

—Y entonces pregunté—decía sumamente indignada—, ¿podemos usar de base Italien a Fanny Mendelssohn y adaptarla a la letra de una canción pop para atraer a más personas de nuestra generación? Y la maestra me preguntó "¿No estás hablando de Félix Mendelssohn? ". Entendería si, por ejemplo, tú no sabes quién es, pero si eres una mujer dedicada a la música, al menos deberías conocer el nombre de las que cementaron el camino para ti, ¿no crees?

—Claro, claro —asintió Elizabeth. —¿Quieres una foto?

Koyuki asintió y posó para la foto.

—Ya está —le ofreció la imagen Elizabeth—. Saliste linda, porque eres linda. ¿Tienes un novio?

—¿Eh? —se extrañó por la pregunta.

—Es que, si lo tienes, puedes enviársela y decirle: Ojalá estuvieras aquí. Pero si no tienes, puedes enviársela a tu ex y decirle: Mira cómo me divierto sin ti.

Koyuki rio ante su comentario. Pero no respondió, fijó su vista en el escaparate.

—Compremos esos—señaló unos pendientes de gota. —Quiero algo de Tifany's, comprado en Tifany's.

No la esperó antes de entrar a la tienda.

—¿Qué significa tu nombre? —indagó Elizabeth— ¿copo de nieve? puedes comprar algo que tenga la forma.

—Sé que aquí lo usan para los perros—se defendió Koyuki—. Compremos algo con aura de princesa, como tu nombre.

—Y tus millones. —Se le escapó en una imprudencia.

—Y tu ropa.

—¿Qué pasa con mi ropa?

—¿Colores pastel? Muy Maria Antonietta.

—Lo dice la chica que bajó con un chello del avión.

—¿Cómo supiste? Para eso era el segundo boleto —presumió.

—Soy medio psíquica. Parece que tu color favorito, no me digas, no me digas—cerró los ojos a sabiendas que ella vestía por completo de negro—...Negro.

—No es mi culpa que se me vea tan bien.

—¿Sabes que deberíamos comprar? Un vestido para la otra. Tú me compras uno negro y yo te compro uno rosa para ver cómo nos vemos.

Aunque Elizabeth lo dijo como una broma, Koyuki aceptó luego de unos segundos.

—¡Sí! —exclamó con gestos cautos—. ¿Dónde venden ropa linda?

Pero Elizabeth no sabía. Solía comprar ropa barata y su madre la ajustaba para que se le viera bien. Desde que tuvo que ajustarla sola, siempre tenía uno u otro detalle escondido por ahí.

Fue una sorpresa cuando corrieron las cortinas de la tienda de segunda mano y mientras Koyuki hacia parecer un vestido de dos dólares como alta costura, Elizabeth estaba cerca de barrer el piso con su gala.

Para Koyuki escogió un vestido sin forma que parecía harapo, sin embargo, debido a su altura, al llevarlo puesto, parecía un corte en A para una muñeca sexy, solo que la maldita tenía piernas kilométricas.

En cambio, Koyuki escogió para Elizabeth un vestido largo en azul rey repleto de brillos que parecía hecho de estrellas y de alguna manera era tan largo que la encogía.

—¡Gua! —Exclamó Koyuki y señaló su ropa—. Dudaba de esto, pero lo amo y pensé que tú te verías más...

—Lo sé. Es un desastre.

—No. No—se acercó a ella—. Es decir, ¿sabes llevar tacones altos?

—¿Me estas insultando? —bromeó—Yo nací en tacones.

Koyuki contenía su risa con tres dedos como una ama de casa de la alta sociedad. Lo peor fue que con unas joyas, los zapatos adecuados y un peinado alto, arregló por completo la imagen de Elizabeth.

—¿Lo ves? —señaló Koyuki—Se te ve bien, solo necesitas estilizarlo. El problema es que ambas elegimos la ropa para nuestro estilo de cuerpo, quiero decir, este vestido es demasiado corto para mí, pero le pondré unas medias y me sentiré mucho más cómoda.

—¿Suficiente para salir de la tienda? —preguntó con la intención de aprovecharse ya que Koyuki parecía muy abierta y esa actitud de "chica agradable" enserio la estaba fastidiando.

Así que la llevó a su habitad natural. Un bar de Karaoke.

Claro, Koyuki podía tocar el chello y verse bien, pero ¿podía hacer con su voz y sus pies, frente a una panda de ebrios lo mismo que en un teatro elegante con sus manos?, ella intentaba parecer cool agregando pop a su sinfonía. Por lo tanto, Elizabeth decidió que la llevaría a enfrentar el pop de verdad.

—¡Vaya! —se sorprendió Koyuki al ver el bar lleno a las tres de la tarde—. Escuché que es la ciudad que nunca duerme, no sabía que los clubs no cerraban nunca.

—Cantaremos "The Boy Is Mine", ¿la conoces? —desvió el tema Elizabeth mientras elegia la canción de la pantalla.

—Quería algo de broadway.

—¿La siguiente ronda?

—Está bien. ¿Tú abres? Estoy un poco nerviosa por mi inglés.

—Descuida, las letras aparecerán en la pantalla.

—Elizabeth—explicó con su sonrisa de comercial—, los japoneses inventamos el Karaoke. Se cómo funciona.

—Está bien.

Mientras esperaban su turno, Koyuki pidió unos cocteles.

—Ah, yo no bebo—se excusó Elizabeth. Ryu había entrado al bar con ellas, no obstante, él se quedó de pie en la esquina del podio que tomaron—. ¿Tú quieres, Ryu?

Él negó con la cabeza.

—No puede beber. Está trabajando—aclaró Koyuki.

—No es su trabajo cuidarnos.

—¿No lo es? —preguntó Koyuki a Ryu.

—El señor Tashibana me lo pidió—explicó Ryu.

—¿Enserio?

—¿Pensaste que nos estaba llevando por gusto? —preguntó Koyuki.

—Pues, pensé que era como un favor. Supongo que, no pueden dejarte andar por allí sola, ¿verdad?

—¿A mí?

—Pues sí. Porque eres rica.

Koyuki vio a Ryu, él no le regresó la vista. Entonces apareció su canción en la pantalla. Elizabeth pensó que había llegado su momento, sabía que era buena en ello y justo como imaginó, apenas inició a cantar, atrajo todas las miradas.

Las caras sonrientes, los movimientos al son de la música y aquellos que cerraban los ojos para apreciar mejor la canción no se hicieron esperar.

Sin embargo, cuando Koyuki comenzó su balada, las caras agradables se convirtieron en completo asombro. Si bien a Elizabeth le enseñaron a vocalizar, lo que Koyuki hacía, eso era cantar.

La princesita imitaba a Mónica como si hubiese reencarnado en ella e incluso perdía toda la timidez a la hora del coro. Aun cuando la melodía volvía a Elizabeth, los ojos nunca se apartaban de Koyuki, como si solo estuvieran esperando que la rubia idiota se callara para volver a escuchar la dulce voz del ángel asiático a su lado.

Cuando la canción terminó, ella tuvo que salir corriendo para tomar algo de aire. Nada de lo que hacía estaba saliendo bien.

Se sintió como si fuera la villana de la comedia romántica tratando de sabotear a la protagonista solo porque sabe que la supera en absolutamente todo.

Pensó que, si le daba un pincel, seguro que le salía algo digno de Velásquez. Quería ir a casa, más no podía dejarla allí adentro sola.

Cuando volvió, Ryu estaba recargado en la puerta.

—¿Y Koyuki? —preguntó Elizabeth.

Ryu indicó la barra, allí estaba la princesa de Japón, hablando con dos tipos que parecían salidos de la T.V.

—¡Erizabeth! —la llamó Koyuki al verla. Por su tono, era fácil notar que ya se estaba pasando de copas—Es mi amiga norteamericana—explicó a sus acompañantes—, son jugadores de futbor.

Ambos chicos la saludaron de manera amable. De lejos estaban mucho más conscientes que Koyuki.

—Hola—respondió Elizabeth sin muchas ganas. Luego tomó a Koyuki del brazo—. Koyuki, vamos a comer.

—Las invitamos—propuso el jugador rubio.

—A mi novio no le gustaría—afirmó tajante.

—No le tenemos que decir—insistió juguetón.

—Su guardaespardas ra está vigirando—soltó Koyuki justo antes de beberse otra copa. Tanto Elizabeth como el futbolista la vieron preguntándose si la habían entendido bien—. Allí está—señaló a Ryu que seguía en la puerta, pero veía fijamente hacia ellos—, ¡ven Ryu, se te va er objetivo!

Avergonzada e indignada, Elizabeth jaló a Koyuki ignorando a los jugadores y la arrastró fuera del bar.

—Vamos—explicó Eli—, comer te hará bien.

—Quiero ir al baño.

—No quieres ir aquí.

La llevó a un restaurante vintage y le ordenó una taza bien cargada de café, pero Koyuki exigió que le trajeran una botella de vino tinto.

—Es básicamente jugo—se defendió ante la mirada juzgona de Elizabeth.

La camarera llevó ambas cosas a la mesa.

—¿Dónde está tu hotel? —preguntó Elizabeth.

—¿Tan pronto me quieres llevar a casa? —se quejó en un gesto infantil.

—Creo que ya fue suficiente diversión por hoy.

—¿Tu novio estaría feliz con eso?

—Me gustan más fornidos, linda—Koyuki dejo salir una sutil risa, al final, optó por beberse el café—¿Cómo supiste que mi novio...?

—¿Qué?, ¿Qué se trata de Mitzuru? —Eli asintió—Hiashi-san me dijo.

—¿Tashibana Hiashi? ¿Todo el uno por ciento se conoce? —a Koyuki le hizo gracia.

—No. Él fue a hacer negocios con mi padre antes, también me vio varias veces en Viena. Es mi fan —aseguro altiva—. Le dije que vendría a conocer a su hermanastro y me dijo que tuviera cuidado, no fuera a ser que su mujercita me sacara los ojos.

"Supuse que se trataba de ti porque estabas molesta al verme en el ascensor y ayer parecía que estaban teniendo una pelea de pareja en su oficina.

—¿Somos tan obvios?

—Por eso me invitaste, ¿no? —Elizabeth se quedó callada— Siempre hay que desconfiar de la amabilidad de la gente. —Hicieron una pausa para pedir la comida—. Puedes estar tranquila. Tengo lo mío, no soy el tipo de mujer que voltea a ver lo ajeno.

—¿Entonces a que viniste aquí?

Koyuki expuso su mano pues le parecía algo que debería ser obvio.

—A audicionar para la orquesta sinfónica de Nueva York. Mi madre y Mei hicieron este plan maquiavélico para juntarme con Mitzuru, pero ninguno de nosotros dos tiene interés en darles el gusto.

—¿Estás segura de eso?

—Sí. Cuando almorzamos ayer él solo me habló del contrato y después se dedicó a ver su celular.

—Pero, fuiste a buscarlo para pasear con él.

—No. Yo iba a firmar el contrato del que hablamos y después iba a decirle que me prestara a algún empleado para hacerme compañía, una neoyorquina, de preferencia. Pero te ofreciste, así que ya no fui.

—Lo siento.

—Está bien. A decir verdad, es un poco halagador.

—¿Halagador?

—Sí. Tú eres de esas chicas que el resto tiene miedo de que les quiten a sus hombres, me halaga que creas que alguien como yo, podría competir contigo.

—¿Alguien como tú? —dijo con ironía —. Eres bonita, culta, refinada y rica—suspiró—. Eres todo lo que no soy y por eso me molestas tanto.

"Y tal vez mi tipo de chica es la que podría robarle un hombre a otra, pero ya no quiero ser más esa chica. A mí me gustaría ser del tipo que llevan al altar.

—Pues, incluso si soy todo eso, a mí tampoco me llevan al altar.

—¿Nunca te han propuesto matrimonio?

—Claro. Soy una Kino, solo hay dos tipos de hombre para mí. Los que quieren casarse conmigo porque eso los haría ricos y los que ya son ricos y no quieren casarse conmigo porque no soportan que yo tenga más dinero que ellos. Además, quien se case conmigo tiene que tomar el apellido de mi familia, a los hombres en Japón les importa demasiado su legado para renunciar a ello. Por eso mi madre estaba feliz de enviarme aquí.

—¿Porqué?

—Porque "tu jefe" no es un Tashibana de verdad, ¿por qué iba a proteger un apellido que no es suyo?

—Creció con ese apellido.

—Solo porque las leyes obligan a los hombres casados a reconocer a los hijos de su pareja como suyos. Eso no lo hace un Tashibana.

"Y no hay nada que pueda hacer para convertirse en uno.

—Basta—sentenció pretendiendo no exaltarse demasiado, las palabras frías de Koyuki le estaban pesando en la cabeza—. Eso es algo muy desagradable para decir.

—No lo hace mentira. Y deberías acostumbrarte a escucharlo si es que planeas casarte con él.

—A mí no me importan esas cosas—afirmó con cierto deje de orgullo—. Quiero a Mitzuru por quién es, no por el apellido que tenga.

—¿Y sabes quién es?

—Por supuesto—. Koyuki se llevó la taza a la boca, pensaba que tal vez había dicho suficiente. Pero la curiosidad de Elizabeth la empujó a continuar —. ¿Sabes algo de él que yo no?

—Recuerdo que, la única vez que se comprometió, la chica no sobrevivió a él, así que...

Por supuesto, saber que se había comprometido antes paralizó el corazón de Elizabeth.

—¿A qué te refieres con que no sobrevivió?

—Entonces no lo sabes todo.

—Koyuki, deja de darle vueltas.

—¿Alguna vez te ha contado algo sobre Ariza?

—¿Ariza? —Koyuki asintió —. No, no recuerdo ese nombre.

—Toma una copa, linda— dijo con una sonrisa maquiavélica —, la vas a necesitar.


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