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Capítulo 51: S.O.S la bruja blanca volvió

"Vulgar" fue el primer pensamiento que atravesó la mente de Mei al encontrarse con la chica desnuda bajo el brazo de su hijo.

Una dama más refinada agacharía la cabeza avergonzada, ocultaría su identidad al ser consciente de su falta, huiría rápido al verse diminuta frente aquellos ojos que eran tan letales como serpientes, pero no Elizabeth Marcovich.

Ella le sostenía la mirada pretendiendo retarla, apenas y tenía el pudor de cubrirse los senos y todavía la miraba directamente a los ojos, como si estuviera incluso orgullosa de sus actos.

—¿Me dejas asolas con mi hijo? —preguntó Mei en un deje de fastidio, prestaba toda la amabilidad que podía dadas las circunstancias de su encuentro.

Sin embargo, esa amabilidad no fue suficiente para Elizabeth, pues ella sacudió la cabeza y mostró una sonrisa torcida.

—Creo que debería salir usted—replicó en ese tono que a Mei le pareció tan altanero—. Comprenderá que, para irme yo, necesitaría mis bragas.

"Que vulgar" repitió Mei para sí.

—Oka-san—exclamó Mitzuru en una queja—, por favor—y le indicó la salida.

Mei no podía asimilar que su hijo estuviese tan siego para no ver la ofensa en el gesto de su compañía, más aún para ponerse de su lado y no notar su expresión satisfecha. No obstante, ella no tuvo más remedio que acordar que lo esperaría abajo y salió sin cerrar la puerta por completo.

—¿Qué le pasa? —escuchó chistar a Elizabeth—, ¿siempre entra a tu cuarto sin tocar?

—Por lo general, sí—suspiró Mitzuru.

—Me vio los senos—mencionó en voz apagada.

—Bueno, son bonitos.

—¿Solo bonitos? —preguntó decepcionada.

—¡Son perfectos! —exclamó sin pena y le dio un sonoro beso— Todo en ti es perfecto.

A Mei le dio tanta nausea que se apresuró a bajar las escaleras, "demasiado vulgar", fue lo que pensó. Creía haber criado a un hombre estoico y orgulloso, no a uno que dijera esas idioteces.

Elizabeth llegó a sentirse agradecida, pues, debido a la intromisión de Mei y que Mitzuru tuvo que bajar, ella pudo ir a vomitar al baño sin que él se diera cuenta.

La rubia puso su mejor cara al bajar las escaleras, encontró a Mitzuru y a Mei charlando en la mesa, a pesar de que, lo hacían en Japones, bastaba con el tono recriminatorio de Mei para darse cuenta de que, estaba molesta.

Al sentir la presencia de Elizabeth, Mitzuru se giró a ella.

—Saldremos a desayunar—anunció.

—Ya que cocina tan bien, ¿por qué no le dices que cocine algo? —propuso Mei en tono sarcástico.

—Estoy aquí—respondió Elizabeth con una sonrisa plástica—, puede pedírmelo usted.

—Son las seis—se quejó—, si estas a cargo del desayuno, ya debería estar hecho. Y ya que estas en ello, hazme un jugo de naranja también.

—Oka-san—replicó Mitzuru—, Elizabeth es mi invitada, no mi sirvienta.

—¿Enserio? Ya que es tu empleada, es fácil confundirse.

—A mí me pagan por otras cosas. —Tras decirlo, Elizabeth guiñó un ojo divertida.

—Basta—la regañó Mitzuru con fastidio, luego se dirigió a su madre, quería explicarle que lo peor que podía hacer era seguir mostrándole ese rostro de indignación a Elizabeth, pues ella ya había encontrado un placer morboso en escandalizarla—. Iremos a un restaurante. — Vio a una y a la otra—. No se maten mientras me ducho.

—¿Quieres que entre contigo? Te tallaré la espalda—Mitzuru casi podría jurar que la propuesta de Elizabeth detuvo el corazón de Mei.

—Dije "basta" —replicó apuntándola con el dedo. Uso su tono pesado para hacerle ver que no estaba jugando, Elizabeth hizo un puchero y desvió la mirada, aunque, no borró la sonrisa de su cara.

Cuando él subió las escaleras, Mei vio a Elizabeth y sin pudor alguno, la inspeccionó de punta a punta.

—Sí—declaró Eli con orgullo y posó con las manos en las caderas—. Todo es real.

Mei se cruzó de brazos y respiró hondo para deshacer el rojo de sus mejillas.

—¿Tus padres saben que estas aquí?

—Ya no vivo con ellos.

—En Japón, las jóvenes suelen vivir con sus padres hasta casarse.

—Las Americanas somos más independientes.

—Tal vez insoportables. Digo, para que ni tus padres quieran vivir contigo.

Elizabeth alzó las cejas.

—Pues, fue su hijo quien me invitó a venir—presumió—, y me pidió que me quedara, ¿por qué no le pregunta a él —la retó—que tan insoportable soy? —satisfecha por haber dejado muda a Mei, agregó: —Si quiere jugo, hay en el refri. ¿sabía que lo venden en el supermercado? — Mei se tragó su furia y volvió a verla como solía hacerlo, como si estuviese planeando su muerte—. Esta rico.

Bien tranquila, Elizabeth comenzó a actuar como si estuviera sola; se hizo una coleta, encendió la música, salió a la terraza, alimentó a los perros y regó las plantas.

Mitzuru se bañó mucho más rápido que de costumbre, temía que, si tardaba, encontraría un río de sangre al bajar la escalera. Sin embargo, cuando apareció frente a las dos mujeres, solo encontró el silencio.

Le sorprendió comprobar que Elizabeth había tenido la precaución de poner distancia entre ella y Mei, no obstante, la señora golpeaba repetidamente su pie contra el suelo, lo que sugería su irritación. Si el baño no lo hubiese sentido tan necesario, él no las habría dejado solas ni un segundo.

—Nos vamos—anunció Mitzuru.

Mei respiró hondo, tomó su bolso sin decir palabra alguna y se fue hasta la puerta, misma que le abrió Mitzuru. Antes de seguirla, cruzó su mirada con Elizabeth, no estaba nada contenta, pero él no podía hacer nada, por lo que solo le sonrió obteniendo un gesto forzado en respuesta y se marchó.

Ni siquiera envió a Ryu a recogerla, Eli tuvo que tomar un taxi por su cuenta. Estaba tan enfadada que envió un mensaje a Alika: "S.O.S la bruja blanca volvió a la ciudad".

Elizabeth todavía pensaba en ello cuando se sentó en la oficina de Alicia.

—¿Estas escuchando, Elizabeth? —interrumpió Alicia. Además de ella, Takeo ya había tomado asiento junto con otras cuatro personas.

—Sí—exclamó Elizabeth—. Mucho gusto.

—Sí, sí, bla, bla. —Alicia movió las manos descoordinadas—. Ella es Elizabeth. Mirla, Sebastián, Joyce y Caty. Son los únicos nombres que necesitas recordar.

Le sorprendió descubrir que todos los que trabajaban para Alicia eran personas jóvenes que no llevaban traje, sin embargo, se sintió tranquila cuando le dedicaron una sonrisa amable. Alicia arrastró su pizarra, tomó un plumón del centro de la mesa.

—Muy bien, adelante, dime tus ideas—ordenó.

Según el plan publicitario, se iba a hacer una fiesta discreta con pocos influencers para que estos promocionaran la aplicación a través de sus redes sociales, ya que el dango era la mascota del logotipo, ese sería el tema de la fiesta.

Como era la nueva, Eli no esperaba ser la primera en hablar, cuando las miradas se posaron sobre ella, se sintió pequeña.

—De acuerdo—abrió el cuadernillo temblorosa—. Los colores base son verde, rosa y blanco.

—Son los colores comunes de los Dangos—aclaró Takeo—. Ya que querían que gritara "Japón" sin decir explícitamente "Japón", todo es muy estilo anime.

—También son colores para un pastel. Creo que deberíamos poner un gran pastel en el centro del bufe.

—Ya estoy dos pasos por delante—presumió Alicia, le deslizó por la mesa un cuadernillo que recopilaba imágenes de varios pasteles—. Tengo estos diseños.

—¿Hay alguno con dangos en las orillas?

—¡Exacto! —tronó los dedos y apuntó a Elizabeth—, eso es lo que se necesita aquí—le dio un grupo de marcadores—. Toma estos, elije tus cinco pasteles favoritos y dibújales dangos en las orillas. El que se vea mejor es el que pondremos en la mesa. Anota en las hojas en blanco que, los pasteles tienen al lado, tu opinión de cada uno de ellos. —Como Eli la miró confundida, Alicia apuntó fuerte al cuaderno—. Dibuja, niña, dibuja.

—Sí...—murmuró y se puso a ello.

—Creo que deberíamos ser más sutiles con los dangos—señaló Takeo—. Tenemos dangos entre los postres, en los platos, los vasos y ¿ahora un pastel de dangos?

—Para eso estas aquí, Takeo—mencionó Alicia—, para evitar que nos volvamos locos.

—No tiene que ser en toda la orilla—repuso Elizabeth—podemos poner tres arriba y uno en cada holán.

—De acuerdo, los quitaremos de los platos y los vasos, es mejor que sean solo de los colores principales, ¿de quién fue la idea?

—Mía —alzó su mano Sebastián. Era un chico de piel tostada con cabello naranja y ojos cafés que vestía con múltiples capas de ropa a pesar de estar en verano.

—Demasiado.

—Está bien—dijo sin muchas ganas.

—¿Alguna otra? —Sebastián abrió su libreta.

—Se me ocurrió hacer una pared con globos para que los influencers se tomen fotos, los globos serían de los colores de los dangos. —Mostró la hoja en la que llevaba hecho el dibujo.

—mmm —Alicia reflexionó en ello—, le falta.

—Yo—Alzó la mano Caty, ella tenía unos enormes lentes de botella, los ojos cafes y el cabello castaño claro—. Encontré una compañía en la onceava que hace globos en forma de lo que quieras, podemos hacer un pedido para que nos envíen globos en forma de dango.

—Interesante. Continua.

—Pensaba que podíamos hacer dos torres de globos con los colores base y poner un dango en la punta de cada torre, podemos ponerlas como una especie de entrada a la cortina que propone Sebastián.

—Mejor los ponemos directamente en la pared—intervino Sebastian—, uno de cada lado y arriba un letrero con el nombre de la aplicación, así saldrá en las fotografías y las personas preguntaran que es.

—Mucho mejor—le guiñó el ojo Alicia, luego devolvió la vista a Caty—. Tus torres las pondremos en la entrada. ¿Joyce?

—Deberíamos crear un hastag. —Joyce tenía un largo cabello rubio, los ojos negros de un cachorro, la ropa de una muñeca y las ojeras de un muerto.

—Tal vez para la segunda fase, la idea es mantener un perfil bajo, por ahora. ¿Alguna otra?

—Tragos temáticos.

—Algunos de los influencers son menores de edad.

—Tragos temáticos sin alcohol. —Alicia se quedó pensando—. En termos circulares de los colores de los dangos.

—De acuerdo. Tráeme los diseños.

—Sí—sonrió por lo bajo. A Elizabeth le pareció que era linda.

—¿Mirla?

—Flores de cerezo para los centros de mesa sobre un florero circular con un moño. Dice "Japón" sin agregar más dangos. —Mirla era igual de estoica que su nombre. Tenía el cabello largo y negro, la piel pálida y usaba ropa que le quedaba demasiado grande.

—Lindo, tráeme los diseños. ¿Takeo?

—Podemos traer una botarga para animar la fiesta.

A Elizabeth se le escapó una risa. El resto contuvo la suya, Sebastián fue el primero en dejarla salir.

—Ya nos animaste de imaginarla—asintió Alicia.

—¿Te consigo los diseños?

—Para ayer. ¿Alguna otra idea que quieran compartir? Vamos, no sean tímidos. Sé que no lo son.

—Bueno...—intervino Elizabeth—ya que van a dar bolsas de regalo, se me ocurrió que podemos incluir cosas útiles con la forma de dango en ella.

—¿Por ejemplo?

—Espejos, humectante labial, un llavero...

—Deberíamos agregar algo con el logo de la aplicación —agregó Mirla—. Algo que se vea en las fotos.

—Podemos darles camisetas al llegar—agregó Sebastián.

—Sí la niña rica de Instagram gasta trecientos dólares en un vestido —replicó Alicia—, no se pondrá encima una camisa que lo opaque.

—Podemos mandar a hacer el kit que propone Elizabeth—señaló Caty—, agregamos un juego de sombras, que los labiales huelan a dango y un reloj de pulsera, cuando hagan el video abriendo su bolsa, mostraran el logo solo en los productos grandes, así no se sentirá como un bombardeo.

—Muy bien, pero todo es muy de chicas, piensen en más cosas para chicos, ¿de acuerdo?

—Sí.

—Elizabeth, tú céntrate en los pasteles. Caty y Mirla se quedarán a cargo de las bolsas de regalo, tráiganme la propuesta para mañana. Olviden lo de los centros de mesa, yo pensaré en algo. Y ahora que todo el mundo tiene algo que hacer—aplaudió y cada quien se dispersó a su sitio.

—Elizabeth—la llamó Alicia—. Trae lo que te pedí a las tres de la tarde.

—Está bien.

—Sé que las cosas son algo rígidas en el piso cincuenta, pero aquí tendrás que desaprender eso.

—Entiendo.

Alicia la vio por unos segundos, después se animó a hablar.

—Estas un poco tensa, parecías mucho más alegre en la fiesta de lanzamiento, durante y después de la organización. Es importante que te integres al equipo. Para facilitarlo, haremos una reunión informal el viernes en un bar cercano, ¿puedes venir?

—Sí—asintió con energía—, claro.

—Excelente, a trabajar.

Takeo se quedó sentado en el mismo lugar al igual que Alicia, Elizabeth decidió hacer lo mismo ya que él era al único que conocía. Continuó con el dibujo y sus anotaciones, era un trabajo bastante divertido. También era agradable tener compañeros que no se negaban a hablarle y una jefa que no encontraba placer en fastidiarla. Ese ambiente de calma le provocaba sonrisas involuntarias en el rostro, tal vez Mitzuru tenía razón y le sería más fácil adaptarse a ese departamento.

Pronto, él le envió un mensaje para verla en su oficina por lo que partió a su encuentro. Sin embargo, la noticia que recibió al verlo no fue agradable.

—¿A que te refieres con que se va a quedar en tu casa? —le preguntó costernada.

—Reiji y el resto llegaran hasta el próximo viernes—explicó Mitzuru—, ella vino antes para celebrar el asunto de los dos millones más que Japón. No tiene sentido que se quede en un hotel sola si yo tengo dos cuartos.

—¿Había hecho algo así antes?

—Sí—obvió su respuesta—, porque soy su hijo. —Ella negó con la cabeza, algo le olía mal en el asunto—Ordené que empacaran tus cosas y las llevaran al otro departamento.

—Perfecto—exclamó con sarcasmo—, entra ella y salgo yo.

—¿Prefieres compartir casa con mi madre?

—¿Te preocupa que me ahogue mientras duermo? —bromeó. Mitzuru agachó la cabeza —¿te avergüenza que sepa que estás conmigo?

—Me avergonzaría si nos escuchara.

—¿Oírnos?, ¿cómo?

—Es que eres un poco—tomó aire—... ruidosa.

—¿Qué? —preguntó ofendida—, creí que eso te gustaba, sobre todo cuando dices —imitó la voz tosca de Mitzuru—: Di mi nombre, perra.

—Yo nunca dije eso—aclaró en risas.

—Lo dijiste.

—Me refiero a la parte de "perra".

—¿Sabes cual sería otra solución? Podríamos no tener sexo mientras ella este ahí.

—Entonces, ¿es mi culpa?, ¿vas a castigarme? —replicó. Eli negó con la cabeza—. No es tan malo, compré ese departamento para ti y no lo estas usando.

—Bueno, técnicamente no es mío—mencionó con cautela, eso no evitó que el aire se volviese pesado.

—¿De qué hablas?

—Esta a tu nombre, ¿no es cierto?

—¿Cuál es el problema?, la casa donde te estabas quedando también esta a mi nombre.

—Sí, porque esa es tu casa. Ya sabes, siempre dices que compraste el departamento para mí pero, si así fuera, mi nombre sería el que estuviera en la escritura—Mitzuru se quedó en silencio, sonrió de una manera amarga que provocó en Elizabeth la sensación de que debería estar huyendo

—Elizabeth, si el departamento estuviera a tu nombre, no podrías pagar los impuestos, solo adquirirías una deuda.

—Tendría la opción de venderlo.

—Entonces no aceptas que te de dinero, pero ¿quieres que ponga un departamento a tu nombre para que puedas venderlo?

—No sería hoy. Tú podrías seguirlo pagando y la escritura a mi nombre sería como tener un seguro.

—¿Un seguro?

—Sí. Tal como estoy ahora, si me dejas mañana, yo me quedaría en la calle.

—No haré eso.

—No lo sé. A mí me parece extraño que tu madre viniese una semana antes de la junta solo para "celebrar". ¿qué tal que sigue insistiendo con que consigas una esposa?

—¿No dijimos que confiaríamos el uno en el otro?

—La mujer tiene tres horas aquí y ya se está haciendo lo que ella dice, discúlpame si eso me hace dudar.

—Pues no, no te disculpo, porque no estas cumpliendo con lo que acordamos. —La mirada absolutista de Mitzuru la puso fría, sin embargo, ignoró ese sentimiento.

—¿Tú si confías en mí?

—Sí.

—¿Por qué la negativa entonces? —se vieron a los ojos y fue como apuntarse con un arma—No pierdes nada, pero actúas como si pensaras que...

—¿Que, si lo pongo a tu nombre, entonces podrás irte?

—Yo no haría eso.

—Bueno, ya te fuiste una vez.

—Eso no es —vocifero apretando los dientes— confiar en mí, Mitzuru. Si en ese momento no me detuvo el dinero, ¿por qué lo haría ahora?

—Confío en que aprendiste algo de esa equivocación.

—¿Y tú aprendiste algo de la tuya?, ¿o has estado pensando que la única que se equivocó fui yo?

—Claro que aprendí. Aprendí a no volver a dejarte por tu cuenta.

—Entonces—preguntó incrédula—, ¿esperas que siempre dependa de ti? ¿Eso es lo que quieres?

—¿Me lo estas pidiendo porque te sientes insegura?, ¿es eso?

—Ya te lo dije. Si nos separamos, me dejas en la calle, eso es lo que me preocupa.

—Pues—levantó un hombro—, no hay que separarnos.

Elizabeth iba a decir algo más, cuando el golpeteó en la puerta la interrumpió. Mitzuru la dejó pasar, era Maia quien no se inmutó al verla adentro.

—Disculpe, la invitada de su madre llegó.

Cuando Elizabeth escuchó eso, sintió como si un puño aplastase su corazón, una invitada de Mei yendo a ver a Mitzuru encendía todas sus alarmas. La mujer no esperó que se le concediera el pase para atravesar la puerta.

De cara larga, facciones pequeñas, cabello negro hasta la cintura y ojos a juego. En un paso lento, lineal y devastador, portando un vestido negro hasta las pantorrillas, pero bien entallado, con la altura de una supermodelo y un brillo en la piel que parecía el de una foto retocada, había entrado Koyuki Kino.

Como si no le bastara con estar en su garganta, el corazón de Elizabeth se expandió hasta casi ahogarla, porque el muy desgraciado de Mitzuru sonrió como si le hubiesen dado un regalo.

—Tashibana-san—saludó Koyuki.

—Kino-san—Mitzuru agregó una pequeña reverencia. —¿Le importaría esperar solo un segundo afuera?

La mujer asintió, se dio la vuelta como las bailarinas de las cajas musicales y salió de la oficina seguida de Maia.

—¿Kino? —preguntó Elizabeth casi en llanto.

—Sí, Koyuki Kino, de los que manufacturan marcas de lujo.

—¿No es ella "una bonita heredera japonesa"?

—También es chelista, una artista consolidada sería muy buena publicidad para la aplicación. —Su explicación no sirvió para tranquilizarla ni un poco—. Solo es trabajo.

—Que trajo tu madre.

—Igual, es trabajo—le puso las manos en los hombros—. No quiero que hagas un escandalo de esto. ¿de acuerdo? —sin darle tiempo para responder, salió de la oficina.

Le hubiera gustado detenerlo, ponerse en medio de ambos y gritarle a Koyuki que se largara sola, pero se quedó petrificada mientras los veía abordar el ascensor al tiempo que comenzaban a hablar como si ya se conocieran.

Para empeorar las cosas, Maia entró a la oficina sonriente y le dijo en una voz que pareció una risa:

—Y así, es como se siente.

Después le hizo una seña para indicarle que se marchara. 

Nota de autor: Buenas, gente. 

Soy la autora y estoy muy emocionada por que al fin pude subir este capítulo. Como ven estamos entrando en una nueva fase, es un poco ajetreada, pero espero poder llevarla bien.

Se vienen cositas, ya veran :).

Mientras tantto, cuentenme: ¿Qué les pareció estapítulo? ¿Cómo ven a Mei?

¿Qué opinan de lo que dijo Mitzuru?, ¿lo madreamos? >:v 

¿Qué nuevos conflictos aguardan para nuestra rubia loca?, ¿Será que podrá salir bien librada de todo esto?  

Bueno, no le pierdan el hilo a esta historia para averiguarlo ;) 

Muchas gracias por seguirla leyendo, soy shixxen y me despido, chaobye.


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