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Capítulo 39: Tú eres el villano

Aquella mañana Elizabeth se la había pasada metida en la cama como recuperándose de alguna enfermedad. La charla con Alika le había dado cierto alivio ante sus preocupaciones sin lograr ahuyentarlas del todo.

Le hubiese gustado el quedarse dormida un muy buen rato, al menos lo suficiente para olvidarse de todo solo por un momento, pero Morfeo no fue piadoso y dejó que sus miedos la atormentaran la noche entera.

Mientras los escasos rayos de sol que lograban colarse por su ventana le avisaban que ya se acercaba la media tarde, se resignó a que la paz era meta aun lejana para ella.

Se sostuvo el vientre y lo apretó ligeramente, sentía en el mismo una flacidez que antes no estaba ahí.

Se levantó con prisas y fue hasta el espejo roto de la pared, se recorrió la blusa y apretujo esa flacidez frente a su reflejo. No tenía en donde pesarse, no obstante, estaba segura de que había subido de peso.

Aunque, era pronto para culpar al embarazo, sin embargo, la verdadera razón radicaba en el hecho de que había dejado de seguir dietas, precisamente porque estaba embarazada.

Había visto tantos videos informativos y escuchado tantos testimonios al respecto que la atormentaba otra latente realidad. Nunca volvería a ser tan bonita como lo era en ese momento.

Mientras más avanzara su estado, más defectos le aparecían en el cuerpo. Al pensar en como el paño se había acumulado en el rostro de su padre a lo largo de los años y como todos le decían que era cosa de genética, se imaginó su propia cara cubierta de lo mismo y al recordar el como se ponía su madre medias para ocultar la celulitis, se la imagino en sus propias piernas.

No importaba que tanto se esforzara después de dar a luz, la mayoría de mujeres siempre decían que una no se recupera del todo. Además, se contorneó el abdomen con los dedos pensando en lo horribles que le parecían las cicatrices de cesárea.

Debía ir a ver al médico lo más pronto posible para preguntarle, ¿Qué tanto podía hacer para evitar tener una? Pero el medico también cuesta dinero. Volteó la cara solo para encontrarse con la nota roja que yacía sobre la mesa como un constante recordatorio de que el tiempo era su principal enemigo.

De la avalancha de emociones negativas que se acumulaban en su garganta le sobresalió la ira. No era justo. En el complicado proceso de la concepción y el sacrificio que exige el milagro de la vida, ¿Por qué tenían que ser las mujeres, como en todo lo demás, quienes siempre se llevaban la peor parte?

Estaba enfada. Con ella misma, con dios, pero, sobre todo, estaba furiosa con Kiroshi y esa rabia le dio la suficiente seguridad para reafirmar su decisión de encontrarse con él.

Más que nada por una cuestión de orgullo, decidió que se adornaría de tal forma que él no pudiese ver en ella ni una grieta de debilidad. Así que se maquilló la cara, uno a uno se hizo los rulos del pelo para dejarlos caer en hondas suaves y se metió en un vestido entallado color negro como en ese ritual silencioso que comparten las chicas al encontrarse con sus exnovios y se calzó los Jimmy Cho que consideraba tener el derecho de portar.

No los había conseguido jugando sucio o a través de una reprochable manipulación, fueron un regalo que se tenía muy bien merecido.

Finalmente, se puso el único sombrero que tenía. Un golpe suerte encontrado en una venta de patio donde los precios no pasaban de un dólar que, si bien era demasiado grande y la forzaba a tomar el bolso perla para combinarlo con su atuendo, lo considero un gasto necesario para protegerse del sol.

Cuando terminó, aunque no estaba conforme con lo básico del conjunto, consideraba que, había logrado una imagen seria y moderna.

—Las chicas bonitas lucimos bien hasta con wallmart —se dijo en lo que sabía que era una auto palmada en la espalda.

Podía lucir mejor, había lucido mejor antes, sin embargo, era una fiel creyente de que, para proyectarlo tienes que creértelo. Revisó la hora por última vez, ya iba tarde, pero le daba igual, no es que él pudiese irse, se retocó los labios una última vez y emprendió su camino.

Solo veinte minutos después, allí estaba, en un muelle casi solitario frente a frente con quien había sido su verdugo sin estar siquiera presenta y quien le dedicó una mirada tan obviamente lasciva que Elizabeth no pudo evitar que la satisfacción se le escapara en al lucir sus aperlados dientes frente a él.

—Vaya, no saltaste—le dijo en un tono casi divertido—, ¿quién diría que terminaría feliz por eso?

—¿Eh?

—Porque, si te hubieras lanzado—explicó—, tu conyugue heredaría todo lo tuyo y seguro que ella no me habría dado nada.

"Rencorosa" pensó Kiroshi al sentir como la crueldad de las palabras de Elizabeth le desinflaba el corazón.

—Pensé en hacerlo—aclaró con un deje de reclamo en el tono de su voz—, pero luego pensé que, si lo hacía, mi familia hubiese quedado desprotegida.

—Qué bueno—se mostró complacida—, que bueno que lo pensaste. Significa que, sentiste un poco de la desesperación en la que me condenaste a vivir.

—Yo no te condene. Te dije que lo abortaras.

Ella lo vio con una mueca asqueada.

—Casi olvido que eres un pendejo.

Él pensó que seguía molesta así que decía las cosas hablando desde su furia, no desde sus verdaderos sentimientos.

—Dime, Elizabeth—preguntó casi en una súplica—, ¿acaso no hubieses sentido ninguna culpa si me mataba y dejaba desprotegidos a mis hijos?

—Bastardo—balbuceó arrugando el entrecejo y se apuntó al vientre—, aquí tienes un hijo desprotegido. Ah, claro, como no es hijo de tu esposa, te portas como si tampoco fuese tu hijo. Porque, para ti, solo los hijos dentro del matrimonio cuentan—Kiroshi suspiró, era imposible razonar con ella—. Y hablando de eso, ¿dónde está el dinero?

—Eso iba a preguntarte—la cara de Kiroshi se volvió nerviosa—. Lo traje, pero no puedes estar pidiendo tanto—se quejó—. Recuerda que soy maestro.

—Si no te gusta el arreglo—sugirió—, puedo pedírselo a un juez de la corte familiar—Kiroshi leyó la amenaza en el ambiente—. Claro, la notificación llegaría a tu casa y la vería tu esposa.

—De todas formas, se dará cuenta si saco tanto dinero del banco.

—Me ocultaste casi un año, ¿qué tan difícil es esconder unos billetes?

—¡Son diez mil dólares! —le reclamó.

—¿Sabes qué? Ya vine hasta aquí para que me lo dieras en efectivo porque no querías que ella supiera a donde iba el dinero, te estoy haciendo un favor, ¿tengo que escuchar tus lloriqueos también?

—¡¿Un favor?! —Exclamó incrédulo—Me estas extorsionando.

—Pues, ¡no debiste engañar a tu esposa! —se defendió Elizabeth—Si vas a hacerlo, por lo menos hazte la vasectomía.

—Ya no voy a hacerlo, solo lo hice porque me enamoré de ti.

—Ay, por favor, tú no sabes amar. Ya no quiero hablarte, solo dame el dinero—expuso su mano para recibirlo.

Kiroshi suspiró rebuscando en su saco y le entregó un sobre a Elizabeth a quien se le iluminó el rostro al recibirlo.

De inmediato, se sentó en la banca más cercana y comenzó a hacer montoncillos en la superficie.

—¿Lo estas contando? —le preguntó Kiroshi ofendido.

—¿Crees que soy tan idiota como para volver a confiar en ti? —respondió ella sin devolverle la mirada.

Segundos después declaró que estaba completo, lo metió al sobre y se lo guardó en el bolso, antes de sellarlo, Kiroshi alcanzo a ver cierto brillo emanar de su interior.

—¿Qué es eso? —preguntó al sentir como su pecho se contraía debido a sus sospechas.

—¿Qué cosa? —se confundió Elizabeth.

—¿Es un anillo de compromiso? —Elizabeth se congeló con la pregunta. Luego recordó que él no tenía nada que ver con eso y se apresuró a cerrar el bolso para irse, pero Kiroshi se interpuso en su camino —¿Te vas a casar? —le preguntó acusante.

—¿Qué más te da? —respondió altiva.

—¿Tan pronto y ya tienes otro novio? —al presentir el reclamo en su pregunta, Elizabeth le dedicó a Kiroshi una fiera mirada.

—¿Me estas jodiendo? —Kiroshi la vio extrañado—, ¿crees que tienes derecho a preguntarme eso?

—Solo digo que, apenas tenemos un mes separados.

—Kiroshi, tú no eras mi novio —argumentó furiosa—, ¡yo era tu amante, idiota!

—Pero, tú no lo sabías.

—¿Y crees que eso lo hace mejor? Dios, ¿cómo pudiste gustarme? —se horrorizó.

Le saco la vuelta y él volvió a atravesarse a su paso.

—Elizabeth—la interrogó como si ella hubiese cometido algún crimen—, ¿quién es ese sujeto? ¿Lo acabas de conocer? ¿cómo sabes que puedes confiar en él?

—Kiroshi—replicó—, esto no es manutención, es extorsión, no quisiste ser el padre de este niño así que no tienes ningún derecho a preguntar nada del hombre con el que este o no saliendo.

—No puedo evitar preocuparme por ti.

Ella arrojó un bufido al viento. ¿Enserio había llorado tanto por alguien capaz de decir algo como eso? A decir verdad, su ritual escondía un poco de miedo.

En el fondo tenía pánico de volver a verlo.

Al principio, se sentía tan sola desde que se fue, como si toda su vida hubiese estado con él, a sus días les faltaba su presencia y a su mañana el timbre de su voz y cada vez que abría los ojos al despertar, veía su cara, desvaneciéndose en el aire junto con el polvo de su hogar.

¿Qué tal si lo que parecía ser el hecho de haberlo olvidado no era más que una fachada propiciada por la lejanía entre los dos?, ¿Y si en realidad no lo había superado y solo había dejado de herirla su recuerdo porque ya no lo veía?, ¿Qué tal si al tenerlo en frente esa fachada se derrumbaba y entre los escombros emergía su antiguo ser, débil y patética ante su presencia?

Pero entonces lo vio a los ojos, segura de que, poco a poco, justo como el polvo, su recuerdo se había ido desvaneciendo definitivamente y ahora que al fin lo tenía justo en frente después de tanto, con un aire tan poderoso como liberador, se dio cuenta de que no era más que un montón de tierra.

—Pues si—afirmó orgullosa—, me voy a casar y con un magnate—escupía palabras como bolas de fuego contra la imagen de la piedra con la que alguna vez tropezó—. Es apuesto, fornido, gallardo y muy, muy rico. Así que, esto—apuntó al sobre—, solo es algo temporal, solo para estabilizarme hasta el día de la boda.

"Por lo que, deberías rezar para nada salga mal, ya que así, no volveré a pedírtelo jamás. Es más. Lo único que voy a pedirte es que sigas haciendo lo que has hecho hasta ahora.

—¿De que estas...?

—Finge que no me conociste. Que no engañaste a tu esposa y que no tienes por ahí a otro hijo, porque este niño —apuntó a su vientre—, no es nada tuyo.

—Elizabeth—se pasó las manos por el rostro como si así limpiara su frustración —, el hecho de que no pueda estar contigo no significa que no te quiera.

—¿Y a mí que me importa si me quieres o no? — sus ojos emitían aquel brillo que tanto ansiaba Kiroshi, pero en lugar del destello de los reflectores que emanaban una luz cálida sobre él, fue como un láser que pretendía destruirlo junto con su corazón—. Voy a ser clara. A mí no me interesa ni quiero más un amor como el tuyo. Yo quiero un amor que se asegure de que coma todos los días y me regale zapatos Jimmy Cho solo porque me duelen los pies.

"No puedes ofrecerme eso, así que tu amor no me sirve para nada y como todo aquello que no me sirve, lo desheche hace ya bastante tiempo.

—¿Cómo puedes decir eso? cuando yo... —agachó la vista—te extraño tanto.

—¿Estas sufriendo? —analizó su rostro como si buscase algo en él.

—Claro que sí—asintió—. Sufro cada día que no puedo estar contigo.

La respuesta de Elizabeth fue un gesto casi burlón.

—Qué bueno—su mueca de victoria apenas fue tan dolorosa para él como irritante—, ojalá te dure—indignada por la forma en que el apretó los puños, ella se sintió más altiva aun —. Kiroshi —le explicó con lentitud y claras intenciones de ofensa—, tú no eres la victima aquí. Eres el villano.

Después repitió algo que Kisroshi solo esperaba escuchar de la voz de Ayaka más nunca de la de Elizabeth.

—Hiciste algo malo, sé un hombre y asume las consecuencias, idiota.

—Oye...—vencido por esa sensación de furia que nunca antes le había provocado, la tomó del brazo.

Elizabeth le dedicó un gesto hastiado, cosa que no hizo más que aumentar la pulsación en su frente, apenas la atrajo un poco hacia él cuando dos fuertes y morenos brazos lo arrojaron contra el suelo obligándolo a soltarla.

El cuerpo de Kiroshi callo contra las tablillas del muelle y los transeúntes se giraron hacia ellos con miradas curiosas y cuchicheos irrespetuosos. Cuando él levantó sus ojos para encontrarse con el perpetuador, vio a un muchacho castaño de ojos grises que parecía tener más o menos la edad de Elizabeth, sin embargo, la camiseta de Spiderman que portaba hacía bastante por reflejar su inmadurez.

—Es bastante obvio para la mayoría de los hombres—aseveró el chico—, cuando una mujer no quiere que la toquen.

Elizabeth se refugiaba detrás de él mientras lo sostenía del brazo como quien agarra un perro rabioso que te hace ver que no pretende soltarlo para atacarte, pero que podría hacerlo en cualquier momento.

—Vámonos, Nico—dijo Elizabeth dirigiendo aquella fría mirada a Kiroshi—. Ya terminé aquí.

—Que no te vuelva a ver cerca de ella—señaló Nico a Kiroshi en una advertencia.

Elizabeth lo vio por última vez.

Le hubiese devuelto el espejo, pero Maia la jodió con eso.

Pensó en decirle que quería de vuelta las pinturas que hizo para él, pero al final del día, ya no significaban nada para ella.

Y finalmente se marchó mientras él se quedaba allí tirado con en una analogía irónica de lo que en ese momento eran sus vidas, dejándolo con esa sensación vacía y llevándose sus diez mil dólares en el bolso.

Nicoy Elizabeth caminaron uno a un lado del otro como si siguieran al contrario sinningún rumbo en particular.

Al final, fue Nico el primero en dirigir la vista hacia ella. Estaba tan lleno de dudas, pero Elizabeth permanecía absorta en sus pensamientos, como si hubiese olvidado la presencia de su amigo.

Aunque él se podía hacer una idea de una de las razones por las que su compañía se había vuelto irrelevante, se sentía sinceramente herido por la indiferencia percibida. Después de todo, no solo había accedido a acompañarla hasta ese lugar sin que se le explicase nada del porque irían en primera instancia, también la había defendido de un tipo que intentaba pasarse de listo con ella.

Sin embargo, ya conocía a Elizabeth y sabía que, en esencia, era una malagradecida. Así que era tonto esperar alguna recompensa de su parte.

—Gracias, Nico—eso hasta que ella habló, haciendo que Nico se cuestionara si de verdad era su voz la que estaba oyendo—. Por venir hasta aquí y por ayudarme antes.

—De nada— respondió aún confuso—. Hiciste bien en pedirme que te acompañara—agregó recuperando su tono neutral —. Nunca deberías reunirte sola con un hombre en el que no confías.

—Está bien. No creo que vuelva a verlo nunca.

—¿Enserio?

—Así es.

—¿Ni siquiera por el bebé?

Fue entonces cuando Elizabeth se detuvo en seco, haciendo que Nico la imitase.

Ella tenía sus sospechas, pero fue hasta que él preguntó eso que se dio cuenta de que lo había escuchado todo.

—¿Qué tanto escuchaste sobre eso? —preguntó en una voz temblorosa. Al no recibir respuesta, levantó la vista para encontrarse con la sonrisa tranquila de Nico.

—¿Vas a contarme? —soltó al aire sin ningún deje de acusación o dureza en el tono de su voz.

—Lo haré —afirmó Elizabeth apretando con fuerza su bolso como si al detenerlo pudiese usarlo de soporte para detener el temblor de su cuerpo—, si me ayudas con otra cosa.

Nico la vio por un momento que aprovechó para reflexionar en sus acciones. Buscó en ella los ojos curiosos y juguetones de la niña inquieta que recordaba y al encontrarlos tras ese gesto travieso y si era honesto, le daba cierta curiosidad.

Por lo que aceptó.

Notas de autor: 

Y eso fue todo. Gracias por leer este capítulo. 

Les anuncio que se me acabaron los que tenía acumulados así que, aunque este sabado si habrá capítulo nuevo, ya no publicaré los miercoles/jueves como lo había estado haciendo las últimas semanas.  

Ahora tendremos solo un capítulo semanal que se publicará presuntamente los días sabados, domingo en el peor de los casos. De todas formas, si ocurre un retraso yo lo anunciaré en mi perfil así que siganme si quieren estar al pendiente. 

Lamento las molestias que este cambio podría ocasionarles pero es algo necesario. Por supuesto, agradezco su lealtad y su paciencia. 

Yo soy Shixxen y me despido. ChaoBye. 

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