Capítulo 37: Te quiero, puta
Con un olor acido irritando su nariz y el cuerpo bañado en sudor, victima del incesante calor, Alika abrió los ojos aun tendida en el gastado sofá reclinable sobre el que dormía.
La luz era tenue y el aire olía a polvo. Poco o nada le había servido el sueño para calmar del dolor de las plantas de sus pies, mucho más soportable que el de su cabeza.
Con los ojos entreabiertos buscó su celular, comprobó que eran las cuatro de la tarde, tenía que empezar a arreglarse para tomar una buena ubicación en el trabajo.
Luchando con la resistencia que representaba su fatiga, se levantó tirando cada extremidad del sí misma como si de una marioneta se tratase. Cuando se puso de pie, se tambaleo por la ausencia de su tacón derecho, no se había quitado la ropa de la noche anterior y la escaza fuerza de su pierna no hizo suficiente por mantenerla arriba.
Cayó anteponiendo su mano para evitar dañarse el rostro, no evitando así el golpe.
¿Tanto sería el dolor de su nariz o acaso se veía potenciado por su decadente estado? Esperaba que al menos no le dejase una marca. Sabía que tenía algunos analgésicos en su bolso, solo no recordaba donde estaba ese bolso.
Sabiendo aquello, sintió el sabor a tierra en sus labios junto con el frío del suelo servir de alivió para la hinchazón de su piel.
"Bueno" pensó ", si llego media hora después, aun quedaran buenos puestos".
Se quedó tumbada un rato antes de que su cerebro comenzara a hostigarla con la pregunta que se hacía respecto a cuál habría sido el instante exacto en el que decidió que, el resto de su vida sería así.
Se recordó a sí misma a los catorce años cuando se había quedado dormida en el sofá de la casa de Scarlett.
Ahora que lo pensaba, era cierto. Siempre había sido una chica problemática.
Como si hubiese nacido con algo malo dentro de ella. Una maldición que la impulsaba a hacer cosas que solo le causaban problemas a los demás.
Por más que Scarlett se lo pidió de todas las formas posibles en las que pudo pedírselo cuando aún la llamaba "mamá", Alika nunca fue una niña buena.
Llegaba tarde a casa, se escapaba de clases, les respondía a los maestros, salía a fiestas.
La primera vez que bebió alcohol tenía doce años. Una botella que había quedado olvidada en la mesa de la cocina. Seguramente, porque Scarlett tenía prisa, no tuvo tiempo de guardarla en el gabinete con llave.
Scarlett siempre tuvo trabajos dobles, por lo general de noche así que, el poco rato que pasaba en casa lo pasaba dormida.
Pero cuando la bebé nació, ese sujeto fue a vivir con ellas.
Al principio, era genial. Scarlett había dejado de estar tan estresada. Aun trabajaba mucho, no obstante, ya no peleaba tanto con Alika y el sujeto cocinaba comida deliciosa para todas, cuidaba a la bebé, no molestaba, incluso le dejaba de cuando en cuando uno o dos cigarrillos.
Ah, pero Alika nunca dejó de ser problemática.
Sus notas siguieron siendo malas, comenzó a besar a chicos y a pelear con chicas, Scarlett no tenía tiempo de atender los citatorios por su trabajo. El sujeto empezó a ir en su nombre, de igual modo, la actitud de Alika no mejoro.
Y ese día mientras reposaba tendida en el sofá, victima de la resaca, a Alika se le detuvo el flujo de sangre cuando sintió los fríos dedos dentro de sus bragas.
Primero, no se lo podía creer. Le tomó tanto tiempo asimilarlo, que le pareció eterno.
Después sintió esos dedos moverse, a consecuencia, alguna fuerza sobrenatural y extraña, la misma que le apretujaba la garganta, levantó su cuerpo de un tirón para girarse a ver al mounstro escurridizo que la había perpetuado.
Desde entonces dejo de ver su cara, el sujeto no se vio más como un hombre y empezó a lucir como aquella oscuridad que siempre se ve, más alla de donde aluzan los faros de la carretera, en el fondo de la noche.
—¡¿Qué haces?! —exclamó Alika invadida por una especie de espectro que la había poseído con una fuerza brutal. Suficiente para bloquear todos sus intentos de movimientos.
El homúnculo que tenía en frente se limitó a sonreír.
—Tranquila—le dijo en una voz que se escuchaba muy parecida a la estática—, se sentirá bien.
Probablemente, esa fue la primera vez que lloró tanto en su vida. Pero, ¿enserió fue tanto? Ya no lo recordaba pues toda su piel se sentía igual de fría que aquellas lágrimas.
En algún momento dijo "no". No sirvió de nada.
Lloró todo el tiempo, pero jamás huyo. Solo se quedó ahí. Su alma salió de su figura física para verse a sí misma y se gritaba "corre, haz algo, tienes que pararlo", no obstante, aquel débil cuerpo de niña se limitó a convulsionarse como una sanguijuela y se aferró a la tela del sillón mientras las lágrimas de sus ojos eran una lluvia eterna cuyo peso era proporcional al de sus nulas acciones.
Sin embargo, lo que más dolió al final fue que, el sujeto tuvo razón. En algún punto, se sintió bien.
Para salvar la gracia de su alma, justo antes de que aquello fuera más lejos, la perilla se giró anunciando el ingreso de Scarlett a la casa.
El sujeto alcanzó a levantarse y de un salto llego a la cocina sin notar que Alika seguía paralizada.
—Mi amor—saludó el hombre a su esposa como si solo hubiese estado viendo la televisión—, llegaste antes.
Scarlett vio entonces a su hija, reducida en el sofá con los pantaloncillos desabrochados y la entrepierna humedecida. Vio a su esposo sonriendo de manera normal que igual parecía extraña. Luego volvió a ver a su hija con el rostro empapado, las mejillas rojas y unos ojos que rehuían a los suyos y preguntó:
—Alika, ¿Qué haces en el sofá? —como la chica no le respondía, Scarlett suspiro, se llevó la mano a la cintura y le ordenó: —A dormir a tu cama.
Y como sí una orden de la voz que nunca antes había obedecido fuese todo lo que necesitaba para recuperar el control de sus extremidades, Alika se levantó de manera lenta y vacilante.
Viendo al suelo todo el tiempo, camino a su habitación aun en un plano astral, como si su cuerpo no fuera suyo y se hubiese convertido en nada más que el robot que operaba su diminuto e insignificante ser.
Pensó que todo cambiaría desde ese día. Que Scarlett y el sujeto pelearían y que volverían a la rutina de antes, solo que sería peor pues la bebé estaría allí.
Por supuesto, no fue esa noche cuando se resignó a ello. Sin embargo, siempre la recordaría como la primera vez que sintió así.
Como si a través de su acto, el sujeto le hubiese transmitido una enfermedad y desde entonces fuese igual que él.
Un ser repugnante.
Al siguiente día, para cuando volvió de la escuela, él se había ido.
Pero Scarlett podía verla, aquella mancha sobre ella que le habían dejado que la hacía sentir siempre incomoda en cualquier lugar en que estuviera, se había convertido en alguien que ya no encajaba con los suyos, porque ya no existía un tipo de gente al que pudiese llamar "los suyos". Para Scarlett era tan clara aquella mancha que siempre la enfocaba con los ojos, intentando ahuyentarla con aquella insoportable mirada.
Esa mancha en forma de abismo sin fondo absorbió todas y cada una de las sonrisas de Sacarlett hasta que no lo soportó más y un día, igual que el sujeto, se marchó.
En su momento, Alika no la culpó. Si pudiese huir de aquella mancha, ella lo hubiera hecho también pero, lo nunca entendió fue: ¿Por qué dejar a su hermana, el único ser inocente en un mundo que se había vuelto demoniaco para ella, sola con semejante mounstro que ahora formaba parte de Alika?
Eventualmente, otros adultos comenzaron a ver la mancha. La mancha les decía que ella no era el ser digno que aparentaba ser y que no importaba si trataban de ensuciarla porque la porquería ya la llevaba dentro.
Adultos como el carnicero al que le pidió crédito y le dijo que le podía pagar la carne ahí mismo con un pequeño favor mientras le acariciaba el brazo de una manera igual de repugnante.
Como el zapatero al que le pidió trabajo y le respondió que podía ser bueno con ella si ella era buena con él.
O como el camionero al que le pidió un dolar para una hamburguesa y le dijo "¿tienes hambre? Puedo darte algo para que comas".
A cualquier lugar al que iba, cada vez que pedía ayuda, siempre encontraba otro ser repugnante. Se habían pegado a ella cual alimañas y la seguían como si emitiera un olor nauseabundo que los llamaba a kilómetros de distancia.
Todos y cada uno de ellos le dijo que lo hiciera, hasta que, finalmente cedió. ¿Qué edad tendría? Diecisiete, probablemente.
Pero en el fondo de su revolcado corazón, lo cierto era que aún era una niña, por eso, incluso cuando terminó "la subasta" a la que la sometió aquella mujer que se fingió su amiga y se le entregaron diez mil dólares, suficientes para pagar un departamento y mantenerse a flote por un tiempo, ni siquiera entonces lo asimiló.
En cambio, pensó que sería cosa de una sola vez y después podría tener una vida normal como el resto de las chicas de su edad, con la oportunidad de ir a la escuela, de hacer amigos, de ser una buena chica. La vida que en su momento desperdicio.
No obstante, todo lo que consiguió fue hacer permanente aquella mancha. Después de eso, aunque descubrió que algunos medicamentos podían hacerla olvidar que la tenía, nunca pudo borrarla.
Llegó a la conclusión de que nadie la había contagiado de nada, nació con aquello sobre ella, el sujeto pudo verla y todo lo que hizo aquella noche fue hacer que Alika también pudiese verla.
Así que, tal vez ese fue su destino desde que nació.
Porque nació como un ser repugnante.
Pero dieciocho años después de ese suceso, ella tuvo que entender que ya no valía la pena recordar aquello y siendo justos, no tenía caso ni llorarlo. No cambiaba el hecho de que, en ese momento, esa era su realidad.
El mundo entero la llamó "puta", la convirtió en una y cuando ella abrazo su destino, la repudió por eso.
Así que, como la puta que era, era momento de darse un baño, usar un perfume barato y adornar su producto lo suficiente para que los seres diurnos que se refugian en la noche la eligieran entre otras cientas igual de sucias que ella.
Entonces, escuchó el ruido de los artilugios caer al suelo y algo más pesado golpear contra el mismo.
Se levantó dejando atrás su negativa anterior y abrió la puerta de su departamento para encontrarse con una Elizabeth que en torpes y erráticos movimientos se esforzaba por juntar sus cosas dentro de su bolsa al tiempo que se le escapaban uno tras otro los gimoteos.
—¿Blondie—le preguntó acercándose a paso lento a ella, Elizabeth se contrajo por un segundo al reconocer su voz—?, ¿Qué haces aquí tan temprano?
La rubia se giró a ella, como era de esperarse, estaba llorando.
—Los hombres son malos—dijo entre sus gimoteos.
Alika guardo silencio por unos segundos. Lo cierto era que, le hubiera gustada tirarse a ella y llorar también, pero hacía mucho que sus ojos estaban secos y no podía hacerlo.
En su lugar, dio un par de pasos hasta ella, luego se sentó a su lado y dijo:
—Si lo son ¿verdad? pero, ¿Por qué lo dices de repente?, ¿Qué te hicieron hoy?
—Lo mismo de siempre, confié en el idiota equivocado.
—¿Tu jefe?
—Mitzuru es igual, exactamente igual que todos ellos. Él fingió ser bueno, fingió ser amable, fingió que le gustaba y luego...
Eli sintió como el dolor volvía a presionarle el pecho de manera que le fue imposible continuar.
—Entonces... —suspiro Alika en notable decepción—, lo hiciste ¿verdad? —Elizabeth asintió apretando los labios. Alika ya sabía la respuesta a su siguiente pregunta, sin embargo, la hizo:—¿Obtuviste el cheque?
La forma en la que Elizabeth inclinó la cabeza, tapándose el rostro con los cabellos le dio la respuesta que esperaba.
—Fracase—confesó—, Alika, fracase. Ya no puedo ni quiero verlo a la cara y no conseguí ni un solo centavo para mi bebé. No sé porque pensé que podría hacerlo, si siempre he sido así, una completa inútil.
—Vamos, no digas eso.
—¿Qué voy a hacer ahora? —le preguntó en un grito desgarrador que emanaba en él toda su desesperación —. ¿Qué va a pasar conmigo? —se miró el vientre— ¿Que va a pasar con este niño? Soy un desastre, no sé cómo se me ocurrió esa estupidez de conseguir un esposo para mí y un padre para él, no sé cómo pensé que lograría que ese imbécil se enamorada de mí si después de todo, nunca he logrado que nadie me ame.
—Bueno, si te sirve de consuelo—confesó tras levantar los hombros—, yo te amo.
—¿Que? —se extrañó.
—Ya sabes, no en un sentido gay —aclaró—pero... —lo pensó por un rato, luego asintió como convenciéndose a sí misma —. Si, te amo—la vio y compartieron una sonrisa—. Joder—le dio un golpecillo en el hombro—, te quiero, puta.
Eli sonrió conmovida. No fue tan reconfortante como para aliviar del todo su llanto, pero si lo suficiente para sacarla de ese pesado y profundo trance de Angustia en el que estaba.
—Yo también...—se arrojó sobre Alika y la abrazó con fuerza, está en su sorpresa, terminó por corresponder el abrazo —te quiero, puta.
Alika pensó que, aunque repetía sus palabras, en Elizabeth no quedaban para nada. Se Oían tan plásticas como si leyese un guion escrito. Sin embargo, no por eso las creía falsas.
En un principio, no tenía intenciones de ser su amiga. Sin embargo, Elizabeth era una de las pocas personas que había visto la mancha directamente y aun estando lejos de compartirla, nunca la despreció por cargar con ella.
Al contrario, se tiraba a abrazarla sin miedo alguno de que se le contagiara.
Nunca la hizo pensar que tenía que alejarse o esconderse, ni siquiera avergonzarse de sus circunstancias.
Nunca la hizo sentir como si fueran culpa suya.
Ni siquiera Roberta hacía eso.
Por eso, trataba de ser amable con Elizabeth, porque estaba segura de que de verdad necesitaba alguien que lo fuera, y con chicas como ella, bonita, sola, joven y desesperada, el mundo no suele serlo.
Sin embargo, Alika no podía ayudar a Elizabeth tanto como ella necesitaba ser ayudada.
Por eso, cuando el fin de semana llego junto con la fecha límite para pagar la renta, Elizabeth terminó haciendo algo que se prometió que solo como última opción haría.
Ella tomó el teléfono, dio un largo y pesado suspiro y cerrando los ojos como si así pudiese fingir demencia respecto a sus acciones, llamó al numero de Kiroshi Shikabane.
Notas de autor:
Hola, soy la autora, gracias por leer hasta este capítulo.
Diganme ¿les provocó alguna emoción? ¿Ira, tristeza tal vez?
Lamento que los que tratan de Alika siempre sean tan lamentables :'(
Para quien no lo recuerde, Kiroshi Shikabane es el hombre que embarazo a Elizabeth y que está casado. Así que, preparence para el drama XD. (Probablemente debería decir eso en todos los capítulos).
Dicho eso, me despido no sin antes recordarles que yo soy shixxen y les deseo que tengan una excelente semana. ChaoBye.
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