
Capítulo 27: Mi madre
La mirada gélida de Mei aún se sentía latente en su corazón cuando llegó a la mesa de postres y se llevó la mano al vientre como para sentir a su bebé dentro de ella.
—¿Te duele el estómago? —le preguntó entonces la voz de Nico, quien sé había acercado a probar los panecillos —es porque solo comes postres—le dijo a modo de broma.
—Sí, debe ser —contestó Eli siguiendo el juego mientras devoraba los postres.
—¿Estás bien?
—Sí. ¿Por qué preguntas?
—Te ves muy apagada.
—¿Qué esperabas? Estoy trabajando.
—Tus compañeros parecen divertirse más que tú.
—Están en su ambiente. Son de esas personas, a las que les apasiona el tema del dinero y como se hace más dinero.
—Tú antes te veías así—comentó con la mirada al viento, como si pudiese ver sus recuerdos—. Cuando pintabas, ponías una cara tan seria—dijo entre risas—, te frustrabas tanto cuando no salía como querías, al final hasta llorabas.
—Tú sabes por qué lo dejé—respondió con melancolía—, no era buena.
—¿No crees que, si no lo hubieras dejado, pudiste volverte buena con el tiempo?
Aunque aún pintaba, hacía un tiempo que ya no quería enseñarle las pinturas a nadie. Es decir, solo al inútil de Kiroshi que, haciendo memoria, nunca se las devolvió.
De todas formas, ella no consideraba que se hubiera vuelto buena. Pintaba más que nada como una necesidad, como si tuviese una especie de hambre que solo sacando de su mente las imágenes a través de un pincel era capaz de saciar.
Esa necesidad la tenía desde que era una niña.
De hecho, cuando tenía 14 años, su amiga Victoria la convenció de entrar a un concurso de arte.
Eli en un principio no quería hacerlo, no porque le asustara perder, sino porque sabía que a sus padres no les gustaba que le dedicase tanto tiempo a lo que ellos pensaban que era solo un pasatiempo.
Pero, Victoria le había dicho:
—Mis padres decían eso de la repostería también, pero, gane un montón de dinero el verano pasado vendiendo mis pasteles y ahora me apoyan totalmente.
—¿En serio? —le preguntó una puberta Eli intentando disimular lo mucho que esa idea llamo su curiosidad.
—Ellos dicen que, puedo estudiar algo relacionado con la repostería cuando sea mayor, y entonces, me ayudarán a poner una tienda.
—¿No sería eso, como un sueño?
—Es un sueño, ¿verdad? Pero, podría ser mi sueño. ¿Tu sueño es ser artista?
—No sé si sea mi sueño, pero es algo que de verdad me gusta hacer.
—Pues ya está, el premio por el concurso son 15 000 dólares.
—¿Tanto por un concurso de secundaria?
—Pues claro, todas las secundarias de Brooklyn van a participar. Imagínate, ¿no te gustaría ganar eso?, apuesto que tu mamá se lo presumiría a todos.
—¿Mi mamá? Ella no suele presumir las cosas que yo hago.
—Pero, si ganas el concurso, no hay manera de que no lo presuma, ¿verdad?
La sonrisa que puso en ese momento, casi dejaba escapar la ilusión entre los dientes.
Su madre era... extraña. Diferente a otras madres.
Ella nunca la abrazaba ni le decía a sus amigas cosas agradables sobre su hija, aun cuando estas presumian a las suyas.
Tampoco le preguntaba de sus pasatiempos o intereses o le daba consejos maternales respecto a ser educada o que llevara siempre un sueter, ese tipo de cosas que suelen decir las madres.
Lucrecia solo daba ordenes respecto a sacar buenas notas, volver a tiempo a casa y no hablar con extraños.
Para su desgracia, Elizabeth fallaba en todas ellas y Lucrecia veía los fracasos de la niña como fracasos a su papel de madre.
Así que, la idea de hacer algo por lo que su madre se sintiera orgullosa de ella, le parecía a Eli más atractiva que la idea de ganar un premio.
Después de eso se la pasaba encerrada en su cuarto haciendo bocetos, apenas salía para ir a la escuela y casi ni comía, ni siquiera vio a su amiga todo ese mes.
Creía con una fé ciega que, si ganaba el concurso, su mamá correría al escenario y la abrazaría, después le diría que, si quería ser artista, usaría el dinero para construirle un estudio de arte.
Hasta que finalmente, sintió su trabajo terminado.
Había pintado una mariposa en colores neón sobre un fondo negro que, si mirabas más de cerca, era una horrible oruga cuyas alas estaban pegadas con cinta adhesiva.
Al día siguiente, se gasto la mesada en un tubo protector y llevó su pintura al centro de correo. Ante el buzon dio un largo suspiro, luego hizo rezó que le enseñó su padre.
Le dijo que tenía que juntar todos sus dedos y apretar con fuerza sus palmas, entonces diría "Querido dios, por favor, por favor... hazme ganar un liston en el concurso".
Después metió la pintura en el buzon y se fue dando brincos para volver a casa.
Era una niña muy energica.
Con el tiempo, el día de anunciar al ganador llego, por lo que Eli le rogó a sus padres que la acompañaran al auditorio. Su padre finalmente cedió pese a las negativas de su madre.
Para la ocasión, Eli incluso se había puesto el vestido blanco de su primera comunión y los zapatos dorados que su mamá casi no le dejaba usar, porque quería estar muy elegante si la llamaban a recibir algún premio.
Cuando la entrega de listones comenzó, Elizabeth le rogó a dios.
"Por favor dios, al menos dame el tercer lugar y haz que me abrace mamá".
Pero el nombre que dijeron no fue el de Eli.
Después, anunciarían el segundo lugar.
"Por favor dios, dame el segundo lugar y haz que me aplauda mamá".
Pero ese nombre, tampoco fue el de Eli.
Ya solo quedaba por anunciar el primer lugar.
"Dios, si rompo en llanto aquí mismo, ¿puedes hacer que me consuele mamá?".
Y el nombre que gritaron fue el de Elizabeth Marcovich.
Ella casi saltó de la emoción.
—Eres tú, felicidades, Eli —le dijo su padre con una gran sonrisa —, oye, no sabía que te gustaba pintar.
—Sí, gracias —dijo la pequeña con bochorno, luego se giró a buscar el rostro de su madre esperando que estuviese iluminado con orgullo.
—Ah, así que por eso no salías de tu cuarto—dijo Lucrecia con desdén—, oye Elizabeth —se giró a ella con las cejas inclinadas —, espero también usaras el tiempo que estuviste encerrada para estudiar como te dije que lo hicieras.
—¿Eh? —se confundió Eli.
—Quiero decir, aunque hayas ganado, no lo usaras como excusa para bajar tus calificaciones—le explicó como si no significara nada, Eli se petrificó, su mamá volvió a girarse para ver al presentador, que repetía el nombre de Eli para pedirle que fuese al escenario a recoger su premio—me duele la cabeza. Anda, ve a recogerlo para que podamos irnos.
La niña miró al suelo, se miró los dedos, se recordó a sí misma repasando una y otra vez los bocetos hasta que estos le dolían, vio su pintura en el centro del escenario, le pareció horrenda.
Tenía los trazos desiguales, unos más anchos que otros, además, la oruga era demasiado obvia, no tenía nada de original, era obvio que una porquería así nunca iba a impresionar a nadie.
No era artista ni podía serlo, solo era alguien que podía hacer manchas en una tela vieja.
Gran cosa, hasta en el kínder te enseñan a hacer orugas y mariposas.
Era un fraude.
Que baja debía ser la escala del concurso si alguien como ella podía ganarlo.
Como lo pensó, no era buena para eso, no era buena para nada. Vio sus zapatos dorados y se dio cuenta de que los había estado limpiando para nada.
—Niña —la regaño Lucrecia — ¿no piensas ir o qué?
Entonces, Elizabeth vio como los zapatos se mancharon por una gota que les cayó encima, era su llanto. De pronto, había comenzado a llorar, incapaz de detenerse.
—Eli, ¿qué tienes? —se acercó a ella su padre —¿Por qué estás llorando de repente?
—Elizabeth, estás llamando mucho la atención—la reprendió Lucrecia.
—Perdón —siguió llorando Eli — ¿podemos ir a casa? Ya me quiero ir a casa, por favor.
—Linda—le dijo Edvin acariciando su espalda—, te están esperando, si quieres, recoges el premio y nos vamos ¿sí?
—Por favor, vámonos.
—Por el amor de dios —exclamó Lucrecia, tomo a Elizabeth del brazo y la arrastro bajando las gradas. A medio camino se inclinó a susurrarle al oído —deja de llorar, se te ve fea la cara cuando lloras —. Eli se forzó entonces a contenerse para darle un apretón de manos a los jueces y recibir su listón con los ojos enrojecidos.
El dinero lo usaron para arreglar la cerca de enfrente.
Ah, pero ese recuerdo siempre la hacía llorar. Así que solo se empeñó en alejarlo de su mente.
—Mis padres jamás me hubieran dejado estudiar arte—sentenció ella—. Además, si ni siquiera era buena, ¿Qué caso tenía?
—Pero, aún tienes oportunidad, ¿no crees? Aún somos jóvenes —sí, ella era joven, pero a su ver, ya no tenía oportunidades. Nico, la notó entonces cabizbaja, entendió que no quería hablar de ello, así que no siguió con el tema—¿quieres bailar? —Soltó de repente.
Fue llevaba a la pista de baile de su mano, la música era aburrida y no sabía cómo bailarla, Neo le propuso enseñarle, pero Eli negó con la cabeza, se acercó al DJ y le solicitó que pusiera algo más picante.
Debido a que esas fueron sus palabras exactas, "picante", apenas dio unos pasos al centro de la pista, el DJ reprodujo Spyce de la banda coreana Aspea, ella no conocía la canción, pero comenzó a moverse al ritmo de la música de manera natural, Nico la miró forzando una sonrisa, fue cuando la letra coreana salto de repente que Eli abrió los ojos reconociendo el idioma.
Se pregunto si solicitar música coreana en una fiesta japonesa podría considerarse racista o no.
Ella se giró a Nico con la cara azul, este solo se rio provocando que lo hiciera también, después continuaron bailando como si fuera nada.
Cuando la canción termino, Eli se acercó nuevamente al DJ.
—Ahora ponga ZITTI E BUONI de Maneskin.
El Dj obedeció.
—¿Maneskin? —reconoció Ian la letra rápidamente—Roberta, ¿quieres bailar?
La chica asintió nerviosa.
Poco a poco, la pista de baile fue aumentando su cantidad de gente, y ya que estaban en el tema de poner canciones en idiomas que no entendían, Roberta decidió agregar waka waka de Shakira.
Dejándose llevar por la euforia del baile y la camarería, Eli se acercó rápidamente al DJ a ganar el turno para pedir Je Veux de Zaz.
—Solo la tengo en karaoke —le explico el DJ después de buscarla en su laptop.
Lo pensó un segundo, luego le preguntó:
—¿Tiene micrófono?
El hombre le ofreció el instrumento, ella se soltó de la mano de Nico, aunque la letra se proyectó en el panel de atrás y estaba claramente en francés, no necesitó girarse ni una sola vez, ni siquiera para los pápala papa pala, la cantó acompañada de rítmicos movimientos cabeza, manos, brazos, hombros, piernas y caderas.
Ella tenía una idea, pero en realidad no lo sabía, que bailaba con la soltura y naturalidad de una hoja en el viento, no sabía que los movimientos de su cuerpo cargaban una invitación, que fue aumentando más y más la cantidad de gente en la pista, ni que el timbre de su voz llevaba consigo la melodía de su risa, que, si bien distaba de ser una voz angelical, lo compensaba con esa sonrisa cuya dicha se pasaba de boca en boca a través de la vista.
De cuando en cuando, buscaba entre los que se habían quedado sentados, la mirada de Mitzuru.
Él parecía ser de todos, el más absorbido en ella, pero Eli no sabría en ese momento que, para contemplarla, había dejado a su madre con la palabra en la boca y Mei no estaba contenta con ello.
Para no ser tan importante, parecía que la mirada de su hijo era frecuentemente atraída hacia barbie y mucho menos le gustaba la sonrisa estupida que acompaña esa mirada.
Porque Mei pensaba en Mitzuru como un hombre inteligente. Y los hombres inteligentes solo se vuelven estupidos cuando se enamoran.
Aun así, a Eli la dicha la habría acompañado toda la noche, si en ese entonces no se hubiera distinguido entre la gente, la cara de su padre junto con su madre del brazo.
Notas de autor: Hola chicos, como siempre, les doy las gracias por llegar a este capítulo y los invito a decirme ¿Qué les pareció? Es un poco triste pero no tanto. Bueno, creo.
Espero que les haya gustad así como espero tenerlos por aquí la próxima semana. Sin espoiler, se vienen cositas :)
Yo soy shixxen y me despido, chaoBye.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro