Capítulo 23: En este mundo sobras
Eli bajo su cabeza separándose del beso de Mitzuru para encontrarse con la figura de Tashibana Hiashi en la puerta, Mitzuru en cambio tiro la suya hasta hundirla en el cuello de Elizabeth.
—Hiashi—exhalo él en hastió.
—Dime que es mayor de edad —proclamó Hiashi negando con la cabeza.
Roja como una manzana, Eli asomó sus ojos para verificar que no hubiese nadie detrás de él.
—¿Quieres cerrar la puta puerta? —le reclamó Mitzuru levantando la cabeza.
—Maldito malagradecido—se quejó Hiashi cumpliendo su petición—, ¿hace eso por ti y no puedes ni comprarle ropa buena?
—Ella no....—iba a aclararlo cuando sus ojos se encontraron con la paralizada Elizabeth, su expresión altiva había cambiada a la de un cordero asustado. Mitzuru le puso la mano en la mejilla y sonrió para calmarla —. Tranquila, bonita —luego subió el tono de voz —, él no va a decir nada porque no es su asunto.
Eli vio a Hiashi quien inclinaba una ceja como si la juzgara, pero él a penas y le prestó atención antes de regresar su vista a Mitzuru.
—¿Quieres que los deje solos? ¿Tres o... tal vez cinco minutos?
Mitzuru le arrojó una mirada despectiva y después volvió a ver a Elizabeth.
—Vamos a tener que dejarlo para después.
Eli asintió mientras Mitzuru se le separaba de ella.
—Oh, ¿Qué pasa? —se burló Hiashi —¿Tu pequeño amigo se apeno?
—No es pequeño —aseguro Mitzuru con una sonrisa forzada, Eli se bajó de un brinco para subirse las bragas siendo cubierta por el escritorio—, no te proyectes en mi—Hiashi casi se ríe ante su respuesta—. Obviamente, tu voz me lo hecho a perder—se volvió a Eli—. Ve con Alicia Pickman al piso cuarenta y dos, la ayudaras con el evento de mañana.
Eli no dijo nada, si bien bromeaban entre ellos, la situación tenía un aire tenso por lo que prefería salir huyendo de la escena.
—¿Es que no ha trabajado suficiente? —continuo Hiashi, ella ni lo miro, le dijo "con permiso" y continuo el paso.
Al irse lo escucho cambiar el idioma a japonés, lo que confirmo sus sospechas de que cuando se burlaban de ella lo hacían en ingles solo para que los entendiera.
Mitzuru ya sabía que sería un día ajetreado y ya que le habían arruinado el "desastres", se lo paso en completo mal humor cuando fue a recoger a Kai. No ayudo que tuviese que pagar tres mil cuatrocientos dólares porque en algún punto de la noche, Kai se había ofrecido a pagar una ronda para todo el bar y después, el muy desconsiderado, le había pedido que lo llevara a casa para bañarse.
Kai había conseguido un piso en un edificio a treinta minutos de la oficina que tenía vista a los rascacielos de NY. Para ser un estudio, era bastante amplio y tenía tantas entradas de luz natural que era casi segador, aumentado por la paleta de colores claros y los pisos blancos que parecían hechos para bailar.
También tenía una amplia y desperdiciada cocina que Mitzuru dudaba que Kai supiera encender, un comedor pequeño con lugares para apenas unas cuatro personas, eso sí, una enorme barra de bar con luces cuya vinera a la espalda lucia bien surtida de la que Mitzuru se sirvió una copa de Merlot y un escritorio olvidado posicionado justo delante de la vista, Mitzuru no podía imaginarse a Kai trabajando después de su turno.
También tenía una cama montada sobre una base de yeso que tenía luces automáticas y un ropero de cada lado, del otro lado estaba la sala en la que resaltaba un televisor de 80 pulgadas con orillas curvas y bajo el mismo, una biblioteca empotrada en la Mitzuru encontró con decepción que el desobligado no había conseguido ni un solo libro en inglés como él le dijo que lo hiciera.
En la misma pared, había fotos de todos los miembros de su familia directa, principalmente, muchas de los pequeños gemelos de Hana. Claro, estaba la foto en la que se encontraban todos los Tashibana frente a la compañía e incluso había una de él con Kai y Hana el día que Mitzuru se fue de Japón, pero era evidente a quienes tenía en la pared por compromiso y a quienes si les quería ver la cara.
Por ejemplo, no había ni una sola foto en la que apareciera Izamu, ni siquiera en la de la boda de Hana, para esa había escogido una donde ella aparecía sola.
Mitzuru observo fijamente su propia foto, casi diez años habían pasado ya y la expresión de hartazgo que tenía ese joven en el rostro, parecía que se le había quedado para siempre.
Sintió unas ganas casi insoportables de arrancarla de la pared, la forma en la que Kai y ellos habían cambiado su actitud hacia él después de lo que paso con Hana le provocaba cierto asco, aunque alguna vez quiso ese nivel de aceptación de los Tashibana, en el punto en el que lo consiguió de esa parte de la familia fue tan desolador.
Porque no se lo creía del todo, una parte de él seguía diciéndole que solo fingían, que eran unos hipócritas. El sentimiento fue tan repulsivo que se bebió la copa de una para pasarse el mal sabor e inmediatamente se dirigió a servirse otra.
Lo peor de aquella pared no era ni siquiera eso, era que seguía sintiéndose fuera de lugar entre tantas sonrisas. Veía la cara de Kai sosteniendo a un gemelo en cada brazo y la cara de Hana abrazándolo por detrás mientras se reían, vio la foto de cuando Kai se graduó y como los cuatro miembros de su casa juntaban las caras apretujándolas entre sí para caber en el cuadro e incluso la reciente que reposaba la pose con sus padres y su hermana agregando el signo de paz y como odio esa foto, porque al verla tenía esa horrible sensación de estarse hundiendo en brea, esa que ponía en su cabeza la frase "Entonces, así es como luce una familia".
Se bebió otra copa sin recelo y suspiro, observo en su reloj que ya iban a ser las doce y como vio la puerta del baño cerrada, llamo a Alicia.
—Buenas, jefe —contestó ella en una voz juguetona— ¿A que debo el honor?
—Alicia, dígame una cosa ¿La señorita Marcovich esta con usted ahora?
—Claro, esta...
—Esta bien, no diga que estamos hablando de ella.
—¿Por qué? —se extrañó Alicia.
—No pregunte. Hágame un favor, ¿de acuerdo?
—Dígame.
—Invite a la chicas a comer y cuando llegue, yo pagare el almuerzo de las tres.
—¿Y eso? ¿Desde cuándo tanta amabilidad?
—No pregunte y hágalo. Le conviene ¿no? Vaya a un sitio caro si quiere, solo no diga que yo las estoy invitando.
—Lo que usted ordene, jefe.
—Gracias.
—Hasta luego.
Cuando colgó la llamada, escucho a Kai reírse detrás de él, por lo que se giró a contemplarlo de manera acusatoria. Kai había salido de la ducha con una bata puesta y una toalla enrollada en la cabeza.
—Pero qué lindo —se burló Kai—, y yo que pensaba que le invitabas el almuerzo para forzarla a comer contigo.
—Vete a la mierda —le espetó Mitzuru mientras se servía otra copa—, yo no tengo que obligarla a nada y a ti no te importa porque le invito el almuerzo—Kai giro sus ojos —. Mejor apresúrate a cambiarte para irnos. Y transfiéreme el dinero que pague por ti, idiota.
—Sí, sí —le restó importancia Kai mientras caminaba al closet para vestirse.
¿Y él, como iba a entenderlo? Si Kai se pasaba los días en eternas vacaciones. Él nació con la vida hecha y todo lo que tenía que hacer era justamente lo que le dijeran que hiciera.
Ir a la escuela, graduarse, trabajar en la empresa familiar y casarse, seguramente hasta tendría un matrimonio arreglado y después uno o dos hijos, una vida entera llena de abundancia.
No, Kai nunca iba a entenderlo, él nunca iba a tener bien grabado en la cabeza el recuerdo de despertarse a la mitad de la noche porque escucho ruidos en la sala que no parecen venir de los ratones, bajar un piso y encontrarse con su madre contando monedas de 50 yenes para después llevarse las manos a la cabeza y romper en desesperado llanto.
Porque los recuerdos de infancia de Kai estaban llenos de alegrías y juguetes nuevos. Probablemente, los de toda su vida hasta ese punto lo estaban.
Mitzuru todavía recordaba como en la cena de celebración de Kai, cuando se graduó del instinto.
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—Felicidades—le acaricio la espalda Reiko justo después de aplaudir—, mi hijo Kai no solo es guapo, también es inteligente—agregó como presumiendo para toda la mesa.
—A partir de hoy, debes volverte selectivo, Kai—señalo Keisuke con el dedo, pese a que, igual que su esposa, no podía evitar que la dicha se le escapara en forma de sonrisa—. Las mujeres te perseguirán a todos lados.
—¿Qué? —exclamo Hana con un gesto de preocupación —. No puedes, hermano—le dijo a Kai—, si sales con una chica que te importe más que yo, me pondré celosa. De hecho, debes cuidarte de las cazafortunas, por eso, no puedes casarte con ninguna chica a menos que yo la apruebe.
Instintivamente, al escuchar la expresión "Cazafortunas", Hiashi dirigió su vista a Mei, cosa que hizo que Mitzuru le lanzara una mirada de muerte.
—Ya paren con eso todos ustedes—pidió Kai visiblemente avergonzado—, solo me gradué del instituto, aún tengo que graduarme de la universidad y justo después, comenzaré a trabajar en la empresa familiar, dudo tener tiempo para las chicas.
—Ah, qué rápido crecen—suspiro Reiko—. Mi pequeña Hana ya está comprometida y mi pequeño Kai ya está pensando en trabajar.
—Es cierto—asintió Keisuke—. Pronto enfrentaremos el síndrome del nido vacío.
—Al menos sus hijos se quedan en Japón —agregó Mei con una expresión deprimida.
—Se va a Estados unidos, no a Guantánamo —susurro Hiashi con desdén.
—Tú te portas como si te fueras al infierno —repuso Mitzuru.
—¡Mitzuru! —lo reprendió Reiji. La mesa entera hizo un silencio tenso.
—Lo siento —dijo Mei apenada—. No debí haber mencionado algo triste en una celebración.
Mitzuru sintió tanta rabia que estuvo a punto de llorar.
—¿Puedo retirarme? —preguntó en una voz fría —. Me estoy sintiendo mal.
—Adelante—concedió Reiji torciendo sus ojos.
—Gracias —dijo Mitzuru al levantarse, después hizo una reverencia para despedirse y mientras se marchaba, oyó a su madre volver a disculparse en su nombre.
—Está muy alterado por Ariza—lo excusaba Mei.
A diferencia de cuando era un niño, ya no sentía ninguna tristeza por las injusticias diarias de la casa Tashibana. Sentía rabia.
En ese entonces, era un ente lleno de odio. Odiaba ese lugar, odiaba a esas personas y se odiaba a sí mismo cuando estaba con ellos.
Pensó que, al irse lejos, las cosas iban a cambiar.
Pero qué equivocado estaba.
El odio lo siguió hasta NY y no lo soportaba. Por eso necesitaba sus vicios, todos ellos. El trabajo, el ejercicio, los libros, el alcohol, el tabaco y las mujeres.
Necesitaba algo que hacer, algo en que pensar, cualquier cosa que lo distrajera para no hundirse dentro de ese odio.
Porque cuando venía a él, también venía ese sentimiento, ese eterno recordatorio de que en Japón nunca encontró su lugar y tampoco lo encontraba en NY.
A diferencia de Kai, quien había traído hasta el incienso y un par de yukatas consigo, él no tenía algo que pudiese representar a su "hogar", porque Mitzuru no tenía un hogar en el mundo.
Él era un eterno extranjero perdido que no pertenecía a ningún lado y si no perteneces a ningún lugar, entonces, en este mundo sobras.
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