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Capítulo 11: Su culpa

La mañana de la fatídica junta, Alika había ayudado a Elizabeth a arreglar su lavabo.

—Entonces—preguntaba Alika, ella lo hacía todo sola y Eli solo le pasaba las herramientas—¿ahora te quieres coger a tu jefe?

—Yo no dije que quería cogérmelo—se defendió Elizabeth—, solo te dije que cuando me beso, se movieron cosas.

—¿Cosas en el pecho o —inclino sus ojos—entre las piernas?

—Cosas—dijo Elizabeth girando los ojos en picardía.

—Bueno, creo que deberías aceptar.

—¿Por qué piensas eso?

—Porque—expuso su mano como si la respuesta estuviera en ella—, igual te lo vas a coger.

—Oh, ¿en serio? —preguntó ofendida.

—Claro, mírate, estás supercaliente.

—¿De qué hablas?

—Es lógico. No tiene tanto que terminaste una relación, estabas acostumbrada a coger casi a diario y de repente, boom, 2 semanas sin un pito. Entonces, se te insinúa el jefe de papá, que es elegante, millonario y además tu jefe, lo cual es como la fantasía sexual del 70% de tu generación.

—Suenas tan vieja si lo dices así.

—Niña, tengo 32 años.

—No me digas "niña" —dijo entre risas—. Pero, tal vez tengas razón.

—Además, el tipo tiene una alerta de peligro en la cara. Prácticamente, te dijo que jamás te va a tomar en serio, entonces ¿Qué importa? Date el gusto y sácale dinero. Solo es ganar para ti.

—¿Y qué tal que coge riquísimo? —preguntó como si esa idea la agobiara.

—Yo te tendría mucha envidia.

—Me conozco demasiado bien, si un hombre me da dinero, atención y buen sexo me enamoraré de él.

—Eres tan básica ¿Y de verdad es eso o solo estás justificando tu libido con amor?

—¿A qué te refieres?

—Pareciera que siempre pretendes negar tu propia naturaleza—imito la voz infantil de Eli—. "Soy mezquina, pero solo con quien es mezquino conmigo", "Disfruto la venganza, pero no soy cruel", "Utilizo a las personas, pero no pretendo lastimarlos" y ahora "sí, tengo sexo, pero lo hago por amor".

"¿Por qué no simplemente admites que ese hombre te pone caliente?

"En realidad, no tiene nada de malo que disfrutes tener sexo, malo sería que lo hicieras aunque no te gustara.

"En lo que realmente estás equivocada es en no saber separar las cosas.

"Hay personas en este mundo con quien puedes simplemente darte el gusto de compartir una o un par de noches y otras pocas con las que puedes hacer toda una vida.

"Debes de pensar en ello, de reflexionar sobre ello. ¿Eres realmente "enamoradiza" o solo eres una caliente? Y reflexiónalo bien, Blondie, porque él lo tiene claro, en cambio, tú...

Elizabeth torció los labios, no muy convencida.

En ese momento se escucho un incesante golpe en la puerta. Elizabeth mostró una mirada de pánico al escuchar la voz diciendo "señorita Marcovich" del otro lado.

—Mierda—maldijo ante el gesto acusatorio de Alika.

—¿No pagaste?—susurro sin poder contener su cara divertida.

—No —murmuro Eli—. Mi padre me dijo que no cobraban depósito y cuando llegue, resultó que tenía que pagar el primer mes por adelantado. Dije que pagaría con mi primer cheque.

—Pues paga.

—Me lo gaste todo.

—¿Qué sucede contigo?—la regaño para establecer lo obvio— Primero se paga la renta.

—Señorita Marcovich—insistió la voz del casero—, se que esta ahí, veo la sombra bajo la puerta.

Eli vio a Alika cuestionándola.

Ante la angustiada cara de Elizabeth, los ojos de Alika adquirieron el destello de una idea.

—Pídeselo a tu jefe.

—No voy a hacer eso—se quejó Elizabeth. El casero la llamó otra vez.

—¿Por qué no? —cuestiono Alika—así te lo coges y te sacas la espinita de una vez—Eli corrió a la ventana y comenzó a descender por la escalera de incendios, Alika la siguió pero siguió insistiendo desde dentro del departamento —. Pídele que rente un departamento para encontrarse contigo. ¡Aprovecha y sal de este basurero! —le propuso al final, pero Elizabeth había decidido ignorarla y huir.

Al verla correr por el asfalto, Alika se impresiono y dijo para si:

—Es rápida en tacones.

El casero abrió la puerta con su propia llave y Alika aseguró que estaba sola y que solo había ido a a reparar la tuberia. Pero el casero miró la enorme flor con hadas aldredor en la pared y luego se quejo con la mirada.

—No pueden pintar las paredes—señalo él—. Tienen que pedir permiso para hacer cualquier modificación.

—Obviamente—aseguró ella en una queja—, es grafiti. Fueron unos vándalos, mejoren la seguridad aquí.

—¿Qué creen que es esto? ¿El four seasons? No pueden pagar seguridad—le señalo con el dedo—. Y dile a tu amiga que pague o se vaya a dormir a un refugio.

—¿Acaso parezco su madre?

—Tiene 3 días o encontrará sus cosas en la calle—luego se giro y se fue balbuceando: —putas drogadictas.

Ya no la sorprendía la escasa empatía del obeso Marshal.

Con fastidio, Alika le envió a Elizabeth el mensaje contando lo ocurrido.

Eli pensó en ello en la noche, cuando estaba arrojando los platos sucios al carrito de comida. Se preguntó si podía pedírselos a su padre.

Después se dijo que si se los daba, su mamá se daría cuenta y ambos pelearían por su causa.

Tampoco le parecía tan buena idea pedírselo a Mitzuru considerando que tal vez no estaban tan en buenos términos ya que, aunque comenzó a comprarle el almuerzo todos los días a partir de aquel, ella solo recibía el dinero y ya no se quedaba a comer con él.

Así que retomó su labor esperando ahuyentar la propuesta de Alika de su cabeza.

—¿Sabe? —la interrumpió entonces la pesada voz de Tashibana Mitzuru, quien estaba parado en la entrada—, me cobran por esos platos.

—Lo siento—trato de excusarse.

Mitzuru se giró a ver detrás de él, después terminó de entrar a la sala y cerró la puerta.

—¿Está enojada?

—No es eso—contesto escondiendo el rostro. Pero era tan obvia al respecto que Mitzuru solo la observó incrédulo—. Su familia es...

—Son idiotas—ella sonrió al notar que le robó las palabras de la boca.

—Son mis jefes.

—Son básicamente jefes del mundo, eso no les quita lo idiotas—ella asintió retomando su tarea, Mitzuru camino un par de pasos hasta ella para llamar nuevamente su atención—. Escuche, cuando entro estábamos en un momento muy tenso y trataron de usarla como alivio para suavizar el ambiente. Me disculpo por eso.

—Está bien. Usted no dijo nada.

—Sí, es por eso que me disculpo—levanto su vista y sus ojos se encontraron.

—Usted no es como ellos, ¿verdad?

—Ni siquiera soy un Tashibana de verdad.

—No me refiero a eso—Eli sonrió antes de explicarse—. Kai parecía amable y luego se burló de mí cuando me vio tener hambre.

—Kai es amable—aseguró Mitzuru—, solo no lo entiende. Él nunca ha tenido hambre.

—No lo entendió porque no tiene la empatía para hacerlo—constato—. Los ricos ven al resto de nosotros como si fuéramos de otra especie. Una inferior a ellos.

—¿Y cómo la veo yo?

Volvió a verlo a los ojos. Ella sonrió.

—Sería muy peligroso, señor Tashibana, si yo le describiese la mirada que percibo en usted.

Él reflexionó en sus palabras.

—¿Eso es apropósito?

—¿El qué? —pregunto haciéndose la tonta.

—Sus coqueteos.

—Es involuntario—respondió mientras su conciencia era atrapada por los ojos de Mitzuru—¿y usted?

—Completamente a propósito—afirmó sin reparos. Eli contuvo su sonrisa —¿Eso la asusta?

—¿Por qué me asustaría?

—Qué imprudente. Debería estar aterrada.

Lo estaba. Pero no de él, no de sus ojos, no de sus manos y claramente, no de su presencia. Estaba aterrada de sí misma, de lo fácil que era, de lo rápido que su corazón la llevaría hasta el fondo de ese abismo que él tenía en las pupilas si no encontraba la fuerza para resistirse.

Antes de que pudiese pensar una excusa para que la dejase sola, Mitzuru comenzó a recoger los platos también.

—Está bien—antepuso su mano para detenerlo—. Es mi trabajo, no el suyo.

—¿Por qué está haciendo esto tan tarde?

—Porque... No sabía que tenía que hacerlo—Mitzuru la vio esperando que se explicase, pero no había más que decir—. Maia me vio mientras me iba y me preguntó sí ya había recogido. Le dije que no y me envió a hacerlo.

Él entrecerró los ojos. Después continúo ayudándola.

—¿A qué se refiere con que...—pregunto Elizabeth con una voz temblorosa—no es un Tashibana de verdad?

—Ah... ¿No lo sabe? —cuestionó Mitzuru como si aquello fuese algo de conocimiento general—Mi madre se casó con Reiji-san cuando yo tenía 8 años. No es mi padre.

—¿Y qué paso con su padre biológico?

Los ojos arqueados y la mueca ajustada de Mitzuru la hizo arrepentirse de preguntar.

—Vivíamos en un dieciseisavo piso y se cayó un año antes.

—¿Se cayó? —el tono consternado de su voz parecía indicar que ella no le creía.

—¿Esa pregunta tiene algún tipo de connotación racista? —sugirió en aire recriminatorio.

—¿Qué? —se defendió—¿Por lo que hacen los japoneses?

—Guau. El hecho de que usted lo diga es incluso peor que el que yo lo haya sugerido.

—¿Por qué lo dice? ¿Por qué soy blanca?

—Se cayó, Elizabeth. Eso es todo—la silencio antes de que dijese algo que de verdad fuese ofensivo.

—Lo siento—trago saliva arrepentida—. No quería hacer una broma sobre eso.

—Entiendo que es una historia rara. Pero así fue.

—Discúlpeme, señor Tashibana. Pensaba que usted era un privilegiado, en cambio, parece que en realidad ha tenido una vida muy desafortunada.

—Desafortunado—repitió para sí en un suspiro pesado—, es la palabra correcta. Sin embargo—agrego como si aquello le diera consuelo—, nosotros no éramos ricos y ahora sí así que...

—No creo que eso se lo deba a Tashibana Reiji—sugirió traviesa—. ¿Sabe? Una vez en mi curso de finanzas nos dieron una clase sobre usted. Bueno, el tema era "El caso Tashibana" y no puse mucha atención porque—agrego con asco—... Finanzas.

—Claro—contestó Mitzuru con sarcasmo—, solo es a lo que me dedico y en lo que se supone trabaja para mí.

—El punto es...—continúo desviando el tema—que dijeron que la compañía no había logrado una buena incursión en el mercado americano —lo señalo juguetona—hasta que llego usted—Mitzuru bufó con falsa modestia—. Esta compañía estaba por cerrar, ahora es una marca capaz de competir con las favoritas de siempre.

"Puede que yo no entienda mucho sobre números, pero entiendo que, de los escombros hizo un castillo, señor Tashibana.

—Sí—asintió con melancolía—, pero en parte soy bueno porque esto es lo que me criaron para hacer.

—¿Lo criaron para las finanzas?

—Me criaron para hacer dinero.

—Es bueno en lo que hace. Si no tuviera este trabajo igual y tuviera otro. Esa es su propia capacidad, no el apellido de Reiji.

Mitzuru la analizó pensando que era tan perceptiva como un personaje de Agatha Christie. Solo que más bonita.

—Me gusta lo que hago—añadió ante la mirada confusa de Eli—pero a usted no. ¿Por qué lo hace entonces?

—Necesito el salario.

—Pero ¿Por qué estudia finanzas?

Ella levantó sus hombros como si fuera nada.

—Es donde me aceptaron—. Él permaneció en silencio dejando en claro que quería saber más al respecto, Eli exhaló fuerte antes de explicarse a sí misma con la cabeza agachada—. A mí me gusta pintar. También me gusta el baile, el karaoke y la cocina, pero... pintar es lo que más me gusta hacer.

"Incluso ahora, termine exprimiendo plumones chinos en pintura blanca y para pintar en las paredes del departamento que rento.

"Pero, como no fui aceptada en la escuela de arte, había decidido no ir a la universidad. Eso fue inaceptable para mi madre y termine por entrar a una.

—Pero. Tuvó otras dos oportunidades para solicitar la escuela de arte.

—De todas formas, no creo que hubiera servido para nada. Ese tipo de cosas no son trabajos de verdad, solo son una pérdida de tiempo.

—Si es algo que la hace feliz hacer, ¿Cómo podría ser una perdida tiempo?

—Porque... solo los artistas extraordinarios viven del arte y yo soy una... persona ordinaria.

—Eso no lo creo en lo absoluto—Mitzuru le acaricio la mejilla con sus dedos ásperos, casi le arrancaban la fina piel, Elizabeth se paralizó—. No hay nada ordinario acerca de usted.

Y se inclinó a besarla de nuevo, tomando esos labios entre los suyos como si ya tuviese el derecho. Como si ya le pertenecieran.

Ella buscó excusas dentro de su cabeza, pero antes de encontrarlas, sintió la fuerza de las manos de Mitzuru ponerse en sus caderas y el filo de su lengua explorar los adentros de su boca.

Su cuerpo fue empujado con una fuerza absurda hasta hacerla retroceder y cuando su espalda baja choco contra la mesa, Elizabeth solo atino a abrazarse a su cuello.

Alika pregunto si las cosas que se movían en ella eran dentro de su pecho o entre sus piernas, pero Alika no lo entendía.

Se movía todo.

Su cabeza no dejaba de dar vueltas, su corazón golpeaba salvajemente los muros de su pecho y entre las piernas sentía una cascada de agua hirviendo, como si dentro de ella tuviese un volcán activo que solo Mitzuru era capaz de apagar.

Para entonces, el mundo entero se había detenido, y todas las criaturas en él mantuvieron un pacto de silencio que había hecho que ella no pudiese escuchar más que el descarriado latir de su corazón mientras le suplicaba al cielo que él no pudiese escucharlo.

Cuando él tomó su cintura y la puso sobre la mesa, ella ya actuaba por pura inercia. Así que no era su culpa.

No era su culpa si le palpaba ella también con la lengua, los rincones de la boca.

No era su culpa si le ponía las manos en el pecho.

Y definitivamente, no era su culpa si le abría las piernas.

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