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Capítulo 10: La mesa Tashibana

Nota: El texto entre corchetes ([]) indica que los personajes están hablando en japonés.

Como era una mala perdedora, la sonrisa de satisfecha de Mitzuru le fue suficiente para para endurecer el gesto y apenas éste le dio la oportunidad, ella salió prácticamente huyendo de la oficina.

Mitzuru no volvió a interponerse en su camino. En ese punto se conformaría con el dulce sabor de sus labios ya la suavidad de los mismos entre los suyos.

Había decidido que a ella la quería degustar despacio, porque a las cosas buenas hay que disfrutarlas con calma, con paciencia suficiente para hacerlas durar, para saborear correctamente cada pequeña porción.

Y a Elizabeth la quería consumir hasta que no quedara nada.

Con ese beso había logrado su cometido, había plantado ya la semilla en ella que estaba dispuesto a hacer germinar.

Elizabeth por su parte se mantuvo atónita, caminó hasta el baño de mujeres y se encerró en uno de los cubículos.

Fue el único lugar en el que se le ocurrió que podía estar sola.

El hecho era que aquel beso había sido casi perfecto. No. Había sido perfecto.

Con la pasión e intensidad justa con la que le gustaba besar, ni demasiada ni muy poca, ni distante ni ansioso, justo en la media de pasión exacta, uno de esos besos destinados a convertirse en sus favoritos.

No obstante, ese también había sido el primer beso que le dio a otra persona. El primer beso que recibió después de que todo termino.

Eso la hizo recordar que ella ya tenia un beso favorito y por bueno que fuera el de Mitzuru, estaba lejos de borrar el de Kiroshi.

En aquella tarde, Kiroshi le dijo que no podrían verse porque iría a un congreso en los Ángeles, mirando atrás, eso bien pudo y ser una mentira.

Pero su ingenuo ser nunca pensó en preguntarle más sobre dicho congreso. Solo lloriqueo e hizo un berrinche diciendo que se sentiría muy sola alejada de él.

Entonces Kiroshi saco un espejo en forma de corazón de su bolcillo y le dijo:

"Si te sientes sola, entonces mira tus ojos. Dicen que son las ventanas del alma ¿no es cierto? Pues entonces tal vez puedas ver mi alma a través de ellos y así te des cuenta de que no estás sola, porque donde este tu alma, seguro que estará la mía."

Poco a poco, ese bobo recuerdo se coló en su cabeza como si lo estuviese viviendo por segunda vez.

De pronto fue como si pudiese escuchar el crujir de las hojas de los árboles de aquel parque, como si pudiese oler la yerba recién cortada, sentir el calor del sol cubriendo su rostro y como si pudiese ver el fondo de los ojos de Kiroshi, buscando en él para comprobar si era verdad, su propia alma.

Aquella Elizabeth estaba segura de haberla visto.

Rebusco en su bolsa para sacar el espejo que sabia que aun llevaba consigo y al ver su reflejo en él, quiso ser capaz de romperlo.

Ojala no lo hubiese tomado aquel día que la echaron de casa. Ojala lo hubiese olvidado sobre el tocador como a veces solía hacerlo. Ojala estuviese abandonado en su habitación como todos los poemas, los peluches y las joyas de fantasía y todo lo que le había dado a lo largo de su relación.

Ojala tuviese la fuerza de arrojarlo a la basura. Y ojala la hubiera tenido para dejarlo cuando encontró el anillo.

Porque entonces aun no se había embarazado.

Pensando en eso, volvió a guardarlo en su bolso. Una vez más fue débil.

Berreo para evitar llorar de nuevo pues ya estaba harta de hacerlo y se preguntó si acaso el niño en su vientre no seria un karma.

Si no seria todo aquello un castigo por su egoísmo y su debilidad.

Un castigo por ser tan patética que, incluso tenia con él un beso favorito.

***

Una o dos veces al mes los miembros de la familia Tashibana se reunían en una junta donde Mitzuru les exponía el estado general de la empresa.

En aquella ocasión, a Elizabeth estaba a cargo del menú para dicha junta. Después de todo, se había convertido en la chica que le llevaba el almuerzo a Mitzuru.

Ese día preparaba minuciosamente cada uno de los detalles del carrito de comida con la intención de presentar un buen servicio.

Cuando la alarma que programo en su teléfono sonó anunciando que faltaban 5 minutos para las 12, ella se encaminó a la sala de juntas empujando el carrito mientras respiraba pesadamente cada paso y ponía en su rostro una brillante sonrisa.

Maia la vio desde su escritorio de una manera juzgante, Eli simplemente recorrió la puerta para entrar.

Al hacerlo, escucho gritar a Tashibana Reiji con una voz fría y reclamante, sin embargo, no pudo entenderlo porque él hablaba en japonés.

Mitzuru permanecía de pie frente a la mesa oval a un costado de la lona del proyector con una pesada mirada de fastidio, mientras 9 japoneses se encontraban sentados en la mesa, todas las miradas se clavaron en Elizabeth en ese momento.

Pero la mirada más pesada de todas provenía de la mujer sentada a la izquierda de Reiji y a un lado de lo que sería la silla de Mitzuru.

Tashibana Mei, de cabello largo y castaño en ondas parecidas a la corteza de las avellanas, unos ojos casi tan fríos como los de su hijo, el porte delgado, la cara larga, unos labios que le recordaban a Eli el fino trazo de un pintor francés sobre una piel tostada y limpia como la de un recién nacido.

Era tan flaca que las clavículas se le notaban bajo el cuello, mismo del cual colgaba un relicario de oro. Pese a que rozaba los 60 años, apenas y tenía unas cuantas arrugas en el rostro.

Tenía los huesudos dedos entrelazados y entre ellos relucía su alianza de casada y al final de estos unas largas uñas que siempre vería pintadas de rojo. En la muñeca llevaba una esclava y vestía también con un vestido rojo, un channel sin escote acompañado de una capa.

La elegancia de su figura la llevaría en los ademanes de sus manos y en el tono suave de su voz, más allá de la finura de sus ropas.

Su buen gusto y la forma despectiva de su mirada provocaban en Eli una extraña mezcla de admiración y miedo.

—Llego la pasta —menciono Eli retomando su sonrisa como si no sintiera el peso de las miradas sobre ella.

—Señorita Marcovich—la llamo Mitzuru con voz fastidiada—, le dije que tocara.

—Sí, pero también me dijo que llegara a tiempo, y ya es tiempo.

—[Yo sí tengo hambre]— menciono el menor de los hijos de Reiji Tashibana.

Su nombre era Tashika, tenía 30 años y usaba el cabello inusualmente largo. Su traje era una combinación de Armani con Hugo Boss y Versace y llevaba dos anillos en la mano derecha. Él tenía una mirada que parecía amble y una sonrisa involuntaria que restaba seriedad absoluta a todo lo que salía de su boca.

—[Ya que ha llegado la comida, hagamos una pausa para comer]—propuso El mayor directamente a su padre.

Tashibana Hiashi tenía 38 años, dirigía la sucursal europea de la compañía, también tenía el cabello largo y los ojos cuadrados de Reiji, sin embargo, estos tenían un muy inusual color gris, considerando que era japonés. Siempre hablaba lentamente como si arrastrase las palabras, usaba trajes negros y algo curioso respecto a su persona era el hecho de que lo rodeaba un aura eterna de fastidio, como si todo lo que hiciese lo hiciera de mala gana.

—Bueno—acepto Reiji soltando un suspiro —, sírvenos, niña, ¿Qué trajiste?

Tashibana Reiji tenía 77 años, su rostro estaba repleto de arrugas y su cuello de verrugas. Aun así, la mayor parte de su cabello continuaba siendo negro. Era uno de esos hombres casados con las marcas, siempre vestiría un clásico Armani de camisa blanca con corbata y siempre llevaría mancuernas en las manos. Además, tenía el mismo gusto de Mitzuru por los Rolex.

—Espagueti a la boloñesa —contesto Eli, tras aclararse la garganta y comenzó a repartir los platos.

Entonces la mujer del traje azul dijo algo en japonés.

Tashibana Reiko de 78 años, era la hermana de Reiji, usaba un traje Channel, era baja y de figura redonda y del movimiento de su papada solo surgían palabras en japonés. Su cabello formaba un arco alrededor de su rostro y termina en el mismo punto que su barbilla, era tan lacio y grueso que parecía hecho de alambre.

—Mitzuru, ¿Ella no trabajaba aquí antes, verdad? — preguntó con malicia Tashibana Hana.

Hana tenía 25 años, era la hija menor de Reiko y hermana de Kai.

Tenía el cabello largo y lacio sostenido en una media cola por un coqueto listón rojo que formaba un enorme moño caído, la cara delgada y ojos como canicas en los cuales reflejaban una dicha infantil en contraste con la irritante voz chillona que surgía de sus carnosos labios.

Hana usaba entonces un vestido que parecía una sotana, debido la extensión inmensa y el color negro del mismo.

—Es una de las becarias—respondió Kai—la chica de los almuerzos de Mitzuru.

—Es la hija de uno de los abogados—agrego Mitzuru—, Elizabeth Marcovich.

—Pero ahora, solo trae el almuerzo—se burló Hana.

—En realidad, no es muy buena becaria—dijo Kai fingiendo una voz baja.

—Tal vez elegiste la vocación equivocada, chica de los almuerzos—río Izamu.

Tashibana Izamu era el esposo de Hana, tenía 28 años, el cabello castaño y rizado, usaba un traje gris de chaleco con camisa azul sin saco. En su cuello brillaba una cadena dorada, en su muñeca un reloj Montblanch y en su cara una sonrisa siniestra que incomodaba a Elizabeth incluso más que su desvergonzada mirada.

—Aún está aprendiendo —mencionó Mitzuru.

—¿Y qué le estamos enseñando? Además de a servir pasta, quiero decir—pregunto Hiashi.

—Vamos—dijo Tashika con la intención de hacer una broma —, seguro que tiene algún talento oculto.

—¿Té o café? —le pregunto Eli.

—Se ve como una idol ¿no? —bromeo Hana.

—El té es de limón— dijo Eli ignorando sus comentarios.

—Yo quiero té— le contesto Tashi—, frío.

—Chica del almuerzo—volvió a llamarla Hana—¿Cuál es tu talento escondido?

—Pinto—dijo Eli con desinterés.

Eli se apresuró a servir el té en un vaso de cristal y le puso dos hielos.

—Cuidado, no lo derrames esta vez—bromeo Kai.

—¿Tiene azúcar para el mío? —le pregunto Hiashi, Reiko volvió a decir algo en japonés.

—Traje miel, ¿la prefiere?

—Claro—Eli le puso una cucharada a su baso.

—Y dinos, ¿Qué más haces además de tu faceta artística? —pregunto Hana con malicia.

—Los fines de semana, soy actriz de Hollywood—aseguro con cierta molestia, Mitzuru comenzó a recriminarle con la mirada—, ¿Quiere té?

—Tomaré el café—respondió con una sonrisa falsa y Reiko volvió a hablar en japonés, Eli se acercó a Izamu.

—¿Está hablando de mí? —pregunto a sabiendas de que no debía.

—Quiere saber por qué estás vestida así—aclaró Mei.

—Té caliente está bien para mí—respondió Izamu.

—¿Cómo estoy vestida? —pregunto Eli después de llenar la taza y pasar a la de Reiko.

—Ella y yo tomaremos Whisky —dijo el hombre al lado de Reiko.

Era el esposo de Reiko, Tashibana Keisuke. Era un anciano que usaba un traje marrón, por lo general era callado, no veía a la gente a los ojos cuando hablaba con ellos, además, daba respuestas lo más cortas posibles.

—Yo lo sirvo, Elizabeth— le dijo Mitzuru pretendiendo darle a la chica una salida, pero Eli fingió no oírlo, tomo dos vasos del minibar y sirvió Whisky en cada uno de ellos, los miembros de la mesa se miraron entre sí.

Reiko dijo algo que pareció hacerles gracia.

—¿Cómo estoy vestida? —volvió a preguntar Eli, esta vez directamente a Reiko.

—Es porque no usas ropa formal—dijo Kai—, quiero el café.

—¿Está seguro? —lo retó Eli— ¿de pedir algo caliente?

—Correré el riesgo—contesto él sin saber si ella estaba bromeando o no.

La forma en la que miraban a Mitzuru revelaba que, los Tashibana tenían mucho que decir, pero no les gustaba obtener respuestas.

Eli se pregunta si tenían un problema con eso, entonces ¿Por qué simplemente no decían sus despectivos comentarios hacia ella en japonés? ¿Por qué querían que los entendiera?

—Los sueldos son proporcionales al trabajo que se realiza—contestó Elizabeth—, un traje formal cuesta 1500 dólares, por lo que, la chica del almuerzo hace su propia ropa con costales de harina y papas.

Izamu trato contener su risa inútilmente.

—¿También eres comediante? —pregunto Hana.

—Sus talentos se desperdician sirviendo café —aseguro Mei con una sonrisa que evidenciaba su enfado— con dos de azúcar, por favor. Whisky para el señor.

Eli le sirvió el café con suma tranquilidad.

—Vaya, Mitzuru tiene suerte de haberla encontrado—dijo Izamu.

—¿Qué haces para entretener a mi primo cuando se te acaba el reportorio? —se siguió burlando Hana.

—Me quito la blusa—respondió Eli sirviendo el whisky de Reiji mientras los presentes la veían con disgusto.

—Ella no hace eso—se apresuro a aclarar Mitzuru, sabia que la cosa explotaría en algún punto porque ni Hana ni Elizabeth eran de ese tipo de personas que saben cuando callarse—Elizabeth, discúlpate—le ordenó.

Elizabeth suspiró pesadamente.

—¿Bien cargado y con dos de azúcar? ¿Señor Tashibana? —le preguntó a Mitzuru mientras dejaba un plato de pasta en el asiento vacío.

—¿No me escuchaste? —le preguntó Mitzuru con un semblante serio. "Desgraciado, hipócrita, bien que te gustaría que lo hiciera" pensó Eli.

—¿Qué clase de actriz dijiste que eras? — pregunto Hana.

—No soy actriz porno, ni me quitó la blusa por 19.50 la hora—aseveró Eli.

—No creo que le paguemos suficiente para hacer eso—menciono Tashi a modo de broma.

—Sí, frustraría su sueño de servir pate de ganso—agregó Hiashi.

—Retírate por favor—le ordenó Mitzuru.

Eli asintió y comenzó a salir mientras oía a todos decir: "itadakimasu".

—¿Y mi disculpa? —preguntó Hana, Eli se paró en seco, luego le dedicó una mirada fría.

—Perdón si la ofendí—dijo en un tono neutral.

—¿Eso es todo? ¿No sabes disculparte con los japoneses?

—Pues no, pero sé hacer una reverencia, si eso la hace sentir mejor—se separó de su carrito, puso su pierna izquierda detrás de la derecha y se inclinó como en la corte francesa —, mis disculpas, mi lady.

Tashi reventó en una burla mientras Hiashi contenía lo mismo.

—¿No te importa tu trabajo, linda? —le preguntó la ofendida joven quejumbrosa, Eli se reincorporó.

—Hana, no es para tanto —le señalo Mitzuru.

—Relájate, Hana—le dijo Hiashi—fue una broma solamente.

—No creo que sea correcto, tomarse el respeto con sus jefes tan a la ligera—apoyó Reiji la postura de Hana.

—En Japón es una falta de respeto —retomó la palabra Mitzuru —, las cosas son diferentes aquí, es humor solamente.

Mei, que había mantenido la vista endurecida, de repente relajó la cara, volteo a ver a Mitzuru y tras un segundo habló.

—Bueno, si estás en Roma...

—Tía Mei—se quejó Hana.

—Ella no tiene el mismo concepto del respeto—reafirmó—, es decir, comenzó a servir desde Tashika ¿cierto? —miró juzgonamente a Eli—seguro que no vuelve a pasar.

Eli no respondió, solo giró su rostro hacia Mitzuru.

—Retírese, señorita Marcovich—le repitió este.

Dándose cuenta de que no había nada que pudiera hacer, ella respira hondo, dijo "con permiso" y salió de la habitación.

Entonces entendió en parte por qué Mitzuru viajo 11 000 kilómetros lejos de esas personas.

Todos eran unos imbéciles.

Notas de autor: 

Hola, soy la autora y quiero agradecerte por haber llegado a este capítulo.

Si les esta gustando esta historia, por favor apoyenme con un voto o comentario. Y si no, pues dejen sus quejas XD.

Espero que tengan una excelente semana, chaoBye.

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