Capítulo 1: No existen los hombres amables
Aunque conocía las posibilidades, cuando Elizabeth Marcovich vio el símbolo de positivo en la prueba de embarazo, no lo podía creer.
Estaba segura de que tomaba la píldora. Lunes, Martes, Miércoles... no le había faltado ni un día, era la única maldita cosa que nunca olvidaba hacer.
Así que, si no fue la píldora, era la prueba, ¿verdad?, una prueba defectuosa, sí, seguro hasta estaba caducada.
Se convenció de que era un asunto hormonal, el mismo que había causado su retraso de seis días. Pensándolo bien, mejor debería ir a ver a un médico, porque no había forma en este mundo de que ella, precisamente ella, de todas las mujeres, pudiese convertirse en una madre.
—¡Elizabeth! —Fue sacada turbiamente de sus pensamientos por el golpe insistente, seguido de la voz seca de su madre tocando la puerta del baño.
Si sus padres lo descubrían...
No.
No iban a descubrir nada, porque no había ni una sola cosa que descubrir.
—¡Elizabeth! —la llamó una segunda vez —¡¿vas a venir a comer?!
—Ya voy —dijo en una voz tan baja que era casi muda.
—¿Elizabeth?
—¡En un minuto voy! —exclamó, de inmediato se llevó ambas manos a la boca para tapar el gimoteo que se le escapó al final de su oración.
—Apresúrate, se está enfriando.
Escuchó los pasos alejarse con lentitud y se forzó a respirar dando pequeñas mordidas en el aire. Las tibias lágrimas le empezaron a correr por las mejillas, se las limpió de un solo movimiento con la muñeca.
"Deja de llorar", le ordenó su conciencia, "no está pasando nada, no hagas este tipo de drama".
Metió la prueba en el depósito con la intención de ocultarla. Respiró con una fuerza que le hizo arder la garganta, se recargó en el lavamanos para verse en el espejo, lavó su cara de manera frenética; creía que estaba dentro de un sueño y con el acto pretendía despertar.
Cuando abrió los ojos y contempló su enrojecido rostro en el espejo, nada había cambiado. Aún lloraba, aún le dolía el pecho y todavía había una prueba de embarazo positiva oculta en una caja de porcelana frente a ella.
"Mañana" pensó, "mañana mismo iré con el ginecólogo para que me explique todo esto".
Pasó la tarde llamando a Kiroshi, nunca obtuvo respuesta. Volvió a ir a la farmacia, se hizo dos pruebas más.
Positivas.
Intento llamar la atención de Kiroshi con mensajes de texto "¿Dónde estás?""¿Por qué no me respondes?" "Necesito hablar." "Necesito verte."
Se quedó a medias cuando escribió: "Creo que podría estar embarazada". No se atrevió a enviarlo. Se hundió en la cama de su infancia mirando al techo. La pregunta que se repitió en su cabeza se volvió rápidamente una tortura:
"¿Y ahora qué?"
La incertidumbre era lo único peor que la verdad.
"No soy lista", admitió para sí cuando la idea empezaba a ahogarla, "no soy valiente, ni tampoco soy fuerte. Solo soy una chica inútil e irresponsable que lo único que sabe hacer es ser bonita y abrir las piernas. Alguien como yo, no puede convertirse en una madre".
Ya no hizo ni el mínimo esfuerzo por contener el flujo de agua que cayó de sus ojos, recorrió su piel y se deshizo en su oído. Iba a liberar en forma de llanto la presión que sentía adentro cuando su teléfono vibró.
En un instante, se inclinó a leer el mensaje en la pantalla. Tenía una dirección en él.
Aquello le dibujó una sonrisa. Era su salida, la señal de que no todo estaba perdido, porque a él sí le importaba, en el fondo, quizás hasta la amaba, quizás hasta existía la posibilidad de que todo lo que estaba mal, pudiera estar bien.
"Kiroshi es un hombre amable después de todo", recordó antes de escaparse por la ventana para su encuentro.
Era un restaurante casi vacío en el muelle. Cuando entró, su vista dio rápidamente con un hombre de veintiséis años de cabello castaño, tenía unos redondos ojos color miel los cuales emanaban una tranquilidad infinita. Su complexión era esbelta, sus extremidades largas y siempre tenía para ella, nada más que gestos alegres. Cuando este vio a Elizabeth se le iluminó el rostro con esa sonrisa boba que solo le mostraba a ella.
Como el caballero que solía ser, se apresuró a levantarse y recorrió la silla, Elizabeth tomó asiento y aprovechó los segundos que él le tomó recuperar el suyo para respirar.
—De acuerdo —dijo Kiroshi en una voz tranquila —. ¿Qué pasó?,¿qué querías decirme?
Ella vio su cara, con esa aura pacífica que la envolvía siempre y con esa sonrisa tonta que amaba, entonces la suya se arrugó por completo.
Lo tenía enfrente, sabía lo que tenía que decirle y algo en esa sonrisa paciente la obligó a darse cuenta de que todo era real. Y lo real era muy aterrador.
No podría estar embarazada, lo estaba, las pruebas no estaban defectuosas y sólo necesitaba ver al ginecólogo, para pedirle vitaminas prenatales. Él no le pertenecía. No la amaba. Y ni una sola cosa en todo el mundo, iba a volver a estar bien.
—Estoy embarazada —confesó cómo escupiéndolo, sin ánimos ni rodeos, solo la verdad.
Se limitó a analizar la expresión en el rostro de Kiroshi, como si pudiese leer en su gesto, la respuesta que le daría. Él la miró con la cara más obvia que pudo poner, una cara llena de miedo que no tenía una pizca de felicidad en ella, la cara misma de un condenado a muerte.
—¿Qué? —preguntó aún con ese rostro odioso que acabó con las defensas de Elizabeth.
—Kiroshi Shikabane —susurró en un tono casi suplicante—. ¿Te casarías conmigo?
Kiroshi levantó sus ojos para encontrarse con los de ella, forzó una sonrisa en sus labios, sin embargo, antes de poder hacerlo, rompió en llanto. Era un llanto silencioso, pero incontenible, del que no se puede uno tragar, ni se puede evitar, del que duele con la misma suavidad con la que fluye.
—Elizabeth, escucha —explicó en un tono pesado—, yo de verdad nunca conocí a nadie que me hiciera sentir como lo hiciste tú. Nunca creí que tuviera ninguna oportunidad de estar contigo y me hiciste el hombre más feliz de esta tierra cuando me aceptaste en tu vida—ella lo miró sabiendo que eso, definitivamente, no era un "sí"—. Pero la verdad es que, yo no puedo casarme contigo, porque ya estoy casado con alguien más.
Elizabeth sintió que se moría. La sensación del piso bajo sus pies desapareció, pensó que se iba a desmayar, con sus últimas fuerzas contuvo su desesperación y se hizo una promesa mental; soportar solo hasta que terminase.
—¿La amas? —preguntó contemplando su imagen borrosa.
—De algún modo.
—¿La amas más que a mí?
—Por favor, no me preguntes eso. —Llevó sus manos a su rostro, muy poco importó, porque para cuando sus dedos se abrieron frente a sus ojos, ella seguía allí—. Yo no sabía... no sabía que un amor como este de hecho existía hasta que te conocí, pero te conocí ya casado con ella.
—Eso significa que, ¿me amas más a mí?
—Significa que, la amo como parte de mi familia, como parte de mi vida, como a una hermana o algo así, pero como te amo a ti... —negó con la cabeza—. Nunca he amado a nadie como te amo a ti.
—Entonces déjala.
Kiroshi se puso azul, intentó tragarse el nudo que se le formó en la garganta antes de responder.
—Tenemos hijos —le aclaró—. Son tres, son niños todavía.
—Entonces déjalos.
—¿Qué dijiste? —Levantó la vista para encontrarse con Eli. Aún tenía los ojos llenos de lágrimas, y la cara roja, pero en esos mismos ojos húmedos, no había ni una pizca de arrepentimiento—. Son tres niños, no puedo dejarla sola con eso.
—Ah, entonces a ella no la puedes dejar, pero ¿a mí sí? —le reclamó.
—No dije que iba a dejarte sola —trató de explicarse—, yo...
—¿No lo harás? —replicó—. Entonces, ¿qué harás?, ¿nos ocultarás a tu hijo y a mí?, ¿lo veras en su cumpleaños y el día después de navidad?, ¿le explicarás que tiene hermanos en alguna parte que no puede conocer?, ¡contéstame, Kiroshi, ¿qué harás?!
—Entiende, no puedo hacerle esto a mis hijos—aunque ella había comenzado a alterarse, él se mantenía calmado, su imperturbable actitud solo irritaba más a Elizabeth.
No le creía su llanto y no podía lidiar con que se mantuviera tan tranquilo mientras ella se estaba desmoronando.
—Pero, ¿no te importa hacérmelo a mí? — Él no contestó, después del insoportable silencio, Elizabeth sollozó porque no había otra forma de sacar el dolor que se le había atorado en la garganta—Te amaba, de verdad te amaba, ¿no te importa?
—Si ese niño nace, créeme que lo vas a entender.
Él evitó su dolorosa imagen, su voz se oía quebrada, incluso si no le veía el rostro hinchado, los ojos rojos o la nariz irritada, no pudo evitar que los sollozos de la chica frente a él le rompieran el corazón.
—Lo siento mucho, Eli... —él se forzó a enfrentarla, pero el vino tinto en su cara fue lo único que recibió como respuesta.
No se limpió el rostro ni intentó evitar que se le manchara la camisa, solo tomó una servilleta y se la pasó en el área de los ojos. Elizabeth sostenía la copa, temblando y gimoteando, para ese punto, le era imposible dejar de hacerlo.
—Eli —dijo Kiroshi de manera impasible, creyó que, de esa forma, ella lo pensaría antes de reaccionar—, tal vez lo mejor sería que no tuvieras al bebé.
Entonces ella lo comprendió por completo, Kiroshi no era amable, en el mundo no hay hombres amables, solo imbéciles que buscan satisfacer sus deseos egoístas a costa de chicas estúpidas como ella.
—¿Le dijiste a tu esposa que abortara a alguno de sus tres hijos acaso?
—Era diferente.
—Claro que lo era, porque ella es tu esposa y yo solo soy una estudiante estúpida a la que te cogiste.
—Te juro que las cosas no fueron así.
—¡Es exactamente lo que fue!
—¡Eli! —le gritó, nunca antes lo había hecho—De acuerdo. —Con un suspiro recuperó la compostura— Si quieres tener al bebé, te ayudaré con eso.
—¿Me ayudarás con eso? —balbuceó con los ojos exorbitados—. ¿Cómo demonios es que me vas a ayudar con eso?
—No lo sé, te daré una manutención...
Al oírlo, Elizabeth pudo sentir como todo el dolor que él le había causado evolucionaba en un descomunal sentimiento de ira.
—Kiroshi-san —lo interrumpió— ¿tu esposa sabe que te acuestas con estudiantes?
—¿Eh? —Trató de procesar su amenaza.
—Yo descubrí que tienes una esposa e intenté darte una oportunidad, ¿sabes lo humillante que es para una mujer hacer eso?, ¿te perdonaría ella si supiera que embarazaste a una estudiante?
—Elizabeth, sé que estás enojada, pero...
—Debería decirle, pensándolo bien, creo que debería hacerlo por simple sororidad —reflexionó en voz alta con aires de orgullo—. Ella debería saber la clase de esposo que tiene.
—Por favor no lo hagas —exclamó en una súplica, aun incrédulo—. Si Ayaka se entera, se llevará a los niños y hará que me odien.
Elizabeth giró los ojos. Por fin había obtenido la reacción que esperaba de él y no le servía para nada. Saboreó su victoria un par de segundos, luego sonrió.
—De acuerdo, no le diré. —Asintió maliciosa—. Te daré otra oportunidad — el corazón de Kiroshi encontró la calma en un ligero aire de alivio que murió al momento de que ella volvió a hablar: —Dejaré que le digas tú.
Kiroshi sintió un vacío en el estómago, había algo en la firmeza de aquella mirada y el frío de su voz que lo convencía de que ella no estaba jugando. Presa de ese sentimiento amargo, él dobló las rodillas y se inclinó en el suelo, pegó la frente al piso y juntó los brazos para suplicar.
—Por favor, perdona todo lo que hice. No me hagas esto, no puedo, ni por ti, ni por ese bebé, ni por nada, no puedo perder a mi familia, si lo hiciera yo me moriría, así que dime, ¿qué necesitas? Te daré lo que quieras, incluso mantendré al niño si así lo decides, pero te lo suplico, no digas nada.
En ese momento, una sonrisa cruel que, le devolvió el brillo a su mirada, se adueñó del rostro de Elizabeth.
—¿Harás lo que sea que te pida?
—Lo que sea. —Levantó la vista—. Solo pídelo y te juro que lo haré—proclamó.
—De acuerdo —asintió—, salta del puente de Brooklyn y me olvidaré de todo.
—Elizabeth... —dijo su nombre, a él le temblaba la voz.
—Tú arruinaste mi vida—replicó inmune a sus suplicas—. Se terminó aquí, ¿no es lo justo que la tuya también termine? —esperaba una respuesta, pero la cara de Kiroshi estaba en blanco, no tenía nada más que decir—. Esas son mis condiciones, ¿quieres compensarme? —insistió firme en su mirar—Entonces mátate.
Dicho aquello, dio media vuelta y se marchó.
Notas del autor:
Hola, soy shixxen, la autora y quiero darte las gracias por haber llegado hasta aquí.
Esta es mi primera novela y sé que aún tengo mucho por aprender, así que si pudieras dejar algún comentario respecto a que te pareció este episodio, ya sea algún consejo, alago o critica, te lo agradecería el doble.
Espero que decidas continuar esta historia y puedas disfrutar de la misma.
Me gustaría saber:
¿Cómo es que llegaste aquí?
¿Te gusta la portada?
¿Algo en la sinopsis llamo tu atención?
Estaré publicando los domingos a las 12 por si quisieras continuar por aquí.
Espero que tengas una excelente semana y si no nos encontramos el próximo domingo, espero que tengas una excelente vida.
Otra vez, gracias por tu tiempo :)
CiaoBye.
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