𝑷𝒓𝒐́𝒍𝒐𝒈𝒐
Jungkook extiende el papel hacia Jimin y aguarda paciente.
El rubio lo examina, voltea la hoja como si ver el dibujo desde distintos ángulos pudiera darle sentido, a pesar de que sólo el propio dibujante sabe acerca de ello.
—¿Qué se supone que es, de todas formas? —inquiere.
El castaño suspira, su pie repiquetea en el suelo como si estuviese ansioso por algo— ¿Puedes simplemente preguntarle cuánto costaría? Debo ir a la universidad.
Jimin pone sus labios en forma de pato y menea la cabeza, mofándose de él. Sin embargo, baja del banquillo, lo cual revela su baja estatura, y Jungkook lo ve desaparecer tras la cortina negra junto al mostrador.
Minutos después, el chico regresa y le tiende a Jungkook un pequeño papel doblado en dos partes.
Cuando ve la cifra, suelta un quejido y se tapa el rostro con pesadumbre.
—¿Acaso la inflación también aplica para los tatuajes? —es lo primero que pregunta, verdaderamente frustrado.
—¿Por qué no les pides a tus padres el dinero? —sugiere Jimin al tiempo que acomoda algunas cosas a su alrededor—. Estoy seguro de que no tendrán problema en ayudarte, son muy abiertos con esas cosas.
—Ya hacen demasiado por mí al pagar la universidad y el piso, sin mencionar las expensas —niega—. Papá a veces me da dinero de más para el combustible de la moto... no quiero seguir dándoles gastos por un capricho.
—¿Capricho? —ríe– Creí que se trataba de la expresión de tu identidad, ya sabes...
—Sí, también podría publicar un tweet y sería más barato —rueda los ojos—. Tendré que conseguir un empleo.
—La última vez que lo intentaste, casi te duermes manejando —reprocha el rubio volviendo a posicionarse frente suyo—. No puedes con esa carga horaria, Jungkook.
—¿Y qué se supone que haga? —pregunta exasperado, como si fuese de vida o muerte— ¿Ahorrar el cambio que me dan en el supermercado hasta que mágicamente alcance esta cifra? —indaga agitando el papel en el aire—. Para cuando lo logre, el precio se habrá elevado.
—Pues, no lo sé, Jungkook, ¿Okey? No soy un experto en finanzas, sólo organizo los turnos de un estudio de tatuajes —eleva sus manos en señal de rendición—. Con suerte, Yoongi puede acceder a mantenerte el precio, eres un cliente frecuente, después de todo... —añade, su vista posándose en el brazo de Jungkook, tan cubierto de tatuajes que apenas se vislumbra la piel debajo.
Jungkook suspira y se pone de pie, debe irse— Bien, ¿si lo encuentras de humor podrías preguntarle?
—Yo me encargo —asegura Jimin.
Con eso, la conversación finaliza y Jungkook toma su casco para irse de allí.
Sin embargo, Yoongi parecer estar de buen humor, y Jimin tiene una solución preparada para él ese mismo día.
Cuando vuelve al local luego de la universidad, el color naranja del atardecer se cuela por las ventanas del lugar y le dan un aspecto mágico que Jungkook se detiene a contemplar al estacionar.
El rubio le hace señas desde dentro y el castaño empuja la puerta a pesar de que el cartel indica cerrado.
—Eres un genio, Jimin —dice a modo de saludo—. Te debo una.
—Ni siquiera sabes el trato que te conseguí, aguarda a escucharlo —contesta al tiempo que ambos se dirigen a la parte trasera del local, donde todo ocurre.
—¿No se mantiene el precio, entonces? —indaga desilusionado.
—Eres tan ansioso —señala—. ¡Yoongi, aquí lo tengo!
El mayor voltea a verlo, dejando de lado un cuaderno con bosquejos.
Las luces fluorescentes reciben a Jungkook y realzan también la palidez de la piel de Yoongi, quien lo saluda tan tranquilo como siempre.
Al principio, Jungkook dudaba de él. Es decir, ¿qué clase de tatuador no tiene tatuajes propios? Pero su trabajo es tan admirable que cualquier cuestionamiento queda a un lado. Todos los tatuajes que tiene, se los hizo Yoongi.
—Hyung, dime por favor que me harás un descuento —suplica el castaño.
—Parecido —asegura—. Te lo dejo a la mitad, y además me haces unos favores —explica yendo al grano, típico de él—. ¿Qué dices?
—Hum, ¿qué tipo de favores? —inquiere interesado, sonaba bien para él.
—Bueno, tengo que hacer unos envíos, en realidad, son para un viejo amigo. Tengo una moto específicamente para deliverys, ya sabes, con la caja para llevar cosas... —Jungkook asiente—. El problema es que ni Jimin ni yo sabemos manejarla, tampoco tenemos licencia.
—Ya veo, ¿quieres que me encargue de eso?
—Exacto. Prefiero que seas tú en vez de contratar a un desconocido, algunos objetos son delicados y tienen valor sentimental —asegura—. Podrías venir después de la universidad, dejar tu moto aquí, te llevas la otra para hacer los envíos y luego vuelves para intercambiarlas de nuevo, ¿qué dices?
—Consideralo trato hecho, hyung —acepta sonriendo. Hacerse tatuajes lo hacían más feliz que cualquier cosa.
—Bien, entonces —ambos estrechan sus manos sellando el negocio.
—¿Y cuándo podré tatuarme? —indaga, pensando que tal vez podría hacerlo luego de completar su parte del trato.
Sin embargo, Yoongi suspira— Sé que cumplirás, sólo siéntate.
—¿¡Ya!? —pregunta asombrado.
—Sí, vamos —lo invita.
Jungkook chilla dando saltos y luego se acomoda en la silla, Jimin rueda los ojos porque definitivamente es un niño.
Ni bien Jungkook siente el ruido de la máquina, la charla comienza. Para él, era como ir a un café.
—¿Y... quién es ese amigo tuyo, hyung? —pregunta sólo por curiosear.
—Taehyung. Su nombres es Kim Taehyung.
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