Vínculos - [What if: 04] Relativa realidad
Idea propuesta por CatPlayer22.
Las iluminación artificial había comenzado a funcionar hace ya unas horas, y con ello se daba el claro anuncio de que el día había acabado.
Para Lincoln, un pequeño niño de apenas cuatro años, ver como el sol comenzaba a ocultarse para dar paso a la iluminación de los faroles era la señal de que su padre estaba por llegar, lo que significaba que sus horas de soledad dentro aquel pequeño hogar estaban por acabar y podría contarle sobre el agradable día que había tenido en su primer día en aquella institución educativa.
Tal como su padre le había prometido la noche anterior el día pudo completarse sin mayores problemas, agradeciendo como sus nuevos amigos más que molestarle por el color de su cabello le preguntaban por tan curiosa coloración en un menor o por los pocos temas que tenía consigo eran disuadidos en juegos espontáneos y conversaciones banales.
Como era costumbre al poco de iluminarse las calles sintió como la puerta era abierta por el castaño, quien al poder completar su acción inmediatamente poso su visión en el pequeño peliblanco quien rápidamente salto a los brazos de este, consiguiendo atraparle pese a soltar sin ningún cuidado las cosas que traía consigo y algo asustado por el repentino acto de su hijo pero por sobre todo preocupado por la posibilidad de que el pequeño resultase dañado.
- Hijo, por dios no hagas eso otra vez.
- (Sonriendo) Perdón papá, pero es que te extrañaba.
- (Devolviéndole la sonrisa) Yo también campeón, no sabes cuanto me odie por no haber podido llevarte y recogerte hoy de la escuela - Deposita al pequeño en el piso - Pero bueno, supongo que tuviste un largo día y quiero enterarme de todo, así que - Con tono innecesariamente ostentoso, algo que provocaba risas en el peliblanco - Capitán, su reporte por favor.
Siguiéndole el juego, Lincoln hizo un intento algo extraño de saludo militar antes de hablarle entre risas.
- Por supuesto señor, hoy en clases...
Y así pasaron un par de horas de grata convivencia, notando al poco tiempo como los ojos del castaño comenzaban a cerrarse con pesadez pese a la insistencia de este por seguir escuchando al pequeño, cosa que este noto y le pidió al adulto que fuese a dormir, que ya otro día seguirían hablando, algo que este agradeció con una sonrisa mientras abrazaba por última vez a su hijo antes de encerrarse en el cuarto a dormir.
Una vez solo en la habitación, ni siquiera el pequeño entendía la razón pero una cierta molestia comenzó a invadir su corazón, era una extraña sensación, pero por alguna razón habría jurado que ese día su amable padre no iba a atenderle y una vez entrase se marcharía a dormir. Por lo que con dudas miro aquella habitación que ambos compartían.
Aquella extraña sensación, aquellos extraños pensamientos...
Termino dándose unas suaves palmadas en sus mejillas, aquello no era más que su mente jugándole un mal momento, lo mejor era acompañar a su padre y dormir.
[...]
- Hola Clyde, gracias por recibirme en tu casa - Dijo con una sonrisa similar a la que le había dado a su padre además de intentar darle la mano.
- No es nada Lincoln, mis papás y yo te estábamos esperando, vamos, ven y siéntate - Fue lo que menciono el pequeño moreno mientras respondía al saludo del peliblanco.
- Bueno, lo agradecería, me costo un poco encontrar este lugar y la verdad estoy algo cansado, aunque la zona realmente se ve muy bonita.
- ¿Tú también lo crees? Papá dice que escogieron esta zona debido a las cercanía con el parque y que nuestra vecina les ofreció una rebana de la mejor tarta de frutos rojos que ha probado en su vida.
- Eso suena bien, en el edificio donde vivo mi vecino solo sabe gritarle al televisor cuando su equipo esta perdiendo, papá me dice que me tape los oídos antes de ir a charlar con el los fines de semana.
- ¿Y eso por qué?
- Bueno, dice cosas como...
- Lincoln, cielito, tu padre es una persona muy sabía al pedirte que no oigas esas cosas - El robusto hombre al notar el rumbo de la conversación decidió intervenir mientras aparecía con una pequeña bandeja con galletas y leche - Son cosas que no debes decir ¿Esta bien?
- Oh, cierto, papá me dijo lo mismo (Avergonzado) Perdón.
- (Riendo suavemente) No te preocupes, en todo caso veo que se llevan bastante bien.
- Bueno, Lincoln y yo hemos conversado un par de veces, y ahora que nos toco realizar un trabajo juntos creía que lo mejor era invitarle.
Al mencionar esto el adulto pelirrojo apareció rápidamente con un cámara mientras lloraba de felicidad.
- ¡Mi hijo hizo su primer mejor amiguito! ¡¿Escuchaste Harold?! ¡Ha crecido tanto!
En el momento que escucho el grito del adulto pelirrojo por alguna razón el rostro de Lincoln rápidamente se desvió hacia el del pequeño pecoso a su lado.
"...entonces comienza por dejar de ser un raro y un fenómeno sin papás..."
Lincoln por un momento juraría que podría imaginar ver a su acompañante gritarle sin el menor atisbo de compasión aquellas palabras en su rostro.
El resto de aquella agradable tarde, Lincoln no logro sentirse cómodo en compañía de aquella afable familia.
[...]
La noche nuevamente se hacia presente en el pueblo de Royal Woods, marcando el cierre de las rutinas en muchas personas tanto como la espera de un muchachito de pelo blanco, quien a diferencia de otros días no se hallaba tranquilo esperando el paso de las horas sino que se encontraba ultimando los preparativos de lo que sería su primera vez cocinando en su hogar.
Le había tomado casi dos semanas de extenuante prueba y error, llevando los conocimientos básicos aprendidos hasta el limite sin mayor tutela que algunas indicaciones pedidas a uno de los profesores, curiosamente no había sido uno de economía domestica o uno de sus profesores titulares sino que había sido a su maestro de artes.
Había algo extraño alrededor de aquel hombre, una suerte de esencia que Lincoln era incapaz de comprender pero que le hacía sentirse tranquilo cada vez que le veía, como si fuese un familiar o un cercano, más apenas si se veían cuando le tocaba aquella asignatura y tampoco fuese que conversasen más allá del típico trato entre un estudiante y un profesor, pero eso no le había impedido que se acercase a este y, sin mayor razón detrás, le pidiese aquella receta.
Aquel momento tuvo una reacción que él no esperaba, siendo que la expresión del adulto fue casi mecánica antes de entregarle aquel papel que ahora tenia en sus manos mientras se forzaba a sonreírle y aquella molesta sensación que volvía cada cierto tiempo comenzaba a inundarle nuevamente.
"...así no va una conversación, así va un interrogatorio..."
"...tú... no eres una carga..."
"...la última vez que hablamos sobre esto me contaste que tu padre no te daba atención..."
"...yo si, y no importa qué, yo siempre estaré aquí..."
"...tú Lincoln, tú eres mi hijo..."
Era consciente, esas palabras jamás habían sido dichas por el adulto, pero entonces...
¿Por qué sentía aquella enorme calidez al recordar algo que jamás había pasado?
Su mente volvió en si cuando sintió un profundo dolor en uno de sus dedos, pues en su desconcierto había pasado a llevar su dedo con el cuchillo provocando que este sangrara.
En ese momento soltó un pequeño quejido...
Un pequeño quejido...
Vio nuevamente su mano.
No había corte, no había dolor, ni sangre.
¿Por qué se había quejado? ¿Por qué miraba su mano?
Nuevamente el dolor de cabeza se hizo presente con la diferencia que esta vez su nariz sangro ligeramente.
Pero eso no importaba.
Solo esperaba que su querido y amable padre llegase pronto, sino la cena podría enfriarse.
[...]
Una vez pudo abandonar su lugar de trabajo Lynn se puso en marcha a su hogar.
Lo bueno era que su cuerpo conocía mejor la ruta que su mente inclusive, no necesitaba pensar en la dirección o en las señaléticas y semáforos, su cuerpo reaccionaba por si mismo permitiéndole a su mente fluir libremente en todo lo que podría hacer, lamentándose únicamente no disponer de un vehículo para llegar antes y sin ganas de bajar sus recursos en costearse un pasaje de locomoción, pero predominando lo que diría y con que comenzaría, evitando aquel sentimiento de culpa que le agobiaba por no estar ahí.
Al menos para su suerte los minutos que le tomo en llegar al lugar fueron segundos para su percepción, algo que le había dejado bastante feliz al darse cuenta que por fin estaba frente a aquella puerta, una a la que solo le quedaba introducir su llave y poder disfrutar finalmente de aquel amor familiar que solo ese lugar podía entregarle, metiendo su mano en el pantalón e introduciendo la llave que de este extrajo, esbozando una sonrisa en su rostro al contemplar por fin a su familia después de un tiempo sin verle...
- Hola campeón, papá por fin pudo llegar temprano.
- (Feliz) ¿Papá? ¿Esto es en serio?
- Claro campeón, por fin me dejaron salir-
Lincoln parpadeo y su padre no estaba frente a él, se encontraba solo frente a su tarea sin terminar, al notar como su padre había desaparecido se levanto bruscamente solo para tropezarse con un atril y un dibujo a medio terminar, uno que no reconocía.
- (Asustado) ¿Qué está pasando?
Al volver a parpadear se encontraba sentado, en la misma posición que hace unos momentos con una tarea menos avanzada mientras su padre hablaba tranquilamente de aquella extraña reunión que había hecho su empresa antes de las fiestas, algo que paso a segundo plano en la mente del albino quien asustado miro a su lado notando que el atril con el que hace solo unos segundos se había tropezado ya no se encontraba allí.
- ...y entonces Giorno dijo... ¿Lincoln? ¿Estás bien?
- ¿Eh? - ni siquiera se había dado cuenta que había comenzado a sudar frío - S..si papá, no es nada.
- ¿Seguro? Te ves pálido.
- Q..quizás es por el cabello.
- ¿Tú crees? Jamás vi a tu abuelo pálido y eso que comparten color de cabello.
- ¿Abuelo? ¿T..tengo un abuelo?
- Claro Lincoln, ya sabes tu abuelo Alb-
- Y entonces Giorno dijo (Voz jocosa) seguro que si me pongo un basurero en la cabeza las cámaras no me ven jajaja.
Lincoln no respondió a la risa de Lynn y este parecía no notar como el rostro de su hijo palidecía.
Y el dolor de cabeza comenzó a atacar como nunca lo había hecho.
[...]
La habitación era un desastre, la mayoría de los muebles estaban rotos, en medio de todo aquel desastre se encontraba un peliblanco de 15 años sentado en el piso mientras sujetaba con dolor su cabeza.
El adolescente respiraba con dificultad mientras intentaba calmar aquel intenso dolor que ya no solo se limitaba a su cabeza, podía sentir como cada musculo de su cuerpo ardía al unísono con su mente.
Sus ojos se encontraba resecos, no quería parpadear, cosas malas pasaban cada vez que lo hacía, todo era inútil, no importaba el desastre que causase, el daño que se hiciese, la cosa que realizara, no significaba nada. Y cuando no pudo resistirlo más parpadeo.
La habitación se encontraba en perfecto estado, los muebles rotos incluso relucían en perfecto estado y sin una partícula de polvo pese a que jamás los ha limpiado, la repisa mostraba sus logros: artes, deportes, grados académicos, condecoraciones. Pero el no recordaba haber participado en ninguna de esas actividades.
Veía su cuerpo, sumamente tonificado cual atleta, pero jamás recordaba haber hecho ejercicio para ello.
Veía las fotografías, podía ver al moreno de lentes pero sabía que eso estaba mal, ese debería ser el lugar de un chico rubio, uno que no recuerda aunque ambas imágenes se sobreponían. Veía otras en su lugar, ninguno correspondía a los que el estaba seguro que deberían ser, veía a varios pelirrojos, a varías chicas, se supone que las conocía, incluso sabía sus nombres pero algo en su interior lo negaba, todos sus recuerdos se sobreponían, eran múltiples vidas, múltiples personas tomando el mismo papel al mismo tiempo, solo que con resultados diferentes, unos que siempre terminaban bien.
Su vida era perfecta, un padre que lo amaba, muchos amigos, un futuro prometedor, eventos que siempre, SIEMPRE, terminaban bien.
Debería ser feliz.
Pero eso no le agradaba.
No se sentía él.
Esa no era su vida.
Estaba seguro.
Vio a su padre acercase a él con una afable sonrisa mientras mencionaba que había ganado un premio en forma de un vehículo nuevo que le regalaría debido a su proximidad a su cumpleaños número 16. Se suponía que estaba solo, el no estaba junto a su padre pero su cuerpo no reaccionaba en oposición, dejando que este se acercara.
Pero al tomar su mano pudo sentirla sumamente fría, como un cuerpo carente de calor y alzo su mirada solo para ver como la realidad parecía fundirse con otra, una donde el mismo adulto se encontraba en el piso mientras el contemplaba, una que se esfumo en cuanto parpadeo y vio como estaba felizmente abrazado al adulto quien le entregaba las llaves.
El había hecho un caos estando solo y de la nada su padre estaba allí con una buena noticia para hacerle olvidar.
Eso no estaba bien.
Espero tranquilamente a que su padre se retirara del departamento y se encamino hasta la terraza.
Ya no lo soportaba.
Miro hacía abajo.
Eran 6 pisos.
Sería suficiente.
Solo un salto vasto para lograr su cometido.
[...]
Las iluminación artificial había comenzado a funcionar hace ya unas horas, y con ello se daba el claro anuncio de que el día había acabado.
Para Lincoln, un pequeño niño de apenas cuatro años, veía con miedo la puerta, sabiendo que allí debería aparecer un cansado hombre que debería de ignorarlo.
Pero el que entro no fue otro que un hombre muy feliz quien le abrazo rápidamente, mencionándole un ascenso y más tiempo para pasar con él y que jamás volvería a estar solo ni sufrir, ofreciéndole el mundo y todas sus riquezas.
El pequeño infante al escuchar esto lloro, algo que su padre tomo con suma emoción al pensar que eran lagrimas de felicidad al saber que ahora si estaría para él.
Sin saber que aquel pequeño niño, en ese momento, perdió toda la esperanza.
Y solo le quedaba llorar.
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