Seis.
El chico con miedo a la nueva vida.
Aika se incorporó de golpe, aún con los ojos cerrados y el sudor corriendo por todo su cuerpo. La combinación de su cuerpo ardiendo y el ambiente helado de la cabaña le provocaba cierto dolor en la sien. Pero era peor el dolor en su pecho, aún podía escuchar el llanto de Marlee en su cabeza, sus sollozos interminables. Y eso le daba ganas de llamarla, de ir a verla, como los últimos días; la respuesta de Marlee entonces siempre sería una pequeña sonrisa junto con un "estoy bien".
¿Por qué soñaba todo eso entonces? ¿Por qué su mente le torturaba de semejante forma? Marly era tan importante para Aika como lo eran sus padres, si algo le sucedía a uno de esos tres el mundo de la pequeña Jakov se caería en pedazos.
Entonces notó que ya era de día, escuchaba la ducha abierta en el baño, el agua caía sin parar. Un suspiro cansado se le escapó y se avergonzó pensando en que tendría a alguien mirándole. Sabía que era así, sentía la mirada atravesándola, intentando leerla.
Cuando abrió los ojos vio a Cole frente a ella, a solo un par de metros. Tragó saliva sin poder contenerse y se rodeó con sus brazos cuando comenzó a temblar. Él solo la miraba fijo, no tenía ni idea de lo que debía hacer.
— ¿Pesadillas? —balbucea luego de meditar y meditar en sus palabras.
La rubia se seca el rostro y sacude la cabeza antes de sonreírle.
—Sí, pero ya pasó. Está todo bien.
—No pareces segura con eso —admite arrugando la nariz.
Aika se levanta y cruza los brazos sobre el pecho, costaba mantener la sonrisa. Apenas lo conocía y no deseaba parecer una llorona, por más que así sea.
—Si no lo estoy, voy a estarlo —masculla antes de ir hacia el baño.
Ya comenzaba a sonar como Marly.
Mordió sus labios y maldijo a quien sea que estaba allí dentro. Tal vez era Odessa con sus largas duchas en las que se pasaba repasando sus desgracias... En verdad estaba volviéndose una Marlee, porque pensar eso no era propio de Aika Jakov. Se sintió avergonzada aunque Odessa no pudiera leerle la mente.
La puerta del baño se abre y ella pega un salto asustada. Lloyd frunce el ceño al verla, mientras sale con solo unos pantalones puestos, la rodea y toma su camiseta de la cama.
—Debes saber que ella tarda dos años en la ducha —se dirige vagamente a Cole—. Así que tal vez debas ducharte ahora. De todas formas tú estabas esperando primero.
Aika mira hacia Cole con intenciones de disculparse por tomar su lugar, pero él ya está negando con la cabeza.
—No tengo apuro.
Lloyd se encoge de hombros.
—Como quieras —dice y sale de la cabaña para dar su caminata diaria.
La chica mira sus manos y se aleja lentamente del baño.
— ¿En verdad no quieres ducharte primero? No tengo problemas, puedes pasar.
—No, está bien. Ve primero.
Asiente torpemente y vuelve a dirigirse al baño. Antes de entrar le escucha hablar.
—No te avergüences por tener pesadillas... Yo también las tengo desde que llegué.
Al no saber la forma en que debía responder, Aika se mete al baño y cierra la puerta de inmediato. Comienza quitarse su ropa sudada, en cuanto el agua helada le cae encima suelta un pequeño chillido.
Había sido tan descortés con el chico, él le consolaba por haber tenido una pesadilla y ella solo huía. Es que no sabía hablarle, le ponía de los nervios solo verlo.
Mientras terminaba de ducharse, aún con el agua fría, Aika decidió que saldría y se disculparía por su actitud. En cuanto terminó de vestirse abrió la puerta de golpe y caminó decidida hacia la cama del muchacho, pero se quedó hecha piedra al verlo.
Cole intentó ocultar sus lágrimas en rápidos movimientos, pero aún así era obvio que había llorado. Algo caliente se instaló en el pecho de Aika y sintió pena por él.
—No te avergüences por llorar, yo también lo hago —repite sus palabras y sonríe levemente mientras se acerca.
Él ríe entre dientes pero vuelve a contraer el rostro.
—Aún no puedo superarlo —admite, sus ojos vuelven a humedecerse cuando la mira—. Ella era la persona más importante en mi vida.
Aika toma asiento a su lado, y luego posa una mano sobre la de él sin romper el contacto visual.
—Puedes decirme lo que sientes, Cole, te escucharé y no voy a juzgarte.
Cole suspira cerrando los ojos, sus mejillas se tiñen de rojo.
—Tengo miedo al estar aquí sin ella... Nunca antes había estado rodeado de tantos adolescentes, la verdad no sé hablarles.
—Ahora estás hablando conmigo —Aprieta su mano, para que la mira. Vuelve a dedicarle una sonrisa—. Es tan fácil como eso.
Ahora tampoco es tan fácil, piensa él mientras intenta desviar la vista de su sonrisa, sus labios. Teniendo en cuenta de que su media hermana le parecía terriblemente hermosa.
***
—Me pregunto si conocen otra velocidad además de tortuga y tortuga con artritis —se queja Lloyd mientras los ve acercarse, ya a una distancia favorable el uno del otro—. ¿Por qué demonios tardan tanto? Ustedes eran los interesados en esto.
— ¿Por qué de pronto tú también eres el interesado? —Aika alza una ceja.
El muchacho resopla cruzándose de brazos. Al principio él se quejaba por la misión, pero ahora parecía estar ansioso con cumplirla.
—Solo quiero solucionar todo esto de una vez. Y si eso implica ir y arrancar a Marlee de las entrañas de la tierra... pues que se rompa una pierna.
El par sonríe con sus palabras, lo que hace que Lloyd ruede los ojos antes de seguir caminando.
De pronto el cielo se torna gris, un oscuro gris sin nubes. No era como si estuviesen a punto de tener una tormenta, todo estaba demasiado tranquilo. Eso causó que los tres se detuvieran y miraran hacia arriba esperando algo, lo que sea.
Lloyd se relame los labios y luego levanta una mano, poco a poco su rostro se torna rojo por el esfuerzo que parecía estar haciendo. Un rayo salió de su mano, siendo disparado directo hacia el cielo, pero antes de llegar este se disipó por completo.
—Él me habría calcinado por hacer eso —murmura, forma un puño con la mano al bajarla—. Algo extraño está pasando.
Aika y Cole se miran con algo de horror.
—Lo hizo —dice ella.
— ¿Qué cosa? —Lloyd pregunta, enfadado por no estar al tanto de lo que sea que los tenía así.
Cole es quien responde: —Creo que secuestraron a Zeus.
El rojo en el rostro del muchacho desaparece, hasta que se torna pálido.
—... ¡¿Quién demonios me ganó la idea?!
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