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Cinco.

El chico embobado con lo prohibido.

Cole se quedó en la enfermería unos días, permaneciendo callado la mayor parte del tiempo. Eran él y sus pensamientos, él y su amargura. Sabía que su madre estaba muerta, y para peor se habían llevado su cuerpo... Nunca podría darle una despedida digna. Aquello se sentía terrible.

Era como estar en un mundo diferente, siempre era así para Cole. Nunca había salido de su vecindario, lo deseó en el pasado pero su madre no se lo permitía. Antes se la pasaba en casa, practicando deportes en un lugar cerca de allí, siempre él y su madre, y ahora estaba todo el día rodeado de jóvenes como el. Era raro, no sabía cómo debía hablar con ellos.

Estaba constantemente lleno de pena y arrepentimiento, por no saber cómo socializar y por pensar en eso en vez de pensar en lo que sucedió. Luego de que la chica que lo salvó y su familia se fue, Cole se sintió aún más perdido.

Recordó a la rubia, a la pequeña que vio al despertar. Su nariz, y sus labios rosados que mantenía apretados con emoción. No la había visto desde entonces, lo que era una verdadera pena. Ella había sido la razón por la que no comenzó a gritar por estar en un lugar desconocido.

Le había transmitido tanta paz.

Siquiera sabía su nombre, le avergonzada preguntar por ella a algún chico en la enfermería. Temía que se rieran, o que aquello estuviera mal.

La quería ahí, sí, por alguna extraña razón la quería junto a él. Pero tampoco podía exigirle venir, por algo no lo hacía.

Mientras Aika atacaba a un maniquí con su daga, llena de adrenalina. En los pocos días que ese chico estuvo en la enfermería solo fue a verlo mientras él dormía, a lo lejos, o preguntaba sobre su salud a los hijos de Apolo. No hacía más porque...

Era extraño, era un poco perturbador el hecho de que sintió atracción hacia el muchacho. Él era su hermano, lo sabía, pero esa parte de su cerebro había sido callada con otra más grande que se maravillaba con él.

Sus ojos, sus peculiares ojos que no abandonaban su mente desde ese día. No había visto algo así antes, le fascinaba. También adoraba lo tierno que se había visto, incluso despierto, con su expresión de confusión sin apartar la vista de ella.

Resopla golpeando el muñeco para luego sentarse en el suelo y recostarse. Miraba al techo mientras su pecho subía y bajaba al compás de su respiración acelerada.

Basta, Aika. Se dijo con enojo. Son hermanos, no debes pensar de esa forma.

Se lo repitió mientras volvía a la cabaña para darse un baño. Percibió el frío cuando estuvo ante la puerta, pero lo ignoró, y luego quedó paralizada en la entrada al pasar.

Odessa como siempre estaba ensimismada en un libro para apartarse de los demás, Lloyd tenía su usual expresión de odio al mundo... Y Cole estaba en medio, algo perdido como siempre.

En cuanto él vio a Aika volvió a sentir aquella calma, esa seguridad. Sus músculos se relajaron y sonrió un poco.

—Hola —dijo en voz baja.

—Hola —correspondió ella un tiempo después, saliendo de su perplejidad.

A Cole le gustó verla así, agitada y sudada. Casi le daba un aire menos tierno, pero esas mejillas sonrojadas... Ella era muy hermosa, él no solía ver chicas así en el pasado. Nunca conoció a chicas que le hacían sentir aquello.

—Al parecer... somos hermanos —continuó Aika, aún decidida a grabarse eso en la cabeza.

A Cole nunca le habían roto el corazón de esa forma, incluso antes de comenzar a sentir algo realmente grande. Aika estaba intentando apagar todo sentimiento antes de que incluso se enciendan.

Fue inútil.

***

—Si alguna vez debo sufrir por ti, lo haría, Aika —le dice, abrazándola con fuerza—. En caso de la profecía se refiera a uno de nosotros, quiero ser quien pase por eso.

—Yo digo lo mismo... No has dejado de gustarme desde la primera vez que te vi —respira profundo—. Pero ahora es... más.

Se separan para mirarse con cariño, ella le acaricia el cabello suavemente. Parecen estar más conectados de lo debido, en poco tiempo fueron capaces de crear un lazo fuerte, y aún así temían que alguien lo rompiera.

—Debemos seguir adelante —murmura—. Marlee necesita ayuda.

—Y nosotros necesitamos a Marlee —añade Aika, riendo un poco para calmar su preocupación—. Tengo miedo por ella.

Vuelven a caminar tomados de las manos, con firmeza. Cole acaricia con su pulgar el de ella, lentamente. Antes solía hacer eso cuando estaban solos, cuando todo parecía estar en paz. En el pasado lo hacía y ella sonreía de inmediato, pero ahora Aika estaba demasiado abrumada como para notar el gesto.

Cole suspira y desvía la mirada.

—Estará bien, Aika. Lograremos que todo vuelva a la normalidad.

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