A medida que avanzaban mis pasos, mis pies descalzos se mojaban con el rocío que estaba presente en la hierba. Observaba todo a mi alrededor con atención, las flores y su relajante olor me llenaba de serenidad. Pero algo me desconcentró, y es que el sol comenzaba a salir. Definitivamente, debía salir de aquí antes de que mi madre llegara a casa.
Apresuré mis pasos para llegar a tiempo, sin embargo, una vez más algo hizo que me detuviera. Esa rosa, que siempre permanecía cada mañana, encima de esa roca. Siempre es una rosa fresca, como recién cortada. Aunque sigue siendo demasiado tarde, sintiéndome intrigada corrí a la roca.

En las madrugadas salía al patio trasero de la mansión para despejar mi mente. Por eso debía regresar antes de que mi madre llegara a casa, por consiguiente regreso cuando aún es de noche. Con respecto a la rosa, esa rosa que siempre aparecía en la misma roca, cada mañana no desviaba mi atención. Pero en aquella ocasión, ya no solo era una rosa, ahora esta estaba acompañada de una pequeña nota. Y eso logró que me dedicara a encontrar a la persona que dejaba cada mañana esa hermosa rosa.

Maryé

Ese día por querer salvarte a ti, me perdí a mi misma. En un proceso lento y doloroso, no escuché tus advertencias. No querías salir lastimado, pero terminé siendo yo.

Hay cosas que siempre vamos a perdonar que siempre estaremos dispuestos a hacer por otros, siempre recordaremos, escucharemos. Cosas que siempre vamos a contar, siempre nos harán reír. Cosas que siempre vamos a extrañar. Cosas que siempre nos harán llorar.