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CAPITULO 16

Capitulo 16

El vecindario parecía desolado no había nada ni nadie como siempre, coloque la carta en un sobre y la metí al buzón, a pesar de sentirme patético, raro y enviarle cartas a un desconocido o a una desconocida.

Había muchas cosas por las cuales podía sentirme de esa manera, pero meramente ya no importaba por qué al final seguiría siéndolo, y solo yo podía verme al espejo y sonreír de la misma manera.

Continúe viendo el lugar la puerta se abría y cerraba, golpeando contra la pared, una, dos, tres y los golpes se repetían de nuevo.

Aunque al decidir cerrarla, lo bien que me sentía al cerrar la puerta lejos de la gente el sonido y más haya de lo que de verdad necesitaba yo, respire profundo mientras tocaba la puerta.

Después de unos segundos comí un plato de cereal mientras veía por la ventana, el viento seguía moviendo los árboles y las pequeñas flores, no encendía las luces mientras observaba a afuera.

Enfrente la señora James doblando un par de sabanas mientras su esposo el señor Tom la abrazaba y acompañaba, por lo que escuchaba y veía el y ella jamás tuvieron hijos, aunque ambos se veían felices, James tenía un horrible temperamento al grado de destruir golpear y llorar, aunque estaban felices también tenían algunas decoraciones de navidad, la época de felicidad.

En cambio del otro lado estaba Darla y su abuela viendo televisión mientras una chica se despedía de ellas tal vez la enfermera que se encargaba de su abuela.

La abuela de Darla se llamaba Anabel   la mujer nació en el año de 1932, lo notaba por un par de cuadros que tenía en la pared, de grandes películas donde el drama y todo lo demás se convertía  en algo especial, me gustaban ese tipo de películas los diálogos la música la época.

Anabel  había sido una gran mujer de la vida galante, una muy buena actriz con una belleza envidiada, participo en muchas películas donde fue una gran mujer  y comediante  con una voz fina.

Ahora solo veía sus películas intentando recordar más haya, como lo que en un pasado fue aunque con la enfermedad del parkinson terminando con más de la mitad de lo que es.

Darla en cambio solo trabajaba y salía con sus amigos los fines de semana era atractiva y bonita, se parecía a su abuela aunque en el fondo le costaba admitirlo.

Al  lado  izquierdo el señor Gustavo y sus 4 perros Pitbull, escucha música rock todas las mañanas levantando a la mitad del vecindario los volvía locos, tiene demasiadas cicatrices en el cuerpo al igual que muchos tatuajes  tal vez tiene entre 30 o 40 años su cuerpo esquelético y una barba con un par de canas.

Ama a sus perros y siempre los alimenta aunque sean algo agresivos, ladraban furiosos a mitad de la noche, la señora James siempre se quejaba dejando ver largas peleas en medio de la calle.

Cerré las cortinas y limpie mis ojos mientras escuchaba un viejo programa de radio que mi abuelo grabó varias veces, con la misma intención.

“el peligro se asoma a la cúspide de tus ojos te asecha como una presa y se mantiene cauteloso ante la adversidad de tu ser”

No lo sé, lo escuchaba una y otra vez aunque ya sabía a qué iba, los niños, la sociedad, el miedo, las noticias de aquel tiempo.

Me gustaba más que nada escuchar la radio, no tenía televisión y no quería hacerlo.

Tocaron la puerta algo que me pareció extraño me alejé de la ventana, vi el viejo reloj, este sonaba cada hora, eran las 11:11 PM me dirigí a la puerta y abrí no había absolutamente nadie, cerré la puerta y se escucharon pasos arriba.

El sonido de la madera rechinando, se escuchó tan claro que corrí a encender las luces de la cocina y sala, avía un camino de pisadas de lodo aunque algo pequeñas lo que me atemorizo.

Me dirigí a la sala hasta que el sonido se escuchó de nuevo aunque con un aumento, corrían con pequeñas risas algo que me asustó aún más, se que podía haber corrido, pero tome valor y comencé a subir las escaleras el sonido de risas paró cuando llegue a la puerta de mi habitación está estaba cerrada.

Trague saliva sabía que había algo adentro, respire profundo y tome la perilla de lo puerta.

No lo dude en abrir y encendí la luz todo parecía estar normal hasta que la radio dejo de funcionar, era un viejo aparato solo de un pequeño golpe y el disco volvió a la normalidad, era una vieja caja que le pertenecía a mi papá el cual me regaló era de los 70° lo cual me gustaba.

Ya había metido un susto con ella al reproducir la canción favorita de mamá, sonreí y la deje a un lado, respiré profundo y revise el lugar al final no había nada tal vez fue el viento o la misma radio solo era eso, me recosté me quite los zapatos he intenté dormir un poco.

La ventana estaba abierta, pero no me decidía a cerrarla, tenía que hacerlo el aire entraba por está tenia frío, pero al mismo tiempo no quería levantarme los pies me dolían, los brazos también.

Me levanté con cuidado la cerré, escuchaba el reloj intentaba dormir, sin embargo no podía solo daba vueltas en la cama mientras veía la luz de la luna pasar por la ventana, mientras la cortina ondeaba gracias a una brisa ligera.

Todo estaba oscuro eso era la única luz que tenía, está se movía de un lado a otro o tal vez era yo, yo me movía con la tierra giraba mientras veía pasar las cosas a mi alrededor.

La puerta de mi habitación estaba abierta podría sentir como alguien me observaba, esos ojos negros y profundos y esas grandes manos  con largas y puntiagudas, uñas,ojos tan abiertos que no dejaban de verme, el sonido de su respiración lenta y agobiante, el crujido que emitía al moverse, sabía que me observaba, yo hacía lo mismo,el miedo me llenaba tanto que no podía dejar de temblar.

Entonces un gran golpe hizo que brincara de la cama sin pensarlo, siquiera simplemente brinque, encendí las luces y salir de mi habitación la escalera del ático estaba abierta antes de subir o acercarme a ella lo pensé por unos minutos, el sonido de una caja musical comenzó a hacerse presenté, algo que me puso los pelos de punta, me hizo retroceder.

Trague saliva y tome una lámpara la encendí y la arrojé, el sonido de la canción continúo, podía ver cómo la lámpara alumbraba rodando por el ático, también sentía el sonido de la mecánica que llevaba la caja musical, ese sonido de las tuercas al moverse mis pies daban pasos hacia atrás, lentos sin dejar de ver cómo la lámpara se movía.

Aunque algo lentos sin dejar de ver la escalera me daba pánico que algo saliera de ahí a mis espaldas.

Se encontraba adentro los mormullos y voces todas juntas hablaban y gritaban como mosquitos a mis oídos.

Una vez que la música de la caja seso abrí los ojos la temperatura en mi cuerpo cambio por completo, respiraba profundo aunque el aire se me iba.

Cuando de pronto  mi lámpara fue de vuelta apagada, alguien bajaba, mientras la luz parpadea y la lámpara llegaba a mi, caminaba o corría hacia atrás mientras lo escuchaba su risa la risa de un niño corría hacia mí, lo que me hizo llegar al final del camino y caer por las escaleras.

Solo sentía dolor, en cada parte de mi cuerpo hasta llegar al final el dolor aguado de este, la música de la radio comenzó a sonar era música vieja, escuchaba distorsionado pues el oído me dolía, la vista se me nublaba y no sentía las piernas.

Solo lograba entender poco al escuchar una vieja locutora con la voz de Juan Ramón Sáenz , lo escuché por unos segundos hasta quedar inconsciente.

-¿recuerdas el árbol detrás de la montaña?

Teníamos que cruzar todo el lugar para llegar, recuerdas como el lodo se pegaba en los zapatos, por lo que usábamos bolsas nos resbalábamos y jugábamos por todo el camino, subías por los árboles y te colgabas de las ramas hasta caer, no llorabas por qué mamá, se enojaba, por qué te aria sentir más dolor.

Gritando te dije que no lo hicieras el árbol no era el más grande del lugar, pero si el más frondoso nos acompañaba un hombre viejo con un sombrero de paja y una garrafa de agua, siempre cargaba una vieja radio en el cuello el cual escuchábamos por todo el camino, nos encantaba escuchar el radio y más ese programa la mano peluda el terror al escucharlo.

El árbol no era el más grande, pero si el más frondoso, recuerdas las pequeñas flores moradas que salían de el sus pétalos eran suaves.

-¡No!- respondí y caí inconciente sin escuchar nada más.

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