Cosas del amor
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La puerta del departamento fue golpeada tres veces con tanta fuerza que Koushiro frunció el ceño en disgusto, aún más al darse cuenta que eran casi las once de la noche.
Hacía mucho que las horas de visitas apropiadas habían quedado atrás, por eso se hundió en el sofá con la firme intención de no abrir, si era urgente volverían a intentar. Con mejor humor se arropó mejor en la frazada y puso toda su atención en la televisión. Hacía bastante que no tomaba tiempo para él, un descanso muy merecido después de los interminables días de faena. Y esta vez no pensaba por ningún motivo volver al despacho para arreglar cualquier estupidez que sus asistentes consideraban cataclismo.
Ah, no. Que se las arreglaran solos por esta noche.
Tres nuevos golpes sacudieron la puerta y un leve llamado atravesó el espacio hasta sus oídos.
Izumi se mordió los labios, no estaba del todo seguro de haber escuchado correctamente.
—Izz, por favor... ábreme... —se repitió la súplica, y entonces el informático se levantó de un salto y corrió hasta la puerta porque ese gemido lastimero fue pronunciado por su mejor amigo.
Cuando al fin abrió la puerta pudo comprobar lo que ya sospechaba. Ahí, frente a su departamento se encontraba Taichi Yagami todo desecho mientras a duras penas contenía el llanto.
—Izz —gimió de nuevo dejando al fin rodar dos grandes lágrimas por sus mejillas.
Koushiro lo invitó a entrar luego del efusivo abrazo del que fue presa, y en el que Taichi dejaba entrever el miedo y la necesidad de apoyo que tanta falta le hacía. Se veía tan frágil en ese momento a pesar de ser todo un caballero de cincuenta y tantos años.
—Amigo, tengo el corazón herido —confesó derrumbándose en el sofá mientras sus manos se aferraban a su cuero cabelludo en un gesto derrotado. —El hombre que yo quiero se me va. Lo estoy perdiendo, estoy sufriendo, llorando de impotencia. No puedo retenerlo.
Koushiro tensó la mandíbula, Taichi y Yamato llevaban uno de los matrimonios más sólidos y armoniosos que conociera, eran tal para cual, se complementaban y eran... bueno, simplemente la pareja perfecta. Lo que ahora estaba diciendo Tai, era imposible. Tal vez sólo era un malentendido. Uno de esos lapsos de celos por amarse en demasía.
—Amigo, mientras quede una esperanza. Tú tienes que luchar por ese amor —comenzó a decir Izumi con una tenue sonrisa en los labios. —Si él es el hombre de tu vida. No te des nunca por vencido. Que vale todo si se lucha por amor.
Taichi levantó la mirada, se puso de pie con la mirada perdida y los hombros encogidos, como si no creyera lo que escuchaba.
—¿Cómo puedo hacer? —preguntó al fin.
—Entrega todo —respondió Izumi con firmeza.
—Todo se lo dí —contesto Taichi gritando desesperado.
—Inventa un modo
—No es posible que se pueda querer más —llegados a este punto parecía que Tai volvería a derrumbarse.
—Pensando así lo perderás
—Y si él se va —lloro Taichi con dolor en la mirada.
—Lo habrás perdido
—¿Qué me quedará? —preguntó desesperado aferrándose a la ropa del pelirrojo.
—Lo que has vivido. —tajó con firmeza. Ese hombre que en este momento lloraba frente a él, era difícil de asociar con aquel que durante mucho tiempo fue su líder y héroe.
—Tu consejo no me aleja del dolor.
Y Koushiro no pretendía eso. No quería evitarle sufrimiento, lo que deseaba era prepararlo, hacerle ver que, si la relación terminó, ambos habrían de seguir caminos distintos, que debería aceptarlo y dar las gracias por los maravillosos años que compartieron. Aunque, toda vía quería creer que esto tenía otra explicación.
—Amigo yo no sé qué está pasando. ¿Será que habrá encontrado otra persona? —y esa sola duda hizo temblar a Izumi. Como podría Yamato encontrar a alguien mejor que Taichi. —Ya no es el mismo, —aseguró Tai con el cuerpo trémulo y las manos hechas puño. —Su indiferencia la siento por las noches, rechaza mi presencia —plañó mordiéndose los labios.
Izumi ladeo la cabeza y se acercó despacio, muy despacio, como si Taichi fuera un ave que al primer movimiento brusco fuera a salir volando, hasta que logró colocar una mano sobre su hombro.
—Amigo, no será que has descuidado la forma de buscarlo en el amor —dio como alternativa. —Quizás la casa, la rutina, se ha convertido en tu enemiga y está cobrando un alto precio por tu error.
—¿Cómo puedo hacer? —su voz pronuncio entrecortada.
—Entrega todo —dijo como si fuera lo más obvio.
—Todo se lo dí —exclamo con la desolación de un desahuciado.
—Inventa un modo
—No es posible que se pueda querer más
—Pensando así lo perderás
—Y si él se va... —y la sola idea pareció robarle todo el aire de los pulmones.
—Lo habrás perdido
—¿Qué me quedará? —lloró derrumbándose sobre la alfombra de manera lamentable.
—Lo que has vivido —dijo Izumi suavizando la mirada y abrazando a Taichi como incontables veces él lo hizo cuando necesitó de un hombro en el que llorar.
—Tu consejo no me aleja del dolor —susurró suavecito aferrándose más a él y llorando en silencio.
¿Cuánto tiempo sostuvo a Taichi? Nunca lo sabría, ni importaba. Porque era su amigo el que estaba viendo derrumbarse su mundo perfecto. Había llorado hasta caer dormido en sus brazos y en esa posición estaba a punto de ver llegar el nuevo día.
—Izumi —gritaron desde fuera, mientras el timbre de la puerta era presionado una y otra vez.
Con cuidado coloco a Taichi correctamente para que pudiera seguir durmiendo. En ese momento se felicitaba por haber mandado a alfombrar toda la sala.
—¿Está contigo Taichi? —preguntó Yamato con voz afectada y el rostro bañado en preocupación apenas le abrió la puerta. —Dios, por favor, dime que está contigo. Llevo buscándolo casi toda la noche y...
—Yamato, tranquilízate. Tai está aquí —confirmó Izumi abriendo la puerta de par en par para que el rubio pudiera ver a su esposo.
Matt entro corriendo sin pedir permiso, y tomó a Taichi entre sus brazos con el mismo amor que pondría una madre al sostener a su hijo después de años sin verlo, con devoción y anhelo.
Taichi despertó encontrándose con los ojos azules de Yamato que lo miraban con miedo, ansiedad e ignorancia, como si quisiera preguntar el porqué de su repentina huida, si sus constantes desacuerdos de estos días habían fracturado algo más que solo sus abrazos nocturnos.
Izumi suspiro al verlos, era claro, al menos para él que esos dos seguían amándose con tanta, o mayor intensidad que cuando se casaron. Así que con un casual: tu esposo cree que ya no despierta tu libido y tienes a otra persona, salió de la estancia.
Unas cuantas palabras y varios murmullos se hicieron oír, después escucho a Tai despedirse de él con mayor entusiasmo. Al parecer todo estaba bien ahora.
Con paso lento se acercó a la ventana para ver como la feliz pareja salía de su edificio rumbo a su nidito de amor, amor.
—Son cosas del amor —dijo bostezando, listo para ir a la cama y tomar un merecido descanso.
Fin
N.A.
Buenos días, tardes o noches, es un placer para mi presentarles una nueva historia de esta pareja que es una de mis favoritas.
Les deseo lo mejor de todo corazón en esta difícil temporada, y les recuerdo que si la noche es aterradora, aun tenemos la promesa de un amanecer.
Quedo de vos y para vos...
Atentamente su servidor incondicional
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