One-Shot: "Pudo haber pasado" (Dramione+Scorose)
La mujer caminaba muy alterada por los pasillos de Hogwarts hasta llegar al despacho de la nueva directora. Sonrió al pensar que su antigua profesora favorita era ahora la directora de la escuela en la que se había criado. Pero pronto recordó que llegaba tarde a la cita y corrió frunciendo el ceño. Se detuvo ante la puerta del despacho unos segundos. Los justos para poder acomodarse el pelo y alisarse la falda.
Entró a sala decidida y se encontró a cierto rubio ojigrís sentado en uno de los sillones frente a la mesa que presidía el despacho.
—Lamento el retraso, señorita McGonagall—se disculpó la mujer.
—Señora Granger, ya no es usted una de mis alumnas. Usted y yo somos ya iguales. Está disculpada. Por favor, tome asiento.
Con cierto recelo, la castaña se sentó junto al hombre, que apretaba la mandíbula en tensión. Era cierto que con los años ya habían madurado y habían aprendido a respetarse como iguales, pero ese antiguo odio y roces seguían estando ahí, mucho más difuminados. Pero estaba.
—Les he citado aquí para hablar de sus hijos. Rose Weasley y Scorpius Malfoy—sentenció la anciana.
—¿Rose? ¿Mi Rose? Ella es una alumna ejemplar—se sorprendió la mujer.
—Y mi hijo sabe mantener la compostura. Él es educado y firme—sentenció el señor Malfoy.
—No lo niego. Pero el otro día armaron un escándalo en el Gran Comedor. Provocaron una guerra de comida entre todas las mesas. Y lo peor, es que consiguieron que los demás alumnos se unieran. Eso hubiera sido algo rutinario, pero cuando tuvieron que cumplir el castigo, se escaparon ambos al bosque. No los encontramos en todo el día, hasta que a la mañana siguiente los sorprendimos durmiendo abrazados sobre una roca—relató la profesor ajustándose sus gafas.
Contempló serena las caras de asombro de quienes tenía delante. Podía entenderlo. Ambos eran padre orgullosos de buenos y educados hijos, y habían sido defraudados al escuchar la noticia. Pero no era solo eso lo que causaba sorpresa. Una Weasley-Granger y un Malfoy-Greengrass tenían una relación. Si bien les habían educado para respetar y tolerar, nunca se hubiera pensado que los descendientes de esas familias iban a acabar juntos. Los insultos y las amenazas por ser sangre sucia o sangre mestiza habían cesado al concluir la segunda guerra mágica. Y al cabo del tiempo, no se perseguía a las familias de los Mortífagos con tanto ahínco. Pero aún así, era muy extraño pensar que algo como lo que McGonagall les acababa de contar fuera real.
—Hablaré con mi hija. Sin duda estará castigada. ¿Cómo se le pudo ocurrir armar tanto escándalo y escaparse de esa manera?— comentó Hermione.
El rubio empezó a reír sin contenerse.
—¿Qué le hace tanta gracia, Señor Malfoy?— replicó la mujer, empezando a perder toda la educación. Ese hombre conseguía sacarla de quicio.
—Que ambos sabemos que lo que nos ha impactado no han sido las travesuras. Eso es normal en niños de esa edad. Nosotros éramos peores, incluidos el Trío de Oro, con doña Perfecta, San Potty y la Comadreja. Lo que nos ha impactado ha sido que nuestros hijos estén enamorados, cuando nosotros no podríamos odiarnos más.
»Es más, estoy convencido de que si Rose hubiera hecho eso mismo con... Albus o con alguno de los diablillos Scamander, todo hubiera estado más o menos bien. Lo sé, porque si Scorp se hubiera escapado con cualquier otra chica de Hogwarts, a mí me hubiera parecido genial.
Hermione trató de ignorar las burlas hacia ella y sus amigos y se centró en el mensaje final. Por mucho que le repateara, Malfoy tenía razón.
—Bueno, pueden retirarse y tener esta conversación fuera. Me encantaría quedarme a charlar con cualquiera de los dos, pero tengo muchas cosas que hacer.
Ambos se levantaron y salieron del despacho. Hermione miró a Draco de arriba a abajo. El pelo tan repeinado rubio platino que solía conocer estaba mucho menos engominado. No quería decir que estuviera revuelto, pero sí que se había soltado un poco. Vestía con un traje bastante elegante, tan típico de Malfoy. Sus ojos grises se veían muy calmados, pero no habían perdido ese toque de orgullo y ego.
—Granger—dijo él finalmente—, ¿no es curiosa la forma en la que la vida da tantas vueltas?
—Ya lo creo, Malfoy.
—Escucha, esto es absurdo. Tutéame—pidió.— Y pensar que si yo hubiera sido más amable y no hubiese escuchado a mi familia, tú y yo podríamos haber sido como... Rose y Scorpius.
—¿Piensas en ello?—preguntó Hermione con curiosidad.
—A veces—confesó el hombre—. No sé. Me gusta imaginar cómo hubieran sido las cosas. No me arrepiento de mis decisiones, porque éstas me han llevado hasta donde estoy. Con una esposa maravillosa y un hijo genial. Pero me gustaría arreglar mis errores.
—Coincido contigo. Soy muy feliz con la vida que tengo, eso está clarísimo. Pero, es cierto que, a veces, me pregunto cómo hubiera sido si tú y yo hubiésemos sido amigos. Sería muy diferente ahora. Para una chica como era yo por aquel entonces, hubiera sido muy impresionante tener un amigo como tú, tan arrogante que podía resultar atractivo. Los caprichos de la adolescencia, ¿no crees?
—Para mí hubiera sido muy interesante ser amigo de alguien tan inteligente y repipi como tú. Apuesto toda mi fortuna a que me habría acabado enamorando de ti, y picándote (de una forma mucho más sofisticada y menos hiriente de lo que hice) para conseguir tu atención.
—¿Y cómo estás tan seguro, Draco?
—Pues porque en cierta manera, me sentía atraído hacia ti, y por eso me comportaba así. Perdón por todo, pero éramos niños.
—Bueno, pudo haber sido todo lo que hemos descrito y más...
En ese momento, Draco pareció querer decir algo, pero inmediatamente cerró la boca al ver que se acercaba su hijo, de la mano de una chica pelirroja, digna del apellido Weasley.
—Scorpius, ¿de verdad que montaste una guerra de comida en el Comedor? ¿¡Cómo no se me ocurrió a mí en mis años escolares!?
El pequeño rubio rió, y besó a Rose en la frente despidiéndose de ella para marcharse con su padre a hablar.
Hermione vio alejarse a los Malfoy preguntándose cómo hubiera sido despertarse cada mañana junto a aquella piel tan fría, en vez de una cálida; cómo hubiera sido recibir besos en la coronilla de esos labios finos, en vez de unos más gruesos; cómo hubiera sido tener una casa que oliese a perfume caro, en vez de a comida y pasteles; cómo hubiera sido visitar a una familia tan refinada, en vez de una tan alocada y acogedora. Sin duda, no se arrepentía de la vida que tenía, pero pudo haber sido.
***
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