Frozen [Parte 1]
"¡Mi hermano va a ser rey! ¡Mi hermano va a ser rey!", saltaba de un lado a otro contento, un azabache con un mechón blanco de ojos cafés de 16 años como si fuese un niño de 10 años menos, "Si te soy honesto, al principio tenía celos de que tú fueses el rey y no yo, pero luego vi que ser rey traía mucho trabajo que no estoy dispuesto a hacer"
"Que ánimos, Fred...", suspiraba sarcásticamente el otro chico en la habitación, igualmente de 16 años, de cabellos más claros que su hermano, castaños, y de ojos azules.
Ambos hermanos estaban emocionados por la coronación del día siguiente, pero digamos que no era el mismo tipo de emoción lo que irradiaba de sus estómagos.
El príncipe Fred, menor por solo 3 minutos, sentía euforia y ansiedad. Era la primera vez en muchos años que abrían las puertas del castillo donde vivían, debido al "problemita" de su gemelo, que según él, era simplemente su fobia a los gérmenes o a las multitudes.
Por fin tendría la oportunidad de lucirse, y conversar con gente que no sea de la servidumbre del palacio. Podría coquetear con chicas bellas, y tal vez incluso, conseguir una cita formal.
Nada más que felicidad era lo que irradiaba el azabache. Tendría su momento especial.
Mientras que el príncipe Freddy, futuro gobernante del reino Fazbear, estaba tan nervioso que sentía que en cualquier minuto su corazón explotaría. Él tenía un gran problema, y era que había nacido con unos poderes inexplicables para cualquiera, y que tenía que controlar bajo severa conducta seria, debido a lo desastroso que puede ser si las emociones toman el control.
La muerte repentina de sus padres, los reyes de Fazbear, en un viaje de negocios con el reino vecino, había dejado perturbado al joven príncipe, creyéndose incapaz de tomar el lugar de su padre antes que él.
Tal como su hermano decía, era un gran trabajo y una increíble responsabilidad tener todo un reino a tu cargo.
Peor que ser padre.
Realmente estaba muy nervioso, y sus poderes no ayudaban mucho a la situación, siendo discretamente controlados bajo sus típicos guantes azules de seda.
"¡Vamos, Freddy!", reprochaba el ojicafé con una sonrisa, "¡Es nuestra oportunidad de socializar con gente real! O al menos, MI oportunidad, así que no lo arruines con tu amargura, ¿quieres?"
"No todo lo que importa en el mundo eres tú, Fred", regañó con un ceño fruncido, una actitud fría y distante, "Es cuando se nota que no tienes la madurez para dirigir el reino"
El azabache frunció el ceño. Estaba arto de la actitud de su hermano, que desde hacía años que lo atormentaba.
Cuando eran niños, eran los mejores amigos. Pero un día algo cambió y la relación que tenía con su amado gemelo se pudrió, al igual que el corazón del castaño.
Y bueno, habían cosas que Fred no sabía. Y que Freddy había decidido que era mejor que no las supiera.
"¡Eres insoportable!", le gritaba el pelinegro, alzando sus puños con coraje, "¡Me da igual lo que pienses de mí, pero no voy-!"
"¡SILENCIO!", le hizo callar el ojiazul, con su típico aire de superioridad e insensibilidad, "¡No vuelvas a levantarme la voz! ¡Te recuerdo que soy tu hermano mayor!"
"¡Por favor!", se mofó Fred, "¡Solo son 3 putos minutos de diferencia!"
"¡Fred, lenguaje!", nuevamente reprochó el de cabellos castaños. El enfado simplemente le estaba atormentando, y antes de que algo pudiese salir con sus poderes, tomó una gran bocanada de aire para tranquilizarse y hablar con seriedad, "Será mejor que te retires a tu habitación..."
"¡¿Qué?! ¡¿Me estás echando, otra vez?!", exclamó incrédulo el pelinegro, con cierto dolor en su voz, "¡Creí que me habías llamado porque querías que te ayudara con tu-!"
"¡Sé lo que dije!", nuevamente interrumpió el príncipe mayor, suspirando deprimido, dándole la espalda a su hermano para evitar sentirse culpable, "Pero creo que no fue buena idea... Puedes retirarte"
En realidad, Freddy si quería pasar tiempo con su hermano, después de tantos años, pero no podía olvidarse de su delicada situación, algo que Fred no comprendía.
"¡Bien!", habló con veneno en la voz el azabache, "Me largo, no sé ni para qué vine"
Una vez que escuchó el fuerte portazo de enorme habitación detrás de él, y su sensación de soledad volvió, el ojiazul suspiró con pena y rabia a la vez.
"Lo siento, Fred..."
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"¿Promete y jura gobernar al Reino de Fazbear y sus dominios de conformidad con lo regulado en los Estatutos de acuerdo con las respectivas leyes y costumbres?"
La corona solo estaba a centímetros de ser puesta en los cabellos marrones del príncipe, "Lo prometo solemnemente"
"¿Y procurar, en la extensión de su poder, que todos sus juicios estén presididos por la Ley, la Justicia y la Misericordia?"
Tan solo unos centímetros más, "Lo juro... Todo lo que hasta aquí he prometido, lo cumpliré y guardaré bajo el amparo y recuerdo de mis padres"
La corona fue colocada en su sitio por el arzobispo, adornando con fortaleza y respeto la cabeza del nuevo monarca del reino.
"Aquí está la sabiduría; ésta es la verdadera Ley, ésta es la palabra viva de la Justicia", decía el arzobispo, una vez que el ojiazul se paraba ante su pueblo, con la frente en alto, "¡Señores, les presento a Frederico de Fazbear, su rey indiscutido!
¡Larga vida al rey!"
"¡Larga vida al rey!"
El reino de Fazbear realmente era un fiesta sin igual.
Después de un mes sin tener gobernante legítimo, el pueblo al fin tenía un rey heredero. El más joven en la historia del reino, pero bueno, los jóvenes príncipes siempre deben estar preparados para asumir el trono en cualquier minuto.
Sea como sea, el reino estaba feliz. Y toda esa felicidad se expresaba en el banquete de la coronación, una tradición de abrir las puertas del castillo, única ocasión donde el pueblo podía socializar con gente de la clase alta.
No importaba tu estado económico, solo importaba tu fidelidad al nuevo rey.
Y hablando del mismo, mientras todos bailanban al ritmo de la música, las enormes puertas de madera se abrieron, y allí estaba ingresando a paso lento el monarca.
"El rey Frederico 'Freddy' de Fazbear", fue anunciado su ingreso.
El rey simplemente sonrió ligeramente una vez que estuvo de pie frente a sus súbditos, vistiendo las misma prendas que en su coronación. Un exquisito traje verde agua, azulado con detallado de encaje floral y hombreras, debajo un chaleco negro abotonado, una capa de color violeta amarrada en su cuello, increíblemente larga que arrastraba por el piso, botas negras hasta la rodilla, siempre con sus amados guantes de seda y la hermosa corona con pedrería que ahora era suya en su cabeza.
"El príncipe Fredick 'Fred' de Fazbear"
"Como odio mi nombre", comentaba a regañadientes el príncipe haciendo su ingreso al salón. Vestía un traje parecido al de su hermano, solo que de color rojo opaco, con toques negros, y hombreras, con botas café igualmente hasta la rodilla. No lucía tan formal como el rey.
Se paró junto a su gemelo con un ceño fruncido, evitando hacer contacto visual con él. Estaba muy molesto por lo del día anterior.
"Supe que fuiste a recorrer el reino en la mañana", comentó en voz baja el castaño a su hermano, tratando de aligerar el ambiente entre ellos dos, "¿Conociste a alguna muchacha?"
"¿Qué te importa?", gruñó el azabache, cruzándose de brazos, sin dejar de evitarlo con su mirada.
El rey suspiró bastante decepcionado. Él sabía que su hermano estaba molesto con él por lo de ayer.
"Supe que conociste a la princesa de Japón", volvió a intentar el rey.
"Eso no te incumbe"
El castaño debía disculparse, pues siempre era lo mismo entre ellos dos.
"Fred... Yo... Lamento haberte gritado ayer", dejó salir simplemente el ojiazul con voz neutral, pues no quería que la culpa lo invadiera. Una emoción cualquiera podría empeorar su autocontrol, "Estaba y aún estoy muy nervioso por la coronación, y creo que me desquité contigo, lo siento"
"No fue solo ayer, y lo sabes", volvió a gruñir el príncipe, con mucho enfado.
"Sí lo sé, Fred", se lamentó el castaño, frotando sus manos cubiertas con nerviosismo, "Realmente lo siento, y creeme que intentaré no ser tan... amargado, como dices tú... Tal vez así me perdones, no quiero estar molesto contigo"
El ceño fruncido del azabache se suavizó al escuchar la voz tan tierna y culposa de su hermano. Lo poco que conocía de Freddy, debido a su distanciamiento, era que a pesar de su madurez a tan corta edad y su frialdad ante cualquier contacto, era un chico muy sensible y tímido.
Sonrió ligeramente cuando escuchó la ternura en la voz del mismísimo rey.
"Bueno... Tal vez considere perdonarte...", rió entre dientes el príncipe, "Solo si mañana veo un plato de Spaghetti frente a mi al almuerzo"
Eso causó una risita sincera en el castaño, lo que impresionó al ojicafé, causando en él una sonrisa asombrada, "¡Vaya! Es raro escucharte reír..."
Tales palabras hicieron callar al rey, logrando formar un silencio incómodo entre los hermanos.
Vergüenza, era lo que sentía el ojiazul.
Sin embargo, eso no era un obstáculo para el pelinegro.
"Freddy, yo-"
Entonces fue interrumpido.
"Majestad", presentó un servidor del castillo al rey, "Él es el Duque de Golden"
Freddy desvió la mirada del príncipe para atender a los hombres frente a él, y se quedó completamente helado al conectar su mirada con aquellos ojos grisáceos en el rostro pálido con cabellos rubios del joven duque.
Definitivamente no era mayor que el rey, 16 años de igual forma.
"Es un placer, majestad", saludó el rubio, sujetando la mano del castano, besándola por encima de la tela de seda.
"I-Igualmente", trató de hablar con altruismo el ojiazul, sonrojándose ligeramente.
A pesar de ser un rey, un monarca, seguía siendo un adolescente nervioso.
"Su majestad", volvió a hablar el ojigris, una vez que el sirviente que lo llevó ante el castaño se alejase, "Siendo su socio comercial más cercano, es mi deber acompañarlo en su primera danza como rey", dijo sin más el duque, haciendo una reverancia, ofreciendo su mano para danzar.
Claramente el rey se sonrojó hasta las orejas, pero de inmediato trató de recomponer su postura, intentando dejar su nerviosismo de lado.
"Lo lamento, pero no sé hacerlo", admitió el ojiazul, fijando su atención en el príncipe a su lado, "Pero mi hermano sí"
Ambos varones se sorprendieron ante la declaración del castaño, y que sinceramente, molestó bastante al pelinegro.
"Eh, perdone rubio, ¿me permites hablar unos segundos con Freddy? Sí, gracias", dijo sin más el príncipe, rompiendo la formalidad de la conversación y llevándose a rastras su hermano hasta cerca de los tronos, donde nadie los escuchase, "¿Qué carajos fue eso?"
"¡Fredick!", regañó el rey, haciendo caso omiso a lo que dijo su hermano, "¿Cuándo vas a seguir el protocolo correctamente?"
"¡Te dije que no me llamaras así!", se quejó el azabache, antes de volver a su tema, "Te vuelvo a preguntar, ¿qué fue eso? ¿Por qué rechazaste al duque ese?"
"No sé bailar, y lo sabes", respondió sin más el ojiazul, "Además, prefiero solo tener contacto profesional con ese joven"
"¡Ya deja las formalidades, Freddy! ¡Solo estamos nosotros dos!", gruñó el ojicafé, "¡Vamos! Es obvio que te gustó el rubio, ¡es tu oportunidad de coquetearle!"
"Yo no hago tales cosas", habló seriamente el castaño.
"Me da igual, porque ¿sabes qué? Yo no bailaré con el duquecito, tú sí"
El rey no tuvo tiempo si quiera de quejarse cuando su hermano nuevamente lo llevó arrastrando, delante del rubio nuevamente.
"Vayan, bailen y diviertanse", sonrió el príncipe, empujando al ojiazul directo a los brazos del ojigris, logrando que éste se tropezara finalmente con su capa, perdiendo el equilibrio, y siendo atrapado por el mismo duque.
Ambos chicos se sonrojaron ante la situación, y una vez que el rey se levantó y se disculpó, comenzaron a bailar sin cuestionar nada, sin desviar la mirada uno del otro con sonrisas radiantes.
El príncipe, conforme al ver una sonrisa que nunca había visto en Freddy, se fue contento a disfrutar de la fiesta.
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"Su hermano es bastante atrevido", sonreía el duque, a la vez que caminaba cortejando al rey, "Jamás había visto un heredero que rompiese así el esquema"
"Sí, así es Fredick", reía ligeramente el ojiazul, con quien había estado charlando ya horas, "Siempre hace lo que él quiere"
"¿Y usted es igual?", preguntó bromeando el rubio, causando cierto sonrojo en el contrario, "¿Siempre consigue lo que quiere?"
"Me ofende esa pregunta", trató de no reír el castaño, tapándose la boca con gracia, "Yo velo únicamente por mi reino ahora, su alteza"
"Por favor, llámeme Golden, majestad", insistió el duque, sonriendo de lado. Algo que causó un fuerte sonrojo del rey.
"A mi llámeme Frederico, joven Golden", aceptó el castaño, sonriendo dulcemente. Por una vez en su vida, olvidó todo respecto a sus problemas detrás de aquellos guantes.
Se sentía como alguien nuevo, y pues, no había conocido a alguien tan interesante, y que le hiciera sentir tan genuino.
Bueno, honestamente no había conocido a nadie en años.
Entonces, interrumpiendo su encantadora conversación con el duque, llegó su hermano menor por 3 minutos, con una hermosa doncella de cabellos azules y ojos verdes, con rasgos asiáticos, corriendo de la mano, hasta donde el rey estaba.
"¿Fred?", preguntó el castaño una vez que el príncipe estuvo frente a él y el duque.
"Rey Frederico", habló cortés el azabache, algo que sorprendió bastante al ojiazul, pues Fred jamás seguía el protocolo, "Quería tener su bendición...", observó sonriente y sonrojado a la chica junto a él, la cual le sonrió igual de sonrojada, "...para nuestra boda"
Fue cuando el brillo en los ojos del rey desapareció, como lo fueron toda su vida.
"¡¿Qué?!", fue la única respuesta del castaño, "¿Boda?"
"Sí, boda"
"Lo siento, no estoy entendiendo", dijo seriamente el ojiazul a su hermano, ya dejando de lado tanto del duque como de la princesa, "Fred, ¿en qué estás pensando?"
"Si te soy sincero, en una fiesta más íntima", sonrió el príncipe, sujetando dulcemente la mano de la peliazul, "A Usagi no le gustan las multitudes"
"¡Fredick!", ésta vez, el rey alzó la voz, "¡Quiero hablar contigo en privado!"
"¿Por qué?", preguntó irritado el ojicafé, "Si tienes algo que decirme, lo dirás también frente a mi prometida"
"¡Bien!", se enfureció el castaño, "No puedes casarte, eres muy joven para tal compromiso, solo tienes 16 años, ¡y además la acabas de conocer, Fred!"
"¡Es amor de verdad, Freddy!", le gritó el príncipe a la cara.
"¿Qué sabes tú de amor?", se burló el ojiazul, "Solo eres un engreído y donjuán"
Eso encabronó al joven de cabellos oscuros, "¡Al menos sé más de amor que tú! ¡Tú solo alejas a las personas, porque eres un insensible que-!"
"¡Di lo que quieras!", interrumpió el rey, "¡De todas formas mi respuesta sigue siendo no!"
El castaño estaba tan iracundo, que sabía que debía evitar un posible desastre. Se sentía nervioso de que algo saliese mal con sus propias emociones, "¡La fiesta acabó! ¡Las puertas se cierran!"
"¡¿Qué!? ¡No!", se quejó su hermano, tratando de frenar al rey. Fue entonces cuando Fred no resistió más, se acercó agresivo a su hermano y le quitó un guante en un intento de sujetarle la mano al rey precipitadamente.
En cuanto se dio cuenta, Freddy se volvió al príncipe furioso, "¡Devuélveme mi guante!", exclamó indignado.
"¡No!", el pelinegro no vaciló ni un segundo para enfrentarlo, "¡Estoy cansado de ti! ¡De que siempre arruines todo y me hagas la vida miserable!"
El ojiazul ya no sabía qué hacer, pero de ninguna manera se iba a sentir vencido, no iba a arriesgarse a cometer un error... "¡Bien! ¡Entonces lárgate, ve y cásate, no me importa!"
En eso, el castaño se dio la vuelta para darle la espalda y caminó lentamente a la salida, haciendo lo posible para que la ira no se apodere de él. El duque lo observaba intrigado, sin nada más que decir.
Fred no separó sus ojos de su gemelo ni un segundo, irritado, no tuvo más opción que afrontarlo de una vez por todas.
"¿¡Por qué!?", gritó él "¿Por qué me tratas así? ¿Por qué siempre rechazas a los demás?
"Ya basta, Fredick", dijo el rey sin siquiera volverse a su hermano. La ira que él sentía en ese instante era demasiada y no podía dejar que esta se apoderada de su mente o de sus poderes.
"¡No! Estoy harto de que siempre seas así con todos, en especial conmigo, tan insensible, tan cruel, tan apático, ¡tan frío...!"
La gota colmó el vaso, y la furia que sentía Freddy era suficiente para que sus poderes se descontrolaran.
"¡DIJE QUE BASTA!", gritó el rey volviéndose al príncipe agresivamente.
En ese instante, inconscientemente, el ojiazul lanzó un rayo de hielo que cubrió gran parte del suelo, una enorme pared con agudos picos apuntando hacía afuera, encerrándose a él mismo.
Todo era un caos.
"¡Ahhhhhhh!", gritó cierto pelimorado, despertando asustado de su propio sueño.
El ojirosa comenzó a moverse un poco agitado para tratar de despabilarse de aquel sueño tan extraño.
Entonces, de encima de sus sábanas, al suelo cayeron tres bolsas vacías de dulces.
"Agh, no más gomitas de mora antes de dormir"
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Lo siento, tenía que hacerlo.
Próximo; "Fiebre"
¿Segunda Parte?
-Natta
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