Denki miró a la chica que estaba delante de él. La luz del sol que entraba por la ventana se reflejaba en su cabello y daba la impresión de que estaba rodeada de pequeñas luces. Parecía un hada.

Por su parte la chica lo miraba con los ojos brillantes y mirada anhelante. Le había pedido hablar, pero todavía no le había dicho nada. Estaba muy nerviosa.

Denki tragó saliva sintiéndose nervioso sin saber por qué.

—¿De qué querías hablar? —preguntó.

La muchacha respiró profundo, cerró sus manos en puños y los elevó hasta su pecho.

—¡Me gustas mucho! Dame una oportunidad por favor.

Denki la miró con los ojos muy abiertos, ella lo miraba expectante. ¿Cómo es que un hada tan hermosa se había confesado ante él? Sonrió y la miró con ternura.

—Yo soy el que tiene que pedirte una oportunidad.

Tomó una de sus manos y le dio un pequeño beso. Ahora era ella la que tenía los ojos muy abiertos.

—Gracias por elegirme. Voy a cuidarte mucho —dijo mirándola a los ojos.

Ella no podía decir nada, solo le sonrió grande y lo miró con la misma ternura con que la miraba él. Se abrazaron felices.

La luz del sol entraba por la ventana y los cubría a los dos en una luz dorada como si hubieran abierto el cofre de un tesoro. Quizás eso fue justamente lo que pasó esa tarde soleada.