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CORTO IX: AU ESCOLAR

"Aquel secreto..."

•~•

Estaba completamente arruinado.

Tomioka en este momento estaba golpeado, sentía su nariz sangrando al mismo tiempo que la estúpida lluvia le caía encima.

No había sido su día, fue muy tonto con sus cosas y para nada discreto. 

Miró su cuaderno de arte en el suelo, mojado y lleno de suciedad con todos sus preciados dibujos destruidos. No sabía ni como sentirte en ese momento, ni siquiera sentía tener la energía para llorar.

Con dificultad se levanta del suelo mientras recoge sus cosas,  el ardor de su labio golpeado le avisa que estaba roto al igual que su reputación.

Es un tonto y sus compañeros también, solamente que ellos son crueles. Los jóvenes son muy crueles.

Habían descubierto su sucio secreto.

A Giyū le gustaba otro chico, un niño que siempre veía desde lejos y le gustaba dibujarlo. Todos sus dibujos eran de él, se podría decir que era su máxima inspiración.

Esa mañana Giyū había estado emocionado por probar un nuevo lápiz, se sentó en su banco favorito y comenzó a dibujar mientras su musa se entretenía al fotografíar el jardín escolar. Estaba tan concentrado que ni siquiera se dió cuenta cuando un niño se asomo a ver lo que hacía y le quitó el cuaderno.

Y revisó todo.

Aquellos dibujos y pequeños apuntes que hizo a los costados para guardar diminutos datos sobre su "crush", tenía la pequeña esperanza de un día hablarle y usar sus notas como ayuda.

El niño gritó, aún con las súplicas de Tomioka se fue corriendo con el cuaderno y se lo mostró a todos haciendo muecas de asco y burla. Los demás se rieron de él y Giyū no sabía qué hacer, tenía mucho miedo y sus ojos se posaron en el niño que le gustaba; Iguro.

Obanai lo miró muy mal, hizo una mueca de incomodidad y se dió la vuelta para largarse. Era lo que se esperaba, aún así lastimo a Giyū.

Un profesor intervino y disipó la situación, aunque estaba bastante claro el pequeño destello de asco y desaprobación que tenía el adulto tras descubrir la razón del bullicio.

El resto del día no fue tan malo como Tomioka pensó o al menos eso se dijo antes de salir de la propiedad escolar y ser golpeado por otros alumnos, ni siquiera eran de su salón. ¿Tan rápido un chisme de esa magnitud se propagaba?

Tomioka no se defendió, dentro de él sentía que merecía ser tratado de esa manera. Siempre había permitido que el mundo trapeara el suelo con él, está vez obviamente no sería diferente.

Terminó de recoger todo, aún seguía lloviendo y fue caminando hasta la parada de bus, mojado y consiente que en ese estado nadie querrá dejarlo subir al transporte. Tenía que quedarse allí hasta que parara la lluvia o su cuerpo se secara.

Se sentía muy mal, miraba el suelo y sus manos pálidas mientras que por fin sentía la necesidad de llorar aparecer.

Le habían destruido todo, los insultos en medio de la golpiza seguían resonando en su cerebro.

Se abrazó asi mismo con su cuerpo estremeciéndose por el frío.

—No llores, eso es de niñas.

Giyū se alarmó, dio un salto desde el banco y observó a la última persona que querría ver en estos momentos.

Obanai estaba parado al frente con un paraguas, mirándolo como si nada con aquellos ojos desiguales tan bonitos.

Tomioka no sabe que decir, abre la boca en busca de algo pero en su lugar siente terror y su garganta se seca. Se veía tan patético ahora.

—Te ves horrible.

Giyū no sabe qué decir ni ve la necesidad de defenderse, agacha la cabeza y sigue sentado mientras solloza por esas palabras. No quiere seguir estando allí, quiere irse a casa con su hermana.

—¿No me escuchaste? Deja de llorar.

¿Cómo le pedían eso? Tomioka no sabía cómo evitar su llanto.

—No sigas... Uh, mira.

Tomioka alzó la vista sutilmente y se sorprende por lo que el niño le estaba extendiendo.

—Se te cayó cuando sucedió... Eso. Es li-lindo.

Era un dibujo que había hecho de Obanai, a un lado tenía una estupidez escrita dónde confesaba aquellos sentimientos tan sucios en papel.

No decía gran cosa, pero a Tomioka le gustó conservarlo con la esperanza de poder decirlo al frente de Iguro en alguna fantasía.

Giyū se sonroja y piensa que Iguro le dirá algo desagradable.

—¡Perdón! Y-yo no volveré a escribir eso.

—¿Eres sordo o qué? Te dije que es lindo, tonto.

Escuchar eso desencaja a Tomioka quien vuelve a mirar al menor, fijándose mejor en como seguía parado pero con una mirada más amable. No como la anterior.

—Y-yo lo siento. No qui-quise... yo, yo no sé que...

No sabía que decir, aún seguía incrédulo.

—¿Los golpes te dejaron estúpido? Deja de balbucear.

El paraguas de Obanai se cierra y se deja a un lado, el menor se toma el atrevimiento de sentarse a lado de Giyū como si nada.

Tomioka no logra entender. ¿Cómo puede acercarse después de saber todo?

—¿No estás... Asqueado conmigo?

—¿Por qué lo estaría? T-tú también me gustas.

Giyū mira a Obanai abriendo sus ojos azules repletos de incredulidad. Quiere seguir llorando porque su cuerpo se llena de un sentimiento nuevo, no tiene idea de cómo expresarse ahora.

Obanai siente su corazón acelerarse, nunca pensó que esas palabras podrían salir de su boca pero lo dijo.

También le gustaba Giyū.

—¿En se-serio? ¿No te estás burlando de mí?

Obanai niega con la cabeza, busca en su bolso un album de fotos y se lo entrega a Tomioka quien dudoso lo toma.

Las primeras fotografías son de lo que supone es su casa, de una extraña serpiente albina, el patio escolar y en algún punto solo son fotos de él dibujando.

—Me gusta fotografiarte, eres un niño tierno.

La sonrisa en los labios de Giyū busca florecer mientras sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas.

—Ya deja de llorar.

—P-perdón...

Giyū mira otra vez el álbum y se percata que en todas las fotos esta él dibujando, reconoce que que en todas esta boceteando un retrato de Iguro.

Miró otra vez a Obanai, está vez haciendo el intento de no llorar y le regala una sonrisa que es devuelta por el contrario.

—A mí me gusta dibujarte, si-siempre me inspiras a mejorar.

Ahora es el turno de Iguro sonrojarse, arruga las cejas y mira a un costado observando de mala manera, bastante orgulloso.

—Dibujas bien.

—Tus fotografías son hermosas.

Ambos dijeron eso al mismo tiempo, volviendo a mirarse a los ojos y sonreírse como tontos.

Iguro con más detenimiento mira el estado maltratado de Giyū, arrugando las cejas por la cara tan golpeada que tiene el mayor, empieza a molestarse pero no dice nada sobre quienes lo golpearon.

En su lugar se queda callado y escucha junto a él durante largos minutos el sonido de gotas de agua caer y chocando contra el techo de dónde están, disfrutando la especie de cercanía.

Con disimulo y asegurándose de no ver a nadie Obanai se acerca aún más a Giyū, recostando su costado contra el mayor y roza sus dedos con la mano contraria.

Tomioka mira aquello y se sonroja, abre la boca queriendo decir cualquier cosa por la sorpresa.

—Iguro...

No sabe qué más decir, no tiene nada por lo cual expresarse y por ende prefiere volver al silencio, mira su mano siendo rozada por los dedos fríos de Obanai y prefiere envolverla por completo. Casi seguro de que es eso lo que el menor quería desde un principio.

Vuelven a sonreírse mientras colocan una expresión cómplice, acordando sin palabras la especie de relación que llevarían a partir de ahora.

Un secreto. Seguirán sin hablarse en la escuela y Obanai actuara incómodo cerca del mayor pero simplemente será una fachada. Cuando tengan la mínima oportunidad de estar a solas se tomarán de la mano y se regalarán una tierna sonrisa.

A Tomioka ya no le importa que lo sigan golpeando al salir por sus sucios gustos, cuando eso termine podrá ser libre de abrazarse con Iguro.

•~•

"Aquel secreto seguirá siendo su gran felicidad."

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