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Nota 2

Hace diez años atrás

Kouyou me advertía que nunca hablara con extraños, y más si se trataba de un señor que pida ayuda y después te invite "caramelos". ¿será a caso cierto?

Al día siguiente desperté con la misma impresión de todas las mañanas. Ella no estaba, tan solo había un plato de waffles con cubierta de miel esperándome en la mesa. Mi sonrisa aumentó con tan sólo mirarlos y por lo visto estaban recién hechos. Me senté tomando el tenedor y di por comienzo la primera mordida. Eran tan exquisitos, suaves, que te dejaba el sabor del jarabe dorado en el paladar. Sólo ella sabía cómo consentirme en aquél entonces.

Salí de mi casa unos minutos después. No tenía rumbo cualquiera más que el parque, lo sé, pensarías que lo hacía porque me encantaba sufrir pero en realidad era todo lo contrario. Sólo lo hacía porque no perdía la esperanza de conseguir a alguien con quien jugar o platicar, aunque no sabía cómo dar el primer paso gracias a mi actitud tímida.

Miraba el ritmo de mis pies al caminar mientras acomodaba mis manos en los bolsillos de mi pantalón y pateaba una botella vacía que me topaba el paso cuando de repente escuché los quejidos de una persona mayor de edad, y al parecer no estaba equivocado. A unos metros se encontraba un anciano tirado en la entrada de la biblioteca de la ciudad.

  — Ayúdenme por favor. —  se escuchaban sus suplicas mientras extendía su brazo para tomar aquel bastón fuera de su alcance.   

Corrí de inmediato ofreciéndole ayuda y quedó conmovido ante mi gesto generoso, pues tras mirarme fijamente no dudó en agradecerme y en llamarme héroe. ¿Un héroe?, valla, en verdad no tenía idea de que alguien me llamara así.   

  — No se preocupe señor, estoy a sus ordenes —  Hablé de manera caballerosa y me dí la vuelta para retirarme cuando volví a escuchar a aquel anciano llamarme.

Regresé para preguntarle si necesitaba algo más. Éste sólo me miró de pies a cabeza, me estaba empezando a dar algo de temor y pensaba en huir hasta abandonarlo. su temblorosa mano apuntaba hacía mi pecho, mi respiración se entrecortó al momento de verlo, hasta escucharlo hablar por fin.

— Tu capa —  entrecerró sus ojos inspeccionando dicha prenda —  ¿Dónde conseguiste esa capa?

suspiré discretamente, por un segundo creía que me iba a secuestrar —  Esta capa la tengo desde que era pequeño, mi hermana dice que fue de mi padre. 

El anciano peló los ojos y comenzó a negar con la cabeza susurrando unos "no puede ser". intenté calmar su impresión preguntándole en que si estaba bien, pero al parecer, él tomó la palabra primero — ¿Cuál es tu nombre, pequeño?

tragué saliva, Kouyou me iba a matar si supiera que hablaba con extraños — Soy, Chuuya Nakahara

Se quedó en shock por unos segundos y después habló impresionado.

— ¡Eres el hijo de  Eiji Nakahara! —  me miraba como si fuera un objeto extraño mientras acomodaba sus gafas. La manera en que lo había dicho me daba muy mala espina y casi estuve al borde de explotar, pero contuve mis ganas.  

Pegué un gruñido — Mire, señor. Yo no tengo ni una mínima idea del por qué todo mundo se va en contra mía o de mis padres, pero sólo quiero que sepa una cosa. Usted puede ofenderme todo lo que quiera, pero sea a mi padre o a mi madre, eso no se lo perdonaré nunca. — le dije molesto y me di la vuelta volviendo a caminar a mi destino hasta volver a escuchar al anciano decir una de las mayores cosas que me había dejado impactado. 

— tienes la misma actitud que tu madre.

Me detuve un momento y volví a darle la cara, caminé poco a poco mostrando un gesto de confusión.

— ¿Usted, conoció a mi madre?

Éste sonrió — Eiji, era uno de mis mejores militares aun teniendo poco tiempo de conocerlo. Siempre respetaba a sus compañeros y a sus superiores. Y Marie, ella era una mujer encantadora, demasiado atractiva y siempre se aferraba a lo que se proponía. El único defecto que tenía era su comportamiento testarudo.

Lo mire asustado, conocía a mis padres mejor que yo, ni si quiera tenía idea de que mi padre era un militar. Tal vez aquella capa venía siendo parte de su uniforme.

— y ahora que lo veo, tienes los mismos ojos que tu papá, y tu cabello es igual que el de tu madre, sólo que el tuyo es un poco más claro.

— Por favor, quisiera saber más de ellos — le interrumpí, de acuerdo, caí en su trampa pero sentía que era la única alternativa para aclarar todas las dudas que tenía hacia mis padres.

Él me sonrió extendiendo su brazo para que yo la tomara y me dijo..

— ven conmigo.

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