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Capítulo 79 •Final•

Narra Samantha

Un nuevo día comenzó, y así también iniciaron las vacaciones. Era un alivio salir de aquellas cuatro paredes. Aunque ya no era tan difícil lidiar con mi molesta compañera de cuarto. Resultó ser mi confidente, quien siempre escucha todos mis problemas y me ayuda a mejorar, o al menos sus consejos me hacen reír.

Finalmente logré terminar un semestre sin reprobar ninguna materia. Y todo el crédito me lo llevo yo, por supuesto que Marcel tuvo mucho que ver, pero aprendí por mi cuenta y realicé mis tareas por mi cuenta. Así que, merezco crédito por eso.

"¿Ya está todo listo?" La voz de Marcel me interrumpió. Me giré para quedar frente a él, después de cerrar la maleta.

"Sí, todo empacado." Respondí, señalando la maleta encima de mi cama. Marcel sonrió ampliamente.

Ya estaba todo listo para irnos. Así es. No pensarán que íbamos a pasar vacaciones aquí. Claro que no. Marcel tuvo una excelente idea -solo él piensa eso- de pasar unos días en casa de mi padre, compartiendo con mi familia. Después de negarme millones de veces, él ganó. Mi padre, por supuesto, le había estado pasando mensajes conmovedores, tratando de acercarse a mí por medio de Marcel, y vamos, él es un gran intermediario. Es el único que puede convencerme de hacer semejante estupidez.

Claro que la única condición que le puse fue que después de pasar una semana en esa casa, nos iríamos. Marcel estuvo de acuerdo.

Él arrastró mis maletas hasta el estacionamiento de la universidad, donde estaba aparcado el carro de su madre. Sí, ahora ella le presta su carro más a menudo, ya que ahora Gemma no es la única que tiene fiestas y necesidades. Anne confía mucho más en Marcel ahora, ya no lo trata tanto como un niño. Me encanta la libertad que le ha estado dando hasta ahora. Luché mucho para eso.

"¿Lista?" Me preguntó después de guardar todo el equipaje en la parte de atrás del auto. Asentí con la cabeza.

No estaba lista en realidad, odiaba a la esposa de mi padre, y a mi padre.

Al llegar a la mansión de Jefrey Bones, puse los ojos en blanco. Marcel soltó un suspiro antes de mirarme.

"No te pongas odiosa, por favor. Tu hermano Adam estará muy feliz de verte. Sólo te pido que no seas dura con él, apenas es un niño, Sam. Dale una oportunidad de acercarse." Solté un bufido, pero Marcel tomó mi mano, clavando su mirada de cachorro en mí. "Hazlo por mí."

"Eres un maldito manipulador. No puedes hacer eso siempre... Ugh, te odio." Él sonrió, triunfante. Juro que lo odio siempre que consigue lo que quiere.

Ambos bajamos del carro y nos dirigimos hacia la gran puerta principal. Marcel no soltó mi mano después de tocar el timbre. Decidimos ser respetuosos y no ingresar como unos ladrones fugitivos, o al menos Marcel decidió solo. Yo hubiese entrado sin tocar el timbre, después de todo tengo una maldita llave. Pero al parecer me había vuelto una jodida sumisa siempre que estaba con él.

"¡Sammy! ¡Marcel! Bienvenidos a casa." Nos recibió mi padre, con una gran sonrisa que me costó asimilar. Es como si realmente estuviera feliz de verme.

Luego sentí un golpe en mis piernas. Bajé la mirada para ver una cabecita rubia, abrazándome a la altura de mis piernas. Joder, tenía fuerza en los brazos.

"¡Sammy, volviste!" Chilló. Tuve que ser fuerte y no poner los ojos en blanco ya que Marcel me veía con ojos suplicantes.

"Hola para ti también, Adam." Mostré una sonrisa forzada. El niño no dejó de abrazar mis piernas.

"Papá dijo que vendrías, pero pensé que estaba mintiendo como lo hace en mi cumpleaños y navidad." Él levantó la mirada para verme, con su pequeña nariz arrugada. "¿Por qué no viniste a casa en mi cumpleaños? Cumplí seis. Papá dijo que se te hizo difícil porque tu coche se averió. ¿Es cierto?" Me quedé en blanco.

Este niño me miraba con sus grandes ojos azules, y un ligero puchero. No pude ser cruel con él, ni aunque quisiera. Era mi hermano, al que no veía por más de dos o tres años. Y había crecido mucho, y cada vez era más parecido a mí. Tenía mis ojos.

Marcel no me dejó responder, ya que se colocó en cuclillas delante de Adam.

"Sí, su coche se averió, yo estaba allí. Ella quiso venir a verte, de verdad. Incluso te compró un regalo." Habló, sonriendo en su dirección. El niño me miró con los ojos muy abiertos.

"¿De verdad? ¿Cuál regalo?" Miré a Marcel, levantando una ceja mientras mi hermano me llenaba de preguntas. "¿Dónde está mi regalo? ¿Qué es? ¿Puedo verlo ahora?"

"Está en el auto." Le respondió él. No tenía idea de que Marcel le había comprado un regalo a mi medio hermano, ni siquiera se me ocurrió esa idea. Pero vamos, estamos hablando de Marcel, no se le escapa nada. No me sorprende que también tenga regalos para mi padre y para su esposa.

"Vamos Adam, deja que tu hermana y Marcel se instalen. Después podrás hablar con ella todo lo que quieras." Observé a mi padre con rencor. ¿Cómo se atreve a comprometerme de esa manera?

"Oh, claro que no. No voy a responder preguntas por hoy, estoy cansada y sólo quiero dormir. Sin molestias." Respondí, mirando fijamente a mi padre, quien frunció el ceño.

Marcel se aclaró la garganta y tuve que verlo. Tenía el ceño fruncido, y me hacia señas hacia el niño frente a él. Su expresión era casi dolorosa, quise cambiar lo que dije al instante.

"Lo siento. Creo que puedo descansar mañana." Su cara se iluminó, y una gran sonrisa apareció en su pequeño rostro infantil.

"¡Genial!" Gritó, corriendo dentro de la casa. Marcel también me sonreía cuando se puso de pie, antes de besarme.

"Eso fue lindo." Susurró después de apartarse. Le devolví la sonrisa.

"Sí, ve pensando en una buena manera de pagarme todo esto." Dije sin borrar mi sonrisa de satisfacción al ver su reacción. Y entré en la casa, dejándolo atrás.

El almuerzo fue algo incómodo, con mi padre y su esposa llenándonos de preguntas. Marcel es muy amable, y por supuesto que respondió todas las preguntas con orgullo, sin borrar la sonrisa de su cara. Todavía no entiendo cómo puede hacerlo, cómo puede ser tan bueno y compasivo con todo el mundo. ¿Cómo pude enamorarme de alguien que es tan diferente a mí? No sé cómo pasó, pero no pude haber escogido a un chico mejor, de eso estoy segura.

Después de terminar la incómoda conversación que tenían en la mesa, tomé la mano de Marcel, obligándolo a seguirme. Está bien, tal vez todavía no habían terminado la conversación, pero me daba igual, tenía que sacarlo de allí.

Lo llevé a mi habitación, y me sorprendí cuando noté el gran cambio en ella. Ya las paredes no tenían aquél horrible rosado, ahora toda la habitación era completamente borgoña. Quedé boquiabierta, y luego miré a Marcel con mirada amenazante.

"¿Qué otra cosa te ha preguntado mi padre sobre mí?" Marcel me ignoró.

"¿No te gusta? Es hermosa, tu padre debió esforzarse mucho para cambiar toda tu habitación." Entrecerré los ojos. "No me mires así. ¿Crees que tuve algo que ver?"

"No. Creo que tuviste todo que ver." Marcel puso los ojos en blanco.

"Sólo quiere acercarse a ti, no es malo, de hecho me parece muy amable." Ahora fue mi turno de poner los ojos en blanco.

"A ti todo el mundo te parece amable. Incluso yo." Marcel frunció el ceño.

"No digas tonterías, tú eres una gran persona, ya te lo he dicho y no me voy a cansar de recordártelo." Bajé la mirada, incapaz de sostener la suya. Odio cuando me hace sentir tan nerviosa y me hace actuar como idiota.

"Quiero que me pagues." Dije, recuperando mi compostura. Marcel comenzó a reír.

"Lo haré, tengo unas cuantas monedas..." Lo interrumpí.

"Oh, no no no no. Nada de monedas, tengo suficiente dinero en mi cuenta bancaria. Ven aquí y hazme el amor."

Lo arrastré hasta la cama, tumbándolo en ella. Pero de repente un toque en la puerta lo hizo saltar, y de pronto mi molesto hermano entró en la habitación sin ser invitado, saltando en la cama a un lado de Marcel. Estaba a punto de correrlo, cuando él me interrumpió.

"Hey, creí que estabas jugando con el regalo que te dimos." Dijo, y traté de ocultar mi risa cuando vi sus mejillas sonrojadas. El niño negó con la cabeza. Tan necio y malcriado.

"Nope, prefiero jugar con ustedes ya que nunca puedo verlos." Esas palabras de alguna manera lograron tocar mi duro corazón. De pronto me sentí miserable por no compartir mi vida con él, por no estar con él durante sus cumpleaños o en sus pequeños logros durante sus seis años de vida. Me sentí como el peor ser humano de la tierra por haber ignorado a mi hermano sólo por la mala relación que tengo con mi padre.

Me sentí peor aún cuando vi a Marcel, con sus ojos cristalizados, y sabía que estaba recordando a su propio hermano. Odiaba verlo así.

"¿Sabes qué? Vamos a jugar. Trae tus juguetes." Dije, cortando el silencio. Adam me miró sorprendido, estaba tan sorprendido como yo. Pero no dudó en salir corriendo fuera de la habitación.

Marcel no levantó su mirada, y sé que trataba de ocultar algunas lágrimas.

"Marcy, tengo algo para ti." Me acerqué a una de las maletas que había empacado. Él no se movió.

Saqué el sobre amarillo y se lo mostré. Él solo se encogió de hombros.

"Abrelo." Le entregué el sobre en sus manos y parecía muy confundido cuando lo tomó.

"¿Qué es?" Le hice señas para que lo abriera, y me senté a su lado para acompañarlo.

Él abrió el sobre, todavía muy desanimado. Frunció el ceño al ver su interior, y luego metió su mano para sacar el paquete. Me mordí el labio mientras sacaba la primera.

"Oh por Dios..." Su voz se quebró al final, y no pudo contener sus lágrimas por más tiempo. Sonreí, cubriendo mi boca.

Sacó otra, y luego otra, y botaba cada vez más lágrimas a medida que las veía. Eran fotos. Fotos de Henry. Fotos de su infancia junto a su hermano. Había conseguido las fotos después de visitar a su madre un día, sin decirle nada sobre la visita. Sabía que sería una hermosa sorpresa. Su madre las había escondido después de su muerte, para que Marcel no recordara el accidente y no tuviera crisis nerviosas. Pero ahora Marcel podía soportarlo, sabía que era lo suficientemente fuerte, sabía que él quería conservar las fotos de su hermano, y que esos recuerdos eran los más preciados de su vida.

"Gracias." Fue lo único que logró decir después de ver todas las fotos. Se limpió las lágrimas y volvió a guardar todas dentro del sobre. "Gracias. De verdad. No me esperaba esto." Asentí.

"Lo sé, bebé."

Justo en ese momento mi hermano volvió a aparecer en la habitación, cargando todos los juguetes que sus brazos podían soportar.

Marcel tuvo que dejar de llorar y mostrarse fuerte frente a él, sonriéndole amablemente.

Esa noche me reí como nunca, y también disfruté por primera vez la compañía de mi hermano, él es muy elocuente y divertido. Parecía muy feliz, su sonrisa era radiante en todo momento. Esa noche decidí que pasaría más tiempo con él, y no me perdería otro momento importante en su vida. Ese mocoso me ablandó el corazón, tal cual como lo hizo Marcel hace seis meses.

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Narra Marcel

Pasamos una semana en casa de la familia Bones, y la pasamos muy bien. No logré que Samantha se uniera más a su padre, pero sé que es muy difícil perdonarlo por todos los años que él no estuvo en su vida. Él la había abandonado con una mujer enferma y adicta, por muchos años, y eso Samantha no lo podía perdonar tan fácilmente. Fue traumático para ella, y él apareció muchos años después, cuando ya el daño estaba hecho.

Ella es la mejor chica que he conocido en mi vida, la única que vio algo bueno en mí. La única que pudo amarme por lo que soy, y que me valoró sin juzgarme en ningún momento.

"Joder, deja de pensar. ¿Puedes correrte ya?" Fruncí el ceño.

"Siempre arruinas el momento romántico." Dije, moviéndome nuevamente en su interior.

"Te amo, ahora muévete. Más rápido, Marcel." Sonreí, pero aceleré mi movimiento.

Finalmente acabé, rodando sobre la arena, con la respiración acelerada.

Sí, habíamos decidido pasar la última noche de vacaciones en una playa, donde las únicas personas al rededor éramos nosotros. No había nadie más. Era escalofriante para mí, pero a Samantha le parecía lo más fascinante y excitante del mundo.

Y así somos, nunca coincidimos, siempre tenemos opiniones diferentes. Tal vez nunca podremos estar de acuerdo, nunca podremos opinar igual que el otro, o tener la misma mentalidad. ¿Pero quién dijo que debemos ser iguales para poder estar juntos?

Tal vez Samantha trató de cambiarme muchas veces, y yo traté de cambiarla a ella. Pero ambos nos enamoramos de nuestras diferencias, esos pequeños detalles que odiamos al principio y que ahora es lo que más amamos del otro. Aceptar nuestras diferencias es lo mejor que pudimos hacer para encontrar el amor.

Nadie será tan perfecto, o tan ideal, nunca encontraremos a alguien que cumpla con todos los estereotipos que nos creamos. Tal vez la persona menos esperada será con la que pases el resto de tu vida. Tal vez podrás encontrar la perfección donde todos ven defectos. Allí es donde cobra sentido la magia del amor.

Y de nuestro amor, nació otro amor.

Dos semanas después de iniciar las clases, Samantha me anunció que estaba embarazada. A Sam sólo le faltaba un semestre para graduarse, por lo que el embarazo no fue un obstáculo para terminar su carrera. Ambos estábamos muy felices y emocionados por la llegada Sidney. Eso era lo más importante.

Y así fue como nos convertimos en padres a una edad demasiado temprana; según muchas personas.

No me importó, después de todo aprendí algo muy importante de la universidad: A la mierda los comentarios. Lo ideal es lo que pasa.


Fin.


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