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Capítulo 2

El desfile seguía en marcha, sin embargo; el grupo de amigos decidió dejar de contemplarlo, para dirigirse a la fase dos de su plan de diversión especial de Halloween.

—¿A dónde carajos van? —Katsuki se detuvo, no pretendía seguirlos a nada más que no sea el desfile. Había soportado tanto el festival que no estaba para aguantar otro tipo de entretenimiento.

—Iremos a pedir dulces. En todos los centros comerciales estarán regalando dulces a todo tipo de edad si vas disfrazado —dijo Hanta emocionado, a modo de que su amigo pueda convencerse de seguir más allá de donde no quería moverse, además ¿a quién no le gusta los dulces?

—Odio los dulces, no me interesan, —Realizó un ademán de desinterés con la mano—, sigan ustedes.

Comenzaban a quejarse sus cuatro amigos, articulando el "pero". Sabiendo que no lograrían nada, les desanimó rogarlo de nuevo.

Suspiraron sus amigos al mismo tiempo, rendidos, siquiera habían logrado llevarlo consigo hasta este punto, se diría que, estaban conformes con eso. Pero no creían que podría negarse a la fase tres, la fiesta que organizaría la preparatoria en casa de Monoma Neito, y para que fuera, debían de comprenderlo por esta vez y dejarlo descansar por un tiempo sin ellos. No tuvieron más que aceptar, pero con el trato de no marcharse de ahí hasta el regreso de ellos.

—Entonces, nos esperas aquí. No vayas a irte —advertía Kirishima.

—Sí, sí. No me moveré —accedió de mala gana.

—O si no, nos enfadáremos contigo —Denki amenazaba a Katsuki con un gesto de resentido fingido.

—Cómo si eso me importara —Rodó los ojos Katsuki, pero en lo profundo de su reacio corazón, bien sabía que sí realmente les importaba. Sólo no desea que se enteren por no demostrar “debilidad” como él dice.

—Chao, ¡te vemos luego! —Se despedían de Katsuki, dejándolo atrás, dándole la espalda.

—Ten cuidado con los fantasma. Recuerda, hoy también es día de los muertos —Mina anunciaba canturreando, mirándolo a través de encima de su hombro por un corto tiempo. Con las intenciones de asustarlo.

«¿Fantasmas? ¡vah! no creo en esas tonterías que se graban solamente por cámaras de baja definición, no existen» pensaba Katsuki, bufandose del intento de susto.

Lo paranormal para él son como simples mitos inventados por la gente, buscando un medio para entretener, algo falso, un cuento chino. Jamás vio uno, porqué creería en los fantasmas. Primero ver para creer, ¿no? Cómo dicen algunos.

Mientras no vea uno con sus propios ojos y viva en carne propia el espanto que causa estos seres, no creería en las apariciones que dicen haber visto esos narradores de terror en el internet. Inclusive, las películas de terror le son divertidas en vez de terroríficas, debido a que sabe muy bien que es son historias de una hora escrita por un sujeto con mucha imaginación, que durante toda la película la trama es demasiado falsa y actuado por simples personas como él y todos los que viven en este planeta Tierra. Sin olvidar que en casi todas inician con una familia trasladándose a una casa peculiar de mal ambiente.

A parte, ¿qué podría pasarle entre tanto gentío a su alrededor? Él no está completamente solo como para pasarle experiencias del más allá. No tiene nada del que temer.

Tomó asiento en las duras gradas que dirigían al centro comercial, en una esquina donde no pueda interrumpir el paso de los demás. Apoyado en la pared se abrazaba así mismo para no sentir el frío, y aprovechando que no estaban los desgraciados que le hicieron usar esas ridículas orejas, se lo sustrajo de su cabeza y agarró en una de sus manos.

Su respiración caliente se podía notar al salir de su boca cuando la abría para dar calor a sus manos heladas aun estando con los guantes. Unos cuantos minutos pasando, siete para ser exactos, ya empezaba a aburrirse y sentirse incómodo estar sentado como un vagabundo sin rumbo sobre duro pavimento. Arto de mirar sólo un lugar fijo a su frente, observó arriba y a los costados frecuentemente. Pronto, a su costado, casi cerca, notó la presencia de otra persona.

Katsuki se sobresaltó de la rapidez con la que ese invitado no deseado llegó a acompañarlo sin invitación. Y eso que juraba haber mirado varias veces a ese lado y no vio que nadie venía hacia él.

El escurridizo acompañante, resultó ser un chico ordinario como los muchos que pasaban por ahí, nada fuera de lo común. Vestía un disfraz de fantasma, un manto blanco que sólo cubría hasta su frente, encima de su cabeza lo adornaba un pequeño sombrero de bruja, un corbatín bicolor de verde y blanco con una calabaza en medio que le daba detalle a su cuello; llevaba pantalones color pardo que le llegaban arriba de cinco dedos de distancia desde sus tobillos, medias largas bicolor de los mismos colores que el corbatín y unos brillantes zapatos deportivos rojos de agujetas negras y suelas blancas.

El muchacho permanecía agachado, abrazando sus rodillas. No emitía sonidos y mucho menos movimientos, se le veía afligido por algo que Katsuki desconocía. Katsuki lo divisaba a detalle con cuestiones y desagrado también. Estaba disfrutando su soledad, y justamente de la nada apareció un extraño a su costado, estaba empezando a irritarlo.

—¡Oye, no sé que te ocurre, pero alejate de mí! —exclamó enojado—, ¡lleva tu amargura a otra parte!

Fue así que el chico que lo había hecho enojar, le puso toda la atención posible a sus gritos, dirigiendo su mirada vacía a la de Katsuki. Hasta ese entonces todo estaba vacío, sin colores y sin sentido.

Esos bellos ojos verdes se cruzaron con los ojos carmín del rubio, ambos se quedaron perdidos en la hermosura de sus iris, parecían haberse olvidado cómo pestañear. Pudo ver Katsuki a mucho más detalle la cara del chico, desde las cuatro pecas en esas dos mejillas, el verdoso rizado cabello y la pálida piel.

El semblante adormilado del de cabellos verde sólo asintió a la petición irascible de Katsuki, recorrió unos metros y volvió luego a su postura de antes. Enojado Katsuki por tan cortante y muda respuesta, se acercó al disfrazado y le propinó un pequeño, pero fuerte golpe en la nuca. Se sentía humillado por sólo haber sido contestado así de corriente, y lo peor de todo era que ni siquiera se había ido como quería.

—¡Te estoy hablando, bastardo!

—L-lo siento, lo siento... —De inmediato reaccionó. Cubriéndose su nuca—. Espera, ¿tú estás vivo?

—Pero qué loco, ¡obvio que estoy vivo!

Parecía que el golpe había desconfigurado la cabeza de ese muchacho.

Mascullaba Katsuki insultos al azar dirigidos al ojos verde con mucho descontento, apretando sus puños apoyados en sus rodillas, tratando de controlarse por más fastidioso que le parecía esa persona. Evitaba verlo, o de lo contrario acabaría por golpearlo frente a todos sin importar ser mal visto.

—Soy Izuku, Midoriya Izuku. ¿Cómo te llamas tú? —Se acercó a Katsuki. Estando más calmado, él quiso entablar amablemente, aunque no venía al caso sabiendo que él no lo quería cerca.

Sonrió el muchacho acercando su mano al airado, esperando ser bien respondido a su presentación tan repentina. Eso Katsuki no se lo esperaba, la conversación se desvió de la nada. Izuku veía esa oportunidad como única y que no podía perder, sin importar la actitud que tuviera el chico de ojos carmín, además, era la primera persona que lo notaba. Eso lo hacía estar realmente muy feliz. Su cara adormilada y agobiante se cambió de inmediato, y el responsable era Bakugou Katsuki.

—¡Yo no te pregunté cómo te llamas! —Aclaraba con la mirada severa— ¿crees qué me importa? Tampoco debe importarte él mío.

Entristecido Izuku retiró su mano rechazada, volviendo a su postura melancólico de antes. Katsuki sólo no paraba de susurrar groserías y quejas.

De todas las personas que se cruzaron en el camino de su vida, esta era la que más le sacaba de sus casillas, y más aún por haberle hecho sentir mal. Sentía una gran culpa por ser el causante de tener que estar viendo a ese chico abatido. No por ser tan impulsivo significaba que no tuviera sentimientos buenos dentro de su pecho, asimismo puede ser gentil si lo quisiera, si no intentara ocultarlo con rabietas de ira.

—Bakugou Katsuki.

Pronunció sin ganas su apellido y nombre, igual como lo hizo Izuku. Para él no pudo haber significado nada, pero para el chico que recién acababa de conocer lo era, que enseguida al oírlo hablar, su mirada se posó nuevamente en la de Katsuki. Los ojos le brillaban de alegría, y las comisuras de sus labios se abrían más y más, mostrando sus blanquecinos dientes.

 —¡Mucho gusto, Katsuki! —exclamó muy feliz. Y con más confianza se acercó al rubio cenizo.

Intentó darle la mano, pero Katsuki retiró sus manos, escondiéndolos del alcance de Izuku. Su lastima no llegaría a más, encima, lo que le había hecho desistir además de la culpa, fueron las ganas que tenía de hablar con el disfrazado, ya no aguantaba estar callado en un sólo lugar en silencio, consideraría al chico como una simple distracción hasta hacer tiempo; espués de todo, sus amigos aparecerían y se lo llevarían, no vería nunca más a Izuku. Lo tenía ya planeado. No es que quisiera que el pequeño mundo los vuelva a reunir, sólo sería esta vez que se animara a entablar con un desconocido por simple conveniencia propia.

—¡No es necesario que hagas eso! —Empujó el rostro de Izuku —. Sólo por curiosidad, no es que me interese, pero ¿cuál es la razón por la que estés aquí con ese ambiente de ansiedad y vestido con aspecto irrisorio? Tonto nerd. —Arqueó una ceja permaneciendo serio —. ¿No tienes amigos, familia con la que hayas venido?

Si que Katsuki podía ser cruel algunas veces, o mejor dicho seguido. Su forma de entablar no es muy buena, tampoco trata de mejorar su tacto con sus palabras impertinentes.

—Yo... No tengo amigos, vine sólo. —Sus ojitos verdes se afligían—. Si vine, fue por divertirme y hacer amigos, mas, no me toman atención. Simplemente me ignoran. —Volvió a sonreír de nuevo a Katsuki—. Estoy muy agradecido de que tú lo hicieras.

Incomodado ya estaba Katsuki por ver esa sonrisa que consideraba estúpida, aunque para él todo es estúpido. De verdad que con sólo verlo sonreir, una electricidad de nervios le recorría la columna vertebral, lo hacía sentir distinto a cómo suele sentirse siempre, no sabía si le gustaba o le desagradaba esas muecas que lograron hacerlo sentir diferente. Lo lógico y correcto para Katsuki fue irse a la opción del desagrado.

Para eludirlo, agarró la capucha del disfraz ajeno y bajó con brusquedad la tela hasta cubrir ese rostro palido lleno de gozo. La paz cubrió su ser por unos segundos.

—Por cierto.—Se destapaba la cara Izuku riendo alegre—. ¿Quisieras acompañarme al centro comercial de allá a recibir dulces?

Señaló un centro comercial que se encontraba al frente en la tercera cuadra, entrando al fondo. Estaba muy seguro de que aceptaría su pedido. Izuku era como un niño que pide por diversión, esperanzado y contento.

Sí que esta noche todos querían de alguna forma tratar de convencer a katsuki de ir algún lado.

—No acompañé a mis amigos, ¿y crees que a ti sí?

—Eso pensé —Terminó desilusionado y lleno de tristeza el de ojos verdes. Casi y se podría decir que sus redondeados ojos querían llorar y perdían color.

«Que sensible» se decía Katsuki mentalmente.

No sabía la razón del disgusto hacia la melancolía de Izuku, que era más intenso a cuando sonreía, otra vez empezaba a sentirse culpable. Si acompañar al muchacho dejaría que le dejasen de ver mal las personas, que escucharon sus gritos a metros, aceptaría sin quejas, con tal de no ser intimidado más por esas miradas que lo hacían sentir pequeño, no quería ser un villano de cuento que tortura sin sentido al chico inocente que se pone sensible fácilmente.

—¡Está bien! sólo deja de poner esa cara de víctima, llorón. —pronunció enojado.

—¡Sí! —Celebraba—. Ven —Se puso de pie y sostuvo su pequeña canasta en forma de calabaza que ¿dónde estaba ese objeto que Katsuki no pudo ver?

«Qué bien, estoy acompañando a un desconocido sin temer por mi vida. Si desaparezco, la culpa será de los imbéciles que se hacen llamar mis amigos»

Izuku agarró la mano de Katsuki, desprevenidamente, sin importar la anterior vez que se lo negó. Siguió firme a su agarre.

Pasaron entre la gente, por la carretera y acera a velocidad, gracias al disfrazado de fantasmita. Izuku reía de alegría al estar acercándose al centro comercial donde deseaba ir, pero más por estar acompañado por alguien. Sus deseos por fin fueron cumplidos, lo único que le faltaba era agradecer a Katsuki con sonrisas. Prometía en discreción hacer divertir a su nuevo amigo esta noche de halloween. Haría lo posible para que Katsuki no se arrepienta de haberle acompañado.

Personas salían y entraban de la entrada del enorme edificio, conversando joviales. El alborozo era un detalle que a ninguno le faltaba. Otros disfrutaban y se alagaban de sus disfraces, mientras que otros sólo vestían normales. Lo único que sí compartían por igual, eran las risas de felicidad.

Después de que Katsuki se liberara de la mano helada de Izuku, entraron al interior del lugar.

La calidez de todas las personas ahí dentro le provocaba calor a Katsuki, haciendo que este se quitara la chamarra.

Los colores negro y anaranjado no faltaban, las decoraciones tenían el mismo color en cada puesto existente, y cómo le dijeron sus amigos e Izuku, los dueños de cada puesto entregaban caramelos a los disfrazados. Izuku no se quedó atrás, junto a Katsuki recorrieron cada puesto de los tres primeros pisos, el rubio cenizo sólo lo observaba, no hacía nada más que eso, aburrido sólo esperaba porque salga de ahí de una buena vez; en su mente planeaba huir, no obstante, no encontraba el momento indicado.

—¿Quieres uno? —Enseñó Izuku inocente un dulce de envoltura morada frente a los ojos de Katsuki.

Sacó la lengua asqueado, lo dulce siempre fue una combinación mala para esa actitud suya

—Retira eso de mi vista, no me gustan —Bajó esa mano con el dulce fuera de su alcance visual.

—Si tú lo dices, —Ladeó la cabeza colocando el dedo índice sobre sus labios—, aunque pienso que eres alguien extraño, ¿cómo no puede gustarte los dulces?

—¡Cállate pequeña mierda!

—Calma, calma —pidió asustado, realizando ademanes de parar con las manos por si Katsuki explotaría de rabia—. ¿Te parece si mejor vamos a jugar en el pasillo de arcade? Está por este piso.

—¿Me retas?

—No no, sólo planeo que puedas divertite como yo lo estoy haciendo. Mis intenciones son buenas.

—Jueguitos, esas cosas no me atraen, son aburridas. ¡Pero no creas que saldrás triunfante contra mí tan fácil!

Esta vez fue él quien lo jaló del brazo, con rudeza se llevaba a Izuku.

Su primer juego, la carrera de autos, se dieron turnos para jugar, el primero era Izuku, seguido de él, Katsuki que recalcaba seguido que no perdería, que resaltaría más sus puntos y sobre todo, que no se divertía. Fue ese 4.550 que prendió en él una chispa de emoción, sonreía victorioso al ver esos números mayores a las de Izuku, le hacía sentir superior. Esa chispa se esparció en todo su cuerpo, encendiendo así, las llamas de la diversión que tanto se negaba a admitir.

—¡Probemos otros juegos! —grito Katsuki, emocionado de adrenalina esta vez.

Ahora Katsuki parecía a un niño chiquito que se dejó llevar por el momento divertido. No se parecía en nada al Katsuki normal.

Jugaron por casi una hora la mayoría de los juegos aquella noche, desde deportivos, asesinato zombie, reto de fuerzas, bolos, videojuegos antiguos, baile, etc. Y Katsuki terminaba ganando, su orgullo estaba en la cima. No podía evitar no eludirse a si mismo.

Realmente estaba divirtiéndose, a costa de la derrota de otra persona, pero disfrutaba viviendo la diversión en físico, y para Izuku no había problema en ello, al contrario, le parecía admirable. La radiante y hermosa sonrisa de Katsuki era digno de admirar. Ah, sí... sobre todo su buena mano con los juegos físicos y vídeo juegos.



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