Capítulo 1
La alegría y el gusto por el terror se esparció en Japón, así como en todas partes del mundo cuando octubre llega a su fin de mes, treinta y uno de octubre. Cada vivienda de las calles se pintaban de negro y anaranjado, esos dos colores que representaban halloween.
Anaranjado, su tan cálido tono haciendo referencia a la estación que acompaña al mes de octubre, el otoño, que hace que el viento se vuelva loco dejando sin hojitas a los pocos árboles que existe en la ciudad de Tokyo, Japón. Y el negro, su frío tono es un breve símbolo del color que debería de dar a conocer lo tan tétrico y misterioso que debe de ser esta festividad; pero la gente lo disfruta en vez de guiarse por el miedo. Por lo que a la mayoría le es más importante ir a divertirse entre amigos o familia a los muchos festivales que realizan cada octubre en Japón, en lugar de pasársela de miedo en una de esas casas de espanto para quedar sin aliento y quedarse seco de tanto sudar al ver cada espectro o monstruo extraño que no dejan de acosarte por cada pasillo.
Por un vecindario, entre todas las casas que abundaban los detalles por todas las esquinas; hubo una en donde no había esqueletos colgar, brujas y fantasmas esperando de pie frente a la puerta. Lo único que abundaba eran las telarañas, tan efímeras y reales que el viento se las llevaba, no parecían estar dispuestas a permanecer ni un minuto más en una casa tana aburrida con apenas unas dos calabazas acomodadas frente a la puerta y a cada costado de las gradas que dirigían a la entrada. Vegetales que poseían rostros desfigurados a causa de un mal trabajo con odio por parte del primogénito que vivía en dicha casa.
Dentro el recinto familiar, el único hijo de los Bakugou, Katsuki. Mantenía una conversación trivial sentado en uno de los sillones de la sala con sus amigos de la preparatoria, bueno, sólo ellos conversaban, el chico simplemente mantenía su atención en otros lares de su mente sin opinar acerca de los planes de sus acompañantes, todos contentos, con designios y diversión al hablar entre ellos.
Ese ceño tan fruncido y esos labios caídos, eran señales de que moría por ser captado por sus amigos. El arrogante adolescente en serio que no estaba disfrutando de esas charlas, que en su opinión aburrían. No obstante, aceptó realizar la pequeña reunión en su hogar. De no haber sido suplicado desde la mañana hasta la tarde, no habría aceptado, deberían de estar agradeciendo a la poca paciencia que tiene el chico. Fue una buena opción molestarlo a través de llamadas insistentes por cada uno. Estuvieron en un complot desde hace meses con tal de conocer la casa del rubio de constante entrecejo airado. Esta sí que era la oportunidad.
—Siento que el tema que estamos teniendo no parece gustarte del todo, ¿no, Bakugou?
Por fin, su buen amigo de cabellos rojizos, Kirishima Eijirou, pudo haberse percatado de tan abrumadora mirada de Katsuki. Sus indirectas finalmente fueron notadas.
Eijirou sabía perfectamente que a él no era de gustarle las salidas en grupo a "divertirse", porque diversión simplemente en su vocabulario no existía. Pero qué extraño jovencito sin duda es Katsuki. Más evidente era que las ideas de todos ahí le desagradaba, y de seguro no tenía planeado acompañarlos a realizar todo lo que tanto planeaban de principio a fin, para pasear afuera en las calles y lucir sus maravillosos disfraces.
De ello, Eijirou se limitó a argumentar ese presentimiento de disgusto por parte de Katsuki, lleno de nervios en cada músculo de su semblante, pues el intimidante comportamiento de su amigo suele en ocasiones hacerlo sobresaltar de miedo por los constantes gritos que lanza al hablar en cualquier tipo de coloquio.
Katsuki, posaba una postura varonil tan distraído y airado, con las piernas separadas sosteniendo su brazo izquierdo sin movimientos en la pierna del mismo lado, mientras que su barbilla descansaba sobre su mano derecha que se mantenía apoyado en el posabrazos del sofá color guindo.
Ganas de responder no le nacían a Katsuki, estaba tan firme en ignorar la amable cuestión, pero concluyó por contestar después de un pequeño gruñido.
—Sus estúpidos planes me dan igual, no estoy dispuesto a participar de toda esa mierda —Firme en lo que decía, seguía mirando a su costado evadiendo el frente y estrujaba sus dientes en descontrol como si quisiera acabar con el esmalte de su blanca dentadura a la fuerza.
—¡Pero qué dices! —Se quejaba Kaminari Denki— Vamos, amigo, es noche de Halloween. ¡Será una ganga de pura diversión!
Denki se limitaba a jalar la polera azúl marino de su enojado amigo Katsuki, intentaba poder animar de alguna forma, jalándolo de una lado a otro como una marioneta. No pararía hasta obtener un sí por respuesta. Su técnica de fastidio era ya un hecho que terminaría por funcionar a las malas hasta llegar al límite de la pequeña paciencia que tiene el rubio cenizo malhumorado. Pero ocurrió lo contrario a lo que se proponía; Katsuki acabó explotando de rabia, lanzándose a su molesto amigo, sosteniendo el cuello de su chamarra en signo de advertencia.
—Tranquilízate, viejo. —Pedía asustado Denki, rogaba por no terminar con el ojo morado después de eso, aunque bien sabía que Katsuki no llegaría a tanto más que una simple advertencia estremecedora —. Sólo dilo y ya, ¿cuál es la razón por la que no quieras acompañarnos?
Para calmar el ambiente, intentó apaciguar y hacer olvidar el antiguo asunto que tenían hace un rato. Una simple pregunta pudo dar frutos, haciendo que Katsuki lo soltara y se limitara luego a descansar su dorso en el respaldo del sofá con los brazos cruzados y refunfuñando bajo.
—No me gusta halloween y tampoco me interesa festejarlo —Se sinceró a regaña dientes.
—¡¿Qué?! ¿A qué clase de persona no le gusta Halloween? —cuestionaba Denki confundido, anonadado por las palabras de Katsuki. Fue tanta la impresión que llevó sus manos a los laterales de su cabeza.
—Lo dice alguien a quien no le gusta las hamburguesas, ¿qué clase de persona eres tú más bien? —indagó Ashido Mina en voz burlona.
La única fémina del grupo de amigos, Mina, reía a carcajadas por el disgusto extraño del chico de cabellos rubios de un tono más intenso, Denki. Siempre buscaba el momento correcto para burlarse de ese problema raro de Denki con las hamburguesas; Mina consideraba algo estúpido y gracioso tener esa clase de desagrado a un alimento tan rico y grasienta que a la mayoría le gusta.
Sus hilarantes risas contagiaron a los demás, excluyendo a Katsuki, a lo que que Denki realizaba unos pucheros en su rostro de la vergüenza, apretando los puños que apoyaba en sus piernas. No se notaba enfadado pero si un poco molesto por el comentario, mas, no llegaba al extremo de cortar la amistad con todos, al fin y acabo ya estaba acostumbrado, y eso no significaba que dejaría de odiar las hamburguesas.
Pidió que dejaran de burlarse, y así lo hicieron, dejando los presentes lágrimas en sus propios ojos de tanto reír, sin olvidar el dolor de estómago que los empezaba a incomodar.
—Sólo una duda, ¿por qué entonces tienes dos calabazas afuera? —Señalaba la entrada Sero Hanta, el muchacho de cabellos negros.
—Esos fueron dos encargos que la bruja de mi mamá me dio —explicaba molesto Katsuki. Estuvo tan concentrado en sus rabietas de ira por haber hecho tal trabajo de dos simples adornos, que no pudo precaverse del golpe que le dio su madre en la parte de su nuca, causando que este se enojara aun más de lo normal.
—¡Bakugou Katsuki! ¡qué forma es esa de referirse a su madre, ya lo hablamos jovencito!
La tensión en la sala se abrumó por los regaños. El aura de irritación que desprendía el adolescente rubio y más la de su madre, eran los causantes que la casa se volviera tan incómoda ante las visitas que miraban en silencio la escena. La señora al darse cuenta de sus acciones y la tensión, cambió su gesto a uno amigable, dejando bocadillos dulces sobre la pequeña mesa que ocupaba espacio en medio de la reunión de los jóvenes, y a su vez dejó un plato ondo lleno de uvas, frutas que son más constantes en la temporada de otoño.
Su madre tenía más control sobre sus acciones que su hijo, y más comprensible que sabe tratar con cuidado las situaciones, a comparación de su hijo que se deja llevar por el enojo a cada rato sin importar en lo que podrían llegar a pensar de él.
—Muchas gracias, señora Bakugou —Agradecían el gesto todos los amigos de su hijo. Sonriendo, demostrando lo agradecidos que estaban por los bocadillos.
—De nada, muchachos. —Correspondió con una sonrisa la madre—. Por cierto, ¿dónde planean salir esta noche?
—Verá, estábamos pensando ir al festival que tendrá Shibuya —responde Mina toda contenta alzando los brazos arriba y bajándolas en puños de triunfo.
—Así es, pero su hijo no quiere acompañarnos —Como un niño se acusaba Denki. Seguido de él todos empezaron a acusar a Katsuki con su madre.
Ante todas esas plegarias y quejas de que convenciera a su hijo a asistir con ellos, la señora acudió a sus palabras con autoridad refiriéndose al primogénito. Con ambos brazos en sus caderas, se posó frente a su hijo con la mirada firme.
—Bueno, si Katsuki no quiere ir, ¿qué le parecería al jovencito tallar más rostros en las otras cuatro calabazas para la decoración?
Pudo haber parecido una sencilla pregunta, pero en realidad ese tono de chantaje le decía lo contrario. Ambos no paraban de desafiarse con las miradas, esperando a que uno de ellos dos desistiera de su postura actual.
Quedarse en casa cada vez más le era claro que no le convenía a él, en sus planes para esta noche no estaba para nada tallar gestos de nuevo en esas deslavazadas calabazas. Si al menos iba a aburrirse afuera, sería no haciendo nada que tenga que ver con vegetales inertes. Sin embargo, todavía sigue siendo para él una “mierda” salir a afuera para celebrar una fecha común y corriente.
No le queda de otra, no tiene opciones.
—¡Está bien, iré! —aceptó rendido a gritos alterados, encogiéndose de brazos cruzados, frunciendo aun más el entrecejo.
El grupo de amigos al escucharlo saltaron de pie, cantando victoria en un: sí.
Finalmente su amigo asistiría sin tener que rogarlo más, tenían a su madre de su lado, y siendo así, lo tendrían en sus manos. No había impedimento para que él pueda negarse cómo suele hacerlo siempre.
Satisfecha la señora se retiró de la sala, agradeciendo la suerte que poseía de poder estar esta noche ella con su marido en paz, podrían pasársela haciendo lo que quisieran sin las quejas de su primogénito. Además de que fue un buen momento para incentivar a su hijo a no dejar pasar la diversión y alegría de la juventud.
—Chicos, antes que la hora avance más de lo debido, alistemonos —opinó Kirishima.
Los cuatro adolescentes, felices sacaban objetos y ropa de sus mochilas que se agregaban a sus vestimentas normales, pequeños detalles que los transformaban en el personaje que querían representar en sus disfraces para esta ocasión; puesto que todos en la ciudad estarían luciendo sus impresionantes disfraces, y quedarse atrás no estaba en sus planes. Debían de demostrar lo extravagantes que podrían llegar a ser.
Mina, llevaba unos guantes y orejas de gato blanco; junto a una falda que le llegaba hasta arriba de las rodillas y una blusa celeste de mangas cortas. Denki, vestía una camisa roja, pantalones negros y pequeños cuernos en la cabeza, haciendo representación al diablo humanizado. Hanta, tenía una pinta de payaso terrorífico, que gracias al maquillaje extra que le dio Mina, quedó espeluznante y perfecto. Kirishima, sencillo, sólo se agregó una túnica negra con capucha, incluyendo una guadaña típica de la muerte. Y katsuki, bueno... Seguía siendo él, sin ni un disfraz, permaneciendo con mala cara sentado en el sofá.
A Katsuki no le importaba, pero a Kirishima sí, se sentía mal por él, inclusive, estaba más preocupado por Katsuki que por él mismo. Si todos estarían disfrazados, Katsuki también tendría que estarlo.
—¿Bakugou, no tienes disfraz que puedas usar? —preguntó antes para asegurarse la razón del porqué su amigo todavía no se alistaba como todos ahí.
—No, tampoco pienso ir a hacer el ridículo.
—No exageres, bro. —Sacaba una bolsa negra de su mochila el pelirrojo—. Traje un disfraz extra porque no podía decidirme por uno de los dos. Pero no me importaría si te presto este.
Lanzó la bolsa a la dirección de Katsuki, recibida bien al llegar sin dejarlo caer el piso. Dentro yacía un disfraz de hombre lobo, con todos los accesorios que representa a dicho personaje. Disgustado miró Katsuki, imaginarse a él vestido de esa forma le aturdía la mente, ni siquiera se había puesto el disfraz, y ya sentía la vergüenza que pasaría al recorrer las calles, se hacía ideas de que la gente lo señalaría de mala forma y se reirían de su situación tan incomoda llevando eso consigo.
—Me niego a usar esto. —Se puso de pie dejando la bolsa a un aldo sobre el sillón—. Si voy, será sin disfraz.
Eijirou se acercó al rubio cenizo empecinado, sosteniéndolo de los hombros, lo miraba amable y determinado a convencerlo. Él habló:
—Por favor, no sería justo que tú seas el único que no lleve disfraz. Si te preocupas de que hablaran mal de ti porque te vean disfrazado así, considera que sí lo harán si te ven sin llevar uno, porque la mayoría en el desfile llevarán uno puesto.
—Dejalo, Kiri. No te das cuenta que desde siempre a llevado un disfraz que da terror —Se mofó Denki a carcajadas. Y Eijirou trataba de contener las risas.
De manera gentil y bromista lograron convencerlo casi del todo, esa era la segunda vez en una noche que lo doblegan con chantajes e ironías. Si no era su madre, era Denki y Eijirou.
El rostro de Katsuki no dio una de las mejores expresiones, pero a su manera de ser amable terminó por sostener de vuelta la bolsa de nylon negro.
—¡Pero sólo las orejas!
Dicho alterado su condición, fue a su habitación a cambiarse de ropa, protestando en todo el camino. Por otro lado, Eijirou se sentía mucho mejor, aunque no logró del todo persuadir a Katsuki de usar completo el traje. En realidad, le hubiera gustado mucho verlo con ese disfraz, y no sólo a él, a todos los demás. Pero, verlo con sus orejas puestas era algo, y disfrutarían mucho verlo con esa fachada de furro.
Así que antes de que vuelva, todos trataban auscultar las risas al visualizarlo en sus mentes, y maldecían por no poder verlo con cola más, eso hubiera sido mucho mejor para ellos. De haber sido así, se hubiera vuelto él en el centro de mofa de sus amigos.
Katsuki tenía toda la razón al decir que recibiría burlas por vestir de esa forma, ¿para qué quiere enemigos si los tiene a ellos? Y pues él no sabía que a sus espaldas estaba siendo humillado y burlado de manera que prevalezca su sincera amistad; porque al fin y acabo en ese grupo de amigos, todos se burlaban por cada cosa que hacía cada uno. Debía ser equitativo.
Después de despedirse de los padres de Katsuki, los adolescente se encaminaron al gran festival a ver el desfile especial de halloween.
El rubio caminaba avergonzado y malhumorado llevando esas orejas falsas de lobo, con las manos dentro de los bolsillos de la chamarra verde oscuro que llevaba puesto. Él era el único que realmente prevenía tener resfrío, abrigado por todo lado a excepción de la cabeza. Usando una camisa anaranjada, pantalones vaqueros, zapatos cafés y una chaqueta beige; sobre esas dos prendas de la parte de arriba de su cuerpo, estaba su chamarra y unos guantes en sus manos del mismo color que la chaqueta.
Los demás no parecían ser humanos, caminaban con normalidad sin abrigo, el viento de las ocho no les afectaba en nada, sólo era Katsuki quien tiritaba a cada rato en el trayecto. Aunque ya saben, es típico ver a cualquier adolescente soportar la helada, llueva o nieve, estos siempre andan en descubierto alegando no sentir nada de frío.
—Pareces un abuelito, Bakugou —comentó la de cabello rosado, riendo bajo.
—Cierto. —afirmaba Denki carcajeándose— ¡Esperen, olvidamos el bastón de Bakugou! —fingió sorpresa.
Katsuki Bakugou aguantaba con todas sus fuerzas las burlas, prefería no responder a sus comentarios, ignorarlos era un método para controlar la ira que le hervía la sangre. En lo único que pensaba y daba atención, era a su reloj de mano, esperando que la hora marque las diez y media para marcharse a casa lo más antes posible, pero incluso el reloj estaba en su contra, el minutero y segundero avanzaban lerdos.
Esa noche fría de otoño fueron a ver a cantidades de personas disfrazadas y carros alegóricos adornados de todo lo que tenga que ver con halloween, desfilando en hileras con gente a sus ambos costados que los veían mientras hacían lo suyo pasando por la gran carretera. Todos y todas ahí se la pasaban a lo máximo, en su mayoría, adolescentes y adultos, los niños se divertían a parte pidiendo dulces en los centros comerciales o en sus propios vecindarios.
Cabe recalcar que no todos se la pasaban bien, Bakugou Katsuki era como una estatua sin sentimientos que en su cara sólo permanecía ese semblante de pocos amigos, él era esa pequeña mancha negra que ensuciaba toda la felicidad, nada lo divertía, ni emocionaba.
Incluso el ser sin vida se la pasaba mejor aquella noche.
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