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Capitulo Ocho


CHARLES LECLERC

3/3.

Estoy en el pit wall de Italia. El sol que se reflejaba sobre el pavimente cegándome solo levemente. A mis espaldas los ingenieros de equipo seguía charlando sobre la estrategia que se usaría, el tipo de llantas y la condición del pavimento así como del aire en pista.

Después de la carrera de Miami habíamos subido en puntaje de la competencia de constructores y pilotos. Habíamos logrado sentirnos más seguros respecto al campeonato y lo decididos que aún se encontraba todo el equipo.

Frente a mi se encontraba cada uno de los garages de las respectivas Scuderias. La mayoría de los pilotos para este momento estaría ya alistándose o subiendo a su monoplaza. Excepto de mi que prefería subir a este a solo unos minutos previos de la carrera.

A lo lejos distingo a Carlos y como me saludo antes de subir a su monoplaza. Un solo asentimiento le muestro.

A los lados veía como todos los equipos corrían de lado a lado, incluso unís ya comenzaban a salir con el monoplaza a la pista. El garage de Red Bull a nuestro lado noto como los ingenieros terminaban por ajustar el monoplaza, entonces ahí lo noté.

Con una sonrisa radiante, su cabello sedoso, y suelto y con su patineta eléctrica que solía cargar a todos lados. Maxine recién llegaba al garage de Red Bull, pero no sola si no con la compañía de Max.

Atenta y cautelosamente veo a ambos desde el pit lane de Ferrari. De nuevo podía jurar sentir como me comía por dentro la desesperación de ver su familiaridad, su cercanía, la forma en la que tan cómoda de la compañía de Max. Y también... la forma en la que el le besaba.

Fue inevitable no sentirme furioso, celoso. Mis manos apretó en puños a mis costados, mi mandíbula apretó con fuerza con verle la sonrisa que le arrebataba a Maxine. Mi Maxine. Dejaba de lado la idea de "avanzar" yo no quería hacerlo, y tampoco lo haría. Porque yo la quería a ella, conmigo.

Aveces me daba miedo reconocer lo enamorado que estaba de ella. Porque dolía, dolía tanto. Era casi como si mi cuerpo entero estuviera en llamas, pero de una manera positiva. Sentía como todo mi cuerpo se contraía y al mismo tiempo se expandía con mirarla. Se sentía también reconocer que estaba Amando por completo a alguien como Maxine.

Que a pesar de lo que ahora me separaba de ella, yo seguiría haciéndolo. Que incluso me pondría a la defensiva solo por ella, y si para ello tenía que pelear contra Verstappen, no dudaría ni una sola vez en hacerlo.

—Leclerc, es tiempo. —la voz de Binnoto me trae devuelta a la realidad, su voz autoritaria y fría sobre mi no pasándola por desapercibido y ya comenzado a resultarme familiar.

Mi mirada distraída divago entre el rostro de mi jefa y la escena del garage Red Bull a solo unos metros de mi. Pero Binotto era inteligente y no demoró más de un segundo en encajar las piezas del rompecabezas y dedujera con facilidad a lo que tanto miraba.

—No. —murmuró tan serio, molesto. Su simple tono firme de voz y su expresión tan enemistada, otorgándome la explicación de alejarme de allí y dejar a su hija en paz.

—Yo..

Su mano en alto alza frente a mi cara, cayéndome al instante con un solo gesto. Sus palabras lentas explicando; —No te quiero cerca de mi hija, Charles. Déjala y tú y yo no tendremos ningún problema. —tras un asentimiento, continuo hablando. —La carrera está por empezar, te recomiendo ir subiendo al auto. —sugirió, su petición sonando más como a una orden.

No me quedo más remedio que asentir cabizbajo y correr al garage con mi número dieciséis.

El volante sostengo con fuerza, la luz del sol reflejándose en mi visor oscuro del casco. El público al lado de la pista de salida chillando de emoción. El rugir de los motores, el olor tan distinguido de los aceites de estos autos pesados. El sudor que escurría por mi frente. Arriba de ese auto, en mi cabina, podía sentir todo, distinguir casa sonido, acción. Pero sobre lo que más resaltaba, eran en enfocarme en mis objetivos, y ese día solo tenía uno.

Una a uno las luces del premio de Imola se apagaron, el público rugió al igual que los monoplazas cuando estos arrancaron con fuerza.

El acelerador piso con fuerza y mis manos aferro al manubrio, las voces de mis ingenieros distingo por mis auriculares. Las ráfagas coloridas de colores de monoplazas sobrepasando con gran éxito en la primera curva.

Piso con fuerza el pedal aún con las advertencias de mi equipo del cuidado de neumáticos. Pero al contrario de ellos, mi plan no era mantener un ritmo de carrera, si no, ir en contra del Red Bull que se encontraba frente a mi a un solo escaso segundo.

—No fuerces los neumáticos, podremos hacer remontada de pos ciclón a media carrera. —la voz de mi ingeniero me recuerda devuelta. Lo ignoro por completo y sigo con mi objetivo.

Su parte trasera del monoplaza manteniéndola tan cerca de mi. Zigzagueando tras suyo en cada curva como punto de alcance, buscando el espacio indicado en el que podría arrebazarlo.

Pero adelantarlo no era lo único que quería hacer. Quería arrebatarle esa sonrisa del rostro, hacer algo que le doliera.

—¡Chico, detente! —dejó de escuchar los continuos regaños de mi equipo y aceleró a más a fondo.

La curva uno tomo por dentro sin dejarle oportunidad a Verstappen de pasarme o siquiera dejarle espacio. Nuestros autos chocando uno contra el otro pero ninguno de los dos disminuyendo la velocidad.

—Debes de detenerte. —me exige mi ingeniero. No lo escucho.

Los gritos de desesperación en la radio se vuelven inaudibles. El golpe en el costado derecho de mi auto impacta sin poder evitarlo.

El chirrido de los neumáticos, el sonido del metal contra los resguardos de muro. El auto impactado de Max dejó atrás al pasar la curva y tomar la delantera.

Una sonrisa de satisfacción se forma en mi rostro.

El público, los mecánicos, los presentadores, todos se vuelven locos por esa increíble carrera ganada. Felicitaciones, fotografías, y entrevistas, regreso al garage de Ferrari con mi trabajé bañado en champagne después del podium de celebración. 

Los brazos de mis mecánicos e ingenieros siento a mi alrededor cuando me rodean en abrazos. Sus palmadas en espalda al igual que sus palabras alentadoras tomó complacido.

—¡¿Podrías decirme cuál es tu maldito problema?!

La conmoción me recorre. La sonrisa que dibuja en mi rostro desaparece y en mi lugar quedo estático al reconocer su voz.

Maldita sea, hasta entonces me daba cuanta como la había extraño tanto. Reconocer que su voz me hablaba de vuelta y no por los atormentados recuerdos que me recorrían.

Frente a mi distingo los murmullos de mis mecánicos. Sus rostros de sorpresa al mirar detrás de mi. Sus miradas divagando de mi a la persona que se encontraba detrás. Ahora quizás yo no era el único impresionado.

Siento como de pronto el aire me hace falta a los pulmones y mis piernas fallan al ver cómo Maxine se acercaba a prisa al garage de Ferrari. Estaba furiosa, lo reconocía a la perfección por sus pasos firmes y rápidos, además como de su furiosa expresión y como es que siempre que se encontraba enojada arrugaba su nariz y cejas. Pero aún así no podía quedarme de lado y de brazos cruzados y no poder evitar reconocer lo hermosa que aún así me parecía. Tan perfecta.

—¡¿Cual es tu maldito problema?! —su disgusto en su voz no lo pasó por desapercibido hacia mi.

La distancia entre nosotros tragándome vivo al tenerla frente a mi a solo dos pasos. Mis manos quemaban por querer tocarla, atraerla a mi y abrazarla. Comenzaba a ser tentador acortar la distancia entre nosotros y obligarla a guardar silencio con solo besarla. Mis manos picaban por la exhaustiva necesidad que tenia de acariciar su piel de su rostro y que en el se dibujara una sonrisa encantadora como las que siempre solía mostrarme. Me contengo.

Jamás la había tenido tan cerca en todo este tiempo. Después de la orden de alejamiento me conservaba de guardar la distancia indicada. Pero ahora, ahora era ella quien estaba frente a mi.

—¡Eres un completo imbecil! ¡Un hijo de..! ¡Max pudo morir allá afuera!

A pesar de sus insultos y gritos hirientes. No podía notar su belleza, cómo estaba completamente perdido por ella. Que después de mucho tiempo la tenía devuelta frente a mi hablándome, su familiar baja estatura obligándome a mirar abajo solo un poco. Y, que quizás ahora solo me estuviera insultando y que quizás también me odiara. Yo aún me mantenía firme a amarla y estaba seguro de que algún día, ella también lo volvería a hacer conmigo.

—¿Me oíste? —su voz me trajo devuelta de mi ensoñación y por fin me centro en sus que me miraban furiosos. —No se te ocurra volver a hacer algo así. —su tono firme amenazándome. —No te acerques a Max, ni a mi. ¿Me oíste?

—Te ves hermosa cuánto te enojas. —mis palabras abandonan mi boca antes siquiera de poder comprenderlas.

¡Maldita sea! ¡¿Porque debía de pensar en lo bella que era en vez de pensar en el gran significado de lo que estaba diciendo sus palabras?! Estupido Charles.

—Jodete. —musitó con tanto odio. Sus palabras dolieron devuelta tanto como ese día del hospital.

Su mirada de repulsión me muestra por último antes de abandonar el garage de Ferrari.

Fue con la última imagen de sus ojos que desee que estos me volvieran a ver como alguna vez lo hicieron con tanto amor.

authors words
mhm ✨termine el maratón✨yei
y yo que estaba dispuesta a hacer un maratón y nunca logró completarlos y subirlos 😶

anyways.. mood del capítulo:

Ahora si, chao y hasta la próxima actualización (esperemos que pronto) 🫡

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