Capitulo Dos
CHARLES LECLERC
El ruido del casco chocando al suelo sobresale en el garage llamando la atención de los mecánicos que se giraron a verme alarmados.
—¡Joder! —grite furioso en el garage después de haber bajado del auto.
Mis guantes terminando en el suelo al igual que el casco al haberme deshecho de ellos y lanzarlos.
Estaba abrumado, furioso.
El inicio de temporada recién comenzaba y desde entonces, con solo los pre testing de temporada y las primeras tres carreras del año. Mi rendimiento estaba siendo el más desagradable.
Dejo atrás a los mecánicos e ingenieros en el garage y me encamino por el paddock hacia el motorhome de Ferrari. Las personas a mi alrededor evadiéndome por mi semblante de pocos amigos. Estaba agradecido que no se acercaran, hoy no era un buen día como para lidiar con fotografías, autógrafos o entrevistas.
La puerta de mi habitación cierro con fuerza al entrar y por fin expresar mi enojo con un fuerte grito que jure que se escuchó hasta fuera. Mi garganta ardiendo con ello.
Quería marcharme, rendirme. No quería estar aquí. Todo aquí traía recuerdos. Y es que las personas a mi alrededor no dejaban de mirarme y mostrarme pena, no dejaban de murmurar sus disculpas cada vez que pasaba a lado suyo. O como también muchos discutían sobre mi desempeño que tenía claro que no era el mejor.
Vaya mierda que era ahora.
Toc, toc.
Una hora más tarde escucho como llaman a la puerta de la habitación. Pero me siento tan cansado como para levantarme del suelo e ir a abrirla.
Por suerte mis pensamientos fueron escuchados, y la puerta se abre dejándome ver la molesta expresión de mi compañero español.
Trato de precisar el momento exacto en que mi amigo empezó a abandonarme. ¿Fue después de los inicios de temporada? ¿O después del incidente? Probablemente desde eso.
—¿Que? —pregunto tirado aún en el suelo. La lata de alcohol medio vacía a mi lado delatándome ante los ojos de mi amigo.
—¿Estás alcoholizado? —pregunta. Una risita escapando de mis labios al causarme gracia. ¿Acaso que no era más que obvio?
Escucho como el suspira agotado, probablemente abrumado también de lidiar con esto en el último tiempo. Sus ojos de cansancio conservando cierta tristeza mirándome directamente. Me estaba mostrando su pena, otra vez, y como todos lo habían estado haciendo desde el inicio de temporada.
—Puedes irte. —impune molesto. Dispuesto a volver a beber el resto del envase, y con suerte también el resto que quedaba en el mini refrigerador una vez me encontrara solo devuelta.
—No.
—¡No! —me quejo casi lloriqueando cuando Carlos se acerca a mi y se inclina hasta apartarme la lata de un manotazo, tirando del líquido frío.
Una mirada fría y de desagrado me encargó yo de mostrarle.
—Me debes una bebida. —exprese molesto.
—¡Joder! ¡Y ahora te pones a pensar en eso! ¡Solo mírate, Charles! ¡Eres un maldito desastre! Por dios, deja de beber y por fin enfócate en lo importante.
—¡¿Y tú crees que no lo intento?! ¡¿Crees tu que no me esfuerzo todos los días?!
Y entonces la discusión entre nosotros dos inició. Jamás me había peleado con Carlos, o ahora que lo recordaba nuestra relación como compañeros solo eran risas y bromas, y jamás algo como esto.
Los gritos de ambos podía jurar que se escuchaban hasta fuera al igual que nuestros forcejeos. Carlos intentaba arrebatarme de nuevo la nueva lata y yo intentaba evitárselo.
—¡Charles, por favor!
—¡Jodete! ¡No eres nadie aquí como para exigir! ¿No lo entiendes? Solo eres el pobre que contrataron para cubrirme el culo. Siempre has sido el dos. —explote, sin remordimiento de lo que recién había dicho.
Carlos, que hasta ahora me sostenía por los hombros, poco a poco fue apartándose de mi hasta reincorporarse de pie de nuevo. Su mirada perpleja sobre mi. Podía notar como mis palabras lo habían herido. Pero no estaba arrepentido en lo más mínimo. ¿Pero quien me culparía? Era un defecto ya adquirido. Y era que cada vez que las cosas fueran mal y me sentía amenazado, aveces mi respuesta era dañar a las personas con palabras. Era algo que odiaba de mi mismo, pero no podía cambiarlo.
—Te está esperando un abogado afuera. —las palabras de Carlos me traen de regreso a la realidad.
—Carlos, yo..
—Déjalo, Charles. Me hacía falta recordar mi puesto. —murmuró decepcionado y salió de mi habitación no sin antes recordarme que me arreglara un poco mi aspecto antes de salir afuera.
Salgo de la habitación solo unos minutos más tarde. Y así como me li había informado Carlos, una abogado me esperaba en una de las mesas de reposo que contaba el motorhome de Ferrari en el segundo nivel.
—Señor, Leclerc. —me saluda cordialmente cuando me acerco. Su traje azul perfectamente planchó reluciendo cuando este se pone de pie y me tiende cordialmente la mano.
Un tanto confuso la estrecho.
—Que tal...
—Tomasso. —completo presentándose. —Tomasso Leone.
—Un gusto.
—Tome asiento, señor Leclerc. —me indicó y con un gesto me mostró el asiento frente suyo.
De alguna manera su forma de hablar, de actuar, provocaba una especie de extraña alarma en mi.
En mi mente intentaba divagar por las posibles acusaciones por las que el podría haber venido. Entre mis recuerdos solo las veces que había manejado alcoholizado en Mónaco, pero de las cuales ni había cometido un solo accidente. Por lo que su visita aún era una incógnita para mí.
—¿Puedo ayudarlo en algo?
Mi pregunta el pareció ignorarla, sin embargo el se dedica por ignorarme y tomar su portafolio a su costado y abrirlo.
Mi entrecejo se arruga cuando me tiene la carpeta de papeles.
—¿Esto... que..
—Tiene una orden de alejamiento, señor Leclerc. —explicó por fin brevemente. Una respuesta que en mi opinión era insignificante y que me dejaba con aún más dudas que respuestas.
—¿Perdón?
—Mi cliente, la señorita Maxine Binnoto.
Siento casi inmediatamente como mi piel se eriza con solo escuchar su nombre. Como dejo de respirar inconscientemente. Escuchar su nombre resultándome totalmente extraño y agridulce a la vez. Hace mucho tiempo que no lo hacía, comúnmente todos evadían mencionarla. Pero escucharlo de alguien más, de algo que no fuera solo mis recuerdos, fue tan aflicción.
—¿Esta de acuerdo? —su voz me trae devuelta a la realidad.
—Perdona, ¿podía repetirlo?
—Tiene una orden de alejamiento sobre la señorita Maxine Binnoto.
—¿Como? ¿Eso?
—Se accedió esta maña. Una orden contra el atentado de la vida de mi clienta hace cuatro meses atrás. —explicó, resolviendo ahora mis dudas sobre el fin de esa orden.
Toc, toc.
Horas más tarde estoy de pie fuera de la oficina de Mattia. Había escuchado como el me había llamado a mandar a ver, seguramente para hablar sobre mi tan horrendo rendimiento.
Tras unos segundos de silencio, escuché; —Pase.
Un gran bocado de aire tomo como para armarme de valor y entrar a la oficina.
—¿Que tal, Charles? —me saludo aún sin desviar su mirada de su papeleo en el escritorio. —Toma asiento.
Obedezco a su petición y tomó asiento casi inmediato en una de las sillas frente su escritorio.
—Quiero hablar contigo y las últimas semanas. —me informó aún sin siquiera volteando a verme.
—Escucha, Mattia yo..
—Binnoto. —me corto. Su rostro por fin alzándose y sus ojos cafés posándose sobre mi. —Señor Binnoto. —me corrigió. Su manera tan firme y sus ojos por fin mirándome tan sensatos, lograban intimidarme.
Si bien sabía que el era mi jefe desde hace años, pero jamás lo habían visto comportarse de esta manera. Tan frío y tan distante. Comúnmente nuestras conversaciones se trataban de estrategias y demás pero no con un aire tan formal. Pero tampoco tenía que estar tan absuelto a lo que había provocado el cambio tan drástico de su actitud.
—Lo siento, señor Binnoto. —me disculpo en seguida ante la manera tan intimidante que me miraba. Me encojo en mi asiento.
Y tal como lo tenía previsto, no se dedicó más que hablarme sobre mis desgracias de inicio de temporada. No pasando por desapercibido lo perdido y desenfocado que estaba de la nueva temporada y como, de alguna forma, me pedía centrarme en lo que tenía que hacer.
—Quiero mejoras, Charles. —me recordó una vez más. —Puedes irte. —me indica pero yo me mantengo absuelto en mi lugar, pensativo.
Y es que, durante toda la conversación en el que me había dedicado por escucharlo, no podía evitar pensar en la orden del abogado y como claramente Binnoto sabría algo al respecto.
Me moría de ganas de obtener respuesta. Una explicación, de la persona que fuera. Y sabía que Mattia era esa persona.
—¿Charles?
—¿Maxine volverá? —las palabras escaparon de mi boca antes de poder pensarlas dos veces.
Mierda.
Sus ojos veo cómo se abren en par y su semblante sin expresión se trasforma en uno adusto.
—Creo que el abogado de mi hija te dejó claro las condiciones y el lugar que abarcarás, Charles.
—¿Ella volverá? —preguntó nuevamente, mi ilusión haciéndome parecer desesperado.
—No me preguntes más de eso, Charles. —dice. —No tienes ningún derecho como para hacerlo, toda la información te lo ha dejado claro el aboga... Ahora, puedes irte. —una vez más tan intimidante.
Sin más remedio salí de la habitación.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro