Capitulo Doce
CHARLES LECLERC
La sensación de sus labios aún permanece atormentarme y dejarme anonadado. Tanto que solo me costo un par de minutos salir corriendo detrás de ella.
Con mi agitada respiración corro escaleras abajo por donde mismo que Maxine. Abriendo la puerta principal del edificio de departamentos en el que vivía para solo no encontrarla ahí. Mi mirada divagando por todos lados mientras corría por la cuadra en Mónaco, terminado por detenerme en un callejón cercano de mi casa y ver una escena que no desee ver en lo absoluto.
—Tranquila, linda. —escuche como el la reconfortaba en sus brazos mientras que la abrazaba con fuerza.
A solo unos metros de distancia de mi veía como otro hombre tenía en brazos a quien era el amor de mi vida. Max la abrazaba con fuerza y Maxine se aferraba con aún más fuerza.
La impotencia de no poder hacer nada pronto me consume. Mis puños a mi costado me obligo a apretarlos con fuerza como una escapatoria de el enojo que sentía. Mi mandíbula siento tan tensa que incluso el mismo dolor del músculo me sorprende. Pero a pesar de sentirme furioso y comenzar a sentir dolor, nada se compraba con el dolor que experimentaba de ver esa escena, y más cuando solo hace un par de minutos atrás ella me había besado.
Esta vez decido retroceder y marcharme del lugar antes de que alguno de los dos se percatara de mi presencia. Quizás no era la ocasión de confrontarlo, no ahora y mucho menos en el estado en que Maxine se encontraba.
Pero tenía que admitir que verla en sus brazos había sido como un suicidio para mi mismo. Que mi mismo corazón había avanzado en busca de otro corazón. Que me había matado al no ser lo suficientemente valiente como para aceptar que Maxine y yo no tendríamos otra oportunidad. Era cierto de que el amor mataba, aveces de la forma más bonito y otras de la forma más dolorosa. A mi me había matado de ver que yo no era el hombre con el que el amor de mi vida deseaba estar.
(...)
Ignore a todos y cada una de las personas de mi equipo o medios que se me cruzarán en frente por mi camino por el paddock. Las personas allí lanzando murmullos o miradas de conmoción al verme en este estado.
La furia reteñida cegando mi visión conforme me acercaba al hospitality de mi equipo contrario, Red Bull. Que por suerte se encontraba justo al lado de mi equipo Ferrari.
Bien, con suerte todo el mundo podría ver cómo demolía a golpes a Max.
—¡Hey, tu! —lo llame apenas lo vi deambulando cerca del lugar.
Mis puños a mi costado cierro con fuerza. Mis zancadas enormes acercándome a él tan rápido, que pronto todo mi peso, fuerza y furia reuní en el golpe que le di contra el rostro.
Su conmoción pudo notar casi inmediato. Pero estaba tan ocupado intentando contener la adrenalina y satisfacción de ver su rostro ensangrentado.
—Eres un.. —amenazo. Lanzándose sobre mi que me provocara perder el equilibrio y cayera al suelo con el sobre mi.
Su puño siento sobre mi mejilla que incluso el ardor del corte me arrebata un quejido. Pero mi enojo era mayor como para centrarme en eso, en cambio, ahora habíamos intercambiado papeles al girar sobre el asfalto y de nuevo tener la ventaja de estar encima de él y golpearlo.
Max era inteligente y a pesar de que yo llevar la ventaja, el aún como podía seguía defendiéndose, al dejar golpes en mi costado que seguramente el al día siguiente dejarían hematomas.
Estaba tan perdido en mi propia fuerza que siquiera pensaba en detenerme. No hasta hacerle el mismo daño que verlo con Maxine me provocaba.
Podría haber seguido así inmerso, a no ser por Carlos que llegó en aquel momento a tomarme por detrás y obligarme a apartarme de Max.
—¡Detente! —me exige sosteniéndome por las manos por detrás como si de unas esposas oficiales se trataran. —¡Detente! —grita con fuerzas tras mis atrevimientos y forcejeos de ir y golpearlo de nuevo.
La ayuda para Max no tarda en llegar tanto de la mano de Binotto y Maxine que recién salían del hospitality de Ferrari junto con Carlos.
—¡¿Pero que te pasa, Charles?! —un molesto Binotto me grita al ver las heridas de Max que recién se ponía de pie con la ayuda de Maxine.
Prefiero ignorarlo y centrarme en la imagen frente a mi. En donde Maxine ayudaba a Max mientras que revisaba sus heridas. Que incluso de nuevo me molesto tanta su cercanía y que ella también llevara puesta el uniforme azul de Red Bull.
Ahora todo de ella mostraba ser suya.. y no más mía.
Me remuevo con fuerza que los brazos de Carlos me sostienen con mucha más violencia.
—Detente. —me incrimina.
—¿Estas bien, cariño? —Maxine le pregunta a Max. Tan solo escuchar la manera en la que lo llama me remueve mi estómago.
Max asintió delicadamente. Claro que no se le notaba bien, incluso Maxine se había percatado de ellos al tener sus ojos azules fijos en su rostro y que sus mismas manos sostenían con delicadeza el rostro ensangrentado de Max.
—Si, linda. —con diferencia el responde. Notando como su respuesta no convencía del todo a Maxine, no hasta cuando sus brazos la atrajeron hacia el y sus labios besaron su frente.
—¡AHH! ¡Si serás un hijo de..! —la paciencia me conmociona y el enojo me nubla de nuevo.
Odiaba esto. Odiaba tener que mirarlos juntos. Odiaba tener que escuchar la forma en la que el le hablaba, en la que la abrazaba, en la que la besaba. Odiaba reconocer que yo no era más el que hacía eso.
De alguna forma logró empujar a un lado a Carlos y que el por fin me soltara para abalanzarme de nuevo hacia Max, o en realidad esa era mi intención. Hasta que la silueta de Binotto se coló en mi camino.
La culpa me invade en solo un abrir y cerrar de ojos. La sensación de golpe en mi puño mientras que veía el cuerpo tendido de mi jefe en el suelo.
¡Mierda, mierda, mierda!
Lo había golpeado. ¿Quizás matado? Como sea, esa no había sido mi intención, mi intención había sido asesinar a Max, no ser despedido.
—¡Papá! —la voz quebrada de Maxine me trae devuelta a la realidad. Notando el espanto en su rostro cuando corre a arrodillarse justo a un lado de su padre.
En el suelo Binotto se encontraba tendido un tanto desorientado por el golpe. ¿Pero a quien culpaba? Ese golpe había sido uno de los más fuertes que había dado, y para hacerlo aún más peor, había terminado por dárselo a mi figura de autoridad en la Scuderia.
—Si, si. —tartamudea desacertado. Recuperando sus gafas que habían terminado en el suelo al momento de reincorporarse sobre el pavimento.
—¡¿Pero que hiciste imbecil?! —Maxine me incrimina furiosa de rodillas al lado de su padre.
A mi lado Carlos miraba atónico e igual que Max, este último salió corriendo a ayudar a ponerse de pie a Binotto.
—Yo... lo siento. Yo no.. —divagó en que decir. Tartamudeando un solo lo siento de la culpa que me sacudía. —Binotto. —lo llamo, pero no obtuve respuesta de él, y en cambio siguió su camino devuelta hacia el hospitality de Ferrari.
—No. —me detiene Carlos tan abruptamente al ver mis intenciones de ir detrás de mi jefe que iba de la compañía de Maxine y Max.
—Pero yo.. —su mirada me advierte que era mejor dejarlo así. —Carlos.
—Ve a limpiarte, Charles. —me ordena con pocos ánimos. La decepción en su rostro siendo más que notoria al mirarme.
Obedezco de inmediato sin quedarme otro remedio Había metido la pata y esta vez si que la había liado, que incluso pensar en las decisiones que ahora en adelante se tomarían en la Scuderia me aterraban.
authors words
bueno, ahora sabemos que un Charles enojado provoca desgracias 😶
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