Capitulo Diez
MAXINE BINNOTO
Mis manos temblaban sin poder mantenerlas en control. Mi mente divagaba por decidir si debía de entrar o no. Mi agitada respiración hiperventilación sin un tipo de control. Mis piernas impacientes me llevaban de lado a lado por el pequeño pasillo.
El juego de llaves en mis manos sostengo mejor y una vez más mis ojos se centran en la placa del número diez de la puerta del departamento.
Llevaba largos minutos divagando si debía llamar a la puerta o entrar con mi propio mérito con juego de llaves.
Pero lo que más me detenía era no poder contener mis emociones.
Estar frente a la puerta era una montaña rusa de emociones. La melancolía colándose, revolviéndose con este miedo y enojo que aún guardaba por muy dentro de mi corazón.
Estaba aterrada de tener que enfrentarlo.
Recordaba haber hablado hace varias sesiones atrás con mi terapeuta, y como el sugirió que para pasar de pagina debías de enfrentar tus miedos.
Quería hacerlo. Quería pasar pagina y estar con Max de una buena vez. Quería poder volver a querer sin miedo de que me destruyeran.
Quería dejar de querer a Charles.
Quería hacerlo con tantas fuerzas. Me lo exigía a mi misma. Que a pesar de tenerle tanto odio, mi corazón aún latía por el fin cada recuerdo que soñaba por las noches.
Pero no estaba aquí para recordar felices momentos. Estaba aquí para enfrentarlo y exigirle una mejora para todo el equipo Ferrari. Por mi papá y Carlos que me lo habían suplicado.
Me armo de valor y cojo un fuerte bocado de aire, e introduzco la llave por la cerradura del departamento.
El recuerdo de la noche en la que lo había encontrado alcoholizado viene a mi mente apenas entro al reconocido lugar. Y como una oleada de emociones abruma mi persona cuando, con la mirada, recorro a detalle el lugar.
Todo estaba intacto. Almacenando tantos recuerdos melancólicos para mi.
El piano de la sala de estar decorado con los trofeos de las carreras, recordando las noches en las que solía escuchar a Charles tocar el piano hasta tarde o también las veces fallidas que el había intentado enseñarme a hacerlo. Y al final del pasillo la barra de la cocina, repleta de botellas de alcohol completamente vacías o a la mitad.
Con disgusto olfateo una de las botellas que había tomado en mano. Casi al instante una arqueada amenaza con salir y las tremendas ganas de vomitar mi almuerzo me invadieron tras el olor. Jamás había sido una persona con gran fanatismo hacia las bebidas alcohólicas, comúnmente cuando bebía jamás lo hacía hasta embriagarme. Pero este olor desagradable que inundaba todo el departamento simplemente era algo totalmente intolerante para mi.
Ahogo un gemido de desagrado y hago lo mejor por contener mis ganas de vomitar y salir corriendo de ahí.
—¿Maxine? —su voz a espaldas mías me llama. Con tono tan familiar pero irreal a la vez. Como si fuera casi surrealista escucharlo de tan cerca después de cinco meses.
Cojo un gran bocado de aire para prepararme a girarme a verlo a los ojos.
Y los que alguna vez había adorado tanto con ese brillo distinguido, ahora los miraba apagados. Unas ojeras distinguidas notándose con gran presencia bajo sus verdes ojos. Su piel pálida y cabello tan desalineado.
El asombro a simple vista en mi rostro fue notorio. Jamás en todo el tiempo que tenía conociendo a Charles le había visto así de fatal, incluso en los días que recuerdo que no eran los mejores.
Su mirada llena de melancolía me mira con tanta atención. Su asombro lo distingo en la forma tan predecible de su rostro.
El no se esperaba verme aquí, y mucho menos yo esperaba volverlo a tener algún día frente a mi.
—¿Q-Qué haces aquí? —pregunta tartamudeado. Aún absorto de la situación. Notando sus movimientos cautelosos al intentar acercarse a mi que yo permití.
La ola de culpabilidad me arrolla al verlo así. No me gustaba verlo apagado. No me gustaba tener que mirarlo y no poder reconocerlo aún con tanto rencor que le tenia. No me gustaba este Charles.
—Yo vine a hablar contigo. —habló tan firme y cortante que puedo. Mi postura encargándome de hacerla lo más recta que podía, cómo un tipo de señal a mostrarle que su presencia no me parecía lo menos intimidante, aunque lo era.
—Pero, ¿la orden de alejamiento? —su pregunta la distingo con un tanto de ilusión. Seguramente creía que el que yo estuviera aquí significaba que ya no existía esta.
—Aún la tienes. —informó. —Pero esta vez fue mi decisión estar aquí.
—¿Por qué?
—No, el que habla aquí soy yo, ¿vale? —ordenó. Su cuerpo el encoge y sus manos me muestra en signo de paz.
—Te escucho.
—¿Por qué, Charles? ¿Por qué estás tan mal? Es decir, empeoras al equipo cada vez más, los demás ya ni siquiera saben que hacer contigo. Están hablando sobre tu posible despido. ¡¿Que acaso no tomas conciencia de los demás?! Los estás hundiendo contigo. —habló.
Adiós a las palabras comprensibles y conversación tranquila que mi papá había pedido.
Pero el no se quedó en silencio. —¡¿Y tú no me tomas en cuenta a mi?!
—¿Yo? ¿Tomarte en cuenta? ¡¿De que debería de hacerlo?!
—¡Era mi bebé! —entonces grito. Su acusación tomándola ni por tanta sorpresa.
Entonces ahora hablaríamos de eso, ¿eh? Entonces ahora por fin después de todo este tiempo por fin hablaríamos de lo sucedido.
—Tú lo asesinaste. —incrimine. Todo el enojo que llevaba acomunado en contra de el notándose con el desagrado que le hablaba, con la mirada asesina que le mostraba.
—No fue mi intención.
—No puedes decir eso.
—Yo no lo quise hacer.
Entonces, me derrumbe; —¡No! ¡No! ¡No! —gritaba histérica como ese día en el hospital. Con el recuerdo de todo. Mis manos en forma de puño llevaba a mi cabeza y me golpeaba con tanta fuerza, como un intento de olvidarme de todo. Las lágrimas que escurrían por mis mejillas junto con el dolor de garganta de mis gritos.
Sus pasos escucho y sus manos siento como envuelven las mías, y ejerciendo un poco de fuerza detiene el enojo contra mi. Mi mirada alzó hacia su rostro y sus ojos verdes cristalinos atrapan los azules enrojecidos míos.
Una puñada en el corazón siento.
Me alejo de él con todas mis fuerzas al empujarlo lejos y retroceder.
—¡Tu no sabes nada! —le incrimine entre sollozos. Mi dedo índice apuntándolo amenazantemente. Mi voz quebrada con cada grito. —¡No sabes lo que sentí! ¡No sabes lo que fue tener miedo en ese asiento por creer que mi vida acabaría de la misma forma que la de mi madre! ¡No sabes cómo fue reconocer que no podía hacer nada por que todo parara, que lo único que podía hacer era cerrar los ojos y desear que todo parara! ¡No tienes una idea de lo que fue sentir la sangre correr por mi frente, ver la sangre por mi estómago! ¡Sentir el dolor en mi vientre y saber que mi bebé había muerto! ¡Que no pude protegerlo! Q-que saber que tú lo provocaste.
El dolor de mis palabras distingo en su rostro. Como sus cejas se contrajeron en una arruga, sus ojos verdes bien abiertos inundado de lagrimas.
Mi cuerpo recargaba contra la barra de la cocina, mis manos aferraban el marmol al recien dalre la espalda y permitirme llorar. Sollozos altos y desgarradores que se llevaban el dolor de mi garganta y de todo lo que aún me reprimía a sentir.
Entonces el olor a colonia tan familiar, el reconforte y el tacto calido de unos brazos que aún me negaba a extrañar. Sus brazos siento como me rodean por detrás y su calido reconforte siento. Sus sollozos escucho en mi oído.
Las lagrimas derraman por mis mejillas. —No, no. —maldigo y me niego a su contacto, removiendome desesperadamente sobre sus brazos que solo me abrazaron con más fuerza.
—Perdóname. —Charles surra en mi oído y sus labios calidos dejabando un beso por debajo del lóbulo de mi oreja.
Un suspiro demanda por salir de mis labios que no logró contener.
Ese sentimiento tan agridulce de odiarlo y amarlo a la vez. De guardarle un rencor tan grande, de no poder olvidar el dolor que por las noches se colaba en mi estomago, como dolores fantasma.
Esta lujuria era una carga que ambos compartíamos. Ambas almas atadas, entrelazadas por nuestro propio orgullo y culpa.
Pero sabía que no podía resistirlo.
Mis manos se apartan bruscaente del la barra y giro hacia con el tan rápido. Las palmas de mis manos tomándolo por sus mejillas, y antes de siquiera concientizarlo, yo ya lo estaba besando.
Nuestros labios se movían a sincronía. Un beso revuelto de emociones con el sabor salado de nuestras propias lágrimas.
Las manos de Charles siento como envuelve alrededor de mi cintura, buscando atraerme a su cuerpo lo más que podía mientras que yo buscaba hacer lo mismo al atraerlo con fuerza por la nuca y que mis dedos se enredaran por su cabellera, peinándolo tan desesperadamente.
Había extrañado sus labios. La forma tan reconfortante que sus besos podían hacerme sentir, como lo recordaba a la perfección.
¿Podrías prestarme algo de piedad que puedas encontrar?
Mis manos descienden hasta su pecho y apartarlo de un empujón con gran fuerza. Había actuado por impulso y ese beso era la señal de todo lo malo. Que no podía permitirme a que me hiriera otra vez. No ahora cuando podía ver una luz tras el final del tunel junto con Max. No ahora que aún dolía.
Sus ojos expectantes me miran, su agitada respiración e hinchados labios citándome a volver a besarlo. Me contengo.
—No. —lo detengo antes de que el pudiera acercarse de nuevo. —Esto estuvo mal. Esto fue un error. —digo. Mi mente divagando tan rapido intentando construir el rompecabezas de lo que me había llevado a hacer esto. Sus ojos y manos de nuevo siento como me buscan. —¡No! —grite con fuerza, aparatándome lo mas lejos que podía de el. Caminando por un lado hasta el otro lado de la barra apartada suyo. —Solo.. solo haz caso a lo que te piden. No arruines las carreras, Charles, o ellos te despedirán. —le recuerdo una ultima vez.
Las llaves que anteriormente había dejado sobre la barra las tomo en mis manos y aferro con fuerza, pasando por un lado suyo lo mas rápido que podía.
—Maxine. —Charles me intenta llamar de nuevo y una vez mas acercarse a mi.
—No. —advierto una vez más.
En sus ojos verdes distingo la decepción, pero el cede sin insistir mas.
Salgo del departamento lo mas rápido que puedo. La puerta de este abro y siento como un gran golpe de aire me golpea. Las lagrimas sofocadas seguían cayendo por mis mejillas y pequeños sollozos aún seguían saliendo de mis labios.
El largo pasillo de departamentos corro hasta llegar a las escaleras y de igual manera bajarlas corriendo. Obligandome al final del camino a detenerme solo por un momento y tomar el aire que necesitaba tomar. Mi cabeza dolía de tantas emociones y también de tanto haber llorado. Mis ojos podía sentir como ardían y también como creía que estos seguramente estaban enrojecidos.
Mas sin embargo, después de tanto enojo, rencor, melancolía y un sin fin de emociones mas encontradas como; tristeza, satisfaccion y necesidad. Lo unico que me podía disponer a hacer era llorar en un callejón alejado del departamento de Charles en Mónaco.
Todo lo había arruinado. Sabia desde un inició que venir aquí sería una mala idea. Había actuado por puro impulso que incluso por un momento, un solo pequeño momento, la idea y sentimiento de perdonarlo rondo por mi cabeza. Había amado tanto a Charles que aveces incluso a mi me asustaba lo sencible que era a su persona. Bien dicho era la frase de: "El primer amor jamas se olvida."
Pero aún así existían cambios necesarios, como por: "Existe el amor de tu vida, y el amor para tu vida." Charles era de quien se trataba el amor de mi vida, más sin embargo, Max era el amor que mi vida necesitaba.
No tarde tanto en llamar a Max una vez me encontraba mas calmada despues de haber llorado durante un rato en ese callejón.
—Hola, linda. —su voz traquila escucho al otro lado de la línea después de haber atendido el telefono casi inmediatamento.
La expresión de su sonrisa que podía jurar ver, logró removerme el estomago con un asqueroso sabor de culpabilidad. El simpre era tan atento y lindo conmigo que incluso era demasiado para mi.
Aún recordaba a la perfección la noche en la que había escapado de Mónaco a Gran Bretaña, y el amablemente me había recibido en su hogar. A principió solo había sido con la condición de que sería una pequeña parada antes de que yo viajara a Maranello con mi padre, pero despues de largos días y noches en las que Max se había convertido en mi refugio, todo cambio. Pacientemente el me había escuchado llorar, gritar y maldecir. Pero al final del día siempre estaba ahí para mi con los brazos abiertos. Y que con el tiempo, sin siquiera percatarme, Max había besado cada una de mis cicatrices y comenzar a curar lo que el no había roto.
Incluso esa noche en la que me había percatado de ello.
Estábamos sentados en el sofá de la sala del departamento de Max. Mi cabeza recargaba en sus piernas mientras que el acariciaba mi cabello con su mirada fija en el televisor con el partido de los Yankes transmitiendo. Por mi lado no prestaba demasiado atención a ello, jamas había sido tan fanática del baloncesto que incluso me parecía aburrido.
Pero típicamente algo en esa noche tenía algo distinto. Por alguna razón no podía parar de mirarlo tan concentrado, con sus ojos azules puestos en el televisor y su semblante serio que de vez en cuando se arrugaba cuando fallaban una canasta.
Me sentía tranquila. En paz.
—Max. —lo llamé y su atención inmediatamente paso a mi. Sus ojos azules conectandose con los míos.
—Mhm. —musito en signo de que en verdad me estaba prestando atención.
Divago brevemente al perderme en sus ojos, pero entonces lo decido.
Y tomandolo por la nuca lo atraigo hacía mi. Tomando muy poca conciencia de mis acciones si no hasta cuando siento nuestros labios sellados.
Un suspiro de placer escucho como escapa de los labios de Max. Y que anteriormente sus caricias que acariciaban mi cabello habían sustituido por ahora acariciar mis mejillas de manera que profundizará más el beso. Que nuestros labios se fundieran tan agradablemente.
Esa fue la primera vez que nos besamos y también en la que dormimos jutnos.
—Linda. —su voz en la línea me trae de vuelta al presente.
Mi teléfono en mi mano derecha temblorosa aferro con mas fuerza. Intentando contener mi respiración solo por unos breves segundos para buscar un mejor control y no alarmar a Max advirtiéndole de que había estado llorando.
—¿Podrías venir por mi? —artículo difícilmente, imposibe de contener mi voz cortada y que pronto Max se percatara de lo que había intentado contener.
—Voy corrindo. —afirmo sin mucho retraso.
No fue mas de diez minutos después es que distingo la silueta de Max a solo unos cuantos metros. Su sonrisa reconfortante alentándome a salir corriendo hacía el y dejar que sus brazos me abrazarán y reconfortarán una vez más.
authors words
decidí venir a dejarlos un poquito en depresión jeje 🙂
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro