
Capitulo Cuatro
CHARLES LECLERC
El caos a mi alrededor pasaba por desapercibido dentro del auto y con el sonido inhabilitado en el casco. Solo podía escuchar mi respiración y como era agitada.
Mis manos se aferraban con gran fuerza al volante aún teniendo a mis mecánicos a los lados de mi monoplaza esperando la señal de marcha.
P4 había conseguido en una reñida clasificación teniendo en cuanta con los contrincantes que este año competían aún más fuerte.
Como cada carrera era necesario concentrarme, cómo me abatía a cerrarme en mi propia burbuja. Una vez más repaso en mi cabeza la pista entera, trato de visualizar cada curva de esta, cada zona capaz que se podía usar como sobrepase.
La vuelta previa de alineación con solo unos pocos minutos antes de la carrera se completa, colocándose el último auto en parilla de salida.
Las luces rojas del semáforo se iluminaron y bajo mi visor fijo mi atención en ellas. Una a una de fueron apagando que me incitaron a sostener con aún más fuerza el volante. Los rugidos de los motores de los demás monoplazas oyéndose diminutivamente al igual que la euforia del público en gradas.
Las luces del Gran Premio se reflejan en el capó de mi auto rojo. El sudor siento que corre por mi espalda por el calor del motor vibrante detrás de mí.
Respiro hondo y lo aguanto mientras cada una de las cinco luces del Prix se apaga.
Presionó el acelerador. Las llantas chillan cuando pasa la primera recta. El auto azul de Verstappen lidera el grupo de coches. Su parachoques trasero permaneciendo a solo una poca distancia de contacto cuando doy la vuelta a la primera esquina detrás de él. Forzando a seguir costado a costado de el tras vuelta y vuelta consecutiva. Había logrado subir dos puestos en tan solo la primera curva.
Mis pulmones se aprietan con cada respiración pesada que tanto duelen. Empujo una vez más a través del cansancio e intento rodear el auto de mi contrincante y también compañero de la infancia. Verstappen se mantiene en el centro de la pista, haciéndome el trabajo casi imposible de hacerme cargo de su primer lugar.
—Con calma, chico. Estás conduciendo descuidadamente. Concéntrate en conseguir un mejor control del auto antes de posicionarte. —dice Xavi, mi ingeniero de equipo Ferrari, por mi auricular.
—¡Xavi, lo intento! —bramó molesto a mi ingeniero. Sus constantes transmisiones desenfocándome. Agarro el volante con más fuerza, concentrándome en la carretera.
Turno tras turno, intento igualar la velocidad de mi contrincante de la infancia.
Todo cuenta. Cada respiración, cada rotación de la rueda, cada maldito segundo marcando. El ritmo de mi corazón aumenta cuando paso por otra tribuna borrosa llena de fanáticos que vitorean. Mi cuerpo zumba con una ráfaga de energía. Es una sensación incomparable con cualquier otra cosa.
Siento el ritmo de mi corazón acelerarse aumenta cuando paso por otra tribuna borrosa llena de fanáticos que vitorean. Mi cuerpo zumba con una ráfaga de energía. Es una sensación incomparable con cualquier otra cosa.
Rueda a rueda Verstappen y yo nos colocamos en la última curva. Motor a motor acelerando con fuerza.
—No fuerces el neumático. —Xavi, mi ingeniero, me recuerda en signo de regaño mediante la radio.
—No bromees.
—Desacelera, Charles.
Sabía que no podía poner resistencia. Que si ellos lo indicaban así era por algo.
Mi pie del acelerador levantó y con ello consigo una velocidad más reducida.
—P2, gran trabajo. —me informa Xavi cuando la bandera a cuadros se alza y la meta la cruzó.
—¡Si! —festejó.
La primera carrera de temporada que quedaba en una posición tan alta como podio. Quizás no con el resultado más sobresaliente pero si alegre de posicionarme en puntos.
Mi equipo rojo me recibe tras la valla con los brazos abiertos. Las múltiples palmadas en espalda siento cuando me lanzo sobre ellos en un eufórico abrazo.
Uno a uno subimos al podio después de haber pasado por la habitación post-carrera. Los gritos del público me recibieron cuando subo al segundo lugar de podio y después el ganador, Max, subiendo al primer lugar.
Una gran sonrisa decoraba mi rostro con gran alegria. El primer podio de la temporada para mi
El público se vuelve loco cuando a los pilotos, incluyéndome a mi, nos otorgaron el respectivo trofeo de la carrera. Y que con una ancha sonrisa alzó el mío al aire y que la gente de Ferrari me celebran.
Mi mirada divaga entre el público bajo el podio. Estando presentes los tres distinguidos colores de los equipos ganadores; Ferrari, mi equipo, Mercedes y Red Bull. El distinguido color de los equipos luciendo entre aplausos y gritos.
Y entonces ahí la vi.
La sonrisa ancha de mi rostro creciendo cuando note su cabellera café, sus ojos azules que tanto me hipnotizaban cada mañana que despertaba y recordaba. Pero entonces todo mi mundo se derrumbó y fue como si un balde de agua fría me cayera y trajera a la realidad.
Maxine esta ahí, si. Pero ella no me miraba a mi y tampoco estaba con la gente de Ferrari.
Su cuerpo la cubría el color azul Red Bull en una sudadera, las personas que tenía a su alrededor eran del mismo equipo. Y las gorras rojas con mi número que antes solía llevar, habían cambiado a azules con el número treinta y tres.
Veía como su sonrisa ancha de felicidad y como sus azules reflejaban toda emoción al verlo. Al igual que el. Max tenía sus ojos en ella, y Maxine en el.
Desee tanto asesinarlo. Lo deteste con tanta fuerza. Sentí tanto desagrado. Mis puños a mis costados cierro con fuerza para evitar hacer una estupidez como para abalanzarme a él en ese instante.
Quien lo miraba era Maxine. Mi Maxine. Mia. La persona que había amado desde el primer momento en que la vi y también desde la primera vez que sus ojos azulados me miraron con enojo esa vez que la obligue a abandonar el costado de la pista donde le gustaba pasar el día.
Me había enamorado de ella tan perdidamente que incluso a mi me daba miedo reconocer lo mucho que lo hacía.
¿Pero porque a mi?
¿Por que siempre a mi?
¿Que tenía yo que tan odiado era?
¿Que tan rápido ella podía haber seguido? Quizás no me había amado tanto como yo lo hacía. Que ingenio.
Todos los besos, todas las palabras, todos los segundos que había atesorado... estaban sucios.
Me ardieron los ojos con fuego líquido. No podía respirar. Me negaba a reconocer que ella ya podía querer a alguien más. Todo me dolía, dentro y fuera, mientras que hacía mi mejor cometido por verme natural en el podio al frente de la multitud.
Algo dentro de mi se rompió al notar como ella le sonreía y como mi contrincante desde la infancia, la miraba con ilusión al levantar el trofeo en sus manos y apuntarla a ella. La victoria se la dedicaba.
Sentí como mil cuchillos se clavaban en mi pecho y como el dolor indescriptible y desgarrador se colaba en mi pecho.
Maxine había dado el siguiente paso, y yo me negaba a hacerlo. Aún así cuánto doliera y cuánto yo la siguiera amando, cuánto tiempo ella mirará a alguien más. Yo a Maxine siempre la querría.
estado: modo lloranding
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro