Capitulo Veintitres
MAXINE BINNOTO
2/2.
Charles se prepara para la carrera final del Prix a pesar de no haber tenido una buena racha en la clasificación y haber logrado un P5. Pero a pesar de eso, el sonreia y bromeaba mientras el equipo trabajaba en el garage.
Los mecanicos e ingenieros actuaban como el pilar de un equipo, arreglando y asesorandose de tener el auto en las mejores condiciones posibles. Charles les agradece al equipo mientras sus dedos repozan en halo del auto.
Abu Dhabi. El ultimo Grand Prix y el hogar de la infame ultima carrera de la temporada en donde el mejor piloto se colocaba como campeón del mundo. Claro estaba que al igual que todos Charles lo buscaba ese titulo con gran ansia. Con un campeonato renido entre el y Hamilton, todo se reducía.
Charles se pasa su mano inestable por su cabello castaño alborotado mientras habla con los ingenierons. Un tic nerviosos reconocible en el. A pesar de que le pregunto sobre ello, el se esmera tanto en fingir indiferencia.
El me atrae para darme un abrazo, uno de buena suerte como solia decir.
—Suerte, cariño.
—¡No te preocupes, Charles. Maxine y calamarsin no se moveran de aquí y te estaran esperando! —a nuestras espaldas escuchamos la voz de mi mejor amigo y como este aprovechaba la ocasión como para bromear una vez mas con ese sobrenombre.
—¡Suerte a ti tambien, Carletes! —aprovecho como para desearle suerte y llamarlo por el sobrenombre que sabía a la perfección que el detestaba.
—¡Maxine! —lo escuchó quejarse ya a lo lejos.
Volviendo mi atencion hacia Charles le sonrío y denuevo el me atrae a sus brazos. —Intenta no chocar, por favor. —murmuro en su pecho.
Su risita ronca escucho. —Lo intentare. —nuestros cuerpos tiemblan de risa. Nos separamos y me da un beso rapido antes de subir a su auto y otorgarme un ultimo saludo antes del arrancar el auto.
Me quedo en la fila de boxes antes de preferir ir a tribunas VIP con la familia Leclerc.
Las luces de apagan y los autos arrancan. El olor a llanta quemada y aceite haciéndose presente desde mi lugar en boxes. Los monoplazas se desplazan a toda velocidad por la pista. El auto de Charles pasa a toda velocidad, un borrón rojo con un motor que resuena sobre las paredes.
Unos cuantos autos se estrellan a lo largo de las vueltas. Uno de los pilotos de McLaren no puede tomar un respiro esta temporada, dejando atrás un desastre de auto arrugado después de la tercera curva.
Los autos dan una vuelta a la pista. Los locutores deportivos hablan de la rápida recuperación de Charles tras su trágica de clasificación, esta carrera como un testimonió de lo buen piloto que era y que una mala calificación no le impediría el campeonato. Mi corazón golpea contra mi pecho, implacable durante las primeras vueltas. Todavía no hay contratiempos. Respiro por primera vez con tranquilidad una vez que Charles ha superado sus primeras diez vueltas sin problemas y me mantengo atenta a escuchar su radio mediante los auriculares que siempre utilizaba en garage en cada carrera.
Charles y Hamilton a la cabeza. El motor de Charles ruge cuando entra en boxes para cambiar los neumáticos. La última de esta temporada. Vuelve a arrancar, lanzándose de nuevo a la pista, devorando el tiempo perdido.
Por suerte el completa su cuadragésima cuarta vuelta, sólo le quedan once circuitos para llegar al final y con un campeonato en el bolsillo. Su auto queda detrás de Hamilton, colocándolo en segundo lugar. No puede ganar el Campeonato Mundial si mantiene el segundo puesto.
Desde las pantallas veo como su auto se sacude, el movimiento no es familiar. Como si dudara o fallara algo. La anticipación y los nervios se mezclan en mi interior cuando veo cómo ambos luchan por la delantera y como incluso en un par de veces sus neumáticos friccionan entre sí.
Solo faltaba un par de vueltas. Charles podía soportar y con suerte adelantar.
Mi estómago se revuelve ante la cobertura en directo, testigo impotente del ruido del metal que cruje en el pavimento de la pista, de los chirridos de los neumáticos, y de los jadeos del público. Mi padre habla en la radio pero sus palabras son difíciles de entender.
El alerón delantero de Charles y el neumático trasero de Hamilton chocan. El golpe a tan rápida velocidad y la frenada en seco por parte del piloto de Mercedes provoca una conmoción. Mi sangre bombea con fuerza en mis oídos, lo que hace imposible escuchar una mi alrededor. Estoy sentada en silencio en el borde de mi asiento mientras el tiempo se ralentiza, cuadro a cuadro, y se produce el choque.
El auto de Charles sale disparado con fuerza antes de voltearse y arrastrar por el pavimento, chocando contra la barrera de contención a una velocidad impresionante.
Toda la parte inferior de su auto está expuesta, los neumáticos girando, el monoplaza completamente destrozado.
Las lágrimas inundan mis ojos ante la falta de respuesta de Charles a cualquier llamada de radio. Las lágrimas corren por mi rostro. Mi padre desesperado habla por la radio, la única voz en el silencioso garaje.
Me estaba resultando difícil mantener el control. Apenas y respiraba, hiperventilaba y la angustia me consumía. Mi mano posada sobre mi estómago como un reflejo de protección.
No, no. No otra vez.
Tantos pensamientos corriendo por mi cabeza, escenarios erróneos y terroríficos. Me imaginaba hasta lo más horrible.
Y por fin Charles se comunica.
—Joder. —mi corazón se hunde ante su voz entrecortada y su agitada respiración.
Papá se comunica por la radio. —Es cero por cierto, Charles. Hamilton es el campeón y el choque lo provocaste tu.
—No, no, no. —mi corazón palpita con fuerza al escuchar el pánico acompañado de enojo de su voz. —¡Sáquenme de aquí! —grita desesperado.
Oh no.
authors words
pobre Charles
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