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Capitulo Uno


MAXINE BINNOTO

Corro por el recinto lo más rápido que puedo, o bueno, lo más rápido que me permitían mis piernas. Sosteniendo mi mochila con gran dificultad en una mano y con la otra mi manzana, corro por los pasillos de allí saludando a los rostros tan reconocidos para mi.

Me detengo abruptamente una vez frente a la puerta, me permito alistarme con mas decencia mi vestimenta allí una vez antes de entrar, cuando por fin logré hacerlo, abro la puerta y entro.

La voz firme y fuerte se escuchaba por todo el lugar.

Intento realizar el menor del ruido posible al entrar por los vestidores y por fin llegar tras el. Mi padre. Mattia Binnoto. Ese mismo que ahora se encargaba de darles su fiel platica a todos los miembros de la marca que se mantenían de pies como soldados allí. Les sonrío con amabilidad a unos cuantos de ellos que conocía, estos me devolvieron el gesto de la misma forma.

Mi sonrisa se agrando aun mas cuando distingo a mi mejor amigo allí, Carlos Sainz, o como a mi me gusta llamarlo, Carletes. Me aseguró de realizar la expresión más graciosa que puede, en ese momento veía como era que él se contenía por no derrumbarse en risas e intentar mantener con la compostura frente al jefe, mi papá.

—¿Y tu? —mi expresión se torna seria en el instante que él se da la vuelta y me descubre.

—En mi defensa, me tope con unos alienígenas en medio camino. —mentí con la excusa más creíble posible. Carletes no logró contenerse más y estalló en risas por mi recién comentario. —Te lo juro, ellos quisieron llevarme. —continúe, ante la expresión de seriedad de mi padre doy una mordida a mi manzana.

Por fin una sonrisa de lado apareció en el rostro de el.

—Nunca cambiarás, Maxie.

Le sonrió.

—De acuerdo muchachos, saben que deben de hacer. —les hablo por última vez mi padre y tras esa orden todos se marcharon de los vestidores.

—¿Te querían como reina de su colonia, Maxie? —Carletes bromeó al pasar a un lado de mi. Ni mi padre ni yo nos pudimos contener la risa más.

—Siempre tienes las mejores de las excusas, hija. —mi padre, quien intentaba volver a contener la compostura, dijo entre risas.

—Eres mi padre, ¿de donde crees tú que lo e heredado?

Papá me guió hacia su ya tan conocida oficina. Tan sólo entrar y observar que está aún seguía igual con el pase de los años, sólo logró traer grandes recuerdos de mi vida entera.

Mi padre era aquel que controlaba todo ahora y siempre en la competición. Era quien dirigía la marca, Ferrari, en el mundo de las carreras. Desde pequeña eh tenido esa viva imagen de el, siempre siendo tan serio, distante y rudo algunas veces frente a sus trabajadores, pero frente a mi no era alguien más que un tierno oso de peluche.

Tomó asiento en su silla tras el escritorio, aún con el pase de los años está seguía quedándome grande puesto que mis pies seguía sin lograr tocar el suelo.

—Enana. —se burla mi padre desde el gran umbral de su oficina, le sonrió a pesar de saber que no me este mirando en ese precioso instante. Probablemente se encontraría observando y asesorando de que las tareas estén siendo cumplidas.

—¿No crees que deberías de hacerle un cambio a tu oficina? —le pregunto mientras que recorría una vez más la oficina completa con la mirada, fijando mi atención en la foto familiar en uno de los estantes. Sonrió ante tal recuerdo.

—¿No crees que deberías de recurrir a un auto? —optó por desviar mi pregunta realizando otra. Mi cuerpo entero reaccionó tensándose con tan sólo de imaginarme y escuchar la palabra auto.

—Mhm, no. —unos breves segundos después respondí. —Me encuentro demasiado bien yendo con mi bicicleta a todos lugares.

—Si, y llegando tarde a ellos. —encara.

—Ire a dar una vuelta por el lugar, me fui por un año y tengo unas tremendas ganas de ver la nueva cafetería. —me excuso desvaiendo el tema por completo. —Nos vemos, papá. —y sin más me despido depositando un beso en su mejilla y saliendo corriendo de su oficina. No deseaba pasar el día completo observando a los corredores siendo torturados en el arduo trabajo que era entrenar en el gimnasio.

Tengo que esquivar a todos allí para salir del edificio. La oficina de mi papá se encontraba justo en la segunda plata con vista al gimnasio del establecimiento, este mismo en el que todos entrenaban día con día.

—¡Adiós, Carletes! —me despido de mi único amigo allí. Escuchó como los demás ríen a lo lejos.

Los pasillos por los que caminaba eran iluminados por los grandes ventanales que permitían la entrada de luz y esos mimos que tenía una increíble vista a los campos.

Aprovechó pasar por la cafetería para coger un poco de comida e ir a mi lugar favorito. El clima soleado era perfecto como para pasar el día afuera en vez de allá arriba con papá y mirar todos esos cuerpos sudorosos.

Los jardines tras las vallas de la pista eran uno de los mejores lugares en los que durante lo largo de mi vida había pasado el rato allí.

Me recuesto en el césped con el ruido de los autos pasar a toda velocidad de lado de la valla. Quizás para muchos este no sería uno de los lugares más adecuados para pasar el rato pero para mi, para mi si lo era a pesar de las grandes advertencias de accidentes. Ya papá no se preocupaba por advertirme, sabría que sus advertencias las pasaría por desapercibido.

La música se reproducía en mi teléfono en un volumen bajo pero lo suficientemente alto como para que yo lo escuchara.

—Buenos gusto musicales. —escuchó como comentan, la luz del sol que llegaba a mi es cubierta por una silueta. Sonrió al reconocer la voz de mi mejor amigo.

—¿Que hay, Carletes? —le saludo sin mucha importancia. Veo cómo es que el se deshace de su gorra del equipo y toma asiento a un lado mío en el césped.

—Me alegro de que hayas vuelto. —me sonríe.

—¡¿Que?! ¡¿Acaso tú me extrañaste?! —el asiente entre risas. —Espera. ¡Carlos Sainz Jr! ¡¿Tú me extrañaste?!

—¡Si! ¡Eres mi mejor amiga, boba! —exclama divertíos y sin más me atrae a sus brazos y me abraza con fuerza.

—De acuerdo, no me iré de nuevo solo si es que me recibes así siempre y no me golpes con una pelota. —ambos reímos ante el recuerdo de hace unos años atrás.

—¡Tú te me atravesaste!

—¡Y tú me convenciste de jugar fútbol! —le encarnó, Carlos es el primero en reír con fuerza.

—¡Jr! —ambos nos incorporamos en el segundo en que escuchamos cómo llamaban a mi amigo.

A lo lejos veo como la silueta grande de un corredor se acercaba.

—Jr. —lo volvió a llamar esta vez desde una distancia más cerca.

—Charles. —le saludó mi amigo. —¿Que ocurre?

—Te buscan. —le dijo, ignorando por completo el hecho de que yo también me encontrara allí. ¿Pero que se creía este? ¿Que no tenía educación?

—Ahora voy. —tuve que apartarme abruptamente de mi amigo al el incorporarse de prisa. —¡Te veo luego, Maxie! —se despidió sin más.

Sin mucha importancia tomó de nuevo mi teléfono y continuó reproduciendo mi playlist. Tarareo un par de versos de la canción.

—¿David Guetta? —preguntan.

Caigo en cuenta que no me encontraba sola como es que yo pensaba en todo este tiempo y que aún lado mío se encontraba ese corredor.

¿Que se supondría que haría? ¿Saludar o echarlo de allí? No lo conocía, tampoco muchas intenciones de hacerlo no tenía. Según entendía que el era el nuevo piloto de la liga, ese quien había reclutado mi padre en el tiempo de mi ausencia.

—Así es. —tras muchas dudas respondo.

—Buenos gustos, Maxine. —me fue inevitable no resultarme extraño en la manera en la que el me había llamado por mi nombre, un cosquilleo recorrió mi columna.

—Gracias...

—Charles. —completo por mi. —Mi nombre es, Charles. —se presenta cordialmente.

—Maxine.

—Lo se.

—Un gusto, Charles. —su sonrisa se agranda cuando es que lo llamo por su nombre.

El recorrido que el me hace con la mirada de cuerpo entero me deja atónica. Esa forma en la que lo hacía.

—¿No crees que es un tanto peligroso estar aquí? —preguntó por encima del sonido de los autos pasar a nuestro lado.

—Puede, no suelo obedecer las advertencias de los demás. —le respondí sin importancia.

—Creo que no deberías de estar aquí.

—Exacto, pero adivina dónde estoy. —me adelante a responderle de una manera un tanto grosera pero con cierto tono sarcástico. Esperaba que se percatara de mi incomodidad por mi tono.

Un silencio entre nosotros se formó de manera abrupta. Esa manera en la que veía en su rostro, la forma en la que el buscaba las palabras exactas para decir y cómo es que su mirada se centraba en mi.

—¿Te puedo ayudar en algo más? —le pregunto molesta por que aún siguiera allí de pie.

—Acompáñame, por favor. —me pidió.

—¿Disculpa?

—No me siento cómodo con que tú te encuentres aquí en un lugar que es claramente zona de peligro. —explicó.

—Si bueno, no iré.

Escucho como es que suspira frustrado al volver a ignorarle.

—Escucha, se que tú tienes más tiempo en este lugar, ¿pero adivina que? Yo tengo más experiencia, y por mi experiencia te digo que en el lugar en donde estás te podrían hacer daño. ¡Un manubrio mal y ya no hay más Maxin! —soltó exaltado.

—Maxine para ti. —le ordene.

Sus manos alzó al aire en signo de paz.

Estaba claro que no se retiraría tan fácilmente si no me marchaba de allí.

Furiosa recojo mis cosas aún con su mirada sobre mi, y colocándome devuelta mi mochila sobre mi hombro me alejo de mi sitio con el siguiéndome por detrás.

Vaya primera impresión que tenía de Charles, todo un gruñón con imagen aspirante a jefe.

authors words
capítulo uno publico, espero que haya sido de su agrado.

aclaraciones:
en esta historia Carlos Sainz entró primero a Ferrari. Charles incorporándose solo un año después.

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