MAXINE BINNOTO
Despierto exaltada en la cama. Estoy en mi recámara. Me cuesta unos cuantos segundos volver a la realidad. Temblaba de miedo, respiraba agitadamente.
Había tenido una pesadilla.
Me cuestionaba si es que debía de ir a correr con mi padre como lo solía hacer de pequeña. No lo hago, en cambio intento tranquilizarme a mi misma.
Al rededor de una hora más tarde me encontraba llegando a la silenciosa sede de Ferrari. El establecimiento estaba completamente desierto.
Quizás estos eran uno de los pocos y raros días en mi vida en los que llegaba temprano a un lugar.
Después de haber despertado de esa manera tan abrupta me había sido imposible volver a tranquilizarme. Como ruta de escape comencé antes mi día.
Introdujo las llaves de la oficina de papá en la cerradura y de una maniobra exitosa abrí esta. Nuevamente el silencio abrumador me envolvió.
Aprovecho el tiempo a solas en la acogedora oficina de papá como para realizar un par de deberes que aún tenía por hacer. La música de fondo se volvía aún más acogedora.
Toc, toc.
Escuchó el toque en la puerta de la oficina. Por instinto miro la hora en el reloj, aún era demasiado temprano como para que alguien ya se encontrara aquí.
Dejando a un lado mis tarea, voy y abro la puerta.
—Oh. —es lo único que completo decir.
—¿Maxine? —Charles pregunta, su rostro expresando la confusión al igual que el mío. —¿Que haces aquí?
—¿Tu qué haces aquí? Aún es muy temprano.
—Larga historia. —se limita a responder. —Lo siento, eh visto las luces encendidas y creí que el Señor Binnoto ya se encontraba aquí. No te molesto mas. —explicó dispuesto a marcharse.
—Oye. —le llame de vuelta. —¿Ya desayunaste? —Charles negó. —¿Te molesta si vamos juntos? —la sonrisa que decoró su rostro fue la aprobación que necesite.
A comparación del resto de la sede, en la cafetería ya comenzaba a ver movimiento. Los empleados recién llegaban apresurados a conseguir el desayuno.
Charles y yo tomamos asiento en una de las mesas cercanas de los ventanales, ambos con nuestra charola de desayuno.
—Dime, ¿por que tan madrugador hoy? —preguntó curiosa, una sonrisa divertida apareció en su rostro.
—Digamos que me caí de la cama. —se limitó a decir en broma. —¿Y tú? —esta vez fue su turno de preguntar.
Ignorando su pregunta tomó mi jugo y sorbo un trago. El me miraba con curiosidad, esperando con ansias mi respuesta.
Me limito a decir; —Digamos que también me caí de la cama. —le respondo tras largos segundos de suspenso y con la misma respuesta ingeniosa que el había tenido.
Charles rio abiertamente, carcajada que igualmente me logró contagiar.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —me atreví a preguntarle después de tantas cuestiones.
—Adelante. —su mirada atenta sobre mi me provoco nervios.
—¿Por que piloto? —solté esa duda que tenía desde el primer segundo en que lo conocí.
—¿Por que no?
—Es decir, de tantas profesiones que podrías haber escogido...
—Lo escogí porque era mi pasión desde pequeño. —aclaró. —Además, la idea de musico también la tenía en mente. —admitió riendo.
El asombro e incredulidad pronto se asomó en mi rostro. —¿Musico? ¿Tú? —Charles asintió riendo.
—Aunque pensándolo bien, no hubiera resultado. —admitió un poco rendido. —¿Y tú? ¿A que te dedicas? Tengo entendido que desapareciste un año entero según Sainz.
—¡Yo no desaparecí un año entero! —defendí. Charles una vez más tenía sus ojos sobre mi, su completa atención la tenía. Me resulto difícil poder concentrarme y continuar. —Recién terminó la carrera de derecho, el tiempo que "desaparecí" —hago comillas en media oración. —Fue por que necesitaba asistir se manera presencial a mis prácticas.
—¿Abogada? ¡Wow! Jamás lo espere. —confesó perplejo.
—¿Por que?
—Porque creí que serías la hija mimada de Binnoto. —lo miro incrédula. Su carcajada estalló en el momento en que tome una fresa y se la lancé al rostro, para mi mala suerte Charles tenía demasiado buenos reflejos como para lograr atraparla con la boca.
—¿Hija mimada? ¡AHG! ¡No te lo puedo creer! —exclame, sus risas al fondo no cesaban.
—Lo siento, Maxine. —se disculpó entre risas.
—Bueno, creo que mi primera impresión que tuve de ti está aún mejor, puesto que creí que eras un gruñón. —admití, su rostro de diversión se tornó en uno confuso y serio en cuestión de segundos.
—¿Que? —masculló, fue mi turno de reír.
—¡Oye! ¡Oye, Leclerc! ¡Espero que no estés coqueteando con mi mejor amiga! —la voz de Carlos a lo lejano ambos escuchamos, giro abruptamente sobre mi silla y veo la silueta de mi mejor amigo acercándose. Su rostro iluminado por su sonrisa que ya tanto lo caracterizaba.
—¿Coquetear? ¿Que el me coquetee a mi? ¡Pff! —Carlos rio por mi comentario, en cambio Charles nos miraba a ambos un tanto más silencioso de lo normal.
—Leclerc, ¿me acompañaras? —Carletes se dirigió completamente a Charles.
—¿Practicarán hoy? —me adelante a preguntarle a mi mejor amigo curiosa.
—No, hoy serán entrevistas. —me explico.
—¿Nos acompañas? —Charles se adelantó a preguntarme, su atención nuevamente completamente fija en mi.
—Claro, por que no. —me encogí de hombros sin mucha importancia.
Cojo el último bocado de mi ensalada a toda prisa y salgo corriendo detrás de los chicos.
—¡Papá! —lo llamó entre la multitud una vez que llegamos a set. Terminó por separarme de los chicos y me encamino hacia mi padre, tanto Carlos como Charles serían envidiados a retoques antes de comenzar con las entrevistas.
—Maxie. —papá me recibe con los brazos abiertos. —¿Donde estabas? En la mañana cuando eh salido ya no te encontrabas en casa.
—Me caía de la cama. —excuse, papá rio.
Todos allí guardaron silencio en set una vez que comenzaron a rodar.
Adoraba los días de rodaje, era divertido ver las dinámicas que les ponían. Y con cualquier broma que Carletes realizaba era difícil lograr contener la risa.
El resto del día fue de la misma forma. Habíamos pasado todo el tiempo en set que cuando salimos ya había anochecido, la mayor parte de los trabajadores ya se había marchado. Inclusive mi padre.
—Vaya que es algo tarde. —Carletes menciona. Un gran bostezo el suelta, se le veía lo cansado que ya se encontraba. —Vale, yo me voy que mañana tengo que venir temprano. —nos comenta.
—Adiós, Carletes. —me despido de él con un abrazo al igual que Charles también lo hace.
Carlos no se demoró mucho tiempo y por la salida de la cedé lo veo alejarse en su auto.
—Bien, hasta mañana Charles. —me despido con un simple gesto de la mano.
El me miro confuso. —Espera, ¿en que te irás?
—Mi bicicleta.
—¿No crees que es algo tarde? —pregunta alarmado. Se le notaba preocupado.
—Puede, pero la casa de mi padre se encuentra cerca. No hay porque preocuparse. —respondo sin mucha importancia.
—Lo siento, pero no me siento confiado.
—¿Y?
—¡Que es peligroso! —exclamó exaltado.
—¡Que no lo es!
—¡Que si! —volvió a gritar. Un silencio se formó entre nosotros. Su rostro de preocupación fijo en mi como si buscara las palabras exactas por decir. —Sabes que, olvídalo. Yo te acompañare.
—¡¿Que?! ¡A tu auto no me subo!
—Maxine.
—¡No!
—Está bien. —algo rendido accedió a mi exigencia. —Solo espera un poco, por favor. No tardó. —y tras eso lo vi desaparecer corriendo de regreso a la cedé de Ferrari.
Espere allí afuera pacientemente durante un par de minutos.
—¡No puede ser! —asombrada dije.
Ver llegar a Charles con una bicicleta tomada del garage de Ferrari resultó de alguna forma un acto lindo.
—Listo, vamos. —sonriente dijo al posicionarse a un lado mío.
—¿Pero? Tu auto, ¿que harás con el? —perpleja preguntó.
Charles se limitó a encogerse de hombros sin mucha importancia. —Como sea, puedo volver por el mañana. —dijo sin preocupación. —Iré a acompañarte a tu casa, ya allí pediré un taxi.
Fue inevitable para mi no contener una sonrisa. El lo noto y de igual manera me sonrió.
—¿Unas carreras? —preguntó retador pero con su sonrisa en todo momento.
—¿Me estás retando? ¿Acaso sabes tú el tiempo qué pasó en una bicicleta?
—Mhm, por lo que eh escuchado es que siempre llegas en ultimo. —burló. Lo miro con incredulidad.
—Oh, ya verás.
Sin más arrancamos del recinto a gran velocidad de lo que nuestras piernas nos permitían. El viento golpeaba mi rostro y cuerpo completo, mi cabello largo y suelto se movía por los aires. Entre risas giro mi rostro lo suficiente como para ver que a Charles se le dificultaba seguirme el ritmo. Río aún más fuerte y me detengo a esperarlo.
—¿Cansado? —preguntó con tono bromista.
Charles asiento intentado volver a la condición normal. Quizás una cosa era conducir un auto de carreras a trescientos kilómetros por hora y prepararse condicionalmente para eso, pero claro que ese deporte comparado con andar en bicicleta eran unos muy completamente distintos.
Charles y yo continuamos el camino por un costado de la carretera. Los pocos autos que pasan a estas horas conducirían con velocidad sobre la carretera.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —tras un silencio en el que solo pedaleamos, el pregunto.
—Básicamente ya la haces. —escuchó su risa a mi lado, apenas y me es necesario mirarlo de reojo como para notar su mirada sobre mi y la gran sonrisa que aún no se le borraba.
—Tengo curiosidad y perdóname de antemano pero, ¿por que te niegas a subir a un coche?
Lo ignoró por unos breves segundos. Me cuestionaba si en verdad debía de responderle o no. Si debía de contarle la historia completa o no. O quizás mentirle al respecto.
Tras un silencio en el que me arme de valor por fin dije; —Una larga historia. —me limite a decir cómo inicio. —Hace años yo deseaba ser una piloto más de la liga femenil, un accidente sucedió. —explique brevemente.
—Oh. —Charles pareció entender por mi silencio y brevedad que prefería mejor no hablar al respecto.
El resto del camino Charles se dispuso a hablar de algún otro tema que no fuera relacionado con las carreras. En cambio, el pareció tener curiosidad por lo que era mi vida por las continuas preguntas que tenía respecto sobre mi.
A lo lejos distingo la mansión de mi padre.
—Sana y salva. —Charles dice al dejarme al pie de las escaleras de mi hogar. Con ayuda suya había metido las bicicletas al garage.
—Gracias, de nuevo insisto en que no hacía falta.
—Lo hacia, disfrute la mejor carrera que jamás haya corrido. —bromeó, no me contuve y reí abiertamente. —Adoro cuando ríes. —confesó y con aquello perpleja me dejó. Con éxito logré esconder esa sonrisa que intentaba aparecer en mi rostro. —Te hace ver un poco menos gruñona.
—¡Oye! —grite, esta vez fue el turno de reír de el.
A lo lejos, por la entrada de la mansión, observó cómo un auto disminuía la velocidad y se aproximaba hacia nosotros.
—Ese es mi Uber. —Charles explicó cabizbajo, se le notaba la decepción de tener que irse ya.
—Gracias, de nuevo.
—No hay de que. —me comenta nuevamente. —Buenas noches, Maxine. —se despide con un simple asentimiento.
—Buenas noches, Charles. —me despido igual, solo que a excepción de el acercándome hacia consigo y besarle la mejilla fugazmente. Noto su sonrisa agrandarse aun más y su mirada sobre mi.
Una electricidad recorrió mi cuerpo al haber sentido el tacto de su piel bajo mis labios. Sentir su mirada sobre mi no ayudo a mejorar ese cosquilleo en mi interior. Trago en seco difícilmente.
—Descansa.
—Igual tu, Leclerc.
Me despido una última vez alzando la mano al aire y viendo cómo el auto en el que el había subido se marchaba.
authors words
pov: dije que escribiría poco y termine escribiendo un capítulo de 2,000 palabras 🤡
Déjenme saber que les parece la historia. No se olviden de votar también. Gracias por leer.
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