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Capitulo Trece


MAXINE BINNOTO

Un silencio cómodo cernía a la habitación, sin contar con aquel sonido que hacía nuestros labios al sellarse, nuestras respiraciones agitadas y suspiros.

La luz azulada que producía el amanecer de un día nublado comenzaba a pintar la paredes de la habitación. La noche anterior habíamos olvidado cerrar las persianas. Pero aún así, aún era posible ver la luna desde el gran ventanal frente a la cama en la que ambos nos envolvíamos debajo de las sábanas el uno al otro.

Fue inevitable mo poder contenerme a enredar mis dedos en los cortos mechones que nacían en la nuca de Charles, un pequeño gruñido me ganó por parte suya que siento en su boca cuando el atrapo mi labio inferior entre sus dientes al haber dado un tirón de su cabello. Río sobre sus labios. 

Los ojos verdes de Charles me miraron con tanta atención y admiración, una sonrisa me regalo cuando noto el sonrojo en mis mejillas. Su pelo castaño revuelto y despeinado, con una de mis manos lo intento peinar delicadamente.

—Tus labios están rojos e hinchados. —una pequeña risa burlona escapa de su boca.

—¿Y debo de preguntar quién lo provoco?

Con mi mano lo atraje devuelta por el cuello hacia mi, una vez más sellando sus labios con los míos.

Nuestros labios se unieron de vuelta y ninguno de los dos pudimos estar más felices. Las manos de Charles siento cómo recorren mi cuerpo nuevamente de una manera hambrienta y necesitada. Siento como mi piel se eriza bajo las yemas de sus dedos. Un suspiro abandona mi boca.

—Charles... —suspiro su nombre contra mis labios cuando su mano izquierda se deslizó por mi espalda. Una sonrisa suya obtuve como respuesta.

Su tacto siento como me recorre, como su mano sube devuelta a mi clavícula y donde acaricio con delicadeza la piel de mi cuello antes de envolver mi cuello con su mano, dando un leve apretón que causaba daño alguno.

De nuevo el acariciaba mi rostro con las yemas de sus dedos y me miraba con cariño. Nuestros cuerpos desnudos cubiertos por las mantas de la cama. El sol que recién se colaba en la habitación permitiéndome ver con más claridad el color de sus ojos.

—¿En que piensas? —su pregunta me dejó anonadada por tan solo unos breves segundos.

—En nada. —miento con rapidez al salir de la ensoñación. Una sonrisa nerviosa le muestro intentando hacer pasar por desapercibido.

—Maxine, puedes decirme. —la sinceridad de sus palabras me empujaron a hablar.

Había pasado tanto tiempo en que ni hablaba de esto con alguien, o quizás que lo pensaba en sí. Me había prometido a mi misma a guardarlo demasiado bien que ahora resultaba extraño y doloroso pensarlo.

—En mi madre. —admití en voz alta. De pronto mis ojos comenzaron a picar con tan solo recordar, las lágrimas al borde del llanto. Su mano acariciando mi mejilla provoco que rompiera en llanto y no me contendiera más. Frente a él podía ser vulnerable y sin necesidad alguna de esconderme. —Pensaba en como a ella le hubiera encantado conocerte. —el primer sollozo.

Sus brazos acogedores me envolvieron con fuerza, mi cabeza reposando sobre su pecho. Sus caricias en mis mejillas otorgándome la calma que necesitaba, ese enfoque que me indicaba que todo estaba bien.

Aferró las sábanas contra mi cuerpo una vez me reincorporo para así lograr ver sus ojos de vuelta.

De alguna manera con esa cálida mirada que el me otorgaba me sentía seguro, no juzgada y que en aquel momento en verdad podía abrirme con el, así tanto como el lo había hecho conmigo al contarme sus altibajos de niñez y con los que aún afrontaba.

—La razón por la que no quiero subir a un auto es porque en un auto perdí a mi mamá. —noto como mis palabras lo sorprendieron. Su expresión se tornó de una serena a una de asombro. Una bocado de aire más y continuo; —Íbamos devuelta a Mónaco, era la semana del Gran Premio y mamá y yo nos encontrábamos fuera de la ciudad y a último momento habíamos decidido regresar a acompañar a mi padre.

Me cuestionaba si debía de seguir o no. Recordar lo que había sucedido hace nueve años aún dolía, dolía recordar los gritos y el llanto, las heridas.

Retengo el llanto lo mejor que puedo.

—La autopista devuelta a casa se encontraba un poco más llena que de costumbre, todo pasó tan rápido. Recuerdo que mamá conducía y yo cantaba una canción de la radio, el autobús del carril opuesto salió y se abalanzó hacia nuestro auto. Vi como el auto que se  estrellaba contra nosotros y no pude hacer otra cosa más que gritar, cerrar mis ojos y desear que nada terrible sucediera. —el primer sollozo abandona mis labios. Con tan solo recordar el estruendo sonido provocaba que toda mi piel se erizara. —Los policías dijeron que los frenos del conductor habían fallado, el autobús se estrelló contra nosotras sin ninguna forma de haberlo detenido. Tardaron casi seis horas en sacarnos de allí.

Agradezco que su mano acariciara mi mejilla y limpiara mis lágrimas.

—Desperté casi una semana después y mamá no estaba. Los médicos dicen que murió sin dolor, que el impacto acabó con su vida al instante. Pero yo... yo juro haber escuchado su grito de dolor enterradas en ese auto... vi a mi mamá morir frente a mi y no pude hacer algo para evitarlo.

Sus grandes y fuertes brazos me aferraron contra el calor de su pecho. Besos en mi cabeza Charles dejaba en signo de apoyo.

—Y no pude hacer nada. —solloce contra su pecho.

—Shh.. —sus caricias y susurros reconfortantes me calman. —Llora todo lo que tengas que llorar. Las personas lloran, no porque sean débiles. Sino porque han sido fuertes durante mucho tiempo. Y tú lo has sido, Maxine.

autora words
me dolió escribir este capítulo 😭

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