Capitulo Siete
MAXINE BINNOTO
A media noche camino por el centro de la ciudad de la compañía de Charles a un lado mío.
El frío viento de la noche golpeando con fuerza a mi cuerpo descubierto. Había sido una muy mala elección salir del evento sin antes haber conseguido un abrigo. Froto mis manos sobre mis brazos en busca de conseguir un poco de calor.
—¿Frío? —Charles a un lado mío pareció notar mi malestar.
Sonrió forzosamente. —Si, un poco. —confieso —Creo que fue un error venir con este atuendo. —bromeó un poco, una pequeña sonrisa se asoma en el rostro de él.
—Toma. —me dice y seguido de eso veo atentamente cómo es que Charles se deshace de su abrigo del traje y me lo coloco en mis hombros descubiertos, quedando el con su camisa de botones.
Aferró con fuerza el abrigo a mi. Su olor impregnado invadiendo mis fosas nasales que, por alguna extraña razón, adore de su olor tan distintivo a él.
—Tu padre me mataría si coges un resfriado. —esta vez fue el turno de bromear de él, una sonora carcajada abandonó mis labios con tan solo de imaginarme la escena que sería, probablemente siendo mi padre quien correría detrás de Charles sujetando un bate de béisbol.
—Probablemente. —concuerdo con él.
En silencio, pero uno acogedor, caminamos por el centro de Japón. Las pocas personas que aún continuaban andando por la calle nos miraban con cierta extrañeza, no todos los días verías a dos turistas vestidos de gala andando a media noche por la ciudad.
—Creo que somos como unos payasos para ellos. —Charles me susurra en el oído, me veo obligada a contener la respiración con la cercanía de su aliento chocando contra mi cuello.
Recién notaba esa tipo de reacción que comenzaba a tener ante esos pequeños detalles de él. Unos a los que temía de lo que podrían provocar más allá.
Unos momentos más tardes, Charles y yo entrábamos a una cafetería que para nuestra sorpresa aún seguía abierta. Tomo asiento en una de las mesas más cercanas a la ventana con Charles siguiéndome de tras.
—¡Dios! Los tacones ya comenzaban a matarme. —me quejo exhausta sobre mi asiento.
Charles al otro lado me miró con diversión antes de tomar el menú y ojearlo.
—¿Te gustaría un postre? ¿Quizás eso ayude a tu dolor? —bromeó, asiento a su idea.
Hundo mi cuchara en el brownie de chocolate y lo llevo a mi boca disfrutando del dulce sabor, al igual que yo Charles también imito mis acciones.
—¿Crees que te ira bien en la clasificación? —le pregunto. Por alguna extraña razón siempre me había causado cierta curiosidad de saber lo que los pilotos pensaban respecto a sus carreras y cuales eran sus mismas predicciones.
Charles se encoge de hombros sobre su asiento no muy entusiasmado. —Me emociona, si, todos deseamos una buena posición.
—¿Pero?
Una risa escapó de sus labios. —¿Como sabrías que habría un pero?
—Siempre hay un pero, ahora tu habla. —le ordenó.
—Como te decía, a todos les emociona conseguir una buena posición, todos somos competidores a final de cuentas. Pero existen momentos en los que comienza a ser abrumador no lograr lo que uno desea. —admitió.
Asiento a sus palabras.
Una cucharada más del postre compartido tomó y llevó a mi boca. No soy consiente en ese momento de la mirada de Charles frente a mi en ese momento. Una débil sonrisa torcida aparecía en su rostro.
Lo miro con extrañes, el deja su cuchara aún lado para tomar una servilleta y con ella, estirar su brazo y limpiarme la barbilla y comisura de mis labios.
—Te has ensuciado. —murmuró, su concentración fija en limpiarme los rostros del postre.
Una vez más mi respiración se entrecorta y mi cuerpo se tensa. Él simple hecho de tener su atención, de que sus dedos rocen mi mejilla, de que su atención esté sobre mi provoca un cosquilleo por toda mi columna.
—Gracias. —murmuró con dificultad, de pronto sentía mi garganta seca.
—No hay de que. —responde y sin mucha importancia el vuelve a comer tranquilamente del resto del postre que compartíamos.
Un silencio cómodo se cernió sobre nosotros, claro sin contar con los sonidos del cubierto golpeando contra el plató. Pero aquel silencio era un cómodo, se esos pocos que había experimentado con alguien. Bien era el dicho que con la compañía de una persona correcta todo lo demás no importara.
—Estoy exhausta. —lloriqueo una vez salimos del establecimiento.
—¿Son los tacones de nuevo? —preguntó.
—Úsalo durante horas y verás lo molestos que estos se volverán. —me quejo. —Olvídalo, puedo andar sin ellos. —hago el ademán de deshacerme de ellos pero antes de que lo lograra, Charles me detiene.
Veo como es que el se coloca frente a mi de manera que me diera la espalda y flexionara un poco sus piernas, de manera que su estatura fuera un poco más baja. Lo miro extraña.
—Arriba. —me dijo.
—¿Que?
—Vamos, estás cansada y no permitiré que andes así. —me dice girándose de regreso a mi.
—¡¿Bromeas?!
—Vamos, Maxine. —me insiste.
Dudo unos momentos pero al final accedo. De un brinco exitoso subí a su espalda y me aferro a él al cruzar mis brazos sobre su cuello, los brazos de Charles sostienen mis piernas con firmeza de manera que fuera más fácil caminar así. Agradezco que él no lograra ver mi rostro en ese instante para que así no notara mi tipo de reacción.
El me lleva en su espalda por las calles sin ninguna molestia alguna. De vez en cuando uno que otro hablaba brevemente, pero en su mayor parte de tiempo ambos íbamos en silencio.
Mi mejilla terminó por recargar en su espalda después de tanto haberme cuestionado, y fue satisfactorio sentir el calor de su cuerpo aún a pesar de la tela de su camiseta. A Charles no pareció molestarle en lo absoluto aquello y siguió andando en silencio.
Por suerte llegamos en cuestión de minutos al hotel en donde nos hospedábamos. Ya en el lobby el me baja con cuidado de su espalda.
—Gracias. —le agradezco de nuevo. —Por todo, la verdad. En especial por haberme sacado de esa aburrida fiesta. —nerviosa digo. ¿Porque de pronto reaccionaba así ante el? Me limito a evitar su mirada y en cambio desvió la mía de sus ojos hacia el suelo. Un rebelde mechón de mi pelo reacomodo tras mi oreja aún siendo consiente de su mirada sobre mi.
—Maxine. —me llama, tardó unos pocos segundos en mirarle a los ojos.
—¿Si?
—Me gusta pasar tiempo contigo. —una dulce sonrisa me muestra. Solo por su confesión fue casi imposible no sonrojarme en ese instante. Esperaba que el no lo hubiera notado.
—A mi también. —fue mi turno de admitir. —Buenas noches, Charles. —me adelantó a despedirme como pretexto de escapar lo más rápido de allí. Necesitaba un momento a solas y poder aclarar todas esas sensaciones.
—Buenas noches, Maxine. —me dice y despide cordialmente.
Nuevamente dejó de respirar al sentir sus labios posarse fugazmente en mi mejilla al depositar un beso. No soy consiente de aquello por unos segundos y solo permanezco de pie allí estática.
Una ultima sonrisa el me dedica antes de darse media vuelta y verle como desaparecía en el pasillo del ascensor.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro