Capitulo Dos
MAXINNE BINNOTO
Devuelta y como de costumbre una vez más llegó tarde al recinto. El sol soleado de medio día golpeaba a mi rostro con fuerza aún así de llevar la sombrilla en mano en un intento de cubrirme del sol. Los autos corrían alrededor del circuito a velocidades impresionantes.
Aceleró mi paso al distinguir a mi padre y a gran parte del equipo bajo las carpas a un costado de la pista.
—Otra vez tarde. —me incrimina mi padre cuando se gira y me ve llegar a un lado suyo.
—Sabes el motivo.
—¿Otra vez los alienígenas quisieron llevarte? —Carletes a mi espalda bromea sin poder contenerse la risa. Mi padre apenas y se limitó a sonreír débilmente.
—En serio, Maxie. Insisto que es hora de un auto.
—Papá. —me quejo. —Sabes que no. —intento sonar y parecer lo más tranquila posible allí, no deseaba que todo el mundo ahí se enterara de la situación.
—Maxie, es tiempo que te consigas un auto. —entonces Carletes también alienta a lo dicho de mi padre. Genial, lo último que necesitaba era tener a mi mejor amigo y a mi padre en mi contra.
—Gran traición, Carletes.
—No es traición, solo intento ayudarte, facilitarte el trabajo.
—La respuesta es no.
—Pero necesitas moverte en la ciudad y.. —antes de que Carletes continue me asegure de interrumpirlo.
—Carletes, me encuentro demasiado bien viajando en mi bicicleta, las distancias no son demasiado largas. ¡Tengo piernas que me permiten moverme! —exclame lo último un tanto agotada de tan solo imaginarme la conversación que tendríamos si es que no lograba ganar la contraria.
—Maxie, un auto te facilitaría demasiado..
—Como sea, quisieras tener tu estos atributos. —bromeó con el hecho de que yo tenía más pierna que el. Papá esta vez no se contuvo y rio abiertamente. —Iré a las gradas. —les dije como último como pretexto de huir de allí. Aproveche esa brecha y salí corriendo lo más rápido de allí.
Sabía que la práctica les tomaría mínimo unos dos horas más de promedio, así que me pongo lo más cómoda posible.
Desde lo alto de las gradas lograba ver el circuito completo y más allá de los campos tras las vayas de retención. El estruendo de los autos acelerando con fuerza resonaba como un eco fuerte en el circuito.
—¡Acelera! —escuchó desde mi asiento como mi papá le grita desesperado a Carletes, no logró contener mi risa de tan solo imaginarme la expresión de mi mejor amigo.
Mi sonrisa se borro en el instante en que veo como Charles subía por las gradas con dirección a mi. Su sonrisa agrandándose conforme era que se iba acercando.
—¡Maxine! —me saludo tan entusiasmado.
—Charles. —le devuelvo el saludo no tan entusiasmada como el.
El nuevo tomo asiento a un lado mío en las gradas, sus largas piernas estiradas hasta en la siguiente banca. Su mirada perdiéndose en el horizonte en la pista.
Me permito observarlo a más detalle allí, este no era como el encuentro del día anterior. Con la cercanía podía presenciar mejor el color de sus ojos, como estos eran verdes pero con rastros de café y azul, aún así por la cercanía no sabría distinguir con certeza el color exacto. Su cabello era castaño, un tanto lacio y largo que con la brisa del aire se movía. Su rostro era fino, su barba recién afeitaba decoraba su quijada. Y por último sus labios, rosados y delgados.
Salgo de mis pensamientos en el mismo segundo en el que él gira hacia mi y me descubre mirándolo. Su sonrisa se engancha acompañada de una débil carcajada.
Me obligo a desviar mi mirada de la suya y la dirijo nuevamente hacia la pista. Un tanto nerviosa y sintiendo su mirada sobre la mía, ato mi cabello en una cola alta, seguramente ahora gracias a la brisa mi cabello estaría un total desastre.
—¿Que? —preguntó al girarme hacia el.
Su mirada baja de mis ojos hacia mi cuello descubierto, trago en seco al ver como se relamía sus labios.
—Nada. —responde el sonriente. Por alguna extraña razón su compañía la sentí agradable y segura.
—Seguramente vienes a ordenarme de nuevo, ¿cierto? Por que te aseguro que aquí arriba es seguro. ¡Por que si es así, te aseguro que eres peor que un viejo gruñón!
Su carcajada provocó un cosquilleo en mí nuevamente.
El negó divertido. —No, en realidad venía a pedirte una disculpa por lo de ayer. No fue la manera más educada de una primera charla. —dijo una vez se recompuso.
—¿Ah, si? —Charles asintió. —Si es así, disculpa aceptada. —sonrió. —Pero jamás me vuelvas a echar de mi lugar. —le amenace. La expresión de diversión que llevaba en el rostro cambió por una de seriedad.
—Lo siento, pero eso no pode hacerlo. Ese lugar no es seguro.
Lo ignoró por completo. En cambio me cruzo de brazos en gradas.
—Maxine. —escuchó como me vuelve a llamar, su voz trasmitiendo un cosquilleo cada vez.
—Dime. —no me giré a verle a los ojos, no aún al saber y sintiendo que el me miraba fijamente.
—¿Tienes novio? —entonces soltó esa pregunta de la nada. La manera tan neutral que la hacía resultándome extraño.
—¡¿Que?! —por fin me giré a el. Sus ojos atrapando los míos. —¿Yo? ¿Que? No. —tartamudeó.
¡Pero si no podía ser más tonta! ¿Por que tartamudeaba? ¿Por que me sentía tan intimidada por el? ¡¿Por que sentía su mirada así sobre mi?!
El fuerte estruendo al fondo en la pista me logró sacar de mis pensamientos.
Tanto Charles como yo rompimos contacto visual al girarnos a la pista. Quedó helada sobre la grada al distinguir la imagen.
—¡Carlos! —gritó con fuerza desde allá arriba.
Su auto recién estrellado contra el muro. A simple vista los daños se veían mínimos pero aún así no sabía la condición de el.
Corro escaleras abajo las más rápido que podía, las pisadas de Charles sintiéndolas por detrás de mi.
—¡Papá! —lo llamo al ir el a unos cuantos pasos por delante de mi.
Al igual que todos saltó la valla de retención y corro hacia la pista. El auto blanco de emergencia acompañado del equipo ya minimizaban los daños.
No me importaba eso.
Carlos, Carlos, Carlos.
Siento que vuelvo a respirar con normalidad cuando distingo su silueta de pie a un lado del auto dañado.
—¡Tú! ¡Si seras idiota! —le grito y golpeó con fuerza en el hombro.
—¡Auch!
—¡No te quejes! ¡A mi es la que me dio el infarto! —le grito de vuelta solo que esta vez aferrándome a su torso. Lo abrazó con fuerza.
—Estoy bien, Maxie. —me dice en un intento de que yo me tranquilizara.
—No me vuelvas a hacer eso, sabes que no podría. —le susurro esta vez. Carlos me aferro con más fuerza a el al saber a lo que me refería.
—Maxie, deja que lo revisen. —mi padre se acerca tras mío y con delicadeza me obliga a separarme de él.
Por suerte Carlos se encontraba bien, los daños había sido muñimos y físicamente estaba bien. Fue un peso menos.
En cuestión de minutos el auto destrozado fue retirado de la pista. Papá no deseaba demorarse respecto a las prácticas y era así como fue que llamó a todo el equipo devuelta.
—¡Hey, Maxine! —entre todas las personas distingo la voz de Charles y como es que me llamaba.
Alzo la mirada en su busca. El corría hacia mi dirección en plena pista.
—Toma. —me dijo, perpleja veo cómo se deshace de su gorra del equipo y me la coloca a mi.
—Pero es tuya, yo no la necesito.
—Si la necesitas, tus mejillas comienzan a tornarse rojas del sol. —Charles nuevamente se asegura de habérmela colocado bien. —Además, yo tengo miles de estas. ¡Cuídala bien! —dijo como último antes de salir corriendo hacia la carpa tras el llamado de mi padre.
Sonrío un tanto anonadada y perpleja por la situación.
Quizás ahora mi perspectiva sobre el había cambiado y en un día anterior le había juzgado mal. Charles no era para nada un gruñón como es que me lo había imagino, si no, el simplemente se preocupaba por otros aún así estos no le debieran nada.
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