Memento Mori
—...y entonces Dobby dijo: Un lugar tan hermoso, para estar con amigos. Dobby está feliz de estar con su amigo, Harry Potter. Y luego la película termina ahí. Que mierda.
—Peter, ¿por qué me dices cómo terminó Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, parte 1? —preguntó James Truman-Conelly muy confundido mientras se sentaba junto al alféizar de la ventana de la habitación del hospital de Peter.
Peter no pudo evitar reírse. —Pensé que estábamos intercambiando cuentos de mierda, porque me estás diciendo que has estado viniendo durante casi una semana, que fuiste testigo de cómo morí y esperaste a que me limpiaran como un niño pequeño, solo para hacerme pagar por algunos nuggets. Y eso es una mierda.
Por más coprológico que fuera, Peter se dio cuenta de que, sin contar a la enfermera y al Dr. George, James Truman-Conelly era la única persona que lo visitaba en su momento de necesidad. Esa fue la verdadera mierda.
Otra verdadera mierda era cómo a Peter le había empezado a caer bien el hombre alto y gordo. Quizás porque le gustaba la gente gorda. O tal vez porque era un idiota. James, no Peter. A Peter le gustaba empujar a la gente. Sobre un tramo de escaleras, si tuviera que hacer una elección.
—Solo quiero algunos nuggets —dijo James—. Estoy un poco quebrado.
Peter se sentó en la cama mientras se anudaba una nueva corbata de seda alrededor del cuello. Lo hizo lo más apretado posible. Le gustaba lo bronceada que se veía su piel cuando estaba medio ahogada. —Necesitas un mejor abogado.
—¿Alguien como tú, supongo? —preguntó James Truman-Conelly.
—No puedes pagarme —dijo Peter, finalmente contento con el nudo privado de oxígeno más atractivo que pudo reunir.
—Puedes permitirte unos dólares por unos nuggets de pollo.
Peter sacó su billetera de cuero y le arrojó un billete de cien dólares a James Truman-Conelly. —Ve a buscar todos los nuggets que quieras, chico pollo.
—Esto es un hospital —dijo la voz celestial de Sarah McGuffin, que estaba apoyada contra la puerta de la habitación de Peter. Sarah, no su voz—. Este no es un club de strippers.
—Sería un pésimo stripper —dijo James Truman-Conelly, inspeccionando el billete para asegurarse de que no sea falso.
Lo era, pero no se dio cuenta. Poco sabía él, ese billete lo pondría en un camino peligroso y asesino. Pero decir más sería un spoiler.
—No juzgo los fetiches de otras personas —dijo Sarah mientras colocaba un sujetapapeles y un bolígrafo en las manos de Peter.
Peter echó un vistazo a los papeles que tenía delante. Fila tras fila de facturas, cada uno más ridículo que el anterior. Una sola pastilla de Tylenol: $15; una caja de pañuelos: $8; guantes no esterilizados, un par: $53; daño emocional de una enfermera anónima: $77. Y la lista seguía y seguia.
—¿Sabes cómo me di cuenta de que esto no es un club de strippers? —dijo Peter mientras firmaba la línea de puntos al final de la factura—. Es porque me la están metiendo en lugar de yo meterla. Hablando de eso, señorita McGuffin-
Sarah tomó el portapapeles de la mano de Peter de una sola vez mientras daba algunos pasos preventivos hacia atrás. —Por última vez, Sr. Katz, no saldré con usted. De hecho, todo lo contrario. Estoy aquí para hacer que se vaya. Está oficialmente dado de alta.
—¡Bien! —dijo Peter mientras aplaudía como una morsa tonta—. Me voy de aquí.
Se dio la vuelta para mirar a James Truman-Conelly y colocó su mano pequeña y rechoncha en su hombro. —No fue un placer. Espero verte nunca. Vete a la mierda. Y tú —dijo mientras señalaba a Sarah—, ¿amuse bouche?
—Todavía está el asunto de su tratamiento, Sr. Katz —dijo Sarah sin perder el ritmo.
—El único tratamiento que vamos a tener es un tratamiento térmico. En mi bañera. Tiene burbujas y todo. Eso, y un plato de ostras rockefeller.
Para aquellos de ustedes que no estén familiarizados con el plato, las ostras Rockefeller fueron inventadas por primera vez en Nueva Orleans por Jules Alciatore, chef del restaurante Antoine's. El plato consistía originalmente en caracoles servidos con mantequilla y salsa de espinacas. Un día, ante la escasez de caracoles, Jules Alciatore lo sustituyó por ostras en media concha, lo cubrió con una salsa de berros y perejil con mantequilla, le puso pan rallado y lo horneó.
Realmente no hay nada especial ahí, y según todas las cuentas de su sabor, es un aperitivo divertido en el mejor de los casos. Fueron nombrados Rockefeller por la riqueza del plato proporcionado por la mantequilla más que por su valor.
Al igual que Peter Katz, las ostras Rockefeller eran más simples de lo que parecían, más comunes de lo que parecían, más baratas de lo que parecían, y las únicas personas que las comían eran lo suficientemente tontas como para confundirlas con un plato que en realidad es bueno. Pero Sarah era una entusiasta de la comida por encima de todo, solo superada por ser una asistente administrativa, y como una asistente administrativa adecuada, tenía un deber que cumplir.
El rostro de Sarah se volvió solemne, casi como si enviara una oración silenciosa al universo. No recomendamos hacer esto, ya que el universo a menudo está más preocupado por crear y destruir cosas como un bebé jugando con legos que responder a las oraciones de un pequeño y triste asistente administrativo estadounidense. —Sr. Katz —dijo—, ¿podría seguirme? Tengo algo que mostrarle.
—Nos estamos saltando los juegos previos, me encanta —dijo Peter.
—Usted también, Sr. Truman-Conelly —dijo Sarah, ignorando los avances de Peter.
Por supuesto, Peter protestó de inmediato. James Truman-Conelly no era la cara en la que pensaba cuando pensaba en un bonito amuse bouche.
James Truman-Conelly estaba callado porque estaba contento con estar involucrado en lo que sea que estuvieran hablando.
Pero, por desgracia, todos terminaron siguiendo a Sarah por los pasillos del Hospital San Judas Tadeo.
San Judas Tadeo es a menudo llamado "El Santo Olvidado," ya que es el segundo violín del Judas más famoso, el que vendió a ese tipo clavado en una cruz, dando inicio a la más grande discusión "el dijo, ella dijo, los sarracenos dijeron" en la historia humana.
También se le llama a menudo el Santo Patrón de las causas perdidas, lo que, en el gran esquema de los Santos Patronos, medio apesta. Se espera que materialices un milagro cada vez que alguien te reza, como un estudiante de secundaria cachondo que intenta impresionar a la porrista popular que necesita que la lleven a las 2 de la mañana a la casa de su novio y solo le dé un "Gracias, ¡eres lo mejor!" como recompensa.
Por cierto, así es exactamente como se sintió Peter Katz cuando, mientras seguía al hermoso ángel de cabello negro azabache por los pegajosos pasillos del Hospital San Judas Tadeo, no lo llevaron a un armario para un sexy rapidin, sino al pabellon oncologico
Hablemos un poco de comedia. Si ha visto a algún comediante moderno, encontrará que la mayoría de sus rutinas giran en torno al sufrimiento y la tragedia, y eso es por diseño. Los comediantes son, en la mayoría de los casos, personas extremadamente deprimidas, que constantemente hacen malabarismos con adicciones, pensamientos suicidas y dolor y sufrimiento en general. Son capaces de aprovechar ese dolor en situaciones cómicas porque presentan su sufrimiento de formas ligeras y divertidas que se ponen a sí mismos como el blanco de la broma.
Pero ese no es un desarrollo nuevo en la comedia. Nos encanta ver el sufrimiento humano, con tal de quien sufra este bien con que el chiste sea a sus expensas. No te enfrentarías a una víctima de cáncer de mama y reírte de su cara, pero cuando la comediante Tig Notaro sube al escenario y bromea sobre su propia lucha contra el cáncer de mama de una manera liviana y cómica, no podemos evitar reírnos.
La humanidad ama a los payasos tristes. Desde Pagliacci hasta cualquier imbécil en TikTok, hay algo en ellos que toca un lado sádico de nosotros. No está mal disfrutarlo ni está mal hacerlo, pero tenemos que entender la ciencia detrás de la comedia y entender que está intrínsecamente ligada a la tragedia de una manera que nosotros, como sociedad, no podremos divorciarnos pronto. El elemento que une a esos dos es el tiempo.
El tiempo, aplicado a la tragedia, se convierte en comedia. No importa lo gracioso que pueda ser alguien, nadie puede subir al escenario y bromear sobre una situación que está sufriendo y reírse de ella.
Cuando intentas convertir la tragedia en comedia sin tiempo, se convierte en algo oscuro, incluso siniestro. Se convierte en un espejo sujeto al sufrimiento mismo y se vuelve incómodo. Se convierte en un recordatorio de su propia mortalidad.
Y así se sintió Peter cuando estaba en el umbral de la sala de Oncología. Como un espejo sujeto a su propio dolor.
Sufrimiento. Tristeza. Madres llorando por sus hijos que no viviran a la adultez. Esposas de luto por sus cónyuges antes de tiempo. Desesperación. Oración tras oraciones a San Judas Tadeo, sin respuesta.
—Espero que se tome su tratamiento en serio, Sr. Katz —dijo Sarah, viendo el dolor y sufrimiento frente a ellos—, Esto no es una broma.
Y con eso, Peter tomó una decisión.
—Vamos amigo —dijo James Truman-Conelly—, vamos a conseguir unos nuggets. Yo invito.
Peter decidió ir a comerse unos nuggets.
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