Este Capitulo Es Patrocinado Por Wendy's
Hablar de James Truman-Conelly, Doctor en leyes, es hablar de una serie de malas elecciones de vida combinadas con una suerte increíble.
Según él, sus problemas comenzaron desde el momento en que nació. Sus padres eran fabricantes de helados, con su mayor sabor, la crema agria y el ajo, votado como el sabor más popular en Grecia desde 1987 a 1992, lo que los hizo ganar millones de dracmas. Es importante tener en cuenta que las dracmas, comparadas con el dólar, no valían nada. Ademas, no podían satisfacer la demanda de paletas, teniendo que vender sus activos solo para sobrevivir.
Uno de esos activos fue su hijo, James Truman-Conelly, a quien vendieron a un culto que alababa a Sobek, dios egipcio del río Nilo. Fue un momento difícil para el joven James, quien gracias a la estricta adherencia del culto de comer solo ranas crudas y Gatorade, llegó a ser bastante flaco. A pesar de eso, venderlo a un culto a un dios cabeza de cocodrilo fue lo mejor que lepaso en la vida. El culto buscó darle la mejor educación que un grupo de amantes de Dios con cabeza de cocodrilo pudiera brindarle.
Por supuesto, lo enviaron a la Universidad de Florida, la universidad relacionada con los reptiles más importante de Estados Unidos, donde rápidamente desarrolló una adicción a oler las pegatinas de rascar y huele, especialmente las de uva. A menudo irrumpía en tiendas de conveniencia y tiendas de artículos para fiestas solo para obtener su dosis diaria de sabrosidad.
Un día, cuando le dio los munchies, se quedó sin ancas de rana. Ahora, James Truman-Conelly nunca se atrevió a romper los mandamientos de su señor y salvador Sobek (que sus aguas nos llenen de alegría eterna), pero estaba desesperado por algo de comer.
Fue entonces cuando encontró el amor de un nuevo señor: Wendy's.
Su carne carnosa, Asiago Ranch ©. Su tierno, pero refrescante té de manzana y kiwi ©. Rezó por sus dulces Chicken Tenders ©. No podía tener suficiente. A James Truman-Conelly le gustó tanto que, después de una cierta aventura indecente en un Wendy's, fue encarcelado, donde estudió para obtener su título de abogado. Digamos que una vez intento ponerle salsa especial a una Baconator en el baño y alguien lo descubrió justo a tiempo
En un sorprendente fallo de Cinco contra Dos, la Corte Suprema confirmó su derecho constitucional a casarse con un Baconator ©, sentando así un precedente en las Leyes de Estados Unidos que la administración Republicana todavía intenta descartar hasta el día de hoy, para gran disgusto de la Primera Dama McWopper.
Para empeorar las cosas, esa pelea de la Corte Suprema lo agotó financieramente, y en un triste intento por sobrevivir, se comió a su esposa Baconator ©. Vendió su historia a una editorial y su libro, —Por qué a los hombres les gusta a la parrilla: cómo aprendí a ignorar las calorías y abrazar la frescura— fue un best seller del New York Times durante semanas. Pero al igual que una ensalada de pollo con manzana y nueces, era demasiado buena para ser verdad.
Pronto le diagnosticaron diabetes tipo 2. ¿La dieta recomendada? Carnes blancas con fibras y algo para reponer electrolitos. Volvamos a las ranas y Gatorade.
Pero sabía la verdad: no podía simplemente volver a la dieta de Sobek (que su hocico de caiman se comalas estrellas y escupa los planetas), por lo que todavía se escabullia algunos nuggets aquí y allá. Siempre guardaba algunos en su bolso como regalo por su buen comportamiento, como el experimento pavloviano más gordo del mundo.
Ese día en particular, su médico le había dicho que su tratamiento iba bien y que podía permitirse algunas golosinas. Por supuesto, ni siquiera esperó a estar fuera del hospital para disfrutar de su adicción a la comida rápida. El único lugar seguro en el que podía pensar en comer sus deliciosos nuggets de pollo era la escalera de emergencia. Allí, en ese día en particular, su vida daría otro giro dramático cuando un hombre bajó las escaleras dando tumbos y aterrizó justo encima de sus nuggets, haciendo que su bolsa de Wendy's crujiera bajo su peso.
Y así fue como James Truman-Conelly, Doctor en leyes, conoció a Peter Katz.
El mayor dolor que enfrenta un asistente administrativo es ser confundido con un secretario.
Un asistente administrativo, te diría un secretario, gana más que ellos por hacer el mismo trabajo, mientras que un secretario, diría un asistente administrativo, es un engranaje estereotipado y advenedizo en una telenovela barata que eventualmente se enamoraría de su encantado e inconfundible jefe casado, solo para desaparecer hasta el final de la temporada donde se revelaría que está embarazada de su hijo.
Sarah McGuffin era, a todos los efectos, una asistente administrativa.
Sí, su trabajo implicaba llevarle café a su jefe, acudir a las citas y saludar a la gente en la puerta, como lo haría una secretaria, pero sin las ventajas de tener unas pequeñas vacaciones agradables como las que tienen las secretarias en su día. Porque claro que no había un Dia de la Asistente Administrativa, solo Dia de la Secretaria. Pero su trabajo le exigía más responsabilidad y entusiasmo que una secretaria de ojos saltones. Tomemos por ejemplo a la secretaria del Dr. Philbert, Dora.
El trabajo de Dora era manejar el teléfono en la oficina del Dr. Philbert con su habitual encanto sureño, y marcar fechas y números en una libreta con su bolígrafo rosa de Hello Kitty. Sarah, por otro lado, manejaba los chequeos de todos los pacientes del Dr. George y se aseguraba de que cumplieran con sus citas, así como de hacer un seguimiento de su progreso.
Si bien Dora podía ir a trabajar con pantalones licras que decían "Jugosita" en el trasero, Sarah tenía que hacerlo con ropa de negocios occidental, ya que tenía que lidiar con representantes farmacéuticos y otros negocios.
Entonces, si por casualidad, el Dr. Philbert estába fuera de la oficina y uno de sus pacientes es internado en un accidente relacionado con nuggets de pollo, Dora, la secretaria, solo tiene que dejar una nota adhesiva en el escritorio del médico e irse a hacer cosas de golfa vieja y gorda, como ir a un bar con sus amigas para quejarse de cómo esa perra de Sarah la miraba raro cuando fumaba en las escaleras del hospital.
Si eso mismo le sucediera a Sarah, como le sucedió, era su responsabilidad controlar a dicho paciente.
Como cualquier otra habitación del hospital, esta carecía de todo confort e individualidad. Había cuatro camas esparcidas por la habitación, todas vacías, salvo una. Un hombre guapo, pero magullado, yacía con la boca bien abierta mientras el electrocardiógrafo pulsaba una melodía sincopada que Sarah podría haber jurado que sonaba como "La Suerte Está Echada" de Diomedes Diaz.
La única otra persona en la habitación aparte de él era un hombre morbidamente obeso que mordisqueaba ansiosamente un nugget de pollo aplastada.
—Disculpeme —dijo Sarah mientras se acercaba al hombre obeso—, el horario de visitas ha terminado.
El hombre saltó de su asiento y estuvo a punto de dejar caer su nugget al suelo. Pronunció una oración silenciosa a Sobek (Alabado sea el que se traga los mares y orina los océanos).
—Lo siento —dijo el hombre—. Debo haberme quedado dormido. Me quitaré del medio.
—No estás en medio — respondió Sarah—. De hecho, actualmente está a la derecha, en una esquina, así que si puede irse, señor...?
El hombre miró a Sarah con perplejidad, pero no pudo negar su lógica.
—Lo siento —dijo el hombre una vez más.
—Okay, señor Losiento, si podriar irse, por favor-
—Mi nombre no es... Sr. Lo siento. Soy James. James Truman-Conelly. Doctor en leyes.
—Me gustabas más cuando tu nombre era Losiento —dijo Sarah mientras golpeaba el piso con el talón con impaciencia—. Pero me temo que tendrá que visitar al Sr. Katz más tarde.
James Truman-Conelly sacó un pequeño cuaderno del bolsillo del pecho e hizo algunos garabatos. —Entonces su nombre es Katz. ¿Con una K?
—Sí. Ahora, ¿quién eres tú?
—Te lo dije, mi nombre es-
—Sí, James lo que sea, Sean Conelly —dijo Sarah con desdén—. Quiero saber por qué estás aquí.
James Truman-Conelly volvió a sentarse, jugueteando con los pulgares mientras su lengua colgaba alrededor de sus labios. —Bueno, todo comenzó en Grecia, donde mis padres tenían este negocio de helados...
—Jesucristo —Sarah tuvo suficiente—. ¿Eres su amigo? ¿Su amante? ¿Su asistente administrativo?
—Bueno... —tartamudeó James, tomando otra nugget aplastada del arrugado bolsa de Wendy—, no. Quiero decir, no es un hombre mal parecido, pero no lo veo de esa manera. Y yo soy abogado, no una secretaria.
—Asistente administrativo —corrigió.
—Y te aseguro, nunca he hablado con este hombre, aunque su reputación lo precede.
—¿Cómo es eso?
James le dio un mordisco a su nugget. Estaba seco y frío. Ni siquiera una gota de salsa barbacoa. Asco. —Una vez convenció a un juez de que las prostitutas podían considerarse un gasto laboral deducible, ya que su cliente "Necesitaba liberar estrés," y que las prostitutas son un servicio, como comida de restaurante.
Sarah no pudo evitar reírse de la ironía. El hombre era un cáncer para la sociedad. Era lógico que muriera lleno de eso.
—Eso es impresionante en todos los sentidos. Pero aún así. Va a estar noqueado por un tiempo. Si pudiera por favor dejar las instalaciones....
James asintió secamente mientras se levantaba de su asiento, pero tanto él como Sarah se quedaron paralizados cuando se dieron cuenta de que la melodía sincopada del electrocardiógrafo de repente se convirtió en una nota suspendida. G bemol en este caso.
Katz estaba entrando en paro cardiaco.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro