El Ultimo Personaje Principal De La Historia
Los historiadores a menudo argumentan que el alcohol mejora cualquier situación. Desde el alcance más lejano de la Nebulosa Cabeza de Caballo hasta el rincón más pequeño del Sistema Solar, cada logro para el mejoramiento de la sociedad ha tenido al menos una botella de licores fermentados y una mente aguda para hacer posible incluso las ideas más estúpidas.
Alejandro Magno conquistó la mayor parte del mundo conocido impulsado solo por el vino y el deseo de poner su nombre en ciudades al azar para confundir a turistas y cartógrafos por igual.
Y'rth'kol el Gorgalin navegó por los Siete Sistemas en busca de la mejor receta de Margaritas, creando inadvertidamente una ruta comercial entre el Sistema Allidon y el Imperio Calamari. La Tierra, dijo en sus memorias, tenía la segunda mejor receta de Margarita, pero lamentablemente, carecía de las secreciones de dolor de un bebé calamari para darle el golpe correcto.
Los sociólogos, en su búsqueda infinita de romperle las pelotas a los historiadores, argumentan que el alcohol empeora todo.
A menudo citarían que la conquista de Alejandro creó un reino frágil y plagado de crímenes que retrocedió a una guerra más animal como respuesta a su conquista, y que el pueblo calamar no aprobaba del todo que sus hijos fueran torturados por razones relacionadas con Margaritas, lo que provocó una guerra pangaláctica que afectó a miles de millones de vidas.
Después de todo, estadísticamente hablando, las últimas palabras más populares son "aguanta mi cerveza."
Aun así, sociólogos e historiadores han concedido en algunos puntos, con el interés de no apuñalarse por la espalda durante las fiestas interdepartamentales.
El sociólogo admite que algo bueno podría provenir del alcohol, citando que los Padres Fundadores escribieron la Declaración de Independencia mientras estaban borrachos y ciegos. Los historiadores, por otro lado, han admitido que el alcohol podría jugar una mala pasada en algunos asuntos, citando ejemplos como la revolución comunista, o aquella vez que un hombre tuerto y sin pelo, siete dedos y cicatrices en la cabeza apareció frente a un tal Peter Katz para una entrevista de trabajo.
A Peter Katz no le importaba lo suficiente la sociología o la historia como para saber qué hacer cuando un hombre tuerto, sin pelo, con siete dedos y cicatrices en la cabeza apareció de repente frente a él para una entrevista de trabajo. Así que lo invitó a tomar una copa.
Se sentaron en la misma mesa que antes, con Peter y James Truman-Conelly a un lado y el hombre al otro. Pidieron una ronda de cervezas excepto el hombre, que pidió una botella de Grappa y una jeringa para inyectarla directamente en sus venas.
—Bueno —dijo James Truman-Conelly mientras tomaba una cerveza—, comencemos. ¿Puedes decirnos tu nombre?
El hombre se golpeó la vena y se dio una inyección de Grappa. Su cuerpo se estremeció, haciéndolo aullar como un lobo. Todos los perros en una kilometro cuadrado comenzaron a aullar junto a él.
—El nombre de Massimo ser Massimo Forcibi, también conocido como la Muerte Súbita, también conocido como Johnny la Tuerca, también conocido como El Rompe Amaneceres en World of Warcraft. Llama a Massimo Massimo si queriendo —dijo el hombre con un marcado acento que caia en algún lugar entre el italiano y el ruso.
Massimo era, para usar el término clínico, alguien que lo mastico el diablo. No tenía cabello, ni cejas, ni siquiera pestañas, ni es que las necesitara ya que solo tenía un ojo verde, con una cicatriz que atravesaba el lugar donde debería estar el otro ojo. Las cicatrices recorrian su cráneo calvo y desaparecieron por el cuello de su camisa.
Solo tenía tres dedos en su mano izquierda y faltaba un pulgar en su mano derecha. Por alguna razón, olía a tomates demasiado maduros.
El instinto de Peter le dijo que no confiara en ese hombre, pero había algo en su sonrisa perfectamente blanca y en la manera afable y cantarina que hablaba. Algo encantador. Peter no era el mejor juez de carácter.
—Antes de continuar —dijo Peter—, queremos hacerte algunas preguntas.
—¡A Massimo le encanta la preguntas! —dijo Massimo—. Pregunta hacer el avance de la trama y proporcionar una historia de fondo, ¿no?
—Es curioso que lo menciones —dijo Peter mientras tomaba un sorbo de cerveza—. Cuéntanos un poco sobre ti. Pareces un hombre mundano que ha visto mucho.
—Massimo dice la historia de Massimo. Muy triste y trágico. Hace lágrimas en los bebés. Saladas como el mediterráneo.
—La versión abreviada —dijo James Truman-Conelly.
—Mantendre el recuento de palabras bajo —dijo Massimo—. Massimo nació de madre yugoslava y padre de la India. Hicieron la muerte en un trágico fuego. Barbacoa coreana que salió mal, quemar toda casa. Sin embargo, deliciosas costillas.
—Lamento oír eso —dijo James Truman-Conelly—. Yo también perdí a mis padres.
—¿De verdad? —dijo Massimo—. ¿También sabían deliciosamente dulces? Costilla humana muy rica.
James Truman-Conelly se puso pálido.
—Continuando —dijo Peter—. ¿Cómo te convertiste en un asesino?
—Pusieron a Massimo en escuela de monjas, por dar educación. Fue una tontería, Massimo no soy una mujer. No podría ser monja. Pero Massimo fue a la escuela de monjas. Toda la escuela de varones.
—Entonces era como una escuela católica —dijo Peter—. Como todas las escuelas de chicos que ves en las películas.
—No, no, no, no, no —dijo Massimo, preparando otra jeringa llena de Grappa—. Era escuela para hacer monja. Todos los chicos monjas, travestis. Muy progresistas.
Como para aclarar un punto, Massimo sacó un rosario de su bolsillo. Estaba hecho de dientes humanos.
—Massimo es el que crea esto —dijo—. Recuerda que soy humilde.
—Un asesino religioso —dijo James Truman-Conelly.
—Todo hombre necesita brújula hecha de moral —añadió Massimo—. De todos modos. Cuando madre superiora golpeó caca de Massimo con regla por no obedecer, Massimo se cansó. Empujó la regla por la garganta desmadre superiora. Muy catártico.
Peter bebió su cerveza de una vez, indicando al camarero que volviera a llenarla. —Supongo que eso no les cayó bien a las otras monjas.
—No menciones a Massimo sobre eso —dijo Massimo, ofreciéndole una jeringa a James Truman-Conelly. Él declinó. Massimo continuó.
—Massimo huyó durante décadas, se convirtió en el maestro del disfraz. Disfraces tan buenos, ni siquiera la Interpol encontró a Massimo. Disfrazado de corgi para la Reina de Inglaterra durante años. Comida sabrosa, pero mierda en el césped. Massimo decidió convertirse en asesino. Huellas dactilares quemadas y afeitado todo pelo, como Voldemort. Es inteligente. Sin pelo, sin poción multijugos.
—Sobre el tema de la matanza —dijo Peter—. ¿A cuántos has matado?
Massimo se dio otra jeringa, pero no tuvo el mismo golpe. Le pidió al camarero un aderezo ranchero y, después de mezclarlo con un poco más de Grappa, tomó su tercer trago de la noche. —Oh, Massimo perdió la cuenta después de los primeros cien.
—Y por favor dígame —dijo James Truman-Conelly—, ¿cuál es su M.O?
—Eh, Massimo soy artista. Diferentes métodos. Trabajo personalizado. Si el cliente tiene preferencia, Massimo hace un acomodo. Una vez, el objetivo es el dueño de la pista de hielo. Massimo lo atropelló con un Zamboni. Iniciales pintadas con sangre sobre hielo. Vender a MoMA a buen precio. Exhibición de verano.
—¿Podrías darme unos minutos para hablar con mi socio? —dijo Peter—. Gracias.
Peter empezó a susurrarle a James Truman-Conelly, asegurándose de que Massimo no pudiera oírlos.
—Yo digo que vayamos por este tipo —dijo Peter.
—¿Estas loco? —replicó James Truman-Conelly—. El tipo es un maníaco. ¡Tiene un rosario hecho con dientes! ¡Dientes de oración!
—Mira, no estamos buscando a alguien con quien tener una cita aquí. Estamos buscando a un profesional. Y él es uno.
—Supongo que sí —susurró James Truman-Conelly—. Es tu funeral.
—Esperemos que sí —dijo Peter—. ¡Okey! —añadió, hablando a un volumen normal esta vez—. Acabo de hablar con mi socio y hemos decidido que nos gustas.
—Muy bueno —dijo Massimo—. Sólo nos conocimos ahora. Cómprame una copa y Massimo pensará en la relación.
—Quiere decir que nos agradas para el trabajo —dijo James Truman-Conelly.
—¡Massimo soy la alegría! —dijo Massimo. Sacó un trozo de papel de una cartera que tenía a su lado y se lo dio a Peter con una sonrisa brillante y sincera—. Estos son los precios de Massimo por dar muerte. Muy organizado.
Había diferentes cantidades de dinero reflejadas en esa hoja de papel, junto con diferentes tipos de técnicas y condiciones de asesinato.
—Pongamos el ejemplo —dijo Massimo—. Si el cliente quiere que Massimo de muerte a un ejecutivo, son $30.000. Si el cliente quiere que sea un accidente, son $2.500 más. Si el objetivo es demasiado lejos desde la casa de Massimo, Massimo cobra el viaje de Lyft. No Über. Tiene mala experiencia.
—Está bien —dijo Peter—. Digamos que queremos matar a una persona sin importancia. Joven, de unos treinta y cinco años.
—Dar la muerte a una persona al azar es más barato. Sólo $5.000. ¿Es el hombre fuerte? ¿Puede golpear a Massimo?
—No representará una amenaza —dijo James Truman-Conelly, todavía bebiendo su cerveza.
—¿El hombre es uno de los discapacitados? —preguntó Massimo—. Massimo precios más altos para minusválidos.
—No, Massimo. No lo es —dijo Peter—. El que queremos que mates soy yo.
Massimo lo miró fijamente con su único ojo bueno por un segundo, esperando que le contaran la broma. Al ver que ni Peter ni James Truman-Conelly se movieron, reaccionó.
—No, no, no, no, no —dijo Massimo—. Massimo nunca le da muerte a cliente. Massimo no recibe dinero. Malo para el negocio.
Peter bebió el resto de su cerveza y, como esperando, el camarero le trajo una nueva. —Conelly se asegurará de que le paguen. Hemos redactado un contrato para asegurar su pago.
James Truman-Conelly sacó un documento de una carpeta y se lo presentó a Massimo. —Descubrirás que te daré tu dinero después de que ejecute los bienes de Peter. Estamos dispuestos a pagar la mitad ahora, y la mitad después de que se haga el trabajo. El contrato, por supuesto, no puede ser revocado por ninguna de las partes. Estará obligado a matar al Sr. Katz y él no puede despedirlo bajo ninguna circunstancia.
Massimo echó un vistazo al documento, demasiado avergonzado para decirles que no podía leer español. —Se ve bien. Muy bonito. Massimo acepta el trabajo.
—¡Excelente! —exclamó Peter—. Realmente excelente.
—Massimo les dará un descuento de amigos. $4.500. Muy barato. Massimo gusta de tú.
—Creo que podemos arreglar eso —dijo Peter.
James Truman-Conelly comenzó a garabatear algunas notas en el contrato, levantándose dos veces para asegurarse de que no cometiera ningún error. —Está bien, serán $4.500 dólares, la mitad ahora, la mitad después de la ejecución.
—¡Bien! —gritó Massimo, sacando una pistola de debajo de la mesa—. ¡Ahora Massimo te dara muerte!
—¡No! —gritaron Peter y James Truman-Conelly al unísono.
—Pero Massimo tiene la muerte para darte!
—¡Aguantate! —dijo James Truman-Conelly—, ¡todavía no has firmado el contrato!
Massimo se golpeó la cabeza repetidamente con la mano que sostenía el arma. Cada golpe resonaba con un ruido sordo.
—¡Estupido estupido estupido! —Massimo murmuró después de cada golpe—. ¡Massimo casi no recibe dinero!
—...y de paso —agregó Peter—, tenemos algunas condiciones.
—Dile a Massimo —dijo Massimo, preparando otra jeringa.
—No quiero saber dónde o cuándo me matarás —dijo Peter—. Tienes hasta el próximo mes para matarme. Puedes elegir dónde y cómo. Solo... no ahora.
—Massimo no dará la muerte hoy —dijo—. ¿Pero Massimo libre por dársela como Massimo quiere?
Peter se reclinó en su silla e hizo una seña al camarero. —Sí, eres libre de elegir. Pero tengo que pedirte que lo hagas lo menos doloroso que puedas.
Con un salto en sus pies, Massimo saltó de su asiento y comenzó a bailar solo. —Massimo acepta! —grito.
—Necesitamos que firme el contrato —agregó James Truman-Conelly—. Su firma en las líneas de puntos y sus iniciales en las pestañas.
—¡Mesero! —dijo Peter—. Que sigan viniendo las bebidas alcohólicas. ¡Estamos celebrando un funeral!
A medida que avanzaba la noche y los vasos vacíos se amontonaban, tanto Peter como Massimo estaban totalmente borrachos, cantando canciones de ABBA y contando historias macabras de sus vidas. Peter con sus extravagantes demandas y Massimo con sus asesinatos más divertidos.
James Truman-Conelly, sin embargo, estaba seco como un hueso, todavía amamantando la primera cerveza que compró.
El estaba esperando.
—Y Massimo dijo: Massimo sabe quién es Massimo, y qué eres tú? Entonces Massimo le disparó en la cara. ¡lol!
Peter ya estaba loco de borrachera. —Sí, dijo—. Gracioso. Voy a... sí —dijo Peter antes de desmayarse.
—No vaya —dijo Massimo, abofeteando a Peter en la cara repetidamente sin éxito—. ¡Peter ligero!
James Truman-Conelly golpeó a Peter en la cara varias veces. Respiraba, pero inconsciente. Era el momento de actuar.
—Ya ha tenido suficiente —dijo James Truman-Conelly—. No más alcohol para ustedes.
—Fiestas de aguas —dijo Massimo—. Pero Massimo sabe que Truman dice la verdad. No más alcohol.
James Truman-Conelly se levantó de su asiento y se sentó junto a Massimo, haciéndolo alejarse un poco.
—Estás muy caliente, como un horno —dijo Massimo—. Jamón precocido.
James Truman-Conelly se acercó a Massimo, pero sin apartar los ojos de Peter. —Mire, ¿cuánto dinero se necesita para acelerar la muerte de Peter?
—Usas muchas palabras que Massimo no entiende —dijo Massimo. —Además, el aliento huele raro, a borscht rancio.
—Estoy diciendo, ¿cuánto dinero quieres para que mates a Peter más rápido?
—¿Qué tan rápido? —preguntó Massimo.
—Mañana —dijo James Truman-Conelly—. Pasado, a lomucho.
—¿Por qué gordo quiere que Peter muera mañana?
Hablar de James Truman-Conelly, Doctor en Leyes, es hablar de una serie de malas elecciones de vida combinadas con una suerte increíble.
Sus padres lo vendieron a una secta, solo para que esa secta le diera una educación que de otra manera nunca tendría.
Se vuelve adicto a las pegatinas de rascar y oler, solo para encontrar consuelo en la comida rápida. Se casa con una hamburguesa después de ganar un caso histórico en la corte suprema. Se declara en quiebra gracias a dicho caso histórico, solo para conseguir un contrato de libro exclusivo para su historia.
Llega a representar a ATS, un cliente que apenas puede pagarles, solo para que se le presente la oportunidad del trabajo más grande de su vida.
Una estafa.
Verá, James Truman-Conelly estaba cansado de ser el blanco de la broma. El sueldo de un abogado limpio es a menudo nulo. Cuando consiguió su primer cliente con ATS, descubrió un pequeño detalle: las personas suicidas no suelen molestarse en leer. Presentaría un testamento con adiciones extravagantes, como donar la mitad de su dinero a laiglesia de la Cientologia, y simplemente lo firmarían.
Ahí es donde se dio cuenta de que podía ganar unos dólares con eso. Al principio, solo le desviaría parte del efectivo. Incluso un par de miles. Pero quería más.
A lo largo de los años, se volvió más y más audaz, hasta el punto de que trucaba los testamentos para dejarse a si mismo todo el dinero y activos. James Truman-Conelly luego usaría el dinero para comprar cantidades épicas de comida y artículos diversos. Pero se estaba cansando del círculo interminable de estafar a la gente, gastar todo su dinero y repetir. Quería salir del ciclo, pero después de un último trabajo.
En ese momento, Peter literalmente cayó encima de él como un regalo de Sobek (Que sus dientes permanezcan afilados para destruir a nuestros enemigos).
Realmente fue simple. Ser dócil y no amenazador, que en realidad es algo que solo las personas amenazantes pueden lograr. Se quedaba atrás y empujaba a Peter poco a poco, esperando que cayera en su trampa. Y él lo hizo. Sin una segunda mirada, Peter firmó el testamento creado por James Truman-Conelly, dándole a James Truman-Conelly todo su patrimonio, lo suficiente para durarle toda la vida. O lo suficiente para al menos llevarlo a una tumba prematura.
James Truman-Conelly necesitaba el dinero y rápido. Tenía deudas que pagar, comida que comer y cosas que ver. Había un peligro real de que Peter descubriera su plan, y cuanto antes se fuera, mejor.
—Buena exposición —dijo Massimo—. Muchas palabras y trasfondo. Massimo se siente mal por haberle dado la muerte a Peter antes, pero Massimo la dará por $5.000 adicionales.
—Hecho —dijo James Truman-Conelly, estrechando la mano de Massimo. Se levantó de su asiento para irse, pero no antes de susurrar algo al oído de Peter.
—No es nada personal, amigo. Que tengas una buena muerte.
Peter ni siquiera se movió, y fue una suerte que no lo hiciera. Fue el último momento de paz que tendría en su vida.
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