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Durante el tiempo que los humanos han poseído cerebros conscientes, lo que, en el gran esquema de las cosas, solo ha sido durante lo que básicamente equivale a una partícula de excremento en la taza del inodoro del espacio-tiempo, han estado cautivados por el concepto de los sueños.
Se han mitificado, fantaseado, filosofado y ocasionalmente se han usado en exceso en la ficción literaria como una forma cliché de comenzar un capítulo.
La mayoría de los humanos en algún momento han tenido un sueño tan extraño que no pueden evitar pensar si tiene un significado más profundo, cuando en realidad no es más que una forma en que el cerebro humano procesa la memoria durante el ciclo REM. Por qué el cerebro elige procesar dicha información imaginándote desnudo durante un discurso mientras se te caen los dientes es algo que quizás nunca sepamos. Quizás a los cerebros les gusta verte sufrir.
Aún así, una cosa que la mayoría de los humanos puede decir con certeza es que los sueños son diferentes de la realidad, ya que uno involucra una verdad fría y racional, mientras que el otro involucra una serie de situaciones cada vez más ridículas y sobresalientes con poca o ninguna conexión. ¿Verdad?
La realidad, como hemos intentado enseñarte a lo largo de este cuento, suele ser más ridícula que los sueños o la ficción. En realidad, es el cerebro el que, a lo largo de eones de existencia, ha naturalizado el absurdo que lo rodea como un tipo de locura compartida que nos gusta llamar "civilización."
El mundo es infinitamente más ridículo de lo que creemos, casi tan ridículo, si no más, que el mundo de nuestros sueños. Solo tenemos que deshacernos de las ideas preconcebidas civilizadas y mirar las cosas como realmente son. Veamos el almuerzo, por ejemplo.
Te sientas debajo, y al mismo tiempo encima, de la cáscara profanada de un árbol, y empujas el cadáver de un animal previamente tallado en un agujero en tu cara, posiblemente acompañado de plantas mejoradas químicamente, mientras mastica con huesos en tu boca siempre húmeda, porque si no lo haces, literalmente morirás. Y para esa necesidad existencial básica, debes pagar. Pagas para mantenerte con vida. Y lo que acabamos de describir es tu sentándote en una silla frente a una mesa comiendo una hamburguesa.
Locura, pero una locura normalizada, gracias al cerebro humano.
Si los humanos están constantemente rodeados de lo absurdo, como en los sueños, ¿cómo pueden saber cuándo están soñando y cuándo están despiertos? Después de todo, no es hasta que una persona está despierta cuando se da cuenta de que algo extraño estaba sucediendo allí por un segundo.
Dado que la respuesta de la ciencia a esto ha sido un encogimiento de hombros colectivo, nos vemos obligados a buscar la sabiduría en la filosofía, una sabiduría que René Descartes estaba más que feliz de proporcionar.
En su tratado, "Meditaciones sobre la primera filosofía," Descartes se hizo la misma pregunta, argumentando que, dado que no se puede confiar en nuestros cerebros ni dormidos ni despiertos, no debemos confiar mucho en ellos, punto. Una declaración audaz de un hombre que una vez dijo "Pienso, luego existo." Un idiota, es lo era.
En cambio, afirma que debemos confiar en que Dios nos mostrará lo que es real y lo que no lo es. Pero dado que Dios no ha estado tan presente en la humanidad desde todo ese incidente con su hijo y la cruz y todo eso, los humanos tienen que depender de otros medios para diferenciar entre los dos. Entra Thomas Hobbes.
Hobbes refutó a Descartes, afirmando que la falta de absurdo durante sus momentos de vigilia debería ser suficiente para diferenciar a ambos. Cualquiera que haya pasado al menos cinco minutos viendo CNN puede testificar que hay suficiente absurdo en el mundo para hacer que esa teoría sea inútil. Lo que nos queda entonces es el poder de observación. Tenemos que confiar en nuestros ojos e instintos para determinar qué es real.
No es de extrañar que Peter Katz pensara que podría haber estado en un sueño al usar una simple observación de su entorno.
No era el hecho de que estaba repentina e inexplicablemente sentado en el banco de parque más suave que su trasero había sentido, o que aparentemente lo habían llevado a un hermoso e interminable parque para empezar. No era que le pareciera extraño que todo el lugar oliera a pollo frito, o que su traje se hubiera convertido en una magnífica túnica hecha de pequeños pubis angelicales. Todo le parecía perfectamente normal a Peter.
Fue el pato parado frente a él lo que lo hizo sospechar.
Era azul. Muy azul. Peter estaba un ochenta por ciento seguro de que los patos no eran azules, y un cincuenta por ciento seguro de que no tenían tres ojos. Hizo una nota mental sobre buscar ese hecho en Wikipedia. Sin embargo, estaba cien por ciento seguro de que los patos no podían hablar, y si lo hacían, definitivamente sonarían más como los de los comerciales.
Y, sin embargo, ese en particular no podía dejar de balbucearle tonterías con una voz profunda, casi sabia.
—No parece darse cuenta de que sus acciones tienen consecuencias —dijo el pato—. Tal es la locura de los hijos de Adán.
—Eres un pato grosero —dijo Peter—. Ve a jorobarte.
—¡Qué lástima! No eres frío ni caliente, y como tal, te van a escupir de la gracia de Dios —dijo el pato, que empezó a limpiarse las plumas con el pico.
La figura imponente y totalmente no sospechosa sentada junto a Peter mientras usa una gabardina y un sombrero de fieltro arrojo un trozo de pan al pato, que comenzó a pellizcarlo mientras meneaba la cola.
—Pueden ser bastante groseros —dijo la figura con voz atronadora.
—Ya veo —dijo Peter.
—Puedes arrancarle una pierna y comértela si te hace sentir mejor —dijo la figura imponente y totalmente no sospechosa sentada al lado de Peter—. Los patos aqui siempre están cocinados a temperatura ideal.
—No tengo hambre — dijo Peter. Y de hecho, no tenía hambre, ni estaba cansado, ni siquiera estaba loco, en realidad. Fue una situación bastante extraña. Estaba completamente en paz y sin dolor.
—Como quieras —dijo la figura. Y con eso, se hizo el silencio. Fue un silencio agradable, como los del final de una película donde todo parece estar bien. Entran los créditos. Escena after credits. Breve cameo de Stan Lee.
Pero el silencio no era el negocio que esa figura particularmente grande estaba tratando de hacer ese día. —Debes estar preguntándote por qué te traje aquí.
—No —dijo Peter con total franqueza—. En realidad me preguntaba por qué me siento tan familiarizado con este lugar. Y también me pregunto si los patos tienen tres ojos.
—Normalmente no —dijo la figura—. Pero tienen tres ojos aquí en el cielo.
—Estamos en el cielo, entonces —dijo Peter, más una declaración que una pregunta. Tenía mucho sentido para él, por extraño que pareciera.
—No del todo en el cielo. Más bien adyacente al cielo —dijo la figura—. Verá, el cielo tiene muchas capas, como una cebolla.
—O un ogro —dijo Peter.
—O un ogro —repitió la figura—. Estamos justo afuera de las puertas del cielo. Una especie de área de espera. Sería como esa capa exterior marrón y escamosa de la cebolla que no es comestible.
—Entiendo —dijo Peter—. Por eso el cielo es verde y amarillo, supongo.
—En realidad, es bastante azul —afirmó la figura—. Simplemente te parece así porque tienes una conmoción cerebral. Un poco de daño cerebral, incluso. Fuiste golpeado por un Philly Cheesesteak lleno de baterías doble A.
Peter se rascó la nuca. Recordaba vagamente algo sobre el dolor y el queso. —¿Así es como morí?
La figura se movió incómoda en el banco. —Sobre eso: no. No estás muerto. Estás inconsciente.
—Oh —dijo Peter—. ¿Por qué estoy en el cielo, entonces?
—Usé uno de mis milagros —dijo la figura—. Espero que puedas apreciarlo. Solo tengo tres milagros cada milenio más o menos, y este es el segundo.
—¿Para qué usaste el primero?
—Quería saber cómo terminaba Avengers: Endgame —dijo la figura—. Todo se filtró en línea como tres días después. Una pérdida de un buen milagro, digo.
—No la he visto todavía —dijo Peter—. Marvel es para perdedores, gordos, y nerds.
—De todos modos — dijo la figura, tirando de las solapas de su gabardina—. Hagamos esto rápido. Tengo que volver a la puerta. Ya hay una cola para entrar, y no quiero atraer más atención no deseada hacia mí.
—Me parece bien —dijo Peter, tomando un trozo de pan del banco y arrojándolo al pato celestial.
—La última vez que estuviste aquí... —comenzó a decir la figura, pero Peter rápidamente lo interrumpió.
—¿He estado aquí antes? —preguntó.
—Sí. ¿No te acuerdas? —preguntó la figura. —Oh cierto. Borré tu memoria.
—Eso es grosero de tu parte —dijo Peter—. Todo el mundo aquí es grosero. Especialmente el pato espacial.
—Pato celestial —dijo la figura—. Y tenía que hacerlo. Te quejaste con mi jefe y me metiste en un lío.
—Eso suena a mí —dijo Peter.
—Y por eso, te envié de regreso a la Tierra.
—Entonces, no estamos en la Tierra —dijo Peter.
—Sí, eso ya lo hemos establecido —agregó la figura, cuya paciencia comenzaba a agotarse.
—Entonces ese es un pato espacial —dijo Peter mientras señalaba al pato.
—Claro, lo que sea —dijo la figura—. La cosa es que tuve una revisión de desempeño, y aparentemente no tengo permitido enviar gente de regreso a la Tierra.
—Parece que realmente te equivocaste, amigo —dijo Peter.
—Espera, se pone peor. Así que voy y le digo que te envié al infierno, ya que ahí es a donde ibas de todos modos.
—Espera —dijo Peter—. ¿Iba a ir al infierno? ¿Qué diablos, hombre? ¡Soy un angel!
—No, no lo eres —dijo la figura.
—Esa es tu opinión —dijo Peter, lanzando un trozo de pan que golpeó al pato de lleno en el tercer ojo.
—Es un hecho —corrigió la figura—. Pero ahora, estoy en un aprieto. Mi jefe no me creyó del todo, así que se fue al infierno para averiguar si estabas allí. La burocracia allí es infernal, si me perdonas el juego de palabras, así que estará allí por un par de décadas. Pero eventualmente se dará cuenta de que no estás allí .
—Parece que necesita un abogado —dijo Peter.
—La cosa es —dijo la figura—. El único otro lugar en el que puedes estar es aquí en el cielo.
—Tiene sentido —dijo Peter.
—Así que tengo que asegurarme de que vayas al cielo —dijo la figura.
—Oh, genial —dijo Peter, saltando desde el banco—. ¡Vamos!
—Ahora no —dijo la figura—. Como estás ahora, ciertamente estás destinado al infierno.
La figura chasqueó los dedos y apareció una balanza frente a él.
—Para que alguien entre al cielo, su bien debe pesar más que el mal, aunque solo sea por el peso de una pluma —dijo la figura—. En este momento, tu maldad es mayor que el bien.
Como para ilustramos, la figura materializó una figurilla de Peter y la puso a un lado de la balanza. —Esta figura aquí representa tu maldad. Luego tomó una figura barata de plástico de Peter, tan delgada que era transparente—. Y esto es lo bueno.
El lado malo se hundió de inmediato, haciendo que la figura buena volara por el aire y se estrellara justo encima del pato.
—Como puede ver, lo malo supera a lo bueno, que debería ser lo contrario.
Peter observó la balanza con atención, presionando el lado bueno tan fuerte como pudo. —¿No podrías modificar un poco los números?
—Entonces estaría aún más jorobado —gritó la figura—. Tienes que entrar por tus propios méritos.
La figura volvió a chasquear los dedos, haciendo que la balanza desapareciera. —Afortunadamente, no eres una causa perdida. Aún puedes hacer lo suficiente para llegar al cielo.
—Rico —dijo Peter—. Entonces, ¿tengo que matar al anticristo o encontrar el Santo Grial o algo así?
—Hay tres cosas que puedes hacer —dijo la figura—. Puedes intentar convertir todo un continente al señor, lo cual es poco probable.
—Obvio, bobis —añadió Peter.
—Puedes arrepentirte de todos tus pecados con un corazón sincero —dijo la figura.
—¡No me arrepiento de nada! —exclamó Peter.
—¿Realmente nada? —dijo la figura, convocando un iPad con un chasquido de sus dedos—. ¿Ni siquiera aquella vez en la que tomaste el último lugar de estacionamiento para discapacitados en Disney World y tuviste que hacer ese drama de que tenias la gota y empezaste a caminar raro en todas partes antes de admitir que no eres discapacitado, sino un completo imbecil?
—Tengo que llegar rápido a Splash Mountain antes de que la cola se alargara —dijo Peter.
—Bueno —dijo la figura mientras tomaba el iPad—, lo último que puedes hacer es realizar un acto desinteresado de autosacrificio.
—¿Dejar que una persona discapacitada se estacione en el lugar para discapacitados? —preguntó Peter.
—Eso es una decencia común —dijo la figura, levantándose del banco—. Estoy hablando de algo monumental, algo que realmente grite sacrificio.
—¿Puedes ser mas específico? —preguntó Peter—. ¿Como, sacrificar una cabra para apaciguar al Señor de las Cabras?
—No puedo responder a eso —dijo la figura—. Ya he corrompido el proceso lo suficiente. Te enviaré de regreso a la Tierra ahora. El resto depende de ti.
—¿Vas a borrar mi mente de nuevo? Porque eso haría que todo esto fuera muy inútil.
—Estoy consciente —dijo la figura—. No borraré tu memoria, pero tú tampoco recordarás esto. Se quedará en el fondo de tu mente, como los absurdos de un sueño desaparecido. Con suerte, tu daño cerebral no será lo suficientemente grande como para borrarlo completamente.
—¿Como así? —Peter empezó a decir, pero un chasquido de la figura lo corto en seco.
Y luego, no hubo nada.
Cuando Peter se despertó, tenía varias preguntas en mente, la principal de ellas era: ¿por qué tengo este loco antojo por pokki frito?
Otra pregunta posterior incluyó: ¿dónde estoy? ¿Porque me duele la cabeza? ¿Por qué no puedo hablar? ¿Por qué no puedo respirar? ¿Y qué es ese pequeño calor femenino que siento presionando contra mi cuerpo?
El último, nuevamente, lo dedujo rápidamente usando algunos poderes básicos de observación. Era una niña fastidiosa, acurrucada contra él en lo que parecía una especie de cama en movimiento. Una observación más completa le habría dicho que, de hecho, no estaba en una cama en movimiento, sino en una especie de autobús.
En cuanto a cómo llegó allí, no lo sabía muy bien. No sería la primera vez que se despertaba en un lugar donde no recordaba muy bien cómo llegó allí. Pero siempre hubo algún tipo de bebida alcohólica involucrada en el proceso. No recordaba haber bebido antes de ese momento, aunque ese dolor de cabeza que tenía bien se habría explicado con un poco de alcohol en la mezcla.
Su mente, sin embargo, estaba demasiado ocupada para pensar con claridad en ese momento, ya que además de ser increíblemente pesada, la chica definitivamente le estaba aplastando la tráquea.
—¡Bajate! —gritó, empujando a la chica al suelo.
A la niña no le importaba que la empujaran y, de hecho, estaba mayormente feliz de que Peter finalmente estuviera despierto. —¡Estás despierto, papi! —dijo con una voz alegre.
—No me llames papi —dijo Peter.
La niña saltó sobre la cama, saltando de alegría. —Pero no lo digo de una manera sexual, papi. Nunca antes había tenido una figura paterna.
—Ninguna chica que llama 'papi' a otro hombre ha tenido una figura paterna antes —dijo Peter, incorporándose a la cama.
Peter trató de levantarse, pero el autobús chocó contra un bache en la carretera, lo que hizo que Peter se tambaleara hacia atrás, casi golpeándose la cabeza con la cama encima de la suya. Se dio cuenta de que estaba en una especie de pasillo con literas. Se habría aplastado la cabeza si no fuera por el hombre en la cama encima de la suya agarrándolo en el último momento.
—¡Abogado debe tener muy cuidadoso! —dijo un hombre, nada sospechoso, completamente calvo, salvo un bigote muy tupido, tuerto y con dientes perfectos—. Nunca se sabe lo que podría dar muerte. Tal vez caer en nugget, o incluso accidente accidental. ¡Quién sabe!
—Papi —dijo Fastidiosa—, este es El increíblemente cíclope. O al menos así es como se llama a sí mismo .
—¡Encantado de hacer conocion! —dijo el hombre, extendiendo una mano muy destrozada a la que le faltaban varios dedos.
—El placer es tuyo —dijo Peter.
El hombre se rió de todo corazón, incluso llorando un poco. —¡Abogado das las bromas! —él dijo—. ¡Muy bien actúa!
Peter solo pudo sonreír mientras alejaba lentamente a Fastidiosa de la escena.
—¿Dónde diablos estamos? —dijo Peter—. ¿Y cómo llegamos aquí?
Fastidiosa se animó de nuevo ante la perspectiva de ser de alguna manera útil para la trama. —Bueno, después de que te noquearon, tuve que cobrar algunos favores, y después de algunas secuencias de acción geniales, me las arreglé para meternos en la caravana del circo.
—¿Estamos en una caravana de circo? —preguntó—. ¿Cómo nos trajiste aquí?
Fastidiosa le dio una sonrisa descarada, una que hizo que Peter quisiera ponerla sobre sus rodillas y azotarla, y no de una manera sexual. Quizás esa cosa de padre le estaba afectando en algún momento. Se sintió confundido y orgulloso, y de alguna manera excitado. Pero sobre todo confundido.
—Si hubieras prestado atención a mi historia de fondo, habrías sabido que era una niña de circo —dijo.
—Tiene sentido —dijo Peter—. Eres una de esos raritos de circo.
Y esa pequeña frase, casi despreocupada, prendió las alarmas a todos en ese autobús. Literalmente.
Una luz roja comenzó a parpadear mientras una sirena aullaba y aullaba. No es una sirena real, eso sí. Las sirenas reales fueron pescadas hasta la muerte en la Edad Media. La gente pensaba que sus aletas, cuando se convertían en sopa, podían curar la lepra. Las sirenas intentaron rechazar la idea, diciendo que la mera idea era tan absurda como asesina. Luego, la gente señaló que nunca se había visto una sirena con lepra, por lo que su argumento era discutible, si no delicioso.
Todos en ese autobús acudieron en masa a donde estaba Peter mientras blandían armas improvisadas que iban desde raquetas de tenis rotas hasta un montón de ratas pegadas a un palito de pan.
El más grande del grupo dio un paso adelante. —¿Qué acabas de decir, hermano? —él dijo.
Peter levantó las manos en señal de rendición. —¿Raritos del circo? —repitió, haciendo sonar de nuevo la alarma.
—¡Lo dijo como si nada! —dijo el hombre.
—¡Vamos a matar a esa perra! —gritó una mujer que empuñaba un osito de peluche envuelto en alambre de púas.
Estaban a tres segundos de convertir a Peter en carne picada, si no fuera porque Fastidiosa se interpuso en el camino.
—¡Por favor, perdonen a mi papi! —ella gritó—. ¡Él no lo sabe!
—Bueno, Kaysita —dijo el hombre más grande—.Será mejor que le hagas saber lo que es bueno si quiere mantener sus bonitos dientes dentro de la boca.
Todos se retiraron a lo que estaban haciendo, pero no antes de mirar a Peter de reojo.
—Papi —dijo Fastidiosa—. Creo que necesitas saber algunas cosas sobre el "Circo de personas normales pero increíblemente únicas y talentosas." O el CDPNPIUYT, para abreviar.
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