Corrección # 2: El Diario de la Guerra
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El Diario de la Guerra.
Fragmento capítulo 1: "Cambios"
"No sólo los vivos son asesinados en la guerra."
— Isaac Asimov
El 12 de noviembre de 1944, Phoenix decidió que había concluido sus días como soldado. Con el conocimiento religioso que adquirió de su niñez, se arrodilló y encomendó su alma. Luego subió al Avro Lancaster con el objetivo de cumplir su última misión.
El despegue fue rápido.
Phoenix sintió un vuelco en su corazón que duró unos cuantos minutos, todavía no se había acostumbrado a los aviones, y tal vez nunca lo haría debido a su miedo a las alturas. Le confortaba saber que el Avro era un avión que volaba a baja altura, pero era de noche así que era muy difícil saber dónde quedaba el suelo y dónde limitaba el cielo.
Se sentía como una hoja, que se deja llevar por el viento hacia su destino, aún sufriendo temor de estar cegada por el polvo que trae el fenómeno consigo.
El número de la tripulación que lo acompañaba era de 6; tres artilleros, un oficial de comunicaciones, otro de armas, un copiloto y un piloto. A él le habían asignado la torreta que se encontraba en la cola.
Pesadas ametralladoras a las que no estaba acostumbrado, y un estrecho espacio en donde sentarse.
La misión era completamente suicida. Era el enésimo intento de los británicos y aliados por acabar con el acorazado alemán Tirpitz, una joya de la armada alemana; su destino era el mar del Norte.
Mientras trazaba su rumbo esta monstruosidad participó en misiones dejando a su paso cientos, sino decir miles de muertos. Además de acabar con convoyes aliados que traían suministros y armas, y destruir instalaciones militares del ejército noruego. Hace unas semanas le llegó un comunicado al general Martínez, cazas británicos habían divisado la ubicación de la bestia de los mares.
...
Fragmento capítulo 2: ¿Quién eres tú?
"El campo de batalla es una escena de caos constante. El ganador será el que controle, tanto el propio, como el de los enemigos."
— Napoleón Bonaparte
El frío de aquella noche me hablaba con palabras dulces, me decía que no había mejor manera de acabar.
Tomar París fue un momento de júbilo y emociones, un gran logro para la humanidad, los alemanes se estaban replegando, pero esa no era una razón para dormir, la guerra continuaba, aunque en lo personal la guerra siempre estuvo presente, y siempre lo estará, ésta no es más que una de esas grandes batallas en donde se graban las experiencias y abundan las reflexiones. Se reflejan las muertes, físicas, porque la muerte interna es más natural de lo que muchos creen.
Pero esa alegría se tornaba efímera con lo mucho que faltaba por hacer, esta misión en concreto podía ser otra oportunidad para plasmar nuestra autoridad contra los nazis, podríamos recordarles la historia de David y Goliat, seguro se reirían. Son tan ignorantes como para pensar más allá de lo superficial, o tal vez son demasiado inteligentes como para siquiera pensar más. No me importaba ya la filosofía que la guerra trae, solo quería pegarle un tiró a un alemán, y recordarle que el más fuerte no siempre gana, sino el más listo para adaptarse.
Volver a la batalla, aún siendo en una misión aérea, me satisfacía, y a la vez me incomodaba, era semejante a tomarse un vaso de agua y no disfrutar su frescura por tener todavía el amargo del whisky que antes tomé. Me sentía enfermo, metafóricamente y literalmente hablando. Cargaba una sensación de náusea por estar en dirección contraria al trayecto del avión. La idea de terminar una carrera así, era plenamente retórica. A decir verdad, sentía que el propio Samuel se había encargado de recomendar el puesto de artillero de cola al oficial de armas, después de todo es el lugar más vulnerable, y con más alta probabilidad de ataque de toda la nave. Es que me siento un camarón en una lata joder. —Si tenemos que morir, espero mueras primero Samuel, me encantaría ver cómo te equivocaste al pensar que estando yo aquí sería el primero en caer —
— ¡Imbécil! —
Podía escuchar las risas y bromas de la tripulación a mis espaldas, me abstuve de voltear, más que todo por el mareo, aunque podía escuchar los comentarios insensatos que se compartían entre ellos: —¿Viste a la enfermera Sara? Con unos pechos para morirse — Entre carcajadas otros respondían cosas más obscenas y de mal gusto, aún teniendo un cargo de capitán, no tenía la autoridad en el campo aéreo. Una pequeña parte de mí, y la que llamaría "comprensión", se alejaba de juzgar sus actos. Ellos podían morir hoy, o por suerte, o casualidad sobrevivir y fallecer otro día, uno donde la mañana alumbre con su radiante sol, por ejemplo.
...
Autor: AlexyStorm10
Editor: IanMorgan4
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