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Capitulo 5


Unos tipos con vestimenta de color negro con la palabra “elite” en su uniforme empezaron a matar a todos los policías.

Después de esta masacre un chico se subió al escenario y dijo:
—Hola, mi nombre es Ángel. Soy el líder de la organización elite y su nuevo presidente.

No podía creer que ese chico iba a ser el nuevo presidente; todos los del pueblo empezaron a correr hacia la puerta de la cafetería, pero una mujer que estaba a punto de salir, cayó al piso y todos se quedaron quietos.

Llevaron a los hombres y mujeres en unas camionetas, pero antes de que me subieran me llevaron a un carro negro, me forzaron a entrar y ahí estaba ese cretino. No dijo absolutamente nada, estaba serio mirando al frente.
Llegamos a una mansión y Ángel me arrastró afuera del carro.

—Suéltame, me estás lastimando —dije quejándome.

Me soltó y le dio la orden a uno de sus hombres para que me llevara al cuarto de huéspedes y que me encerrara. Lo miré a la cara y empecé a gritar como loca.


—¡Yo no me voy a quedar en la casa de un asesino!

A continuación, caí al piso, ese hombre me había pegado. Me tiré encima de él y mordí su oreja lo más fuerte que pude, él me volvió a empujar y caí con la porquería de su sangre en mi boca. Le había arrancado la oreja.
Todavía en el piso me empecé a reír de él, que irónico.

—Me sorprendiste, niña —dijo Ángel.
Me llevó al segundo piso y me metió a un cuarto mientras me decía:

—No vayas a salir porque si no te va a ir mal.

Me encerró y cuando se fue, entré al cuarto de baño y me lavé la sangre de la boca, todavía no creía lo que yo misma había hecho. Miré por la ventana y vi que todos se estaban saliendo. Distinguí a Ángel subiéndose a una camioneta y alejándose del lugar.

Por fin se marcharon, era mi oportunidad de escaparme de este lugar. Empecé a buscar por todo el cuarto algo que me pudiese ayudar a salir. Volteé a ver la lámpara que estaba en la pequeña cómoda al lado de la cama, la tomé y empecé a pegarle a la cerradura de la puerta con toda mi fuerzas hasta que la rompí, entonces, la abrí, caminé y bajé las escaleras.
Fui corriendo a abrir la puerta principal pero estaba cerrada, entonces fui a buscar otra salida. Llegué a la cocina y abrí una puerta que llevaba al jardín, salí y miré a ambos lados. Había un señor ya mayor cortando las plantas, nos miramos y empecé a correr. Él entró en la casa, tal vez sabiendo que no me iba alcanzar.


Ya estaba lejos pero se me había olvidado que había un bosque. Miré hacia atrás un momento y vi a tres hombres con perros que se miraban entre sí desprendiendo rabia. Soltaron a los perros y me adentré en el bosque corriendo lo más rápido que podía, ya no sentía mis pies y todavía escuchaba los ladridos. A lo lejos vi que se encontraba una carretera, corrí con más fuerza y aun habiendo muchos carros, crucé la calle. Miré hacia el otro lado de la carretera pero los perros no se atrevían a cruzar, regresaron con sus dueños.

Empecé a hacer lo posible para que alguien se detuviera, hasta que un carro pequeño, rojo y maltratado se detuvo y bajó el vidrio.

—¿Necesitas que te lleve a algún lado? —preguntó una viejita.

Estaba casi obligada a decir que sí, esa señora no podría hacerle daño ni a una mosca. Me subí al coche y de camino paró en una gasolinera para realizar una llamada de trabajo. Ahí fue cuando comencé a sospechar, ella me dijo que no trabajaba.

Miré alrededor del carro, y debajo del asiento había una pistola envuelta con un pañuelo con la palabra “elite”. Le ponen nombre hasta en pañuelos, pensé. El presumido de Ángel tuvo que ser el líder. Salí del carro y empecé a gritar que ella me había robado las llaves, me tiró las llaves por los nervios así que las tomé y subí nuevamente al carro, arranqué y me fui de la gasolinera.

Ya faltaba una hora para llegar a la ciudad, pero cuando miré por el retrovisor, el carro de Ángel con el que me había secuestrado y varios más me estaban persiguiendo, para mi suerte.   



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