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75.

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Anticipando el nacimiento de miles de gestos únicos para Darío Elba y sabiéndose rodeada de oídos ajenos a la posibilidad de la comprensión; Nina Cassiani hizo de sus manos una soga invisible para ponerla en su garganta y apretando con fuerza estranguló todas las emociones que por él, hervían en su boca.

No siendo suficiente el castrarse con una horca de ficción, tuvo que tragar también la lengua y morderse sin contemplaciones hasta sellar los labios con rudeza para reprimir el estrépito de su querer hacer en ese lugar donde los cariños no estaban permitidos y por eso, lo único que quedaba era ahogarlos para no dejarles ver la luz del día. Había que cometer homicidio y el solo concebir la idea era doloroso, pero no echaría marcha atrás ni pararía la tortura ni con el sabor a crimen vagándole en el recuerdo de su saliva.

— "Yo puedo, yo puedo, yo si puedo" rezaba por cada impulso con el que asesinó en silencio lo que tenía que mandar a callar, tratando de retener a su ser entre los delicados bordes de las yemas de sus dedos para no volar hacia aquellos brazos que sabía le servirían como expiación y de aceptar tener esa precariedad, sintió cólera e insuficiencia.

Deseaba hacer algo por sí misma para no tener que necesitar de su aliento. Quería al menos sacarse de entre las costillas el corazón y reemplazarlo por la granada que él le había obsequiado para ver si comiéndose su propia entraña, podía desaparecer los gritos de sus latidos alterados que pregonaban a los cuatro vientos que ese frente a ella, era dueño de su locura y enamoramiento ofuscado.

Estando también en desventaja, Darío Elba no hacía más que verse atrapado en el espejo de vibrantes ojos esmeralda; encadenado y ceñido a sus códigos y principios, sintiendo dolor y agonía por igual, porque no todo podía ser alegría y felicidad y por eso, de entre las barras de aquella cárcel de aguas diáfanas, una realidad muy cruda se dilataba y le hacía temblar.

Ese a quien veía con una aterradora cruz a cuestas; debía de estar más que loco y a la vez ser un grandísimo idiota para continuar masacrándose a fuego lento con exacta cantidad de amargura y placer en los contrapesos. Aplacando todo aquello que estaba viviendo y también dejándolo salir a miserias de gotero para no caer en la tentación de entregarse de lleno al vacío donde sus sentimientos ya lo reclamaban con sus dos nombres y apellidos: así había terminado aquel que nunca antes sufrió por cosas del corazón, petrificado y latiendo gozoso por causa de una mujer.

Expuesto y a centímetros de cruzar por un derruido puente colgante con la fuerza que lo empujaba a continuar siendo su arnés y también el crudo despeñadero; por Nina Darío estaba al borde del precipicio con un vendaval enviándolo directo a la orilla y con la espuma que se arremolina en la marea alta de más las temibles tormentas esperándolo para ahogarle las venas de millones de formas de amar exclusivas para la pelirroja, que por reglas y prejuicios debía de pausar a su favor y también en su contra.

No pudiendo dejarse arrastrar hasta la inmensidad como anhelaba, no quedaba más que acomodar los pedacitos desperdigados que se le desarmaban para correr a buscar más allá de la materia a su bien amada, quién aún causándole desesperación, era tan pura que no le robaba la sonrisa de plenitud ni siquiera por quererla demasiado.

En aquel tira y empuje, ninguno se dio cuenta de cuándo se convirtió el extremo de la navaja del otro y viceversa. Ellos eran caos y creación con un solo propósito y por eso, solo por eso, aunque por el camino para obtener algo mayor al simple deseo primitivo tuvieran que estampar piedras y guijarros sobre sus pieles; seguían cuesta arriba codo a codo y sin ganas de mirar hacia atrás se decían con terquedad y pesadumbre adentro de sus pensamientos:

No aquí, no ahora.

Y ese freno que se imponían les quemaba y urgía del alivio prometido para más tarde. Pero por el momento y como consuelo inmediato, no había más que mirar el reloj tatuado en sus mentes e imaginar que las horas y los días se extinguían con suspiros perdidos entre las ráfagas del invierno que afuera de esas inmaculadas paredes, abatía a cualquiera que podía hundir en el desamparo.



Con malestar de cariño regañado, aquella pareja con cero kilómetros de experiencia, intentaban vestir el traje del amor responsable; uno para el que no había talla estándar y que precisamente por eso cada quien lo calzaba como podía aunque las puntadas de las costuras lastimaran más que la carne, era tan hermosamente macabra esa vestidura que también asfixiaba almas.

Haciendo de todo para no alimentar de más el aire con el amor que sin preguntas o permisos públicamente se les escapaba, en el intento por controlarse los segundos que corrían en el tiempo a Nina y a Darío les parecieron eternos, paranormales y hasta epidémicos, porque a esas alturas incluso Javier Bloise había quedado embobado por querer vivir un poquito de eso que aunque parecía un martirio, se percibía exquisito en su paladar que ansiaba un granito de afecto correspondido y por eso, ninguna de sus típicas ocurrencias saltó de su ingenio y no pudo hacer de intermediario y extraerlos del embeleso que todo lo contagiaba.

Con Javier Bloise inhabilitado, una cuarta persona, con y sin propósitos específicos, quiso abanicar el nubarrón que invadía el buen juicio del par de humanos caídos con virtud y desgracia. De alguna manera, ella les lanzó un salvavidas y los guió a tierra firme con el camuflaje propio de su carácter del cual nadie sospechó absolutamente nada, porque todo lo que ella hacía o hiciera siempre era para su propio beneficio. La caridad y la empatía, en definitiva no eran sus fortalezas.

Por eso fue extraño que Gail Hooper acudiera al rescate. Con solo dejar salir de su garganta un sonoro y extenso "hmn", acaparó la atención de todos los presentes en el salón de clases e hizo que de esa forma, más de una docena de ojos la vieran a ella; consiguiendo que también Nina Cassiani y Darío Elba salieran del trance que los tenía entumecidos y con el que no hacían otra cosa más que herirse con la mirada que incluso ante su desdén, parecía lacerante y por eso una poca de ayuda emergió de su frivolidad.



—Es más que una buena excusa para justificar porqué tienes la melena rojiza.

—¿Ah? —contestó Nina totalmente extraviada sin entender de lo que le hablaba.

—Vamos a decir que se te coloreó por el fuego durante tu feliz estadía en el inframundo —y acercándose a Nina, Gail tomó uno de esos mechones y viéndolo a contra luz del fluorescente que colgaba del techo, añadió —De lo contrario, quisieras o no, me hubiera tocado teñirte el cabello, RedSkull.

Después de lo dicho, Gail rio con total satisfacción; primero por llamar a Nina con el singular apodo que le había otorgado desde que la conoció en educación básica y segundo, por contemplar la idea de quizás tal vez poder cumplir uno de sus objetivos antes de darle el definitivo adiós a sus años de colegio: modificarle o emparejarle el extraño tono pelirrojo que nunca consiguió catalogar y con eso, la hermana menor de Leandro Hooper obtuvo un buen pago momentáneo por haberle echado la mano, porque nada de lo que ella hacía era gratis o una regalía. La factura ya tenía un saldo inicial a nombre de dos que debían de hacer la respectiva cancelación para que al final la cuenta cuadrara en cero y así considerar que a futuro: esa amistad podría llegar a ser perpetua.

Nina, ya consciente del entorno y de la situación en general, agarró con la mano que tenía libre su preciado tesoro rojo para protegerlo de Gail que continuaba hablando con referencia a lo recién planteado por Darío sobre el Festival de la Colecta con el propósito de disipar lo que el par de tontos acababa de expresarle a la comunidad que por bendición, no entendieron de buenas a primeras el contenido del mensaje porque también andaban con la cabeza perdida entre las nubes.

Pero la menor de la dinastía de los Hooper nunca dejaba que cosas de esa índole pasaran desapercibidas de su atención y haría uso a conveniencia cuando tuviera la ocasión oportuna y por eso consideró que el añadir un poco más de humo para no dejar indicios o cabos sueltos que tarde o temprano se podrían atar fácilmente, era lo propicio para lo que se había presentado.



—Debo admitir que me fascina tu idea, Elba y tengo mucho en mente. Mis expectativas son demasiado altas, cerraríamos con broche de oro y seríamos insuperables ante las demás promociones y sentaríamos un precedente inalcanzable para las futuras, pero si queremos lograr eso: hay que ponernos a trabajar desde ayer para que las cosas salgan como las esperamos —le dijo a su Tutor quién con ese llamado de atención ya estaba habitando el mismo plano terrestre que los demás —Y sabes que si hay algo que detesto es la mediocridad y en eso, si no mal recuerdo, vos y yo nos parecemos bastante.

—Así es y tienes toda la razón. Dime, ¿quieres desempeñar tu papel como Vice Presidenta? —le preguntó Darío a Gail y ésta asintió con un poco de altanería desplazando a Moira de su actual inoperancia por su fascinación por el regreso de Nina.

—Primero: a escoger quien será quien, ¿me haces el favor de anotarlo en la pizarra? —le pidió a Darío alejándolo de una vez por todas de la pelirroja que ya se miraba realmente apaciguada y con el color normal en las mejillas para ser el de una mujer perdidamente enamorada —Y anota al lado de mi nombre que yo seré Medusa.

Medusa no era una diosa o semi diosa, era un ...

—Un monstruo —completó Gail las palabras de Nina —¿Y?

—Que se supone que somos ...

—Yo soy lo que quiero ser, Nina y resulta que hoy se me antoja ser una preciosa doncella castigada a portar serpientes como cabello —replicó Gail y dejó callada a Nina que frunció el ceño porque su compañera no le permitió expresar su punto de vista.

—Además, tengo unas extensiones en tono verde musgo que hace siglos quiero usar y no había tenido la excusa perfecta. Luego de ponérmelas, mandaré a que me hagan trenzas retorcidas para que parezcan ...

—¡Oh Gail, eres una genio del estilismo! —gritó Romee Grigorieva y le aplaudió a su amiga.

—Lo sé —dijo la alabada a secas.



La chica de negro cabello corto, no había tomado esa decisión a la ligera, no era un capricho estético el escoger encarnar a ese mal llamado monstruo solo para usar unas lujosas y lindas mechas verdes que costaban una fortuna.

Gail Hooper tenía una razón de peso por la cual quería ser Medusa: ella era feminista y había estudiado con afán y entusiasmo a todas las figuras antiguas y modernas que descubrió mientras armaba su pensamiento y Medusa, la virginal sacerdotisa del templo de Atenea que fue tomada por la fuerza por el Señor que comandaba los océanos, la misma a la que la diosa de la sabiduría castigó con severidad injusta tildándola de usar las artimañas femeninas de la seducción para trastornar el juicio de un dios mayor; era una de las figuras más queridas desde su infancia porque su abuela Aída, mientras le contaba mitos y relatos de heroínas le decía con cariño que ser una Hooper no era un castigo como Gail lo creía de pequeña, eso solo era un reto más para una fémina fuerte e inteligente.

Justo ese alguien en quien su nieta se convertía con el paso de los años frente a los ojos de una madre que la quiso formar sumisa y domesticable porque según ella, así creía que debía de ser una mujer clásica y refinada, errando rotundamente el concepto y también en su papel como ejemplo y espejo.

Darío Elba no puso objeción en lo que Gail Hooper quería representar porque la conocía bien y entendía sus motivos y sin dudar, escribió su nombre en el pizarrón junto al de Medusa y se sintió muy feliz de que las palabras de Aída, hicieran eco en la formación humana de su incomparable nietecita que el próximo treinta y uno de octubre cuando cumpliera dieciocho veranos, contaría con un pedazo de plástico que le permitiría emanciparse y ser libre como lo deseaba desde hace tanto.



—Llevamos dos puestos, nos faltan trece más los de ustedes y sus compañeros —dijo Darío a Bloise y Andrew y también a sus demás alumnas.

—¡Yo quiero ser Afrodita! —se adjudicó sin vacilar ese puesto Romee Grigorieva y añadió —¡Ponga también que Borya, será Eros!

—¿No deberíamos de preguntarle primero a su hermano si quiere serlo? —cuestionó Darío a Romee.

—No se preocupe, querrá y tendrá qué porque sino más tarde me las desquito con sus amados vinilos de Michael Jackson —aseguró Romee —Además, ¿quién si no él y yo para hacer de Afrodita y Eros? Los dos, anatómicamente hablando, somos perfectos y no es falta de humildad, pero creo que nadie puede contradecir que Borya y yo destilamos belleza y seducción.

—Buen punto —certificó Gail apoyando la petición de Romee.

Para Gail, los gemelos bivitelinos de la pudiente familia Grigorieva cumplían a cabalidad con los cánones de la belleza externa para ser catalogados como la encarnación de los dioses del amor, el deseo y la atracción sexual, aunque realmente hablando: los dos no fueran perfectos como las deidades mencionadas puesto que eran unos descerebrados.

Y Darío tuvo que complacer a sus dos emblemáticas alumnas porque siempre que se ponían de acuerdo, tenían la última palabra ese tipo de discusiones.

—A ver, alguien más —pidió el Tutor para aprovechar que ya tenía el marcador sin la tapa.

—¡Ah yo no sé qué escoger! —se quejó Javier Bloise, pero Darío Elba cuando lo escuchó sin ideas, quiso darle más que un empujón pidiéndole un favor con el que protegería a Nina Cassiani durante el Festival de la Colecta.

—Puedo sugerirle, si no le molesta, ser Hades: Amo del Inframundo y Señor de la muerte.

—Pero él es muy gris y apagado —recordó Bloise rascándose la cabeza y con algo de esfuerzo hizo memoria porque no puso atención en las clases de Historia cuando el Maestre Loucel les habló sobre la cultura griega y por eso no entendía el porqué Darío casi le imploró con la mirada ocupar el lugar de ese dios —Hades creo que es el que vive bajo tierra y ahí es un lugar triste. De fijo que no hay ni música y mucho menos helado porque se derrite.

—No, no hay ni una mierd* de las dos cosas que quieres, pero justo por eso te robaste a RedSkull y con ella estando a tu lado, hasta ese lugar se vuelve tolerable —añadió Gail intuyendo lo que Darío quería conseguir con Bloise cuidando de Nina.

El verdadero Hades tenía prohibido acercarse a su amada por lo que llegase a durar la actividad del Panteón en el Festival y por eso rogaba por la ayuda de un amigo para confiarle la protección de Perséfone. Él jamás permitiría que ella se sintiera sola o que tuviera que estar con quien no quisiera y haría lo que fuera para verla sonreír ese día y también los siguientes.

—Si soy Hades, ¿Farenheit es mi vieja y me acompaña allá abajo? —preguntó muy animado Bloise.

—¡Tu vieja son tus bolas! —le reclamó con un codazo Nina a su mejor amigo.

—Nina y Gail, las palabras, por favor —corrigió Darío a las chicas en cuestión sin dejar de reírse por la bobería de Bloise y la contestación de ellas dos.

—Y-yo ... yo l-lo ... lo siento —se disculpó ella, apenada.

—¡¿Y yo qué?!, ¡¿acaso estoy pintada?! —chilló Moira con las manos en la cintura por sentirse excluida del triángulo equilátero de amigos —¡No me vayan a salir con que no puedo ser el tal Hades solo por ser chica!

—Por mí puedes serlo —accedió Bloise quien solo veía un pequeño gran inconveniente —Nada más dime cómo carajos te aplanamos la pechuga, porque eso —dijo moviendo ambas manos y abriéndolas hasta donde podía —No se ocultará fácilmente.

—¡Nadie me va encarcelar a mis niñas! —dijo imaginándose el dolor de andar vendada con algún aparatejo que le lastimaría los senos —¡Pero yo quiero estar con Fahrenheit el día del festival y si no estoy con ella, no juego —sentenció y sacó la lengua haciendo un puchero.

—Eh, cómo se llama la que llora a moco tendido por tu partida al inframundo según el mito griego —preguntó Gail a Nina, hallándole un puesto a Moira que sabía ésta no rechazaría.

Démeter y ella es la madre de Perséfone, Nana.

—Eso, Démeter se entristece y monta en rabia cuando su hijita Perséfone se va a jugar a la casita con Hades —afirmó Gail a Moira —Tanto que castiga a los humanos mandando el invierno que oculta al sol del verano que tanto amas. Además que de por sí los primeros quince días que estuviste sin "tu" Nina, fueron un maldito calvario para nosotras.

—Por favor, no nos recuerdes eso —pidió Lea Harp mientras se abrazaba a sí misma de solo acordarse la tortura del comportamiento y humor de Moira en aquellas dos semanas de cuando Nina estaba recién hospitalizada.

—Ustedes jamás lo entenderán —contestó la acusada y se acercó a la pelirroja para apretujarla —Esta bien, seré esa señora. Me cae mal el invierno porque por su culpa se va el sol y me da frío. Nina no me abandones, no te vayas que no puedo si no estás, abrázame y dame de tu calorcito.

—¡Suegrita! —exclamó bromeando Bloise y quiso abrazar a Moira pero ésta no se dejó.

—¡Y vos no vuelvas a robarte a mi hija! —comenzó a reprenderlo con golpecitos de puños cerrados sobre los pectorales y luego con un cuadernillo que tenía a la mano, pues por la altura de Bloise, Moira no lo alcanzaba a darle más arriba del torso.

—¡Ya, bájale noventa y nueve a tu dramatismo que sino, a la próxima también te secuestro a vos! —la detuvo su amigo y luego la cargó entre sus brazos —Mira que hay espacio en el trono de Hades, Démeter —añadió coqueteándole y luego se acercó a su oreja y le mordisqueó el lóbulo y Moira comenzó a reír del cosquilleo.

—¡Eso sería incesto! —gritó Idelle Guerty —¡Y yo no quiero participar en ese bacanal de herejía y paganismo donde todo el mundo le da por todos lados a todos, atajo de indecentes!

Nina Cassiani y Gail Hooper cerraron los ojos al mismo tiempo y como si se hubieran comunicado por telepatía, hallaron la solución a las quejas de su compañera fanática de la religión.

Hestia, la diosa de la cocina, la arquitectura y de entre otras cosas también del fuego que cobija el hogar, consagró su virginidad a sus labores. De ella dependía la felicidad conyugal y la armonía de las familias y aunque fue cortejada por Poseidón y Apolo para que se hiciera esposa de alguno de los dos, ella los declinó y juró ante Zeus que permanecería casta para toda la eternidad y por más que Afrodita intentó enredarla con algún amorío, Hestia nunca tambaleó, se mantuvo fiel a sus convicciones. Hestia se parece bastante ...

—Demasiado, si somos realistas —acotó Gail lo que Nina decía sobre la semejanza de aquella deidad e Idelle Guerty.

—Bueno, si, es más o menos como vos. No creo que su papel sea ofensivo para tus preceptos, Idelle.

—Hmm, lo haré. Pero sólo porque sé que el dinero va para una obra de misericordia.

Y poco a poco, la pizarra blanca dejó de estar vacía y fue llenándose con la pulcra escritura de Darío Elba que anotaba nombres de diosas ficticias y también el de las que estaban a su espalda y que eran tan reales como el espacio en el que vivía y respiraba.

Él escuchó e intervino cuando se necesitaba y a ratos, de reojo miraba a la preciosa Perséfone que revoloteaba junto a su madre Démeter por el salón de clases con el falso Hades tras de ellas y la alegría de estar tan cerca y a la vez tan lejos de Nina, le sustentaba y le daba más ganas de seguir todavía después de lo que el cuerpo terrenal le aguantara.

Los minutos ya fluían normales y pocas plazas quedaban libres sin asignar y Melania Braun que estaba en una esquina con la cara estrujada por estar pensando a quién podía personificar al lado de su único y mejor amigo, Jeremías Lindo, bufó y tiró la toalla abrumada por no recordar a más dioses griegos de los que ya estaban adjudicados y cuando Nina Cassiani pasó cerca, Braun la tomó del brazo para tenerla cara a cara.



—Dime que hay algún dios y una diosa que sean como lo que ... Lindo ... y yo algo que sea lo que ... nosotros somos. No me pongas a nadie cruel, tampoco a unos que terminen siendo castigados o envueltos en una tragedia. Dame algo que sea ... bonito, algo que ... que no acabe mal, algo que vaya más allá del mismo poder de los dioses, por favor Cassiani.

Nina al escuchar la petición de Braun y el tono con el que le habló, por primera vez en años de años de convivir con ella, vio por fin lo que la lógica y la razón no le dejó ver tras el constante malestar de enojo de su compañera: solo Braun sabía cuánto llevaba enamorada de Lindo su amigo, su vecino el de al lado con el que todo el mundo sabía que de recién nacidos y hasta algo entrados en edad compartieron juntos la bañera, el que se colaba hasta su cama cuando había rayería porque ella le tenía pavor a esos fenómenos naturales. La única persona que le comprendía sus rabietas, el único ser humano con el que ella se apreciaba feliz cuando él estaba cerca.

A Nina darse cuenta de eso tan tarde, le dolió de formas infinitas. Estaba en los mismos apuros que Braun si se acordaba de que Darío en algún momento tendría que regresar a Oxford y que para su compañera que a duras penas tenía poco más de dos semanas antes de separarse de sus días colegiales con Lindo; le pareció que ese lapso era peor que una maldición o un castigo. Por eso buscó en su memoria dos figuras que pudieran estar unidos para siempre, al menos como mitos aunque el mundo real fuera otra cosa.



Ananké.

—¿Ana-quién?

Ananké surgió de la nada en el principio de los tiempos y desde que apareció, estuvo entrelazada con su compañero Crono el padre del mismo tiempo en sí. Ella vendría siendo la representación de lo inevitable, la necesidad, la compulsión y lo ineludible y junto a él, digamos que crearon lo que después sería la Tierra y pusieron orden en el cosmos.

—¿No hay nada chueco o truncado en su historia?

—Ellos permanecen juntos eternamente, Braun, ellos son fuerzas del destino y del tiempo que rodean el universo entero.

—¿Prometes que en ningún cuento versión china, ellos dos no se separan?

—No puede separarlos, es imposible, e incluso puedo tratar de justificártelo quitando lo de los dioses y usando la Física y Matemáticas para aplicarlo a lo que es la formación y constitución del universo.

Melania Braun cerró los ojos y dejó ir un suspiro. Soltó a Nina y en lo que comenzaba a caminar, la pelirroja quiso darle algo similar a un consuelo.



—Somos personas y sin tener que ser seres omnipotentes, podemos hacer que nuestras vidas terminen convergiéndose en el mismo espacio y tiempo que quienes amamos y sé que suena más fácil de lo que es, pero se puede Braun, si se puede si quieres ... Ustedes pueden si quieren, solo inténtalo, inténtenlo.

Braun no volvió a ver a Nina porque sintió sus ojos aguarse y prefirió seguir adelante para comunicarle a Darío la decisión que había tomado y pidiéndole el marcador, desde donde terminaba su nombre trazó una línea y lo unió con el de Jeremías Lindo y a los dos les colocó los respectivos dioses que se supone emergieron para estar siempre enlazados.



—Pasa en tus sueños, Braun, porque cuando estás despierta y aunque Lindo esté en la palma de tu mano: no tienes los cojones ni para decírselo, pero bien que a escondidas si le tocas el trasero —la retó Gail Hooper.

—No sigas —le pidió Nina a Gail al ver que Braun se volvía para retomar la pelea cíclica que tenía con la menor de los Hooper y la del humor negro, optó por no gastar el arte de su lengua en esa compañera y continuó planeando detalles para hacer del Panteón un verdadero escenario digno de unas deidades.

—Debería de anotarme en algo antes de que venga Adler y su ego y quiera ser él todos los dioses —pensó Mike Andrew en voz alta —Capaz y se cree el dios de muchos rostros como el de Game of Thrones.

—Sencillo —dijo Gail —Ya que Bloise y ustedes dos andan siempre juntos y muy al estilo de Los tres chiflados con sus idioteces —dijo refiriéndose a Andrew y Adler —Están los puestos de Poseidón y Zeus que junto con Hades eran hermanos, así que escoge comandar los cielos o el océano.

—¡Me quedo con el mar solo porque las sirenitas son más que guapas y lindas!

—Además de que el viejo canoso rey de los cielos es reprostifruto y así, solo con esa gran característica es idéntico a Adler. Definitivamente, Zeus no se parece en nada a vos y tu nobleza, Andrew —añadió Marguerite Paget que iba pasando por donde él estaba para ir a pedir consejo a Nina sobre qué diosa calzaría con su personalidad.

—¡Un milagro, un verdadero milagro! —gritó Andrew de escuchar que la siempre callada y reservada de Paguet le habló con naturalidad —¡Te juro que llegué a pensar que padecías de algún problema del habla o que tenías autismo, ¡¿cómo coños nunca había escuchado tu voz si es tan bonita?!

—Me lo tomaré como un halago, gracias.

—Espera, espera —le pidió Andrew a Paguet y la atajó.

Ella, cuando sintió que él estaba muy cerca, se intimidó y puso la cara con la que todo el colegio la reconocería hasta entre un centenar de personas, la de un roedor asustado con el corazoncito saliéndosele un sinnúmero de veces para nunca acabar.

—¿Q-qu- qué quieres? —le preguntó.

—¡No, tranquila, no quiero molestarte! —contestó Andrew y retrocedió para darle su espacio —Solo iba a decirte si querías ser la que sea que está al lado de Poseidón como su igual, o sea no sé si serás sirenita o qué se yo, pero ¿te gustaría?

—A-ah, eh —se atascó Marguerita y aún siendo de piel morena, palideció en exceso.

—Uh, eso me agrada, Darío anota que Mátalas Callando, también conocida como Paguet será ...

Anfítrite y por favor, no llames así a Marguerita —confirmó y pidió Darío a Gail antes de darse la vuelta y solicitar a los demás alumnos que se sentaran —Creo que ya solo me faltan sus compañeros, iré por ellos y Señoritas, por favor, vamos a comportarnos, no hagan más alboroto de lo permisible.

Y diciendo eso, Darío Elba se dirigió a la puerta metálica de la 2-4 para ir a la 2-5.

—¡¿Quién?! —preguntó a gritos Miss Aldana cuando escuchó que había alguien llamando con los nudillos afuera de su salón de clases.

—Elba —respondió Darío y el silencio que se escuchaba adentro de esa aula, parecía de velorio. No había más sonido que el arrastrar de los tacones desganados de la Tutora de cuarenta y tantos.

—¿En qué puedo ayudarle, compañero? —quiso saber Miss Aldana.

—¿Será que me permite llevarme a sus trece caballeros? Los necesito para finiquitar la actividad del Festival de la Colecta, no será mucho tiempo.

Y trece pares de ojos volvieron a ver al genial Tutor de al lado y como suricatas de los llanos africanos, irguieron el cuello y la espalda esperando el permiso para poder zafarse de ese horrendo lugar.

—Ah, es eso. Lléveselos, me los manda al nomás terminar e intente que no hagan ruido. Usted y sus "niñas" pasan en una fiesta y jolgorio de feria de pueblo y me los va a descarrilar, ellas son una mala influencia. No se dejen pervertir, mocosos y váyanse ya y regresan pronto.

Como si hubieran dado la alarma de un desastre atómico, los jóvenes restantes de la 2-5 no esperaron más y salieron huyendo despavoridos para ir a ese otro salón que envidiaban, no por ser tangiblemente distinto, sino por el buen ambiente y armonía que ahí se respiraba y vivía los cinco días de la semana.

Ni bien puso llave Darío, la comitiva de recibimiento de las Señoritas de la 2-4 se apresuró para apiñarse en la puerta y esperaban ansiosas por sus invitados. De las chicas que estaban en ese metro cuadrado, se encontraba Braun queriendo ver el asomo del incomparable cabello de Lindo destacar de entre el montón de melenas embetunadas y laqueadas que entró en estampida.



Barajéamela más despacio, Melie —le dijo Jeremías Lindo a Melania Braun cuando ella saltó encima de él y comenzó a decirle a la carrera el nuevo giro que le dio Darío a la Jaula pero de tan rápido que le habló su amiga no logró comprender nada —Amanecí medio lerdo y no entendí una de todo lo que me acabas de ...

—Solo ... decidí por los dos que estemos juntos en el Festival, espero no haberle pasado encima a tus planes si es que ya tenías otros ... ojalá no te molestes conmigo ... yo solo, solo ... solo quiero pasar más tiempo aquí, pero con vos a mi lado.

—No voy a enojarme, Melie lo que sea que escogieras por y para los dos, sé que está bien —repuso besándole en la frente y Braun se sentía invencible con cada mimo que Lindo le regalaba.

—Ven, te explico.

Braun tomó de la mano a Lindo y de pie frente al pizarrón de la 2-4, comenzó a narrarle como pudo la forma en que Darío había reinventado aquella aberración de venta de estudiantes.

—Ya veo, el Profe Elba siempre encuentra la mejor forma para que ustedes estén cómodas. Aldana solo nos quería vender y ya —dijo y dejó caer los hombros.

—Sé que no es lo correcto, pero yo habría pagado lo que fuera para que pasaras todo el Festival conmigo.

—Y yo hubiera hecho lo mismo, Melie y te haría entrar a la Casita del Horror quieras o no.

—¡Pero si iré ésta vez!

—Ajá, Melie, ajá. Hoy seré como Santo Tomás porque siempre me dices lo mismo y al último minuto te echas para atrás. El año pasado me dejaste plantado y allá adentro sepa quién me tocó el trasero ¡y no digas que fue un accidente, pasó más de dos veces y temí por mi virtud!

—¡Cállate, Lindo! —dijo Braun muy sonrojada.

—Vale, me callo pero antes dime cuál Crono soy, ¿el que se hartó a sus hijos o el padre del tiempo?

—¡Nina! —llamó Braun a la pelirroja que acudió enseguida donde estaba aquel par.

—¡Eh, pero si Fahrenheit regresó!

—¡Hola, Jeremy Spoke! —saludó Nina a Lindo con el mote que solía llamarlo en honor a una canción de Pearl Jam de la que ambos gustaban aunque desatara la polémica.

—Vos si que aguantas y por eso te declararé inmortal. Eres como una nave todo terreno, ¡oh Fahrenheit: la leyenda continúa!

—¡Que va, Crono Padre del Tiempo, aquí lo que pasa es que mala hierba nunca muere!

Shhh no digas eso, acuérdate que los que se van primero, precisamente son los buena gente y vos, cabes en esa definición perfectamente —regañó Bloise a Nina mientras chocaba puños con su compañero de clases.

—Así que por fin estás honrado tu primer nombre, ¿eh Mefistófeles? Ya leí que serás Hades, anda y dame un paseo por tus reinos. Juro no sacar fotografías comprometedoras, nada más de la brea y de dos que tres desollados.

—No me digas Mefistófeles, Lindo y ya deja de hablar así si no quieres que te sigan diciendo "Friki" —solicitó Bloise encarecidamente porque desde hace unos años cuando en clases de literatura les tocó leer Fausto de Goethe, Jeremías Lindo le clavó ese apodo por llamarse por legalidad y exactamente como ese personaje ilustre que había pactado con el demonio para tener el conocimiento ilimitado y a cambio de eso, entregó su alma.

Una de las tantas razones por las cuales Javier Bloise usaba su segundo nombre y en la mayoría de los casos, solo su apellido.

—No te sulfures, paz hermano —se disculpó Lindo muy relajado.

—¡Espero que lo que ven mis ojos sea de carne y huesos! —dijo otra persona que se atravesó por donde Nina, Braun, Lindo y Bloise estaban charlando y a éste último, los oídos le ardieron de escuchar esa voz.

—Que sí soy yo, Adler —contestó Nina y le dio la mano a Bloise —Tranquilo, vas a estar bien —le susurró lo más bajo que pudo y él le sonrió con una mueca torcida mientras recibía el saludo de su mejor amigo del que estaba enamorado.

—¿Quién me explica? Ya leí pero no entendí, háganme un resumen, preciosas —y zalamero como siempre, les guiñó con malicia el ojo tanto a Nina como a Braun, ésta le enseñó sus dos dedos medios porque detestaba la forma en que Adler se insinuaba a todo lo que tuviera senos y nalgas redondeadas.

—Mmm, malcriada, me gustas y yo sé con qué se te quita ...

—Adler, una miga de respeto para Braun no te va de más —le pidió Bloise porque tampoco creía correctos sus flirteos subidos de volumen y también porque esas palabras de él le causaban escozor.

De un tiempo acá Marcelo Adler había cambiado bastante. Siendo muy transparentes, desde que tuvo su primer encuentro sexual su actitud se alteró demasiado y aparte de volverse aún más popular entre las mujeres, comenzó a verlas solo como juguetes para satisfacer sus necesidades básicas y cambiaba de novia alrededor de una vez por semana y a Javier Bloise por ser su eterno confidente, le tocaba escuchar de sus experiencias en la cama y haciéndose el desentendido, prefería reírse aunque después corriera destrozado a los brazos de Nina Cassiani a decirle todo lo que asqueado, había que tenido que soportar escuchar de la boca de ese de quien gustaba.

Tanto aguantaba Bloise que cuando la carga de los relatos eróticos que rayaban lo lascivo que le contaba Adler lo agobiaba: no podía contener las ganas de vomitar y nunca olvidaría la vez que le ensució los zapatos a Nina y ella, con cariño no lo rechazó sino que lo abrazó aunque ni él podía ver lo salido de su sistema digestivo.



—Son solo jugos biliares y pancreáticos, nada que no se quite con guantes, cepillo y una buena desinfectada —le dijo Nina esa vez cuando Bloise la miró con pánico por lo que sin querer había hecho.

Por esos motivos Bloise callaba a su amigo cada vez que empezaba con sus insinuaciones para que no pasaran a más y así pudiera mantener los alimentos en su estómago y guardar un poco de dignidad en su corazón sin esperanza alguna de poder ser querido por ese que solo pensaba en besar, tocar y acostarse con mujeres y que daba muestras claras de no concebir más afecto que el amistoso entre quienes eran de su mismo sexo.



—Está bien, me disculpo, pero si cambias de opinión ya sabes donde encontrarme, Braun —concluyó Adler y Nina se apuró a explicarle el porqué Darío los había mandado a traer para que Bloise tuviera un poco de tranquilidad y no se pusiera verde, rojo y blanco en fracciones de segundo que a ella le mareaban.

—Hmm, estos dos me quitaron la oportunidad de estar un buen rato con vos, Fahrenheit o a solas con la mudita —dijo viendo que en la pizarra, Bloise y Andrew ya tenían sus puestos fijos junto a las que serían sus acompañantes en la actividad del Panteón.

—Adler: conmigo solo como amigos y conocidos nada más y si no también ya sabes; hay un inodoro en el baño de las chicas que reclama por tu cabeza. Un lugar donde me gustaría zambullirte sin antes bajar la cadena después de que a las quince nos baje la menstruación por una semana entera —cortó Nina muy tajante al mismísimo Casanova de la 2-5 —Y no se llama "mudita" se llama Marguerita Paguet y tiene una lengua que no sirve para lo que te estás imaginando, la usará con enojo para defenderse si vuelves a referirte a ella de esa manera.

—Vale, ya la agarré que definitivamente no quieres conmigo, Nina.

—Gracias por tu comprensión y queda el puesto de Zeus por si quieres seguir ensalzándote de tus grandes dones de promiscuo, él también tiene fama de cazar y tirarse a cada mujer que se le aparecía por el camino. 

—No me desagrada, quiero el puesto —aceptó Adler y muy contento de ser el que estaba a la cabeza de todos los dioses griegos y por tanto, según lo retrógrada de las mentes de antaño, por eso podía hacerse con la diosa o humana que se le antojara —Creo que con mi récord, incluso soy mejor amante que Zeus.

—Ay Adler, vos no eras así, ¿qué fue lo que te pasó? —le preguntó a Nina a ese chico que antes no pensaba en sexo las veinticuatro horas del día tal y como lo hacía en el presente.

—Pasó que comí de la manzana y no solo me gustó, me encantó y las dosis no me alcanzan, quiero más y más porque resulta que ninguna manzana me sabe igual —contestó Marcelo Adler relamiéndose los labios recordando lo que había hecho en el sofá de su sala con la novia que tuvo entre sus manos ayer cuando el sol comenzaba a ocultarse —Y algún día tarde o temprano también te pasará lo mismo Nina. Ya sea para bien o para mal; ten por seguro que no podrás librarte de vivir ésta.

Y Nina Cassiani se dio la vuelta y con tal de sacarse de la cabeza lo que había escuchado y diciéndose en sus adentros una y mil veces "no, no, no", ni se fijó por donde iba y se estrelló contra el detonante y origen de sus propias pasiones: Darío Elba.

Nina asustada y con la sentencia de Adler retumbándole en la memoria, no esperó a que Darío la ayudara a incorporarse y sin tomar de su mano ni poder corresponderle a la sonrisa tierna que él le daba, se alejó para perderse entre los demás veintinueve adolescentes que había en ese salón de clases.

Individuos dolientes con distintos achaques de un mismo síntoma: la premura de impulsos libres y de otros tantos que también mantenían reprimidos. Sin manuales ni más guías que la misma experimentación que a golpes pretendía hacerles fuertes; eran jóvenes quebrando el cascarón de la inocencia para convertirse a veces en adultos deshumanizados extraviados en lo obtuso de la razón y sino, encerrados en el círculo de los vicios de lo que parece que sí es, pero definitivamente lejos está de ser lo que aparenta.

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