Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

49.

-49-

Con una mano tamborileaba sus dedos contra el portafolios de cuero y con la otra, temblorosa, acomodó un par de veces el nudo de su corbata a sabiendas de que estaba más que perfecta.

Secó su frente y repasó taciturno lo que diría mientras su pierna se movía frenética, dejando a la vista de todos su desasosiego.

Le criaron con la enseñanza de siempre hacer lo correcto y así se formó para actuar ante la vida y fue por eso que las palabras se le soltaron al más mínimo toque de su espalda contra el respaldar de la silla a la que fue invitado a sentarse.

—Tengo afinidad por la Señorita Cassiani —dijo Darío Elba sin rodeos al apersonarse a la dirección del colegio el jueves por la tarde y sin dejar de ver a la cara al Director Ephraím Garita, entregó el expediente médico de la pelirroja más una carta exponiendo eso que sentía y objetando tener el juicio comprometido; dejaba a entera disposición de su superior el decidir su futuro como tutor de la 2-4.

—Ven, hay algo que quiero mostrarte —contestó Garita imperturbable después de escuchar la confesión y se dirigió frente al tv que se encontraba en lo más alto de un mueble donde se almacenan los libros de actas.

Sólo los corazones débiles de los hombres enceguecidos caen ante el deseo y lo tuyo, Darío, está lejos de ser eso —contestó Garita dejando al que se creía culpable boquiabierto cuando éste levantó la mirada para ver lo que querían enseñarle: su propio reflejo.

La grabación de las cámaras de seguridad del día de ayer con Nina entre sus brazos y la desesperación en su rostro intentando auxiliarla.

—Para el vulgo popular, eso se llama heroísmo —continuó el Director al pausar el video —Económicamente hablando: nos ahorraste una demanda y hasta un cierre, pero para un viejo como yo que raya los sesenta; eso Darío se llama ...

—Le pido que no diga esa palabra Señor —se apresuró a decir el tutor sintiendo algo atascado ahí en su nuez de Adán luchando por salir.

—Si yo te quito ese costoso traje que cargas y a ella el uniforme: me quedan dos seres humanos por igual y en dimensiones exactas ¿Los años? Una medida de tiempo que escasea cuando la muerte llega —dijo Garita en tono casi vehemente —Vete a tu salón de clases Darío, lleva a tus niñas a la misa y usa el período en que Cassiani esté incapacitada para adaptarte, no será fácil pero sé que puedes.

—¡Pero Señor!

—¿Quieres que le dé tu plaza a Illías? —inquirió Garita —Cuando te supliqué que vinieras fue porque él buscaba el puesto de Prego y aún lo quiere. No soy idiota y sé todo lo que hace y me da tanto asco no poder sacudírmelo de los hombros porque su padre está en el consejo, pero jamás lo dejaría como tutor. Suficiente peso tiene ya mi conciencia de tener las manos amarradas a las argollas de la parentela de esa sabandija.

—¡Eso nunca! —replicó Darío poniéndose de pie y con la posible amenaza de quién tomaría su puesto si él se iba, le bastó para estar seguro de la forma en que debía de proceder —Gracias Señor —se despidió dando la mano.

—Puedo preguntar ¿Quién más lo sabe?

—Únicamente Sandro Cassiani y usted descontando a Hooper.

—Si las reglas del cortejo no han variado: era a ella a quién tenías que decirle —contestó riendo Garita con suma extrañeza, pues ese no se parecía en nada al Conquistador que él conocía.

—Mi propósito es saberla feliz. Más allá de eso, nada pretendo —dijo Darío con amenidad para después retirarse.

—Uno nunca deja de crecer —dijo una voz que venía tras la librera de los anuarios cuando la puerta de la oficina de la dirección se cerró —¿Me permites leer el expediente médico de Fahrenheit?

—A la orden Meza, te cedo los honores —contestó Garita entregando lo que su colega y ex compañero de estudios le pedía y él luego de hojear las páginas encontró lo que buscaba: las muestras de los exámenes de sangre de la pelirroja con niveles de medicamentos que la mal llamada enfermera administró y que terminaron quebrando la salud de Nina.

—Quiero su cabeza y también su licencia de enfermería como mínimo —contestó Meza —Con lo que hizo le alcanza para pasar un par de años en la cárcel por mala praxis.

—Lo que tengas que hacer, hazlo —contestó el director viendo en la cara de su amigo una risa de satisfacción por hacer justicia y despidiéndolo, se puso de pie frente a la tv y recitó —Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo; y se llama amor y aunque yo borre este archivo nada podrá borrar eso que sientes y crece sin mesura en tu interior Darío Elba —y eliminando esa prueba visual de aquello que no todas las personas son capaces de ver envió también la carta confesión al triturador de papeles y se dedicó a sus labores satisfecho de sus decisiones, no sin antes depositar un beso en el retrato de su esposa y en el de sus hijos que siempre le acompañaban y le servían de guía cuando en temas de amor se trataba al recordar su propia historia.

Fue un jueves extraño, en el que dos hombres en circunstancias distintas, pero por la misma persona; abrieron sus bocas para dejar salir sus sentimientos.

Lo de Darío Elba se resumió en un simple y complejo me gusta, pero lo de Reuben Costa era una avalancha de emociones desordenadas las cuales ya no conseguía callar más.

—Te sueño casi a diario —confesó Reuben Costa a Nina Cassiani, hincado frente a la camilla mientras ésta aún dormía.

—Pero la Nina de mis fantasías no tiene ninguna de esas marcas, está limpia de la pólvora de las balas y al despertar, cuando te veo y te siento me limito por tu cuerpo y quisiera sacarte de ahí, tomar tu esencia y arrancarte todos los órganos que tengas dañados y eso me convierte en un maldito enfermo egoísta —afirmó mientras colocaba una sábana para tapar esa herida de diecinueve puntos que se asomaba tras la bata de hospital y que a él le dolía demasiado.

—Quiero besarte, hacerte mía y que hacer que conmigo te sientas bien —continuó hablando botando así todo aquello que cargaba desde hace ya mucho tiempo.

—Quiero más que quererte pero no puedo Nina, no puedo, por eso no me atrevo a tocarte, por eso me refreno porque tengo miedo de lo que venga después: le temo a tu futuro incierto, temo a que termines igual o peor que tu padre y me siento realmente estúpido porque si tuvieras los días contados debería hacerte o dejarte ser feliz, pero tampoco puedo porque cuando te imagino lejos de mi o con alguien que no sea yo enloquezco y estoy cansado, hastiado de no poder darte el amor que te mereces porque no puedo olvidar que casi mueres en mis brazos —dijo viendo sus manos temblar.

—Hice las cosas mal desde un principio y crucé la línea, llegué al punto donde no hay retorno, mira que ni siquiera tengo el valor de decirte todo esto si estuvieras despierta. Cobarde, yo soy un cobarde; un desgraciado frágil eso es lo que realmente soy viviendo atado al pasado, soñando con el ayer y con lo que pudo ser y no es —bramó con la última gota de sufrimiento que le quedaba y rebuscando en la bolsa de su jeans, agregó —Hay algo que quiero darte, algo que también está a medias como yo, supongo que no necesito ser filósofo para exponer su significado: yo voy a protegerte, cuidaré tu corazón y pelearía a muerte si alguien llegara a lastimarte, pero no soy yo el que te sostiene, porque no puedo ni conmigo mismo. Cada vez que tomo tus manos e intento alzar vuelo: mis alas se desprenden —dijo reposando la cabeza cerca del vientre de la pelirroja.

—No podemos volar si antes no aprendemos a caminar y bien sabes que me gustan las cosas a medias, lo que no me gusta es que me ocultes que te sientas así —contestó Nina, que llevaba despierta lo que Reuben hablando. En silencio se dedicó a escuchar lo que le decía y cada verbo y sustantivo le dolió como si fueran dardos envenenados.

Nina nunca deseó lastimar a Rhú, pero se había equivocado causándole demasiado dolor todo este tiempo y no permitiría que más de sus errores le destruyeran, por eso apartó su malestar y dio la batalla justa para salvar lo que pudiera de su amistad.

—Yo ... creía que —respondió con temor, levantándose sin poder volver la mirada a ella.

—Estaba dormida, pero si hay algo a lo que responde mi cerebro es a tu voz. Siempre te he escuchado Reuben, siempre.

—Tengo que irme —declaró con agonía.

Para él fue duro dejar salir sus verdaderos sentimientos e imaginar lo que Nina sentía en esos momentos le sofocaba.

—Probé tus besos una vez y me supieron amargo, pero no fue por el sabor de la cerveza Rhú, es porque yo te he amargado —reveló Nina cuando Reuben estaba por marcharse.

—¿Probaste qué? —preguntó Reuben, volviendo por fin la mirada casi con los ojos afuera de sus órbitas.

—La noche que te emborrachaste yo te robé un segundo beso y esa vez si me correspondiste e ilusa siempre creí que tus besos sabían igual a la dulce azúcar glas, pero me supiste amargo como a un simple deseo mal logrado. No son tus labios, somos nosotros los que sabemos amargo como las frutas cortadas antes de tiempo y maduradas a la fuerza, me he empujado y te he empujado a la orilla de algo que no somos: yo no deseo lastimarte, también quisiera amarte y salir de aquí adentro de donde estoy pero no puedo. Quisiera borrar todo aquello que te hace mal y entregarte a la Nina de hace dos años, pero no puedo. Quisiera regresar el tiempo y cambiar todo, pero no puedo —dijo Nina Cassiani sin apartar la mirada de los ojos llorosos de Reuben Costa y después de unos minutos de verse como lo que eran, aceptando eso que les llevó tanto tiempo entender dijeron a una voz:

Tenemos que crecer —y se fundieron en un abrazo que envuelve más allá de los cuerpos, pero que es incapaz de derrumbar los miedos y los recuerdos: hasta ese día, Reuben cada vez que abrazaba a Nina todavía veía sus manos llenas de sangre y se ahogaba en ella cuando la imaginaba en peligro.

No podía dejarla ir y tampoco quería seguirla deteniendo, era injusto para ambos vivir de lo que extrañaban una niñez pausada sin compromisos, obligados a crecer sin avanzar por motivos similares, pero a la vez distintos.

—¿Puedo quedarme? —preguntó Reuben Costa totalmente quebrado, estrujando sus ojos y escondido detrás del cuello de Nina la bañó con sus lágrimas. Se aferró tanto como si su vida dependiera de ello, no podía vivir alejado de ella y tampoco quería irse.

—La vida entera si así lo deseas y aún cuando uno de los dos caiga primero por esa cosa que se llama amor. Aquí estaré aunque pasen los años.

—Y sin necesidad de que pidas mi mano llegaré hasta donde estés para levantarte y quebraría mis huesos hasta hacerlos añicos para defenderte —prometió Reuben Costa antes de anudar aquel listón de terciopelo del cual colgaba la cruz de plata y el botoncillo de madera y depositando un beso en la frente de Nina Cassiani se recostó a su lado y entre sollozos se quedaron dormidos.

Se durmieron con la paz de los amigos que un día fueron y que pretendían seguir siendo como en las tardes de antaño cuando no existían cicatrices, ni cuerpos florecidos ni deseos frustrados.

Afuera de aquella habitación, sentadas en el piso Mercedes y Doña Maho estaban deshechas en llanto: todo ese tiempo la familia entera había presionado para que aquel par se hicieran novios sin ponerse a pensar en los verdaderos sentimientos que se tenían uno por el otro.

—No lo vi venir —dijo Mercedes a su suegra.

—No vi más allá de lo que quería ver —repuso la Señora Cassiani, luego de sacar un pañuelo para limpiar las lágrimas que cuando ya eran demasiadas —¡Reuben es casi como mi hijo al igual que Omán!

—Seguirá siendo su hijo, jamás le excluiremos de nosotros eso sería ingrato. Pero ya no coaccionaremos su voluntad, ya no es un niño pequeño —agregó Mercedes abrazando a su suegra —Hablaré con Sandro y usted encárguese de Oneida.

—¿Crees que algún día puedan encontrar eso? —preguntó Doña Maho con la curiosidad de una mujer de menos tres décadas en los años.

—El amor está siempre a la vuelta, justo ahí donde menos lo esperamos. Usted lo encontró en la mesa detrás suyo en aquel restaurante donde conoció a Don César, de eso hace cuarenta y un años. Oneida haciendo fila al comprar un boleto para un concierto de rock y han pasado al día de hoy trece años y yo mientras me peleaba por mi cambio con una máquina expendedora de café en mi primer año de internado y desde ese día llevo al lado de su hijo lo que Nina tiene de vida: dieciséis años —dijo Mercedes recordando dónde cada una de ellas había encontrado sin querer ni planear eso que la gente busca con desespero y que confunde muchas veces con algo que es momentáneo y tan efímero como el tiempo que tarda una gota de agua en evaporarse en el pleno sol del desierto.

En el colegio a Darío Elba, que subía por las escaleras del edificio mayor, un rayo de cálido sol del atardecer le sorprendió los ojos y sonriendo curioso, intentaba descubrir la fuente de aquel inusual fenómeno y cuando casi lo encuentra, fue tomado por el brazo y llevado hasta una esquina por dos manos: una masculina y otra femenina.

—¿Usted sabe dónde está Nina? —preguntó Bloise con pesadumbre luego de que Moira no pudiera hablar porque estaba llorando —Desde ayer no damos con ella, le hemos llamado y no nos contesta su teléfono ni el de su casa.

—Está hospitalizada —contestó Darío e iba a explicar los motivos pero Moira le interrumpió

—¿S-se va a-a m-morir? —preguntó a duras penas

—¡Oh Moira que cosas dice! —dijo Darío sacando su pañuelo y limpiando el rostro de su alumna que corrió a refugiarse en su pecho —Ella está bien y fuera de peligro, yo pasé a verla hace un rato. No hay nada de que preocuparse.

—¿M-me lo j-jura c-con p-pro-mes-ssa d-de d-dedito? —pidió Moira separándose y  levantando su mano derecha extendiendo su dedo y Darío, no dudando en hacer lo que le solicitaban dijo

Promesa de meñique, si miento me tragaré mil agujas —y para hacer valer su palabra, añadió —A la salida espérenme en el parabús que está por la plazoleta, yo les llevaré a verla y ahora que ya saben el estado de su amiga deberían de regresar a clases. Arréglense y los veo en misa ¿Estamos?

—Gracias —dijo Javier Bloise al estrechar la mano de Darío Elba —Llevaré a Moira a tomar un refresco y nos vemos dentro de un rato.

Incorporándose de nuevo al camino del que fue sacado, al poco tiempo se encontró tras la puerta metálica y sin dejar de ver el asiento vacío asignado a Nina Cassiani comenzó a explicar al resto de la clase la situación de salud de la ausente y viendo cada uno de esos trece restantes rostros pudo entender lo que dijo Garita a la perfección al distinguir sus afectos de sus obligaciones y prometió hacer hasta lo último para salir avante, pues no pensaba abandonar a sus alumnas para dejarlas a merced de los bajos instintos de Illías Alcott y por eso pudo separar lo que sentía de lo que debía hacer y así continuaría aún cuando Nina regresara a ocupar el lugar que le correspondía en su salón de clases.

Cumpliendo su promesa al terminar la misa de ese jueves, llevó al par de amigos que ansiaban ver a la pelirroja. Bloise tenía un poco más de estómago que Moira y por eso Darío, luego de explicarle lo sucedido en ese vehículo, le pidió que se sentara en los asientos de atrás donde las manchas de sangre seca todavía estaban presentes y aquel entendiendo el asunto, con el suéter del colegio cubrió las que quedaban a la vista para que Moira no se fuera a descomponer al verlas.

En el hospital pasadas las cinco de la tarde suegra y nuera seguían parlando sobre sus recuerdos de amores pasados y de no haber sido porque Moira Proust apareció por el pasillo con Javier Bloise a rastras aquello hubiera sido lo de nunca acabar.

—Buenas tardes Doña Maho y Doña Mercedes, venimos a ver a Nina ¿Podemos pasar? —preguntó Bloise muy cortés mientras Moira se escondía tras él.

—Hola Bloise, si claro, nada más déjenme avisarle primero —contestó la Señora Cassiani —¿Moira por qué tan callada? —preguntó pues la conocía desde pequeña y era desconcertante verla en silencio.

—¿Ella está bien? No tiene nada chueco en la cabeza como su papá, ¿verdad? —cuestionó inocente y Bloise le majó un pie para que cuidara la lengua

—No sabría decirte querida Moira no está aquí por eso, es por otras causas —contestó maternal la madre de Nina sin molestarse para nada por la forma en la que se expresaron sobre su esposo —Denme cinco minutos y ya los dejo pasar —añadió con una sonrisa y abrió la puerta para encontrarse con Nina y Rhú durmiendo plácidamente.

—Hija tienes visitas —dijo la Señora Cassiani a Nina cerca de su oído —Moirita y Bloise están aquí.

Pero Nina movió la cabeza y metió la cara en el brazo de Reuben y éste sintió cosquillas espabilando y abrió los ojos viendo a Doña Maho frente a él, se levantó de golpe quitando a Nina de su lado haciéndola moverse hasta el otro extremo de la camilla.

—Nina tiene visitas, Bloise y Moira están afuera esperando. Arréglense rápido para que ellos puedan entrar —dijo sin más y salió.

—¡Nina que te despiertes que ahí está Moira y Bloise y creo que estamos en una dimensión desconocida porque tu mamá nos encontró dormidos y no dijo nada! —le decía Rhú a la pelirroja mientras la sacudía por el costado donde no tenía la sonda que era del único por el cual se podía recostar sin lastimarse.

Nina se pasó las manos por la cara y comenzó a despertarse

—¿El qué cosa salió de la dimensión desconocida? —preguntó —¿Mi mamá qué?

—¡Ven que te voy a medio peinar y límpiate que estás toda babeada! —repuso cogiendo el cepillo intentando acomodar la melena alborotada de Nina sin mucho éxito y ella intentaba limpiarse el rastro de saliva a la carrera con una toalla húmeda, pero en eso la puerta se abrió dejando pasar a los visitantes.

—¡Joder la Reina Elizabeth I viajó en el tiempo! ¿Qué ostras con la calamina blanca mujer? ¿Es alguna moda rara de la que no me he dado cuenta? —preguntó burlón Bloise al nomás verla, sacudiendo la cara para todos lados.

—¡Gracias Bloise yo también te quiero! —contestó Nina —De andar rascándome a parecer la Reina Virgen me quedo con lo segundo ¡No te imaginas lo que pica! —respondió Nina luego de un efusivo y corto abrazo de Javier hacia ella.

Moira por el contrario no dijo nada, entró de último y se coló entre Reuben y la enferma para acomodarse al su lado izquierdo y la abrazó.

—Yo también te extraño Moira —le dijo Nina a su amiga que parecía que quería traspasar sus costillas y meterse dentro de ella.

—¿Cuándo regresas al colegio? —preguntó

—Como en dos meses, pero regresaré antes si todo sale según mis cálculos.

—¿Dos meses? —preguntó asustada Moira separándose de la enferma —¡Dos meses son como cuarenta días de clases! ¿Qué haré en todo ese tiempo? —se quejó desesperada e iba a comenzar a sugerir qué cosas se podían hacer para que ella regresara antes, pero Bloise la interrumpió

—Eh Nina ¿Qué es esta cosa que te sale del lado derecho del cuerpo? —preguntó con algo de repulsión al descubrir la sonda y seguirla hasta el tanque de drenado.

—¿Es por ésta cosa que no puedes ir al colegio? ¡Puedo hacerle una funda y un cargador como el que usan los bebés y te lo pones en la espalda como si fuera una mochila y asunto arreglado!

Y a Nina la ingenuidad de su amiga le provocó darle un abrazo tan fuerte que casi hace que Moira se quedara sin respiración, pero ésta no se quejó: nadie más solía abrazarla con esa intensidad y por eso la extrañaba tanto en el salón de clases.

—Nina no puede andar cargando ese tanque Enana, no lo usará para siempre sólo hasta que ese líquido deje de salir —contestó Reuben revolviéndole el cabello a los dos adolescentes.

—En todo caso si tuviera que andar eso sería desagradable, ese líquido me da escalofríos —confesó Bloise.

—¡Pero si parece gelatina de fresas diluida! —contestó Moira agarrando el tanque y sacudiéndolo, pero Nina se lo quitó de las manos y lo abrazó: si ese tanque sellado se abría no saldría nunca del hospital.

La cara de Reuben y de Bloise se tornó verde al escuchar esa comparación e hicieron una mueca de asco.

—Creo que no podré volver a usar gelatina para hacer postres después de lo que dijiste Moira y mejor regreso en un rato. Necesito sacar esa imagen de mi cabeza —dijo Rhú a Nina y dándole un beso en la mejilla salió de la habitación con todos los vellos erizos.

—Y yo no podré volver a comerla y con su permiso iré al baño, siento algo trabado en la garganta —añadió Bloise que tenía una mano sobre el estómago.

—¡Par de nenas! —les dijo Moira que se quedó cuchicheando cosas de aquel par de hombres.

Reuben Costa se encontró con Mercedes y Doña Maho en el pasillo y se quedó asombrado de que por primera vez en mucho tiempo no le insinuaran nada de nada y sólo le acompañaran a la cafetería por el respectivo café y pan de la tarde.

Rhú seguía pensando que estaba en una dimensión desconocida porque el comportamiento de aquellas señoras era, hasta en cierto punto, distinto pero sin incomodarle ni una pizca.

—¿Me harías el favor de ponerme calamina en la espalda? —preguntó Nina a Moira que se apresuró a hacer lo que le pedían, pero creando un embarrijo por todos lados hasta que terminó untada en la cara por apartarse el cabello que siempre traía suelto.

—¡Nina tengo una idea!

—¡Oh no Moira! ¿Y ahora que se te ocurrió? —pero no hubo necesidad de respuesta cuando vio lo que hacía su amiga: se había aplicado calamina en la cara y estaba dibujándose una estrella con delineador negro en el ojo derecho

—¡Yo también quiero! ¡Que role ese bote y el delineador! —dijo Bloise al salir del baño y tomando ambas cosas hizo lo mismo que Moira: se blanqueó la cara y se dibujó un antifaz.

—Ven Nina, yo te hago un diseño muy cool —dijo Moira queriendo dibujarle sobre el rostro.

—¡No! ¡La medicina no es para jugar! —les regañó.

—¿Qué de malo tiene divertirse estando enfermo? ¡A ver Nina afloja la boca! —dijo Bloise al tomar a su amiga por la quijada y pasándole el lápiz labial rojo de Moira sobre los labios —¡Ahora si Su Majestad! ¡Ay me quedaste preciosa!

—¡Espérenme a que recupere y ésta me la cobraré a mi antojo! —se quejó Nina.

—En el fondo sé que te gusta —canturreó Moira que seguía rellenando la estrella que se dibujó

—Ventajas y desventajas de que tus mejores amigos te conozcan casi a la perfección y no voy a negar que ustedes dos me hacen sentir mejor, gracias por estar aquí ¿Cómo le hicieron para llegar tan rápido? ¿Ya por fin rompieron la barrera de la luz o Bloise reveló su poder para generarse espontáneamente?

—Nos trajeron

—¿En taxi? —preguntó la pelirroja mientras se veía en el espejo propiedad de Rhú, por su melena roja enmarañada definitivamente se parecía a los retratos de la Reina Elizabeth I de Inglaterra.

—No, el profe Darío nos trajo y dijo que subía en un momento —contó Moira con suma tranquilidad.

—¿QUIÉN? —preguntó Nina casi con pánico.

—Yo y se supone que venía a visitar a Nina Cassiani, pero creo que me confundí de cuarto y terminé en el vestidor de unos artistas de teatro Kabuki ¿A que hora es la función? —preguntó Darío Elba muerto de risas al ver al trío tan sorprendidos, pero más gracia le causaba la expresión de Nina intentando jalar la sábana para ocultarse —Ya tranquilos, regreso en unos minutos, no quiero incomodarlos —repuso guiñando el ojo.

—¡Quédese! Estamos jugando, puede acompañarnos si quiere —dijo Nina a Darío dejando la sábana en su lugar y sonriendo le invitó a pasar.

Era hora de enseñarle todo de ella además de cicatrices y análisis literarios.

Media hora pasó en la que entre ocurrencias y boberías de Lady Moira Proust y Sir Javier Bloise, los bufones oficiales de la corte de Su Majestad La Reina Enfermania, pusieron como loco el moderno y silencioso monitor cardíaco de tanto hacer reír a Nina y Darío, sentado sobre el sillón también sonreía satisfecho, pues a pesar de la enfermedad la chispa de vida de la pelirroja estaba a millones de años luz de extinguirse.

—¡Basta no puedo reír más! ¡Hacen que me duelan las costillas! —suplicó la Nina cuando por fin pudo articular la voz después de una épica imitación de Enrique VIII de parte de Bloise —Y no quiero que se vayan pero ya oscureció y no se van a escapar de las tareas por estar aquí, par de vagos.

—¡Rayos nos atrapaste! —contestó Bloise viendo su teléfono revisando la hora —Nina tiene razón, yo tengo tarea de calculo y si no me voy ya, no la terminaré.

—¿Se van sin limpiarse la cara? —preguntó Darío de ver que ambos tomaban sus respectivos bolsos escolares y se despedían de la pelirroja —¿Los llevo o se van en taxi?

—¡Claro que nos vamos maquillados! Asustaremos a unas cuantas personas desde la ventana del taxi, no se preocupe profe ahí le mandamos señales de humo avisando que estamos a salvo —respondió Moira —Y al cumplir su promesa de meñique queda libre de la reprimenda. Nos vemos mañana.

—¿Qué promesa? —preguntó —Nina a Darío cuando se quedaron solos en la habitación

Lady Moira Proust me hizo prometer que Su Majestad se encontraba estable y como bien sabe: siempre honro mis juramentos y promesas. Por cierto: ¡Que bien le sienta a esa gargantilla ser vestida por su cuello! —añadió al ver el listón con la cruz y el dije de corazón decorando muy delicado esa parte del cuerpo de Nina.

—¡Ya no sigas con eso Darío! —pidió Nina —Y esto es un regalo compartido si la intuición no me falla —dijo con referencia al collar.

—¡Y yo que quería que Su Majestad me ordenara caballero! Y con lo otro: me haré de oídos sordos —contestó obviando su aporte para completar ese obsequio —Pero tengo algo que quiero que me prometas a lo que sí prestaré escucha: promete que reirás con esa misma energía que te vi hoy toda tu vida.

—¿Y que pasará cuando tenga tristeza y quiera llorar?

—Pasará que haré hasta lo imposible para que la tristeza no vuelva a tocarte y te ahorraré cuantas lágrimas me sean posibles. Quiero verte feliz ¿Prometes ser feliz? —preguntó Darío extendiendo su mano izquierda y alzando su dedo.

Promesa de meñique, si miento me tragaré mil agujas —contestó Nina enlazando también el dedo de su mano izquierda con el de Darío sellando el juramento con una sonrisa.

Darío Elba nunca había incumplido una promesa y jamás rompería la que le hizo a Nina Cassiani: la cumpliría hasta llegar a las últimas consecuencias, aunque en todo ese camino para verla feliz no siempre estaría presente en cuerpo para poder acompañarla en el tortuoso camino de crecer que le faltaba a ella por caminar para ser feliz como debía de ser.

Prometo estar a tu lado aunque no puedas verme y te enviaré mi espíritu a que vague por los siglos hasta encontrarte para que te abrace aunque mis manos no puedan tocarte —dijo Darío Elba, previniendo un posible futuro, lejos de Nina Cassiani.


[Un gif o un video fue añadido aquí en una versión más nueva de Wattpad. Actualiza ahora para verlo.]

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro