Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

36.

-36-

—Mi madre murió cuando yo tenía diez años —comenzó a decir Darío Elba luego de cerrar los ojos por unos instantes y llenar sus pulmones de aire. La voz se le había quebrado, no dejaba de ser melódica, pero se podía sentir en el ambiente la opresión con la que salían esas palabras de su garganta al pronunciarlas —El cáncer se la llevó antes de que cumpliera treinta y consumió sin descaro su cuerpo y su belleza, mas no su espíritu. Mamá emanaba dulzura a kilómetros de distancia y las personas solían buscarla para disfrutar de su compañía. Y si hay algo que yo nunca olvidaré es que mi madre siempre tenía una sonrisa en los labios, incluso el día que cerró sus ojos para no abrirlos más: lo hizo riendo mientras me escuchaba confesar la travesura que había hecho esa tarde en el colegio —dijo con mucho esfuerzo y dejando salir un pesado suspiro—Amira Duarte de Elba era, en pocas palabras, una mujer fuera de éste mundo; de aquellas personas que nacen para dar amor a manos llenas y recordadas por ello para toda la eternidad. Hace once años de su partida y sus amigos siguen llenado su tumba de flores, la suya es la más florida de todas en el cementerio.

A Darío Elba le costaba hablar, tenía la respiración agitada y mantenía la mirada fija en la pared situada tras la espalda de Nina Cassiani, quien estaba a punto de levantarse. Nina quería callarlo con un abrazo y pedir perdón por hacer esa pregunta sin tacto. Quería decirle que lamentaba mucho la pérdida de su madre, quería evitarle más dolor a Darío no dejándolo traer al presente su pasado.

Ella sabía de primera mano lo que es recordar los tiempos buenos de un familiar y verlo día a día marchitarse a causa de una enfermedad.

Pero él hizo un ademán indicando que estaba bien, que quería seguir: siempre había sido capaz de mantener la calma y de controlar sus emociones y por más doloroso que le fuera continuar con sus memorias estaba listo para dejarlas salir.

Darío quería presentarle su pasado a Nina, aunque recordar a su madre le era difícil y en su pecho las palabras se amontonaban peleando por salir una antes que otra.

—Crecí tomado de su mano. De ella aprendí desde a caminar hasta hacerme cargo del jardín y de cada una de sus flores cuando ya no le fue posible atenderlo por su delicada condición. Aunque fuéramos una familia con recursos nunca dejó de disciplinarme para que yo hiciera muchas cosas por mí mismo. Cuando ya no podía levantarse yo la atendía en la cama y cuando yo no estaba, por que me obligaba a no faltar al colegio, pasaba ansioso en cada clase esperando el repique la campana para volver a casa y estar con ella, pero también era una tortura porque sabía que otro día se había terminado: un día menos en el calendario de vida mi madre, un día menos restado de su cuota de días otorgados en este mundo —dijo Darío Elba mientras sus labios temblorosos dejaban en evidencia que aunque los años habían pasado para él la memoria de su madre seguía fresca.

—Suena como la triste historia de una mamá y su único hijo, ¿verdad?. Y tal vez te preguntes donde estaba en ese entonces el Mayor Elba y quizás por tu cabeza pasen muchas ideas o tal vez llegues a pensar que estaba ausente porque no nos quería o no le interesábamos, pero no es así. Papá viene de un largo linaje de militares y por ordenes de su familia se enroló en el ejército del Tío Sam siendo muy joven. Desde sus dieciocho lleva haciendo cosas del oficio y jugando de ganar a las guerras ajenas y pese a su ausencia yo le respeto mucho; admiro su fortaleza y determinación. Amaba mucho a mi madre, de eso no le queda duda a nadie, solía decir que ella era lo único que lo mantenía cuerdo y atado a este mundo y no mentía porque cuando mamá murió él se derrumbó. No te imaginas lo difícil que es ver a un hombre adulto y corpulento gritar, aullar, patalear y asfixiarse con su propio llanto y negarse con todas sus fuerzas a que bajen en ataúd de su amada para que la tierra la sepulte. Había que ser fuerte ese día y papá no pudo serlo, yo hice lo que pude porque los barcos del dolor no pueden dejarse a la deriva. Papá se aferró a mi para poder continuar, dice que ve en mis modos el carácter de mi madre al igual que la encuentra a ella en mi sonrisa y en mi carisma —comentó Darío mientras tocaba una de sus mejillas —Cuando recuperó un poco la cordura pidió licencia por dos años en los que asumió su papel de padre a la perfección. Me hacia comida los tres tiempos: cada mañana era gracioso verlo en pijama y pantuflas justo como las que estoy usando en éste momento más una sartén en la mano y un habano en la boca hablándome en código radiofónico y cada noche, antes de dormirme, me narraba sus aventuras - claramente obviando las partes feas - e iba cada día por mi al colegio y mis compañeros solían atosigarlo para que les contara secretos de los marines y alguna que otra cosa que hubiera visto estando en acción —añadió Darío Elba con una sonrisa comenzando a formarse temerosa por sus labios.

—Recién había cumplido yo los doce años cuando le tocaba regresar a su servicio, estábamos muy apegados el uno al otro y deseaba llevarme con él al norte, pero yo me rehusé.
Papá siempre había respetado mis decisiones, pero tampoco iba a aceptar que me quedara de buenas a primeras y quiso ponerme un reto: —Si te quedas lo harás bajo tu propio cuidado Darío, creo en tí y en tu hombría y si no te sientes capaz sabes que allá estaré esperándote —me dijo poco antes de irse. Con aquel desafío papá trató de que yo me echara para atrás, pero no fue así y aquí me quedé. Viví solitario hasta los dieciséis en aquel apartamento donde me ves entrar siempre que me bajo del autobús.
Ante el colegio los padres de Leandro fueron mis representantes legales, pero al terminar las clases cada día, me retiraba a hacer mis quehaceres por mi cuenta y sin ayuda de nadie lavaba mi ropa, cocinaba mi comida y aseaba un poco mi propio desorden. Tenía un régimen impuesto por mí mismo para poder hacer las cosas que más me gustaban: antes debía hacer mis tareas y cumplir con cada una de mis obligaciones tal y como mamá me lo enseñó. Papá siempre estuvo pendiente de mi e hizo hasta lo imposible por venir al menos cada tres meses, no se perdió las fiestas especiales, aunque tenía que venir un solo día siempre aparecía cargado de regalos y recuerdos de todos los lugares que había visitado. Mi padre ya es un hombre adulto y con bastante carrera militar recorrida, por eso su rango es de elevada jerarquía y normalmente se pasa la vida en los portaaviones que vagan errantes por los golfos y allí donde los océanos se juntan—.

Nina Cassiani jamás habría siquiera imaginado esa parte de la vida de Darío Elba, él se veía y se daba a conocer como una persona completa, no aparentaba de ninguna forma que en su infancia o adolescencia le hubiera faltado algo y aunque quizá el dinero le sobraba, tuvo escasez de lo más importante, en Darío había falta de algo indispensable para crecer: la compañía de la familia.

Darío continuó hablando —El día de mi graduación como bachiller papá se presentó con su traje de gala y me preguntó que quería hacer cuando terminara la ceremonia y yo le dije que me gustaría que, con lo que teníamos puesto en ese momento, nos fuéramos de viaje y así lo hicimos. ¡No llevábamos ni cepillo de dientes cuando llegamos a España!. Viajábamos tan ligeros, despreocupados y un tanto desordenados sin rumbo fijo ni mapas. Luego de España nos cruzamos por entera Europa hasta llegar a Japón; de Japón yo quería traer té, plantas y semillas exóticas para continuar la colección de flores de mi madre, pero mi papá en vez de traer souvenirs se trajo a Hirose —dijo sonriendo y tapándose los ojos, se le había ido el color a las mejillas de recordar la conquista victoriosa en tierras japonesas que tuvo su padre el Mayor Maximiliano Elba al enamorar a la Dra. Emiko Hirose.

—Nunca, ni antes ni después de mamá, le conocí o me habló de alguna mujer hasta ese día, mientras paseábamos por la universidad de Tokio ellos dos se conocieron por pura casualidad. Intentábamos dar con una biblioteca, pero en aquel entonces ni papá ni yo sabíamos más que lo básico en japonés. Hirose nos vio cara de perdidos y se ofreció amable y muy servicial a guiarnos, papá me hacía señas para que me fuera a comprar un helado de aguacate y los dejara solos. Yo estaba apenado de ver que él se trababa con sus propias palabras cuando quería hablarle con soltura a Hirose, se suponía que yo era el adolescente pero papá me quitó con honores el puesto —confesó Darío con un poco de pena en la voz al recordar esa aventura de ver batallando por amor a su padre.

—Luego de eso y varias citas entre ese par: aquí estamos —dijo moviendo ambos brazos —Hirose es una persona excelente, es tierna y maternal conmigo aunque yo ya este grande. Años después de la muerte de mamá y sólo gracias a ella pude sentirme parte de "algo" y por eso cuando papá le ofreció matrimonio a Hirose, me sentí feliz por él y le apoyé en todo. Sólo ella fue capaz de volver a hacer reír a papá y hay que reconocerle que sacrificó mucho por estar con él y seguirlo hasta América. Por un tiempo vivió sola en la base para familias de los militares en el norte y allí nació Bruno. Papá tenía pensado que ellos vivieran allá, pero él siempre me había hablado de ésta casa y un día yo le dije que si podía la comprara y aunque estaba más que hecha escombros valió la pena reconstruirla. Y hablando de la casa, recuérdame por favor pasar el trapeador antes de que Hirose llegue, porque si se da cuenta del barreal que he dejado por el sagrado piso de bambú va a colgarme —término diciendo Darío con una sonrisa distinta de cuando empezó a dejar salir sus recuerdos. Su rostro se veía relajado al igual que sus hombros, ya no había señal alguna de nostalgia en su voz y su mirada ahora coincidía de nuevo con la de Nina Cassiani quien si tenía una gota congelada en su lacrimal izquierdo.

—No llores Nina que tus lágrimas me hacen mal —dijo Darío casi a modo de súplica al notar aquella lágrima y  poniéndose de pie se acurrucó a su lado.

—Perdóname —dijo Nina limpiando ese único vestigio de lamento con su mano.

—¿Puedo saber por qué me pides perdón? —preguntó un tanto sorprendido Darío. 

—Por desobedecerte y no haberme quedado después de clases a cumplir con el castigo.

—No tienes por qué pedirme perdón Nina, perdóname a mi por olvidar que yo también fui joven y que tienes dieciséis años y que estás en todo tu derecho de jugarme las bromas que quieras. No quería castigarte, sólo quería que te quedaras, pero no pude controlar mis impulsos al creer que te perdía —pronuncio éstas tres últimas palabras sin estar consiente de lo que decía y bajando la voz. Quizas por los rayos que aún caían esa noche Nina Cassiani no alcanzó a escuchar esa confesión que a Darío Elba se le había colado en su boca.

Ambos sonrieron uno al otro, olvidando aquel crimen ficticio y su castigo injustificado, se acomodaron para terminar la cena y cada vez que Nina hundía su cuchara en aquella sopa: sentía que se estaba bebiendo un trozo de la persona que había desnudado su alma sin recato únicamente para ella. 

Antes de esa noche Nina Cassiani sólo sabía de Darío Elba que era estudiante de teología, que era ex alumno del colegio y que su mejor amigo era el hermano de Gail Hooper. No sabía el por qué Darío Elba sonreía cada día, ni el por qué era tan ameno con cada persona que se acercaba a él. Era sumamente respetuoso y jamás dejaba de escuchar las opiniones de terceros por más absurdas que fueran, tenía mucha tolerancia y harta paciencia y eso era debido a que con sus acciones de adulto joven estaba honrando la memoria y siguiendo las enseñanzas de su madre. Tenía sus errores y sus vicios, como humano no estaba exento de pecado; pero aquel hombre frente a ella no era solamente una imagen perfectamente trabajada, no era sólo capas de fina ropa y delicados modales.

Darío Elba era una persona real y excepcional de las que en éstos tiempos son escasas: una persona íntegra con buenas intenciones y excelentes sentimientos. Un hombre que se derrumbaba al volver la vista hacia su pasado, que tenía una cantidad de recuerdos reprimidos y atesorados en una inviolable bóveda. Y si algo protegía tras gruesas capas, eso debía de ser algo muy valioso e importante, algo que a veces todos entregan a la primera, pero que a la fecha Darío aún conservaba intacto e invicto, algo que sólo
se da una vez en la vida: el amor verdadero.





- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 

N/A.

¿Conoces a Reuben "Rhú" Costa?. ¿A nuestro panadero amigo enamorado de Cabeza de Remolacha?.

Pues quiero comunicarte que en la maravillosa historia: "El Lado Más Verde Del Césped" de la increíble y talentosa Bellatorx Rhú hace una participación (o cameo) en el capítulo 47. En ¡Corre Nina, crece! verás converger a una personaje sumamente especial llamada Hope en el capítulo 40 que es la protagonista de esa bella historia y así verás cómo el buen Reuben ayudó a una jovencita y a su novio a disfrutar un momento especial con una delicia de pastel hecha por sus habilidosas manos.

Te invito a leer: "El Lado Más Verde Del Césped", no vas a sentirte decepcionado/a.

¡Gracias por prestar tus ojos a la
historia de Nina Cassiani!.

http://my.w.tt/UiNb/5OGBO7PRUv

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro