21.
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El buen humor Nina lo había dejado en la panadería esa mañana, se fue al colegio con el pensamiento abstracto y estuvo buena parte de la mañana en más silencio del habitual.
A la hora del primer receso, bajó hasta las oficinas de los tutores en busca de Darío Elba, tal y como lo había prometido ayer, iba a entregarle su gabardina.
Tocó la puerta varias veces, pero comprendió que a lo mejor él aún no había llegado, pues nunca le atendieron.
Contando los minutos que le restaban para poder subir sin presas hasta el cuarto piso, donde estaba su salón de clases, se dio la vuelta y se dirigió a las escaleras de caracol, ella seguía meditabunda con la cabeza sumida en sus memorias.
Justo al momento exacto cuando el timbre indicaba el final del receso, gritaron su nombre dos pisos abajo, la voz resonó muy fuerte por el eco y ella asomo la cabeza por el baranda
—¡Nina! —volvió a llamarle un exhausto Darío Elba que parecía haber corrido tras ella un buen rato
—¿Si? —contestó la pelirroja
—¿Me buscabas?.
—Traje su gabardina —dijo y comenzó a bajar hasta encontrarse con él a medio camino, ella le entregó la bolsa, le agradeció y se disponía a retirarse, pero él se encontró con su mirada apagada, esa no era la Nina que él conocía.
—¿Sucede algo? —preguntó mostrando más interés del usual aunque intentó maquillar su preocupación con su amena sonrisa.
—Cosas de la edad —se limitó a contestar y siguió subiendo, Darío sentía una extraña curiosidad por Nina desde la primera vez que coincidió con ella y también con todo lo que pasaba a su alrededor y hoy sentía una necesidad por estar a su lado en ese preciso instante, pero no conocía el carácter de Nina, así que tanteando el terreno finalmente se animó a decirle:
–Si necesitas hablar, sabes que mi trabajo es exactamente hacer eso: hablar con cada una de ustedes. Sin embargo, respeto si te gusta sufrir en silencio.
—¡Gracias! —contestó —no se preocupe, ya se me pasa, pero sino yo lo busco —dijo esto último por decir y continuó su camino.
En el almuerzo Nina estaba más que callada, se le había quitado el hambre y optó por recostarse en una de las largas bancas de la cafetería, Moira y Bloise - que se habían pasado haciendo señas preguntándose uno al otro si sabían que era lo que le pasaba - estaban extrañados de su comportamiento, Bloise revisó el calendario junto con Moira pero llegaron a la conclusión de que Nina aún no estaba en sus días, algo más no estaba bien con ella.
La tarde pasó lenta y tediosa, Moira había cuchicheado con todas en busca de una pista de la tristeza de Nina pero no encontró ninguna, agotando todos los medios optó por uno que sabía que era infalible, pero que solo usaba en casos de extrema urgencia:
—¡Ey!. ¿Qué ondita?. ¿Cómo estás?. ¿Qué tal la U?. Disculpa la molestia pero: ¿Vos sabes que le pasa a Nina?. Se le ve muy triste y mis poderes de payaso han sido repelidos, no me gusta verla así.—
Y sin dudar envió el mensaje, se quedó mirando el teléfono con los ojos casi viscos en espera de la respuesta, a cabo de tres minutos y contando le contestaron
—¡Hola Enana!. No te preocupes, ahorita se le pasa ;-) ¡Gracias por avisar!.—
A Moira no le quedó más que aceptar el "ahorita se le pasa" y esperó que así fuera, por gracia de Dios no quedaba mucho para la salida, pues la nube negra sobre la cual Nina estaba abrazada sin querer soltar era de esas tóxicas y contagiosas, no es que ella viviera con una sonrisa de oreja a oreja - como Moira que se reía hasta con las moscas - pero ellas jugaban un papel importante en el equilibrio fundamental de esa sección.
Ambas eran un ejemplo perfecto de reacción química, de un catalítico necesario para el buen y correcto funcionamiento de las otras trece niñas y que Nina estuviera auto exiliada en el lado oscuro de la luna no le hacía bien ni a los profesores.
A las tres de la tarde la campana indicó que era hora de marcharse, el ruido de mesas y sillas moviéndose resonaba por todos lados mientras el Profesor Jara indicaba la tarea.
Nina guardó sus pertenencias, Moira la seguía a una distancia precavida, quería detenerla en algún lado para sacarle la verdad a cucharadas del porqué había estado tan callada, pero quería confiar en el "ahorita se le pasa" y sabía que era mejor pensar dos veces lo que iba a decirle.
Marina y Messerli caminaban delante de Nina e iban en un conflicto sin salida preguntándose donde empezaba y donde terminaba la tarea de matemáticas que justo acaban de asignarles, ellas eran habitantes del salón de tutorías de Emiliano Prego porque siempre se pasaban hablando más de lo tolerable en clases y tenían los promedios muy comprometidos, como ninguna de las dos estaba cerca de acertar a la tarea y a Nina le molestaba más de lo usual la incapacidad de aquellas intervino:
—Página 123 a 127, en hojas a cuadros y entintado —contestó muy seria desde atrás.
—¡Nina, después de todo no estabas en el país de las maravillas! —contestó Marina con más espontaneidad de la debida.
—Que yo esté en "Fantasyland" no significa que no ponga atención y que no escuche, en todo caso si algo me disgusta es que ustedes dos anden más perdidas que una cabra en misa, ya no estamos en kínder. ¡Evolucionen!.
Moira les hacía señas desde atrás para que se callaran por que cuando Nina "andaba apagada" solía decir cosas muy directas, hirientes y sin calcular los daños, logró que las otras dos chicas mejor siguieran su camino, calladitas se veían más bonitas.
Cerca de la oficina del director, un largo brazo sacó a Moira del rebaño de estudiantes, Darío Elba la llevaba casi a rastras y apostándose en una esquina le pregunto sin pensarlo dos veces:
—¿Moira usted sabe qué le pasa a Nina?, temprano la vi y la noté ensimismada, no quiso decirme sus motivos.
—No pues yo tampoco sé que le pasa, cuando anda así es mejor no preguntarle, ella es como una bóveda, entre más vueltas le dé al cerrojo más cerrada y pesada se vuelve la puerta.
—Sí, ella es así y tampoco es que ande "reglosa" todavía no le viene —dijo una tercera voz que se había arrimado aún no se sabía cómo ni por donde.
—¿Y usted quién carajos es y porqué anda hablando del ciclo menstrual de una señorita así como si nada?. ¿Que no tiene respeto o decencia alguna? –le dijo Darío Elba muy enojado al fisgón que ahora tenia cara de afligido.
—¡Ay no profe, tranquilo no hay bronca!. Él es Bloise, es nuestro mejor amigo, si algo no sé yo de Nina él lo sabe —dijo Moira muy apresurada para tranquilizar al profesor que tenía una vena saltada en la frente de lo iracundo que estaba.
—¡Mucho gusto Profesor Elba, Javier Bloise de la 2 -5 para servirle! —le dijo éste ofreciéndole la mano —disculpe si interrumpí de manera abrupta pero al igual que usted yo estoy como ciego a palos porque no sé en qué anda Nina que está más que gris desde la pura mañana.
Darío se lo pensó tres veces antes de darle la mano al metiche que quizás se sabía hasta de qué color andaban los calzones Nina y Moira, no sabía porqué, pero le disgustaba muchísimo que él tuviera información de ese tipo.
¿De cuando acá los "mejores amigos" se sabían la fechas rojas de las niñas?. Estaba bien que Moira lo supiera pero ¿él?.
Tratando de pasar el mal trago de un solo y pensando en que le podía salir una arruga en la frente, intentó aceptar "que los tiempos cambian muy rápido" y que estar allí como tutor de esas niñas significaba aprender esos cambios a la velocidad de la luz si es que quería sobrevivir y no terminar con canas en su bien cuidado cabello azabache, por eso - a fin de cuentas - le correspondió el apretón de manos.
—Mucho gusto Bloise, disculpe mi reacción, pero le agradeceré que en la próxima si quiere participar de una conversación ajena no interrumpa de golpe, no estamos en una sesión espiritista para estar al tanto la intervención de las apariciones.
Javier Bloise asintió con la cabeza muy apenado y se limitó a preguntar si algo se sabía del comportamiento repentino de la afectada, pero llegada a la conclusión de los tres de no saber nada de nada, se apresuraron a incorporarse a la estampida de estudiantes que aún recorría el pasillo principal del colegio.
Lograron ver la inconfundible coleta roja de Nina que al parecer se había retrasado leyendo el tablón de anuncios, Moira se abrió paso entre la multitud para alcanzarla mientras que Bloise y Darío intentaban hacer lo mismo sin obtener buenos resultados.
Al final, justo en el tramo donde el pasillo se ensanchaba para encaminar al portón principal, los tres lograron cruzar el portón del colegio detrás de Nina.
Ya en la acera aquel gentío se iba esfumando poco a poco, Moira se animó a preguntarle a Nina si quería ir a la heladería, pero ella se rehusó diciéndole que quería irse a casa, Darío escuchó aquellas palabras y se le ocurrió que tal vez podía hacerle compañía, por lo que quiso adelantarse para llegar antes al parabús.
A dar los primeros pasos iba cuando Moira dio un grito que resonó por toda la calle y le obligó a volver la mirada hacia aquellas dos chicas.
—¡CHICO PAN!.
—¡Hola Enana!. ¿Hace cuanto no te veo?.
A Nina el corazón comenzó a latirle más y más rápido y al darse la vuelta todo rastro de tristeza desapareció por completo de su cara, aquel brillo que Darío quería ver en sus ojos apareció de nuevo, las mejillas que antes estaban decaídas se llenaron de un rubor intenso y sin pensarlo dos veces ella corrió hasta asirse del cuello de Rhú como lo haría un naufrago en tempestad.
Aquella escena no necesitaba describirse.
Darío Elba sintió una puñalada que le atravesó el pecho, algo le molestaba y sin razón aparente.
Por impulso agarró a Bloise de uno de los tirantes de su mochila y tratando de esconder su segura cara enrojecida entre los quince sobres amarillos que llevaba en la mano le preguntó
—¿Y ese quien es?.
—Ese es Chico Pan.
—Si Bloise, ya escuché que es "Chico Pan", pero ¿quién es? —dijo Darío un poco molesto por la respuesta más que obvia que había recibido.
—Esa es la persona que mejor conoce a Nina en este mundo.
—¿Es su novio? —preguntó sin titubeos
—¡No!.
—¿Hermano?
—¡No!. Es su mejor amigo —contestó Bloise mientras saludaba con la mano a aquel joven que abrazaba a la pelirroja como si quisiera fundirse con ella.
Moira Proust daba saltitos como loca al rededor de la pareja y satisfecha de dejar en brazos de Chico Pan a Nina se alejó despidiéndose muy feliz, Bloise hizo lo mismo, pero Darío seguía clavado de los pies al piso, sintiéndose tonto y estúpido porque no podía moverse.
Un mensaje de texto logró despertarlo de aquel ridículo e incómodo letargo en el que se había metido.
—¿Qué diablos me pasa?, si, ella es muy linda, pero es mi alumna, sólo tiene dieciséis y es obvio que tenía novio aunque Bloise diga que no. ¿De qué me asombro y porqué me afecta? —pensó Darío Elba mientras se alejaba camino al parabús.
Estaba tan frustrado y enojado consigo mismo y no repuso en que aquellos dos jóvenes, que desde su perspectiva "destilaban amor hasta por los poros", venían justo tras de él, hasta que comenzó a escuchar esa voz que hacía que los huesos quisieran temblarle.
—No te esperaba, ¿cómo hiciste?.
—Hable con el jefe y salí a las doce, pase por mi casa a traer una tarea que debía entregar y pasé a dejarla, llené la boleta de ausencias y heme aquí.
—¿Hiciste todo eso por mí?.
—Sabes que haría eso y mucho más por vos.
Darío no veía y tampoco iba a volver a ver hacia atrás, pero juraba que Nina sonreía y saber esto le aplacó el animal que se le estaba despertando en el cuerpo, se alegró de que el "Chico Pan" tuviera ese poder de hacerla feliz.
Aunque no conocía mucho sobre Nina, si de algo estaba seguro era de que ella merecía ser feliz.
Y con ese pensamiento en la cabeza quiso dejar de escuchar, pero no pudo.
—Dime Cabeza de Remolacha: ¿Quieres salir conmigo?, ¿vamos a dar una vuelta?.
Nina hizo un pausa y repasó todo lo que quería hacer con Rhú.
Sí, quería ir con él a "Manolos" por un granizado, también a "Gato Pardo y Perro Azul", ir al cine no sonaba mal, ir a tontear al barrio chino tampoco era mala idea; al arcade también y a comer a los bajos del teatro, pero luego de tanto pensarlo estaba segura de lo único que realmente quería hacer y cuando por fin lo pronunció liquidó el corazón de Darío Elba con mejor efectividad que lo haría el tiro a quemarropa de un revólver:
—¿Sabes que quiero hacer?.
—Dime
—Vámonos a casa, quiero dormir contigo.
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